29 de diciembre de 2017

DE 2017 A 2018: LA POLÍTICA-FICCIÓN EN BUCLE PERMANENTE

Por Marat

1.-Hiperrealismo, máscara que esconde el mundo de lo real
Seguramente muchos de ustedes habrán pasado alguna vez delante de la fachada de un edificio en rehabilitación, cubierto por una lona que representa una escena, generalmente muy marcadamente “realista”, cuyo objetivo es engañar a la vista, creando efectos ópticos de una realidad intensificada, que sustituye la fealdad de la obra de construcción en proceso que se oculta tras ella. Es lo que se conoce como trampantojo.

El simulacro, la creación de una ilusión a través de una realidad virtual que sustituya a la real es hoy la práctica generalizada de las redes sociales, los medios de íncomunicación y aislamiento estanco de las opiniones, según se atienda a una audiencia de derechas o de “izquierdas”, “facha” (hoy es fascista todo el que no piensa y jalea lo que uno mismo cotorrea) o “progre”, “indepe” o “unionista” -cada lector/espectador parece pensar “mi medio me engaña muy bien”-. Hace tiempo que lo importante ya no es la realidad; es decir, las condiciones materiales que afectan a la vida de los seres humanos y que determinan sus vidas, sino la opinión publicada por el periodista mercenario de turno o por el “cuñao” más falsario de cualquier red social de enajenación colectiva.

Lo que los cursis llaman el imperio de la “posverdad”, o de las noticias falsas, no necesita atiborrar de mentiras a una audiencia cada vez más inerme para distinguir ficción de realidad sino que basta con esconder ésta bajo montañas de “información” más o menos veraz o distorsionada. La mentira más eficaz es la que no se basa en un dato falso sino la que es capaz de esconder otras realidades que al poder, siempre económico y siempre origen y superior de todos los demás “pseudopoderes” que le son vicarios, le interesa encubrir o reordenar dentro de la jerarquía de importancias que construyen la percepción social de un mundo de “realidades virtuales”.

2.-Antecedentes de la política-ficción
Hace ya unos cuantos años, el mundo entró en el escenario de la representación virtual, del como si, del cosmorama. El primer ejemplo que alcanza mi recuerdo es el del debut de la guerrilla zapatista. Un hijo universitario de la burguesía mejicana, enfundado en un pasamontañas, lanzó a un grupo de guerrilleros, más virtuales que reales, aunque el sacrificio mortal de una parte de dicho grupo no lo fue en absoluto, a las noticias de alcance mundial. El llamado “relato posmoderno” se había hecho carne y empezó a habitar entre nosotros. En lugar de las explosiones revolucionarias, se hizo teatro, mientras los esclavos modernos eran bautizados bajo el fuego de artillería del neocapitalismo, ahora sin frenos ni temores a la esperanza de los desheredados de la tierra, una vez destruido a manos de sus dirigentes el principal enemigo del capitalismo mundial en 1991. Fukuyama parecía tener razón con aquello del “fin de la historia”.

El conflicto, la barricada, la representación del clase contra clase en el cuerpo a cuerpo de un proletariado organizado y consciente sería sustituida, a partir de entonces, por la flashmob, y la propia representación, televisada, guionizada, filmada e incluso grabada en vídeos de móviles por los propios participantes, que se habían convertido, a sabiendas, en “rebeldes empotrados” en los medios de comunicación.

La pretendida resistencia mundializada vivió su Thermidor al pasar de Seattle, con sus bloques negros, al Porto Alegre de un Lula colaborador del capital mundial, donde los “antiglobalización” debatían abierta y amigablemente con Fundaciones como la Open Society Foundations o la Ford. Entonces, quienes tuvimos cierta sensación de que había algo que no era como nos decían, que el concepto de explotación había sido escamoteado para ocultarlo bajo el de cien mil menores opresiones y con antídotos “empoderadores” y  “economías colaborativas”, empezamos a sospechar que la revolución, si lo era de verdad, no iba a ser televisada.

Y llegaron, más tarde, las revoluciones árabes, que luego darían lugar a los inviernos yihadistas, con sus community manager financiados por fundaciones globalistas. Y aún después un 15M y un Podemos convertidos en grandes platós de televisión. Cuando estos últimos empezaron a fallarles a ambos, el soufflé se vino abajo.

Toda forma de protesta o de rebelión que no cuestiona la dominación capitalista, allí donde ésta y su plusvalía se producen, perpetúa y legitima a la misma como expresión de la democracia burguesa ligada a su orden, aún cuando se vea más o menos reprimida. Son válvulas de escape y, casi siempre, luchas entre fracciones de la propia burguesía.

3.-Danza espectral de simulacros en cascada
Es demasiado tedioso hacer un resumen de todo este año que acaba para dar paso a uno nuevo aún más vacío pero, contradiciendo a Machado, solo “pasajero” porque, con cada cambio de fecha, nuestra realidad colectiva se hará aún más estomagante, dando vueltas sobre sí mismo en un contínuo sin fin.

Debiera bastar con un análisis somero de algunas de las últimas noticias-trampantojo de estos días últimos para contraponer luego las realidades que en la agenda política y mediática y el cacareo de los tontos amplifican.

Si hace casi 3 meses la República catalana se declaró de forma “simbólica”, proclamándose y desproclámandose - “levantándose y sentándose”, que dijo cierto político de cuyo nombre no quiero acordarme-, dejando incólume la bandera española en el Palau de la Generalitat, yéndose de fin de semana buena parte del Govern y la otra al dorado turismo belga, todo el resto de lo que ha protagonizado la política del corral de comedias ibérico con posterioridad, salvo el encarcelamiento de un grupo de Consellers y de los Jordis, ha sido pura y simplemente una performance dentro de un mundo virtual, de ficción y pose.

En torno a la convocatoria del 1-O vino el delirio del diario El País con los hacker rusos que interferirían en el recuento de las votaciones, y su correlato “indepe” de que habría pucharazo, a pesar de que en varias ocasiones los gobiernos nacionalistas catalanes habían  recurrido a la empresa Indra, sobre la que ahora lanzaban sus sospechas. La frase de Mao de que “cuando un Estado no tiene enemigos, se los crea” se hacía realidad en sentido bidireccional. O al menos, demostraba que los necesita, imaginarios o reales.

En ese proceso, como afirmé en un anterior artículo, la clase trabajadora había carecido de representación política, toda vez que el debate electoral y previo, durante los últimos meses del procés, había sido ocultado y hasta rechazado tanto por los partidos burgueses (de las dos formaciones nacionalistas catalanas, de las tres españolas, así como de la progre de la CUP y de la transversal de los Comunes-Podemos, en cuyos programas los intereses de la clase trabajadora estaban absolutamente ocultados por el debate sobre el procés porque “esto va de democracia”. Y en relación a ese discurso en el que la pequeña burguesía catalana llevaba la voz cantante, tomaron postura todos los partidos parlamentarios españoles y catalanes.

Otra cosa es que el procés fuera o no, de verdad, “de democracia” y no de los intereses de una fracción de la pequeña y mediana burguesía catalana en afirmarse sobre su idea del “mercado único” de su territorio. Y sobre todo, otra cosa muy distinta es cómo empieza a pintarles, por encima de la aritmética parlamentaria, en la partida que juegan frente al Estado español.

Pero el demócrata, como representa a la pequeña burguesía, es decir, a una clase de transición, en la que los intereses de dos clases se embotan el uno contra el otro, cree estar por encima del antagonismo de clases en general. Los demócratas reconocen que tienen que enfrente a una clase privilegiada, pero ello, con todo el resto de la nación que los circunda, forman el pueblo. Lo que ellos representan es el interés del pueblo. Por eso, cuando se prepara una lucha, no necesitan examinar los intereses y las oposiciones de las distintas clases. No necesitan ponderar con demasiada escrupulosidad sus propios medios. No tienen más que dar la señal, para que el pueblo, con todos sus recursos inagotables, caiga sobre los opresores. Y si, al poner en práctica la cosa, sus intereses resultan no interesar y su poder ser impotencia, la culpa la tienen los sofistas perniciosos, que escinden al pueblo indivisible en varios campos enemigos, o el ejército, demasiado embrutecido y cegado para ver en los fines puros de la democracia lo mejor para él, o bien ha fracasado por un detalle de ejecución, o ha surgido una casualidad imprevista que ha malogrado la partida por esta vez. En todo caso, el demócrata sale de la derrota más ignominiosa tan inmaculado como inocente entró en ella, con la convicción readquirida de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su partido tienen que abandonar la vieja posición, sino de que, por el contrario, son las condiciones las que tienen que madurar para ponerse a tono con él”. (“El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Karl Marx)

Luego vendría la resaca posterior, en la que todo lo virtual se precipitó. Casi todos los actores principales se lanzaron como posesos a emitir gestos, por aquello de que la democracia burguesa es no solo representación en cuanto a simbolización de un supuesto pueblo-universo, del que se esconden los antagonismos de clase, por una muestra de diputados, sino porque es pura escenificación y apariencia.

Así el PP, casi desaparecido del Parlament exigía a Arrimadas que se postulase para Presidenta del Govern, a sabiendas de que a ésta solo le quedaba “hacer un Rajoy”, al estilo de cómo éste hizo tras las elecciones del 20 de Diciembre del 2015, dada la imposibilidad de que los constitucionalistas sumaran los votos suficientes para formar gobierno.

El ex President Puigdemont, con poco cuerpo de mártir, pero mucho de turista de lujo, que había mantenido curiosos rifirrafes con su ex vicepresident Junqueras, que ocupaba una celda en la cárcel de Estremera, acerca de la dignidad con la que cada uno afrontaba las consecuencias del 1-O y de quién debía ser President tras las elecciones del 21-D, a pesar de ser el más votado de las candidaturas independentistas demostraba una querencia por su “exilio” de pegote digna de mejor causa.

El ex portavoz del Govern, Jordi Turull, manifestaba recientemente la posibilidad de que el candidato de los independentistas, Carles Puigdemont fuera ungido “urbi (a la ciudad sagrada de la patria catalana) et orbe” (y al mundo, en Bruselas) President de forma telemática o, en palabras de desaprobación de tal despropósito del Lehendakari Urkullu, “por Internet”. Con un Iphone de última generación, siempre se podrían hacer Consells de Govern por whatsapp. Al fin y al cabo, la wikidemocracia o democracia 2.0 creó la frikada del Partido X y permite disponer de una app para saber dónde hay bolsas para recoger excrementos caninos. Las Carmenadas del cambio nunca defraudan… a las extravagancias de los pijoprogres y animalistas.

Pero como todo lo que degenera tiende a empeorar aún más, el efecto Arrimadas, asociado a la tendencia del independentismo catalán a no respetar su propio sentido del ridículo, dio alas a una iniciativa que, partiendo de lo estrambótico, ha alcanzado altas cotas de popularidad. Me refiero a la iniciativa Tabarnia (Tarragona y Barcelona).

Ésta, nacida años atrás, encontró, ante las vacaciones de los políticos y la menor generación de ridiculeces mediáticas propias de ellos, su oportunidad en las redes sociales. Sin duda, el triunfo de Ciudadanos en Cataluña dio alas a los sectores españolistas para relanzar la idea. Con la complicidad del renacido patriotismo español fuera de la República Simbólica de Catalunya, la operación Tabarnia alcanzó rápidamente una difusión inconcebible en otras fechas.

A través del simétrico juego de las ideas fuerza y los conceptos que el propio independentismo catalán había acuñado a lo largo de años: Barcelona is not Catalonia/ Catalunya is not Spanish, Catalunya ens roba/Espanya ens roba, Tabarnia da a Cataluña mucho más de lo que recibe/Cataluña da a España mucho más de lo que recibe, etc., los tabarneses plantearon una reivindicación autonómica al margen de Cataluña y dentro del Estado español tan real como la República catalana, han puesto el dedo en la llaga del soberanismo catalán y le ha dejado sin discurso, hasta el punto de que algunos de ellos les acusan de insolidarios, de ricos y privilegiados contra el resto de Cataluña y de secesionistas ¿Quien iba a decir a los “indepes” que iban a españolear tanto en sus argumentos?

Sea como sea, Tabarnia contra Cataluña, Cataluña contra Tabarnia, constituyen la expresión más evidente de que un discurso identitario en términos de pueblo y de patria conducen al absurdo de olvidar que hay otras realidades no nacionales, constituidas por las clases sociales, siempre antagónicas entre sí. Cuando las organizaciones políticas “progres” (esa cosa que hoy siguen reclamando muchos como la izquierda) abandonan la defensa de la clase trabajadora, lo que encontramos es el discurso de una gran burguesía que no quiere perder un mercado más amplio, el español y el internacional asociado al mismo a través de la UE), que dan eco a Tabarnia, contra una pequeña y mediana burguesías, potenciadas al calor del dinero público de la Generalitat. Sus enfrentamientos solo los puede pagar la clase trabajadora silenciada en dicha confrontación.

Y mientras tanto, si Ferreras, el reportero más dicharachero de toda La Sexta, que se cayó de pequeño en el plató de Al Rojo Vivo, se va a de vacaciones y no puede retransmitir la política del circo parlamentario en plan “atención: minuto y resultado” del “furbo”, siempre nos quedará el diputado de guardia “indepe”, superRufián, haciendo honor a su nombre y, desde la máquina de escribir a las esposas de sexo divertido (pudo haber sacado un pollo de plástico de un maletín, ¿porqué no?), involucionar ahora hacia la adolescencia de un “niño rata” de los videojuegos


Pero no hay culebrón que no sea eterno. Antes de brindar con cava, la señora Colau seguirá poniendo en aprietos a sus socios podemitas, que culparon a los indepes de romper el consenso del 78, poniendo un lazo marillo gigante en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona por la libertad de los Jordis. Tampoco es cosa de encadenarse o convocar una mani, que al fin y al cabo otros le han descubierto que es más cómodo y sencillo, en lugar de salir a las calles frías y llenas de gente que va en masa a terminar de hacer las compras para Nochevieja, firmar en change.org la petición del premio Nobel de la Paz a los dirigentes de dos entidades supersubvencionadas por la Generalitat, como si fueran Nelson Mandela.

En fin, puedo imaginarme todo lo que no ha sucedido, a partir de este mundo de política virtual, incluido a Puigdemont dando las campanadas de las 12 de la última noche del año para TV3.

4.-La realidad que oculta el trampantojo catalán
Estoy convencido de que ustedes me van a disculpar de que, llegados a este punto, sea algo más parco en su extensión.

El catalán que no haya leído La Vanguardia, El Periódico (impuesta o no la austeridad de la que se habla en en este segundo enlace por Montoro. Esto último importaba poco a los patriotas pequeñoburgueses) a comprobar como el Govern de Catalunya ha liderado los recortes sociales en el Estado español, dato que también pueden encontrar en otros medios, debe de pensar, sobre todo si va a colegios privados y utiliza una sanidad de pago, que tiene el mejor de los sistemas de protección pública posibles. Los trabajadores catalanes no son de esa opinión.

Y ahora hablemos de cómo el gobierno español ha usado el asunto de la “amenaza independentista”, que veremos que acaba como rosario de la aurora, para tapar golpe tras golpe contra la clase trabajadora. Y solo me voy a referir a cuestiones muy cercanas en el tiempo.

Noticia de hoy mismo: el gobierno español endosa el pago de 96,38 millones de € a Castor, la empresa de Florentino Pérez, a los consumidores a través del recibo del gas. Si piensas  que, porque "el Barça es mes que un club", lo que está haciendo el gobierno español es apoyar al Real Madrid y no al capitalismo, como hizo a Generalitat con Aguas de Barcelona, el Banco de Sabadell, o La Caixa es que eres muy, muy parcial, amigo.

Seguimos: Quinto año en el que las pensiones suben el mínimo legal establecido, el 0,25%. Así van a quedar sus porquerías de pensiones, si ustedes no ganaron lo suficiente para aspirar a una vejez digna. Culpa suya les dirán. Ustedes saben que no y conocen a quienes señalar como culpables: sus empresarios. Esos a los que los políticos protegen ¿No será hora de ir por el poder real a reclamar lo nuestro?

Continuamos: La subida del salario mínimo en 2018 será de 29 €. La de la luz al inicio de 2018 se estima en un 2,6% (unos 10 euros) y la del 6,2%, según la OCU entre un 7,1 y un 8,2%, Vean ustedes en qué se les queda esos 29 euros.

CCOO y UGT dicen que esto abre el camino a un cambio de tendencia, el de ir subiendo el resto de los salarios. Están convencidos de que el interés de las empresas porque consumamos justificará los ascensos salariales que necesitamos y merecemos ¿Sin luchas? ¿Dijeron algo de las horas que nos obligaban a trabajar gratis? ¿Han planteado alguna lucha, fuera de las que imponen sus afiliados en alguna empresa porque les va la vida en ello? ¿Creéis que no han merecido estos años de silencio del sindicalismo vertical algo más que la esperanza de que caigan las migajas que necesita repartir el patrón para mantener el consumo sin movilizarnos?

5.-¿Y ahora qué?
Si no eres un tonto a las tres, de los que siguen creyéndose lo de que va a caer “el régimen del 78”, pasando de cuestiones como correlación de fuerzas, organización política, compromiso militante y cuestiones que no atañen al mero cambio de cosmética política sino que van al fondo de la dominación de una clase por otra, creo que es el momento de plantearse qué hacer.  
En realidad, proponer esto es muy cansado en medio de tanto Che Guevara del twitter y de tanto niñato desclasado que cree que meterse con Carrero Blanco o con Franco, hoy 40 y tantos años después de que uno de ellos reventará en la cama y el otro alcanzase altos vuelos, es revolucionario.

Tú, que sustituyes los gritos del bar de antaño por tus tonterías en las redes sociales, ¿qué has hecho para comprometerte? ¿Cuándo has dicho a la empresa que te estaban escamitando incluso el salario de convenio? ¿Qué has hecho, más allá de ir a una de esas manis “ciudadanistas” que pedían democracia, sin mayor riesgo; desde luego no para organizar un grupo sindical alternativo y de clase a las porquerías de CCOO y UGT?

Si lo has hecho: gracias tovarich, eres de los míos.

No pido imposibles. Solo la coherencia necesaria para no subir los decibelios si eres un puñetero cuñao desclasado o un cibercapullo de los que se pasa el día tomando el poder o perdiendo su vida en un mundo virtual que no cambiará jamás nada.

COMPROMISO COTIDIANO EN EL MUNDO REAL. 

22 de diciembre de 2017

CATALUÑA GIRA AÚN MÁS A LA DERECHA Y EL “RÉGIMEN DEL 78” HA INICIADO SU RECAMBIO

Por Marat

Los resultados electorales del 21-D arrojan en Cataluña un claro giro a la derecha en una sociedad que políticamente no se venía expresando en términos electorales desde el antagonismo capital-trabajo (tampoco en España) desde hace ya muchos años.

Pero al menos, durante buena parte de los años previos a la crisis capitalista, se había mantenido la ficción de un eje derecha-izquierda como sucedáneo o eco cada vez más apagado, en el mejor de los casos, del citado antagonismo. Lo cierto es que en la práctica, independientemente de a quién apelasen como sujeto social, ambas corrientes políticas lo hacían pensando en captar un voto desclasado que se identificaba con el concepto ideológico de clases medias. Eso vale para Cataluña y para España, como también para el mundo capitalista occidental.

Más allá del antagonismo nacionalismo catalán-nacionalismo español o, si lo prefieren independentismo catalán vs. unionismo/constitucionalismo, los resultados electorales arrojan una mayoría aritmética de 74 diputados electos en el Parlament abiertamente liberales en sus políticas económicas (37 de Ciudadanos, 34 de Junts per Catalunya y 3 del PP) de un total de 135; una mayoría absoluta que no se configurará como tal para la formación del Govern pero sí para aprobar medidas contra la clase trabajadora. No duden ustedes que, si los independentistas forman gobierno (Junts per Catalunya, ERC y CUP) y llegan a legislar, si no se produce la continuación del artículo 155 de la Constitución que imposibilite el funcionamiento del Govern de la Generalitat, habrá entendimiento entre indepes y españolistas en las políticas de recortes y contención del gasto social.

Descontados esos 74 diputados, abiertamente liberales, tenemos dos grupos políticos no muy alejados de políticas de derechas, independientemente de cuál sea su autodefinición política, que suman 49 diputados arrojando, como saldo provisional junto a los anteriores, la suma de 123 diputados:
  • 32 diputados de ERC que representan a la pequeña burguesía catalana y que han sido coautores dentro de la anterior formación con los ex convergentes (Partido Demócrata Europeo Catalán, PDeCat) de las políticas antisociales llevadas a cabo por el Govern.
  • 17 diputados del PSC, partido de orientación social-liberal, al igual que su hermano a nivel estatal, el PSOE.
Nos quedan, hasta alcanzar la cifra total de 135 parlamentarios, 12 diputados de “izquierdas”, formados por:
  • 8 diputados de Catalunya en Comú-Podem (antes Catalunya Sí que es Pot), cuyo mensaje ha sido percibido confuso respecto a la dinámica de oposición entre banderas y patrias (creo que no es muy necesario perder el tiempo en explicaciones sobre las ambivalentes y oportunistas posturas de Ada Colau o las idas y venidas de Pablo Iglesias respecto al caso catalán). No se molesten en justificarlas ni en dar explicaciones sobre la dificultad de disponer de un perfil propio en medio de la polarización de discursos nacionalistas de unos y otros. El caso es que los trabajadores catalanes las han rechazado.
  • 4 diputados de las CUP, partido clave para sostener al anterior Govern de los recortes sociales y cuyas objetivos electorales han fracasado con rotundidad al perder 6 de sus 10 diputados anteriores. Su propósito de reorientar la hegemonía de “izquierdas” dentro del bloque independentista ha fracaso estrepitosamente, toda vez que ERC, partido al que generosamente tildan de izquierda, ya ha asumido que votará a Puigdemont como Presidente, el cuál ha salido reforzado dentro de las pugnas internas del tripartito.
Ésta es la radiografía de la composición del parlamento catalán entrante desde el eje derecha-izquierda. No haré perder el tiempo a los lectores con lo que gana o pierde cada fuerza política con representación en el mismo ni con los votos que ha obtenido cada opción y las pérdidas o ganancias de ellas en relación con las anteriores elecciones autonómicas. Con los cambios de nombre en el caso de la coalición Junts per Sí, ahora Junts per Cataluña y ERC-Cat Sí por separado, y de Catalunya Sí que es Pot, ahora Catalunya en Comú-Podem, disponen ustedes de los resultados provisionales en este enlace.

En cualquier caso, las autodenominadas izquierdas han dejado de lado dicha categoría para subordinarse a la agenda nacionalista en términos de independencia sí/independencia no. Da igual los aspectos sociales que llevasen en su programa porque:
  • Catalunya en Comú-Podem tenía por objetivo fundamental defender una salida al atolladero catalán en clave de un referéndum pactado con el Estado español, lo que subordinaba todos los demás aspectos a los “derechos democráticos de Cataluña”, quedando oscurecida cualquier otra cuestión. Como partido que no era de clase sino de “la gente” era incapaz de conectar con el hilo rojo de las luchas históricas de los trabajadores, de disponer de una propuesta propia y ajena a la centralidad de la cuestión nacional catalana y vinculaba la defensa de lo público a derechos humanos y no a las conquistas logradas por dichas luchas. Al no sentirse representados los trabajadores en esa supeditación a la hegemonía del discurso nacionalista que impregnaba toda la campaña, no solo no ganó votos sino que los perdió respecto a las anteriores autonómicas, si bien no de forma muy acentuada, en sus propios feudos. A ello se añade el fracaso de que presentándose como una candidatura “fresca” no conectó con los nuevos votantes jóvenes de clase trabajadora.
  • Su único consuelo es que no serán la llave para la formación de un gobierno independentista burgués que no les necesita, ni se verán en la disyuntiva de apoyar al sector unionista, al que la aritmética parlamentaria no le da para proponer un gobierno alternativo. Pero las tensiones internas que se le acumulan al Podemos nacional, entre otras muchas razones también por el tema catalán, acabarán abriendo unas heridas en la coalición con “los comunes”, por las posiciones de Ada Colau, que tensarán las relaciones internas de la misma y pueden acabar, con el tiempo, por hacer saltar su unidad.
  • En cuanto a la CUP, su adscripción a la categoría izquierda es la del izquierdismo pequeñoburgués, en el sentido que Lenin da a este tipo de posiciones, un radicalismo de formas antes que de fondo. La absoluta claudicación de sus demandas sociales y económicas al objetivo de la independencia, como mostró en el pasado sosteniendo al gobierno independentista de los recortes, le ha pasado factura y sus posibilidades de presión, más allá de que sean necesarios para sostener al futuro Govern, serán menores porque ya no pueden desandar su estrategia, so pena de incrementar los enfrentamientos entre sus distintas corrientes hasta acabar con este grupo político.
El éxito de Ciudadanos, logrado especialmente en el llamado “cinturón rojo”, nada ha tenido que ver con el falso relato sobre el supuesto españolismo fascista de los sectores obreros inmigrantes sino con que los trabajadores de esas ciudades han sentido el vértigo de la desestabilización económica y el enfrentamiento entre comunidades al que le abocaba la aventura independentista.

La sociedad abomina del vacío. Cuando una posición es abandonada, no queda desierta sino que es ocupada por otros. Si la izquierda no ha puesto por delante la unidad de los trabajadores a un lado y otro del Ebro, desde la identidad de clase que abandonó hace ya muchos años, no debe sorprender que en las ciudades con mayoría de trabajadores esa unidad haya sido sustituida por la de permanencia dentro del Estado, sobre la base de la memoria de a dónde conducen los enfrentamientos “nacionales”. No obstante, pronto veremos a ciertos grupúsculos pseudorevolucionarios tildar de fascistas a los trabajadores que han votado Ciudadanos, lo que indica la distancia de una posición clasista en su delirante discurso y su absoluta desconexión con la realidad de la clase a la que estigmatizarán.

Lo importante del resultado electoral no es la correlación de fuerzas en el circo parlamentario catalán, como tampoco lo sería dentro del español, sino lo que representa como plasmación de las corrientes ideológicas dominantes en la sociedad o, como dirían los progres postmodernos, el relato que se impone.

En cuanto a correlación de fuerzas entre las derechas del Estado español es de prever una reorientación de las preferencias políticas por parte del capital y de sus medios de comunicación hacia Ciudadanos, en la medida en que el Partido Popular pudiera ser ya una opción políticamente amortizada.

La posibilidad de condena de la cúpula del PP por su entramado mafioso, unida a la eventualidad de que la estrategia de este partido abra una crisis interna en su liderazgo, si éste no es capaz de impulsar un patriotismo españolista que actué de revulsivo ante el rebrote de la crisis catalana o de encontrar fórmulas de pacto entre la burguesía independentista catalana y la española, podría precipitar la necesidad del capital de encontrar un nuevo “juguete” político de sustitución.

Si. hasta el momento, Ciudadanos ha sido una opción en barbecho en la estrategia del capitalismo dentro de su supermercado electoral de marcas parlamentarias, la emergencia de los acontecimientos y la necesidad de estabilidad política para mantener la confianza empresarial e inversora, bien podría ser éste el momento para el recambio dentro de la derecha política española.

Podríamos asistir entonces a una versión más o menos controlada en el tiempo de una operación Macron, en este caso Rivera, a la española. Cierto que el factor sorpresa ya no existe en cuanto al joven político catalán, ya que no es un recién llegado a la política nacional, que ha deteriorado un tanto su imagen en sus pactos con el gobierno del PP y que su carisma es limitado pero, si fue posible con un mediocre empáticamente plano como Aznar, porqué no con Albert Rivera.

Si éste es el nuevo caballo de refresco, como antes lo fue Podemos frente a un PSOE absolutamente en la UCI tras el agotamiento del zapaterismo, pronto veremos una intensiva labor mediática de maquillaje de Ciudadanos que atenúe su liberalismo mediante “imaginativas” propuestas sociales y que acentúe su liberalismo político en cuanto a libertades personales (sexuales, de género, etc.) para modernizarlo con tintes progres, al igual que la llamada izquierda hizo en el pasado con el invento podemita.

Por lo que respecta a Podemos cabe esperar que su crisis se acentúe no solo por los factores “nacionales” (Bescansa frente a Iglesias) sino por su derechización progresiva (Ayuntamiento de Madrid, elección del ex JEMAD Julio Rodríguez como secretario general de Madrid), sus divisiones internas (anticapitalistas, errejonistas, pablistas), tensiones crecientes en sus confluencias estatales (con IU), autonómicas (Mareas) y locales (cese de Sánchez Mato y posibilidad de salida del grupo Madrid-129 de Ahora Madrid), sino por el carácter de lastre de Pablo Iglesias dentro de la coalición, derivado de su liderazgo bonapartista y sus zigzagueantes cambios tácticos.

Dicha crisis, podría facilitar que un PSOE que no acaba de recuperarse con suficientes bríos, pero que empieza a invertir a su favor el saldo de votantes que antes migró hacia Podemos, encuentre un balón de oxígeno que refuerce el liderazgo de Pedro Sánchez.

En este caso, y con los retoques constitucionales que sean necesarios, veremos que el llamado “régimen del 78” empieza a resolver su crisis, si encuentra un acomodo a la cuestión catalana que, a pesar de la euforia con la que los líderes independentistas han recibido su triunfo electoral requiere, para sus burguesías, de una solución que impida el deterioro inversor y económico que incluso puede acentuarse en los próximos días. Si ello es así, en las próximas semanas se incrementará la presión del gran capital catalán y español para un entendimiento y racionalización del conflicto sobre la pequeña burguesía catalana y los partidos independentistas y unionistas en pro del “bien común” porque con las cosas del beneficio empresarial no se juega (léase en modo ironía).

Si la hipótesis del aggiornamento del “régimen del 78” se cumple, es probable que volvamos a una segunda transición política en la que un partido de la derecha clásica (PP) es sustituido por otro remozado de los denominados emergentes (Ciudadanos) y que la otra pata del “régimen” (PSOE), que estuvo en la UCI, vaya pasando a convaleciente y se vea paulatinamente recuperado. Ese será el fin de la izquierda, hace tiempo reconvertida en progre. Su apuesta por una reforma exclusiva del sistema político, fuera de la lucha de clases, la ha ido enajenando de los trabajadores desde mucho antes de la crisis catalana.

En cuanto a los sectores pseudoradicales en lo político, que esperaban de una crisis de la legitimación institucional su transformación en revolución social, mediante la subordinación a todo independentismo burgués habido y por haber que procurase la destrucción del Estado español, su línea política los ha alejado absolutamente de la clase trabajadora respecto a la que históricamente han sido inoperantes frente al reformismo oficial. Son absolutamente ajenos a los trabajadores y a sus necesidades reales. Ésta les percibe como sectores con vocación marginal que intentan utilizarla sin atender a su propia realidad.

Sea en la versión del reformismo oficial o del marginalismo izquierdista, lo cierto es que izquierda no es igual a socialismo, que el camino de ambas pasa por limitarse a cambiar la forma de Estado, sin luchar por acabar con la base social y económica del poder capitalista, y que cualquier intento de recuperar la idea de izquierda es baldío porque la expresión política no es equivalente a la realidad social y solo desde la realidad de ésta puede abordarse un proyecto revolucionario.

Merece una mención muy de pasada, pues su peso político real en España es progresivamente decreciente, la situación de ese republicanismo pequeñoburgués, defendido por unas izquierdas que ven en la República el curalotodo de nuestra realidad nacional y de la situación de la clase trabajadora, que ahora cree ver un acelerador para una República Federal española, tras la reincidencia de Puigdemont en la República catalana. Un mínimo repaso de las hemerotecas demuestra palmariamente que Convergencia Democrática de Cataluña, lo mismo que Unió Democrática en su momento, fueron vireyes representantes del monarquísmo en Cataluña. La República catalana sería tan oportunista y tan burguesa como lo fue el republicanismo de las derechas españolas en 1931 porque la correlación política e ideológica de fuerzas del momento se lo permite.

Apelar tercamente a una recuperación del concepto izquierda es tan inútil como hacerlo a la conciencia de clase de los trabajadores, pensando en el innatismo de la misma. Consuela a quienes hacen tales proclamas pero es absolutamente inútil porque parte de deseos que carecen de relación con el análisis concreto de la realidad concreta. La izquierda es lo que es. Su degradación en todos los sentidos la hace irrecuperable. Para los sectores subalternos carece de otro significado que no sea la del “todos son iguales” y, en consecuencia, no funcionará por más que uno se empeñe en repetir fórmulas mágicas.

Solo desde la vuelta a lo social, desde el descenso al escalón de lo material, no al idealismo, a la realidad concreta de la clase, a la escucha activa y respetuosa de sus voces múltiples y contradictorias, pero vividas desde la inmediatez de su existencia, desde el ejemplo del compromiso no oportunista, desde el compartir sus propias experiencias y desde el ser uno más entre muchos, se puede ganar la dirección política de la clase. Quienes hablan de izquierda debieran saber que Lenin no se movió en sus términos, como Marx tampoco lo hizo, y que Octubre se construyó desde las necesidades concretas del pan, paz y tierras. Solo sobre ello se pudo asentar la revolución socialista.

En mi opinión, eso ya no se construye desde la idea de partido porque el parlamentarismo burgués está en crisis (crisis del reformismo) y porque la idea de partido como guía o como hacedor de los cambios sociales es falsa. Son los trabajadores quienes cambian el mundo y no las organizaciones como algo externo y superior a ella.

Esto requiere organizarse fuera de la política entendida como aceptación de las formas de representación burguesa, y desde la democracia de base, no como transversalidad interclasista al estilo del asambleismo de las plazas, sino frente a los intereses de otras oposiciones intermedias incapaces de expresarla. Se trata de volver a recuperar la idea de clase contra clase.

El tiempo pasa, los acontecimientos no se repiten más que en la apariencia de sus formas. Repetir la misma fórmula que se ha demostrado errónea solo conduce al fracaso. Pero, si todo vacío tiende a ser rellenado, quienes han abandonado una acción pegada a los trabajadores están dando en toda Europa, también en España, una baza preciosa a un fascismo que está aprendiendo de un modo muy inteligente a conectar con lo que les afecta en su día a día.