20 de septiembre de 2019

HAY ALGO QUE NO ES COMO TE CUENTAN


Mural del artista urbano Pejac
Por Marat

Venía a decir Marx que la burguesía es esa clase social que viste sus intereses de clase como intereses colectivos o generales.

Vivimos tiempos en los que frente a la realidad de una paulatina regresión de las condiciones de trabajo y de vida de las clases trabajadoras al pasado dickensiano del siglo XIX, los canales de transmisión del discurso ideológico dominante y sus siervos nos machacan con un “relato” -expresión tan del gusto de la izquierda y su hipócrita moral progre destinado a construir un neolenguaje que pervierta los hechos reales- paralelo que sirve para ocultar la realidad social.

Los ejemplos de la cuidada elaboración de un programa de distracción social son múltiples. Constituyen una muy bien elaborado simulacro de “realidad” que aparenta cerrar toda posibilidad de disidencia emancipadora desde una perspectiva de clase porque ésta queda enterrada bajo un impresionante manto de otras “urgencias” y de otras temáticas que el poder del capital, a través de sus creadores y divulgadores del sentido y del discurso hegemónico, ha convertido en asuntos de importancia pricipal.

Mientras nos aterran con un Armagedón de terribles desgracias que acabarían con una humanidad global que supuestamente es la causante del terrible cambio climático, ocultan que es la necesidad de beneficio del capitalismo el que destruye los pulmones arbóreos del mundo o licúa los hielos hasta ayer perennes.

Mientras nos presentan a heroínas de 12 años contra tan distópico futuro, desde organismos internacionales exhortan a los gobiernos de las naciones a actuar y los medios de desinformación apelan a la conciencia ciudadana a cambiar sus comportamientos de consumo, las estructuras de poder capitalista ocultan que es la necesidad de acumulación del capital la causante de la destrucción de la naturaleza y que las grandes corporaciones industriales ponderan cuál es el nivel de degradación medioambiental aceptable y compatible con un incremento sostenido del beneficio.

Mientras los gobiernos del capital -todos aquellos que aceptan gobernar bajo el sistema capitalista, sean del signo aparentemente diferenciado que digan ser- adoptan, o aparentan adoptar, medidas de contención de la contaminación y de la emisión de gases de efecto invernadero -siempre sin poner en cuestión el interés económico de las clases dominantes-, son las espaldas de la clase trabajadora las que soportan la llamada transición ecológica. Los 100.000 artilugios inventados de desplazamiento individual, la penalización y amenaza de retirada de los coches viejos de los parques móviles nacionales, los trabajadores de las plataformas de trabajo en bicicleta, que los cínicos prefieren llamar “riders” para disimular el descenso a los infiernos de sus condiciones de trabajo, la proliferación de carriles bici, la amenaza de alza de impuesto a los carburantes que intentó Macron, y que provocó la aparición de los chalecos amarillos, son unas primeras señales de este regreso al proletariado de los años 20 y 30 del pasado siglo pero ahora lo venden como “cool” y “trendi”, esas expresiones pijas de los imbéciles. Llamativamente, el nuevo ayuntamiento de derechas de Madrid se apunta al carmenismo de los carriles bici. Quizá hayan comprendido muy bien que los términos derecha e izquierda nada tienen que ver con las categorías de clase explotadores y explotados, por mucho que tanto ignorante voluntario o involuntario se empeñe en hacerlas homologables.

Mientras nos asustan con el envejecimiento de la población y la supuesta insostenibilidad, no ya de las pensiones sino del conjunto de “su” Estado del Bienestar, ocultan que el problema que nos presentan no es de falta de ingresos del Estado, que es, por definición bajo el capitalismo, capitalista, sino de la evidencia de que bajo el capitalismo ningún gobierno del signo que sea asumirá el papel de dejar de ser el consejo de administración de los intereses de la burguesía ni le impondrá el sostenimiento de las pensiones y de las formas de salario indirecto que conforman el ya sentenciado Estado del Bienestar. Y es que como dice Alberto Garzón, sin ruborizarse:

Sin embargo, convendría recordar que todo Gobierno, independientemente de su orientación ideológica, está sujeto a la dependencia estructural del capital o, dicho de otra forma, todo Gobierno bajo el capitalismo depende de que exista un beneficio esperado que estimule la inversión”.

Y, por si alguien se rompe las vestiduras ante tan sincera admisión del papel mamporrero que cumple la izquierda respecto al capital, conviene aclarar que lo dice en la web de IU

Mientras en España la opinión publicada por todo tipo de medios, conservadores, fachas, progres y mediopensionistas, se empeñan en poner a los políticos al pie de los caballos por su falta de respeto a los electores y su despreocupación por los intereses del país -de nuevo se reviste como intereses de todas la clases sociales los que solo son de una clase-, se les escapa a los voceros del capital, todos los medios, que la economía apenas se ve afectada por las crisis políticas y que tiene su propia dinámica. Si la sociedad y la economía belgas han sido capaces de sobrevivir hace ya algún tiempo durante más de 500 días, la española puede hacerlo. Pero generar ruido sobre la polítiquería ayuda a ocultar que se viene una nueva fase la crisis capitalista y que, gobierne quien gobierne, la cura de caballo que se aplicará de nuevo la pagará, como siempre, la clase trabajadora.

Mientras se nos presenta la nueva fase de la vieja crisis capitalista iniciada en 1973 como una variante de la supuesta crisis financiera que nos vendieron como explicación a sus causas en 2007, como un problema de deuda o de como una consecuencia del enfrentamiento entre proteccionistas (USA y Gran Bretaña) y librecambistas (UE) se está ocultando que la causa real se encuentra en lo que primero fue una crisis de sobreproducción y, enfrentada ésta durante los años que sucedieron a 2007, desde la privatización de lo público y la penetración del gran capital en los sectores antes ocupados por autónomos y PYMEs, y posteriormente en una dificultad para la realización del beneficio al no encontrar nuevos sectores de producción en los que llevarlo a cabo. En este sentido creo muy recomendable la lectura de dos partes de un mismo artículo de Rolando Astarita.

No importa demasiado para los creadores de la ideología del capitalismo que sus explicaciones sean falsas. Centrar en lo financiero la causa de la crisis capitalista ayuda a ocultar que es en el mundo de la producción, sea esta material (de productos) o inmaterial (de servicios), donde se produce la explotación y la sobreexplotación de la clase trabajadora, su empobrecimiento salarial creciente y la causa de una caída del consumo que nos ha ido conduciendo a donde estamos.

Mientras tanto, y respetando los progres el orden burgués, sigan vendiéndonos transversalidades inclusivas y el soniquete del “si se quiere, se puede” (ya hemos visto en qué ha acabado la "ilusión democrática") y los pseuodocomunistas, anticomunistas en su práctica política, la huida de la responsabilidad de organizar a la clase en donde viven, planteándonos la defensa de monarquías medievales orientales con ojiva nuclear o boliburguesías corruptas y criminales contra su pueblo y, en concreto, contra los sectores populares. Nos va a ir a todos de fábula y a esos impostores aún mejor.

Para terminar, creo haber expuesto varios ejemplos de falacias y lo que ocultan. Les sugiero que continúen mediante sus comentarios otras que ocultan la realidad actual de la lucha de clases, porque ésta existe aunque sea la burguesa la que se emplea a fondo en ella, y de la dominación capitalista.

1 de agosto de 2019

EL VÉRTIGO POLÍTICO DE UNOS PACTOS QUE NO FUERON


Por Marat

"Quien con monstruos lucha cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo al abismo, también éste mira dentro de ti" (Friedrich Nietzsche. “Más allá del bien y del mal”)

A estas alturas explicar cómo fueron los juegos florales que precedieron a las dos últimas sesiones fallidas de investidura del candidato Sánchez o cuáles fueron los pasos que condujeron al doble fiasco sería ocioso. Quienes hayan seguido el proceso ya tienen sus propias configuraciones de los hechos en sus cabezas.

Me parece mucho más interesante tratar de entender cuáles fueron las motivaciones -frenos en realidad- que llevaron a los dos protagonistas, Sánchez e Iglesias, principales del frustrado pacto de investidura a hacerlo fracasar.

El argumento aireado desde ciertos columnistas de la prensa de derechas de que Iglesias podría merendarse cuando quisiera a Sánchez en un gobierno de coalición, dada su supuesta mayor altura política, es pintorescamente falaz, dado que el Presidente del gobierno tiene siempre la potestad de nombrar y, sobre todo, de cesar ministros y hasta vicepresidentes del mismo. Recuérdese el caso de Alfonso Guerra y de su salida del gobierno González. Lo del menos sería la argumentación de los motivos, dado que en política, algo que debiera saberse, las decisiones preceden a las justificaciones.

En cualquier caso, las crisis de gobierno para cambiar a miembros o partes del ejecutivo son situaciones que los Presidentes de gobierno prefieren no verse en la necesidad de afrontar, mucho más en una situación como la que nos ocupa en la que la derecha y sus medios se han ocupado de anunciar como de administración débil, dado los apoyos que necesitaría para su constitución.

Tampoco parece que el argumento sostenido por Podemos y su entorno, “reconocido” por el propio Sánchez en noviembre de 2017 en el programa “Salvados”, espolón de proa televisivo de as progresía, de presiones por parte del IBEX (parece no haber otro capitalismo que el que representan estas empresas cotizadas para los progres) para que Podemos no entrase en el gobierno.

Es obvio que el capital tratará siempre de potenciar las posibilidades para formar gobierno a las opciones políticas que más le aseguren la continuidad en la realización de sus beneficios y de poner obstáculos a su logro por aquellos que puedan poner en peligro su acumulación de capital. Pero éste, el de Podemos, no es el caso.

No lo ha sido en el caso de la Comunidad de Castilla-La Mancha, no lo ha sido en los gobiernos municipales de Barcelona o de Madrid. En el de Madrid, la dedicación de la hasta hace muy poco socia de Podemos, señora Carmena, a reducir el gasto, también sus partidas sociales y a apoyar el pelotazo urbanístico del plan Chamartín no parecen medidas que amenacen demasiado los intereses del capital.

Por otro lado, la constante rebaja programática de Podemos desde su constitución en marzo de de 2014 indica una constante e incansable busca de la respetablidad burguesa dentro del supermercado de marcas electorales.

Si esto no fuera suficiente, el ejemplo del león griego (como le denominó Pablo Iglesias en el cierre de la campaña de Syriza en septiembre de 2015) Tsipras deja claro lo que cabe esperarse de la denominada “izquierda alternativa”.

Podemos es, como Iznogud, el califa en lugar del califa. Para entendernos la socialdemocracia que viene a llenar el hueco dejado por el social-liberalismo del PSOE, como la llamada izquierda radical europea hace con respecto a los partidos socialistas. Esto, y no otra cosa, es la izquierda de la izquierda. Y a estas alturas de la historia ya debiera quedar claro cuál ha sido el papel histórico de la socialdemocracia y su desfase actual respecto a un capitalismo que ya no necesita pacto social alguno, que da por superada la etapa del Estado del Bienestar y que en realidad es el que gobierna con títeres interpuestos, sean estos del color asumido que sean.

Al menos a Podemos, a pesar de la puesta en escena gritona e hiperventilada de sus huestes (radicales de salón), cabe admitirle una mayor dignidad que la de la Izquierda Unida de antes de Garzón y con Garzón, muchos de cuyos miembros se autodenominan comunistas, insultando a tan digna ideología, al igual que hacen los cabestros de la extrema derecha cuando tildan de comunista a Podemos. Una formación cuya autodenominación es la de “la izquierda” no es otra cosa que socialdemocracia mal disfrazada que intenta legitimarse desde el voto y su presencia en el circo parlamentario del Estado burgués. A la altura del siglo XXI los intentos de justificar su “parlamentaritis” (cretinismo parlamentario para Marx) con el recurso a la presencia de los bolcheviques en la Duma rusa prerevolucionaria indica que ni han aprendido las elecciones posteriores de la historia en cuanto a la “utilidad” que dan las lecciones a los comunistas y que ellos de tal no tienen nada.

Así pues, el argumento de las presiones de la CEOE que dio Sánchez para la no presencia de Podemos en un hipotético gobierno PSOE hace algo más de año y medio suena a cuerno quemado y a anticipación de la fase de disculpas cambiantes de estos meses para no integrarle en el mismo.

En realidad, los ataques mediáticos a Podemos y a Iglesias desde los medios de la derecha y la extrema derecha no son tan diferentes a los que le hacen al PSOE y a Sánchez, a pesar de que este partido y la izquierda no son otra cosa que una de las patas de la legitimación del orden político y económico de la burguesía y Sánchez un cínico sin escrúpulos ni ideología pero con una autoconfianza digna de mejor causa. Y es que para que la ficción de un pluralismo real funcione es necesaria una apariencia de tensión sistémica donde todo es consenso respecto al sistema de dominación del capital, cuyo instrumento de legitimación es la democracia burguesa, que cada vez se niega más a sí misma.

El motivo por el que Sánchez y el PSOE han hecho todo lo posible para evitar un auténtico gobierno de coalición no es otro que el de cobrarse la pieza de Podemos y de su dirección, acabando con este partido, al arrastrarle a unas nuevas elecciones generales.

Unas elecciones generales que le pueden costar al PSOE y a su secretario general la presidencia del gobierno, al desmovilizar a parte de su electorado, harto del espectáculo de estos meses. Pero Sánchez, animado por esa especie de Rasputín palaciego que es Iván Redondo, ha visto la ocasión para que los votos perdidos primero por Zapatero, un patético correveidile de las izquierdas, y después por el fallecido Pérez Rubalcaba, y guarecidos en Podemos durante estos años, vuelvan ahora a lo que en el pasado llamaban “la casa común de la izquierda”, el PSOE. Podemos ya cumplió su papel de guardar los votos del PSOE y ahora Sánchez pasa a recogerlos....si le sale bien la operación.

Luego habrá factores coadyuvantes y añadidos a la decisión de frustrar el pacto de gobierno de coalición por la dirección “socialista”, tales como el carácter errático e inestable de Iglesias o la imagen que pueda contaminar a un gobierno el tener un socio en descomposición política. Pero todos ellos son de orden menor y no la razón principal de la teatralización del desencuentro desde el PSOE.

Asistimos a una lenta recuperación del bipartidismo, no por la confianza en los dos grandes partidos (PP y PSOE) sino por la creciente decepción que van generando los ya no tan nuevos partidos (C´s y Podemos). La dirección del PSOE añora los viejos tiempos sino de las grandes mayorías de González sí al menos la del último Zapatero y sabe que la estabilidad la logrará en buena medida, aunque no en exclusiva (vuelve a a amenazar una nueva fase de la ya eterna crisis capitalista en el horizonte, lo que acabará con cualquier veleidad de incremento del gasto público) mediante mayoría absoluta o suficiente para gobernar cómodamente. Es la hora de que los votos del PSOE, guardados durante estos últimos 5 años en Podemos vuelvan a casa. E Iglesias también lo sabe.

Desde la actuación de Podemos la razón principal del fracaso de las negociaciones ha estado en la tensión entre la necesidad de ocupar “poder” para parar la hemorragia en sus filas y retener el máximo posible del voto que se le escapa como arena entre los dedos, por un lado, y por el otro, la intuición de Iglesias de que por mucho ministerio social que lograse, con contenido o sin él, la podadora de Bruselas iba a recortar el gasto al máximo -y sin él no el no hay política social ni reversión de anteriores recortes que valgan- y los pocos éxitos que el gobierno pudiese materializar los iba a capitalizar Sánchez y el PSOE y no el coletas ni Podemos, pues el primero sería el Presidente (él concentra la valoración de una administración) y el PSOE, por conformar la mayoría de los ministerios.

Como la Penélope de la Odisea, que deshacía por la noche lo que tejía por el día, el Podemos negociador, favorable al pacto y hasta contemporizador, mostrándose flexible y haciendo concesiones una detrás de otra (el sacrificio del Mesías redimiendo a los suyos) era saboteada por poner la entrada en el gobierno muy por delante del acuerdo programático, las exigencias en público de ministerios concretos, la demostración ante su auditorio de la desconfianza en el candidato a socio y la actitud de vigía receloso que exhibe sus exigencias como modo de control al gobierno, papel que le está encomendada a la oposición en una sistema de democracia formal.

Ingenuo papel este último pues no hay mayor vigilante sobre el gobierno, sea monocolor o compuesto, que el poder fáctico del capital, de sus medios de opinión, de las instancias judiciales del Estado y de los poderes en la sombra de los altos estamentos del funcionariado.

La realidad es que Iglesias temía que, al asumir Podemos sus parcelas de gobernabilidad adquiriese también la factura del coste social de carecer de autonomía de lo político para llevar a cabo políticas sociales con presupuesto real y suficiente en un país semiintervenido en lo económico desde las altas instancias de la UE y del capital.

Como el asno de Buridán que muere por inanición al no saber elegir entre un montón de avena y un cubo de agua (la versión dominante habla de dos montones de heno), Iglesias (el “negociador” Echenique fue solo su brazo tonto o chico de los recados, lo que ha sido siempre) entró en catatonía y finalmente implosionó en un fracaso de unas negociaciones (ahora sigue atrapado en el bucle del gobierno de coalición sin encontrar la puerta de salida) que el tahúr Sánchez jamás se planteó llevar a buen puerto, pues solo ganaba tiempo para agotar los plazos y convocar nuevas elecciones, que ya veremos si no son un fiasco, no solo para Podemos sino también para el PSOE y el propio Sánchez.

En realidad, ninguno de los dos actores, Sánchez e Iglesias, cada uno por distinto motivo, tenía intención real de un pacto de coalición de gobierno pero, como son malos actores y abusaron de la sobreexposición de su teatro de vodevil, se les notó demasiado, lo que ha acabado con la paciencia de un tipo de votante que oscila entre el cinismo y la penosa ingenuidad de creerse que hay diferencias reales entre los gobiernos de derecha y de izquierda, máxime en tiempos de crisis capitalista, en la que el gasto es absolutamente antagónico con el beneficio y la elevación de la tasa de ganancia.

Otras consideraciones de carácter más psicológico, como la mala sintonía entre los dos machos alfa, la desconfianza mutua, la torpeza de los negociadores y otros “relatos” queden para los Peñafieles de la opinión publicada y el chascarrillo fácil.