17 de noviembre de 2019

EL GOBIERNO DE COALICIÓN SERÁ UN NUEVO ZAPATERISMO: SOCIAL EN LOS SIGNOS, LIBERAL EN LA PRÁCTICA

Por Marat

A estas alturas dar especial atención a las incoherencias de Sánchez y sus insomnios y de Iglesias y sus desconfianzas hacia Sánchez frente al ultrarápido abrazo de Vergara es jugar en el campo que le interesa al capital y a los partidos que no formarán gobierno, el de la politiquería, la espuma de los días, en palabras de Boris Vian, que oculta el movimiento más profundo de las aguas.

Lo primero que supimos del acuerdo exprés es que no se habló de cuestiones programáticas. Fue un viejo intelectual político, Tierno Galván, el que señaló hace muchos años que “las promesas electorales están para no ser cumplirse”. Pero cuando ni siquiera tuvieron en la breve campaña electoral del 10-N relevancia alguna, ni en los mítines ni en los debates televisivos, y no se planteó en la gran noticia del acuerdo de gobierno de izquierdas (sí izquierda, porque la izquierda es la realmente existente, no la que quiere que sea el izquierdista con sentimiento de cornudo apaleado por ella) cuestión programática alguna, hubieran debido saltar todas las alarmas desde una perspectiva de clase. Pero como en la izquierda no existe tal cosa, salvo la de ciertos sectores de la mal llamada clase media que piensa en clave ideológica de clase media real, lo que ha sonado es el discurso conservador del secretario general del PSOE y Presidente en funciones preocupado por dar estabilidad al país, y una mezcla de “alarma antifascista” y atención a la justicia social por parte de Iglesias para explicar las razones por las que ha mutado desde el sentirse traicionado a asumir, sin tiempo de negociar cuestiones de relevancia política real, su anhelada entrada en el ejecutivo “socialista”.

Pero si no fuera suficiente para desconfiar del programa oculto sobre el que sin duda hay ya acuerdos, siquiera bosquejados, la carta de Iglesias a los inscritos de Podemos debiera ser lo bastante significativa respecto a cuál será la orientación programática del futuro gobierno de coalición.

En una especie de encíclica a los fieles, Iglesias ya no afirma que el cielo se tome por asalto (la expresión de Marx aludiendo a la necesidad de tomar por la fuerza y destruir el aparato del Estado burgués para sustituirlo por uno de la clase trabajadora) sino “con perseverancia” lo que, traducido al momento político español, significa mediante el BOE o, lo que es lo mismo, ya no tomando el Estado capitalista sino ocupando marginal (solo algún ministerio) y temporalmente (lo que da de sí el período hasta que una crisis de gobierno le saque de él o unas elecciones les desalojen a ellos y a sus socios) ejecutivo. La vieja tesis reformista de los Bernstein que en el mundo han sido se repite cínicamente una vez más.

Concretando mucho más, Iglesias llega a afirmar en la misiva que "Vamos a gobernar en minoría dentro de un Ejecutivo compartido con el PSOE, en el que nos encontraremos muchos límites y contradicciones, y en el que tendremos que ceder en muchas cosas"

Meses atrás, a finales de julio, el Santander (banco) urgía a formar gobierno, tras el fracaso de la investidura del presidente en funciones, Sánchez. Al ser éste el único que contaba con alguna posibilidad de alcanzar el gobierno, las declaraciones del consejero delegado del banco ("La certidumbre siempre da estabilidad y favorece las inversiones. Ese escenario es más fácil con un Gobierno estable que sin Gobierno"), José Antonio Álvarez, no podían ser interpretadas de otro modo que como un apoyo tácito al mismo. En ningún momento se pronunció en contra de que Podemos se integrase en su gobierno.

Que el PNV, partido de derechas y neto representante de los intereses de una gran corporación energética como Iberdrola, haya sido uno de los más activos y entusiastas alentadores de la recién firmada coalición, junto con los sectores más posibilistas de ERC (Junqueras y Rufián), la pequeña burguesía catalana, debiera dar alguna pista de por dónde irán las políticas públicas del futuro gobierno progresista.

El propio ex banquero y tecnócrata liberal Macron, a través de una fuente acreditada del Palacio del Elíseo ha dado sus bendiciones al acuerdo PSOE-Unidos Podemos: “Todo lo que vaya en el sentido de la estabilización y la capacidad de actuar con una mayoría fuerte es más bien un buen signo”. No le preocupa la entrada podemita en el gobierno Sánchez: “No, no nos inquieta. Lo más importante es que, en un país que es socio europeo, haya un Gobierno cuanto antes”. Sigue la línea de pronunciamiento. El presidente francés sigue la línea marcada por Bruselas unos días antes: “Lo importante es que España tenga un Gobierno con plenos poderes cuanto antes”. Fuentes de la UE concluyen: “La sensación de urgencia que han querido dar Sánchez e Iglesias apunta en la buena dirección”.

Este no es un planteamiento que deba leerse en términos políticos de izquierda-derecha sino de los intereses antagónicos entre el capital y el trabajo. Ambas dualidades no son equivalentes porque lo objetivo (la clase) no se traslada mecánica y directamente a la conciencia -la cantidad de trabajadores que son de derecha y/o votan a la derecha lo demuestra- y la izquierda ya no es una corriente de pensamiento de una clase social concreta, lo que demuestra cuando se empeña en afirmar que su papel en el gobierno es el de representar a los intereses del conjunto del país. La derecha lo tiene mucho más claro. Diga lo que diga sobre esa cuestión tiene muy claro que su función es la de representar los intereses del capital. La izquierda hace lo mismo pero lo disfraza tras el discurso del “interés general”, justo lo que Marx denuncio hace más de 150 años como el ardid ideológico de la burguesía que presentaba sus intereses particulares como clase bajo la apariencia de intereses de toda la sociedad.

Con todos estos antecedentes cabe sospechar que ni el IBEX es el gran enemigo de los podemitas, como estos pretenden hacernos creer, ni estos lo son del capital. El león de Atenas, Tsipras, del que los sectores de la izquierda que le reivindicaban ya no se acuerda, dejó bien claros los límites de la acción antiausteridad progre.

Aún recuerdo a Podemos defendiendo a los “empresarios patrióticos”, la pequeña y mediana empresa -como si en ella no se diera el comportamiento necesario para el beneficio empresarial, la explotación laboral, casi siempre con mayor desprotección sindical que en la grande- y a un sujeto que fue dirigente de Podemos en Madrid y empleado de Botin afirmando que hay banqueros con sensibilidad social como la saga que desde hace tantos años dirige el Santander.

Que después de todo esto, los rebuznos de los parafascistas de Vox y su chulopiscinas y matón de discoteca Pachá, Abascal, hablen para gilipollas acusando al futuro gobierno de comunista bolivariano (una mixtura tan coherente como el agua y el aceite salvo para algún simple que jamás leyó a Marx) es como para explicarles por el método expeditivo a ellos y a los escritores de panfletos de La Razón, ABC, Libertad Digital, Periodista Digital y otros vomitorios de la extrema derecha que insultar a los comunistas acusando a tamaña patulea de progre-liberales, con “sensibilidad social”, de tales no sale gratis.

Será divertido ver cómo los podemitas y su miniyó, IU-PCE, cabalgan la contradicción de estar en el gobierno de un partido, PSOE, que lleva en su programa la mochila austriaca, que se niega a retirar la reforma laboral (que es la que aplicó Rajoy, no la suya) y la de las pensiones de Zapatero, que mantendrá el artículo 135 de la Constitución, introducido por Zapatero para consagrar la prioridad del pago de la deuda sobre la protección social, que no ha hecho nada por imponer la regularización (todavía lo está estudiando) de los trabajadores que los modernillos llaman “riders” (Deliveroo, Glovo,...), que en la lucha del sector del taxi pasó la patata caliente de limitar las licencias a las VTC a comunidades autónomas y ayuntamientos, que ha lanzado un ERE contra cerca de 900.000 empleados públicos interinos, que no ha hecho nada para blindar las pensiones (salvo subirlas este año, sin garantizar su futuro) mediante su vinculación a los Presupuestos Generales del Estado y el aumento de las cotizaciones empresariales y que deberá obedecer a los recortes que el capital europeo ya le está sugiriendo

Si algo positivo podría aportar el gobierno Sánchez sería la desinflamación, intentada anteriormente, del problema catalán. Pero, puesto que ello sería una grave noticia para la derecha y el capital porque pondría en primer lugar del debate y la preocupación colectivas la cuestión económica de la desigualdad, la pérdida de derechos sociales, la pobreza y la precariedad, va a ser algo enormemente difícil porque necesitan asegurar que las cuestiones de clase no aparezcan como un tema prioritario. En ello encontrarán cierta colaboración de la izquierda, que centrará su agenda en cuestiones como la igualdad sexual, sin distinción de clase, la transición ecológica y la ley de eutanasia.

El gobierno progre-liberal que se forme, porque se formará, dado que el capital sabe, y es muy consciente de, que la derecha clásica y la nueva ultraderecha no están aún preparados (necesitan tiempo para recuperarse unos y fortalecerse aún más otros) para asumir el desgaste que supondría enfrentar una nueva etapa tan complicada como la que se avecina, además de no estar en condiciones de sumar para formar gobierno.

Ese gobierno PSOE-Podemos será un regreso al zapaterismo. Para entendernos, una política liberal con medidas sociales. Recortes, legislación laboral regresiva, contención salarial y de las pensiones y pequeños gestos de gasto social, muy estudiados para buscar impacto y medidos en su cuantía para no irritar a Bruselas con la deuda y al empresariado nacional con unos impuestos a la gran empresa y las grandes fortunas que, de darse, serán mínimos. Volvemos a Zapatero pero con coleta.

La nueva fase de la ya muy larga crisis capitalista, iniciada en 1973, con los inicios de una crisis de acumulación, puede agitar el panorama social, al igual que le ocurrió al PSOE a partir del 2008, iniciando una nueva fase de movilizaciones que no tendrá por protagonistas a la izquierda organizada sino a la autoorganización de sectores de la clase trabajadora y populares, ajena a cualquier sector parlamentario (Podemos estaría incapacitado para influir en dichas movilizaciones tras su descrédito al participar de un gobierno que deberá aplicar recortes sociales y nuevas privatizaciones e IU ha muerto), similar a la abierta en Francia por los chalecos amarillos.

Conviene hacer un pequeño alto en este análisis para referirnos al primer aniversario de una explosión social, que es síntoma de la creciente pérdida de la legitimación política de la democracia burguesa, la de los chalecos amarillos. Las manifestaciones de este movimiento el sábado 16 de Noviembre han sido débiles y se han producido en un contexto de reflujo y decepción por los límites con los que aquél se ha encontrado. Pero se olvidan algunas cosas: el momentáneo triunfo de Macron sobre ellos, tras poner en jaque a su gobierno y hacerle retirar la ley de los impuestos sobre los carburantes, que iniciaron la protesta, ha necesitado más de 10.000 detenidos, unos 3.100 condenados, 2.448 manifestantes heridos y 600 encarcelados. Han dado voz a un malestar de sectores de las clases trabajadoras que no estaban en las reivindicaciones de los sindicatos ni de los ciudadanistas de “La Nuit Debout”, han puesto en evidencia el viejo sistema de representación y liderazgo de las demandas sociales desde una izquierda que ya no les representa, han demostrado que cuando la clase trabajadora, y sus sectores aliados próximos (segmentos de la pequeña burguesía en descomposición), se organiza es capaz de hacerse presente frente a un discurso que la niega y han alimentado a una corriente subterránea de ira social que mutará pero que no desaparecerá porque no pueden hacerlo las razones que les han llevado a expresarse: la necesidad del capital de acumular beneficio mediante la desposesión de la clase trabajadora.

Frente a la condena clásica de los sectores más retrógrados e incapaces de entender las nuevas realidades de contestación social que genera el capitalismo en su etapa de hiperconcentración (absorción del mercado de los pequeños autónomos y salarización de los mismos) y de búsqueda desesperada del “beneficio marginal” (el que ya no se obtiene del crecimiento sino de una transferencia acelerada de las rentas del trabajo al capital), explosiones espontáneas como la chilena y autoorganizaciones de la clase como la de los chalecos amarillos serán cada vez más frecuentes, a pesar de los límites que encontrarán en conciencia, organización y entendimiento de sus necesidades subjetivas pero se encaminan hacia un principio de negación, e incluso de identidad, que la izquierda ya no representa.

La demanda de comunismo puede volver a tener toda su vigencia si quienes nos reclamamos marxistas somos capaces de analizar y comprender el fenómeno, organizarnos e insuflar nuestras aspiraciones dentro las necesidades inmediatas de la clase trabajadora y los sectores que están siendo proletarizados. Ello exige de nosotros los comunistas el abandono de cualquier forma de dogmatismo y la vuelta a las fuentes originarias de nuestro pensamiento: la dialéctica antagónica capital-trabajo y la necesidad de su superación emancipatoria de la clase, realizada por ella misma y no por ningún ente clarividente en su lugar.

De no abrirse un giro hacia las posiciones de clase dentro del debate nacional, estamos ante el riesgo del “aggiornamento” de la extrema derecha representada por VOX que podría darle nuevos bríos. De hecho ya está ensayando este escenario por la vía de reunirse con los representantes de la ultraderecha de apariencia más social como Salvini o Le Pen y lo verbaliza últimamente con sus citas, no del señorito repeinado José Antonio, sino de quien fue el enlace entre el fascismo sindicalista de las JONS y la izquierda nazi de los hermanos Strasser, Ramiro Ledesma Ramos. El viraje está siendo lento y sutil, de forma que no chirrié para que no les ocurra como a C´s por sus bandazos ideológicos, pero se está produciendo, aunque muy pocos lo detecten.

Entonces estaríamos ante el enorme riesgo de un prefascismo popular de apariencia social; el peligro de una extrema derecha que penetre aún más profundamente dentro de estratos inferiores precarizados y de la pequeña burguesía. Empezarían a conformar unas fuerzas de choque del fascismo mucho más amplias y peligrosas de las que hasta ahora nos amenazan en las calles.

11 de noviembre de 2019

VOX, TERCER PARTIDO PARLAMENTARIO. AHORA SÍ QUE SOMOS EUROPEOS


Por Marat

Con algo más de 3.640.000 votos, un 15,1% del voto emitido y 52 diputados, VOX se ha convertido en la tercera fuerza del Parlamento español en estas elecciones del 10 de Noviembre de 2019.

La excepción española ha desaparecido. La normalización que los medios de comunicación habían venido realizando con la extrema derecha nacional, la polazarización entre los nacionalismos catalán y español, el coqueteo de las izquierdas con el nacionalismo español y en con el catalán (una vela al diablo y otra también), según supuestas conveniencias de cada una de las corrientes que la componen y la ausencia en esas izquierdas de eso que los progres llamaban hasta no hace mucho “relato” propio (y práctica), centrados en una perspectiva de clase, han dado sus frutos.

El giro a la derecha hoy es un giro hacia la extrema derecha, a un cuarto de hora, en términos de tiempo histórico, de ser abierta y declaradamente fascista. Su discurso xenófobo, nacionalista, identitarista y patriotero, autoritario y cargado de violencia verbal ya lo es.

No podía ser de otro modo. Las enormes fuerzas antidemocráticas desatadas a nivel mundial (Trump, Putin, Bolsonaro, Modi, Erdogan, Duterte) y europeo (Le Pen, Wilders, Orbán, Salvini, Kaczynski, Strache, Akesson Meuthen, Gauland, Halla-aho) han alcanzado un apoyo popular impensable para la gran mayoría hace solo 20 años. En términos históricos muy poco tiempo.

Han venido empujados, no ya por el simplista argumento de las fake-news y las grandes redes sociales (esos eran solo un medio y un síntoma) sino por un magma social de descontento y miedo a la gigantesca crisis civilizatoria, social y cultural que se está produciendo, impulsado por una ya muy larga (con distintas fases desde 1973) y creciente crisis capitalista (agotamiento de un modelo de acumulación), que está impactando de manera brutal en forma de creciente deslegitimación del sistema de democracia liberal mundial. Ese magma social se asienta no solo en las amenazadas clases medias sino en sectores crecientes de la clase trabajadora.

Cualquier análisis que se limite a explicar el ascenso vertiginoso de los nacionalismos e identitarismos a niveles nacional, europeo y mundial como una apuesta de las élites para dar respuesta a la crisis capitalista mundial será parcial e incompleto, al olvidar que cuando cala en sectores que van mucho más allá de las clases medias y altas es porque falta la explicación del porqué un número creciente de quienes son víctimas de la clase capitalista optan por apoyar a corrientes políticas que en el pasado les utilizaron como carne de cañón en sus crisis y en sus guerras.

Del mismo modo, atribuir a VOX el ser depositario del franquismo sería un enorme error. No estamos ante los fascistas casposos y ridículos, ni ante un grupo de viejos nostálgicos, VOX es la reproducción a escala nacional del prefascismo europeo y norteamericano. Mucho más sutil, más capaz de conectar con los temores y las necesidades de amplios sectores sociales de vomitar sus odios y frustraciones sociales sobre quienes no puedan defenderse: parados, perceptores de ayudas sociales, inmigrantes sin papeles,...  

En tiempos de cambios vertiginosos, de desajustes radicales entre una economía que colapsa repetidamente y unas instituciones políticas nacionales y supranacionales (UE) cuyas credibilidades comienzan a desmoronarse, en unos tiempos en los que la seguridad económica, política, ideológica y de valores es cosa del pasado, vuelven los fundamentalismos irracionalistas de la familia tradicional, el identitarismo étnico o sexual y la nación (siempre frente a otras naciones) como falsos cobijos que parecen ofrecer un manto protector a quienes creen que pueden perderlo todo y necesitan las certezas de lo que creen perenne.

Se atribuye al intelectual conservador Samuel Johnson la frase “El patriotismo es el último refugio de los canallas”. Yo añadiría que el nacionalismo es la bandera de quienes no encuentran nada a lo que agarrarse y el valor supremo de quienes no hayan cualidades y razones que den sentido en sí mismas a sus vidas.

Es así como opresor/explotador y víctima/trabajador o pequeño burgués que ve peligrar sus limitados privilegios disuelven la contradicción esencial en la idea de la nación.

Del mismo modo en el que los últimos tiempos de la República de Weimar fueron los del descoyuntamiento político, ideológico y cultural de un país, la crisis española, mucho más allá del “problema catalán” expresa el agotamiento de un tiempo de esperanzas, manifiesta con toda su crudeza el pesimismo hacia el futuro y parece buscar el castigo ante un “exceso” de libertad de pensamiento y vida cotidiana, que no política porque en lo público ya hacía tiempo que había comenzado la represión (Código Penal, peticiones de penas a 600 sindicalistas, Ley Mordaza) contra la disidencia más social que política.

Un sistema político que se iba haciendo cada vez menos liberal en las libertades y más ultraliberal en la economía política (la que afecta a las vidas de las personas) no podía menos que allanar el camino hacia un fascioliberalismo. Con la excepción de la Agrupación Nacional de Marine Le Pen, el resto de las extremas derechas europeas y mundiales son turboliberales y darwinistas en economía. Represión hacia el pobre porque se lo merece.

No es algo local. No forma parte de la idiosincrasia española. Quien quiera encontrar en el concepto España las justificaciones de una condena moral respecto a una identidad esencialmente reaccionaria se equivoca. Cualquiera que conozca algo de la historia de países como Alemania, Inglaterra o EEUU encontrará miles de ejemplos de condena. Cada nación tiene sus fantasmas fundacionales y posteriores.

Lo que en realidad vivimos aquí y en muchos lugares del mundo es el agotamiento político del sistema democrático de la burguesía sin apenas discusión sobre el sistema económico del capitalismo. En realidad uno y otro están ligados.

Pero el político está al alcance de la pedrada más cercana mientras la estructura del capitalismo está cada vez más mundializada y se va haciendo más difusa, excepto si se trata de la empresa en la que se trabaja, donde la disidencia tiene un duro coste personal, o los pocos nombres conocidos de grandes empresarios, también inalcanzables, pero cuyo cuestionamiento no supone en absoluto el del sistema. Baste ver cómo Podemos anuló cualquier atisbo de anticapitalismo limitando su crítica al IBEX, cuando hablamos de un sistema en su conjunto y en cada una de sus manifestaciones cotidianas en el mundo del trabajo.

Es en esa fisura entre institucionalidad política y poder real (el capitalismo y sus estructuras económicas globales) donde nace el neofascismo. Ya no se disfraza de anticapitalista porque no necesita enfrentarse a un movimiento comunista que ha muerto. Ahora es simplemente antidemocrático, antihumanista, antisocial.

La fase de concentración capitalista a nivel mundial ante la que nos encontramos requiere un poder crecientemente dictatorial, aunque mantendrá la carcasa democrática mientras le sea necesario. Ello es así porque el grado de sacrificio social que el capitalismo necesita ahora es tan grande que prevé múltiples explosiones sociales a nivel mundial. Están controladas en tanto que no existen una conciencia de clase colectiva entre los explotados como tampoco organizaciones de esa clase de carácter emancipatorio y socialista (comunista)

Disculpen que me importen un bledo cómo les haya ido al resto de las fuerzas políticas, la formación del gobierno, su signo y demás. Todas ellas forman parte del estado corporativo del capital y ninguna de ellas haría nada distinto en el gobierno ante las medidas que el capitalismo nacional e internacional les dictase. Al fin y al cabo, ¿alguna de las opciones de gobierno que se formen, que se formarán, estaría dispuesta a aplicar la ley de partidos para ilegalizar a un partido antidemocrático y propagador del odio, del mismo modo en el que ese partido estaba dispuesto a ilegalizar a otros? A algunos se les habrá pasado que VOX se proponía también prohibir a partidos comunistas.

PD: Sería bueno preguntarse en qué consistía el centrismo de los votantes de C´S, estimulado por el propio partido, cuyo batacazo mortal se ha traducido en el subidón brutal de VOX.