8 de agosto de 2016

BALADA TRISTE DEL NOSTÁLGICO Y DEL PRÓFUGO DE SU ENTORNO POLÍTICO INMEDIATO

Por Marat

Hace mucho tiempo que los observo y, por más que entiendo sus mecanismos psicológicos, los veo cada vez más como extraterrestres del mundo en el que viven.

Encapsulados en la burbuja de su “verdad”, parecen ajenos al dolor social más próximo. No creo que, de verdad, sea eso lo que les pasa; al menos no conscientemente para quienes dicen indignarse con la injusticia, la desigualdad, la opresión y la explotación. Pero da la impresión de que éstas les cogen siempre demasiado lejos en el tiempo y/o en el espacio.

Su distancia, en mi opinión, obedece a una renuncia consciente o inconsciente a intervenir en la realidad social, económica y política de su propio país y, más en concreto, de allí dónde viven -el barrio- o trabaja -la empresa- porque consideran muy difícil o inútil el hacerlo. No es raro escucharles el discurso de que la gente está adocenada, de que los obreros no tienen conciencia de clase -qué gran descubrimiento hacen- o de que “aquí la gente no despierta ni a tiros”. Olvidan que la primera obligación de quien quiere cambiar el mundo es precisamente centrar la mayor parte de su acción en el lugar y el momento en el que están y contribuir a elevar la conciencia de clase a quienes no la tienen.

Tanto los que continuamente alaban los tiempos pasados y perdidos como aquellos solidarios con toda causa que esté a miles de kms de sus casas comparten una misma actitud: el escapismo de quienes se sienten impotentes para cambiar la realidad.

Unos han convertido sus esperanzas y creencias en algo muerto, de tanto acudir al museo de la historia, olvidando el presente. Otros, dejan a los próximos de su misma clase social al desamparo del sistema económico en el que viven, al mirar mucho más lejos del entorno en el que se encuentran.

No se trata en absoluto de ignorar la conexión entre pasado y presente. El propio Marx afirmaba esa relación

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.” (Karl Marx. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Capítulo I)

Tampoco se trata de desconocer que lo local y lo internacional se dan la mano en un único mundo capitalista e imperialista. Mucho antes de que la mundialización se hubiese puesto de moda, “El manifiesto comunista” proclamaba: “Proletarios de todo el mundo [o de todos los países, según traducción y preferencias], uníos”

Pero ningún revolucionario debiera ignorar que jamás atraerá para su causa a nadie -y estos son siempre quienes tenemos en nuestro entorno más próximo y forman parte de los vivos, no de los muertos, ni de los del porvenir-, si no está dispuesto a compartir sus problemas, sus necesidades y reivindicaciones inmediatas, que son las que le afligen, para elevar su conciencia más allá de la inmediatez y de sí mismos. Ningún explotado ni despojado de sus derechos sentirá apego o interés por la condena que nadie haga del imperialismo que arma al yihadismo en Siria, Libia o Irak, si quien difunde sus denuncias no centra la mayor parte de sus lucha junto al que tiene más cerca, sencillamente porque le estará mostrando un absoluto desprecio por su realidad.

Del mismo modo, centrarse de modo casi exclusivo en la defensa de lo que fueron las realizaciones de los países socialistas, en denunciar las conspiraciones que contra ellos existieron o en defender una coalición política que está muerta por méritos propios y ajenos, sirve para constituirse en guardián de las esencias del museo, pero sirve de muy poco cuando a su vez no hay compromiso con la creación de la alternativa al capitalismo hoy, con la lucha política concreta o con crear organización para esa lucha.

No estaría de más que los defensores de las realizaciones -que las hubo y enormes- de lo que algunos llaman “civilización socialista” tengan en cuenta que ya hay una generación que nació años después de la caída de la URSS y que pronto serán dos. Por mucho empeño que pongan en limpiar de polvo y paja la basura que sobre aquellos sistemas echó la propaganda capitalista, no lograrán más que convencer a los previamente convencidos, si no son capaces de poner en primer lugar la defensa de las condiciones de vida y el rechazo a la explotación del conjunto de la clase trabajadora y especialmente frente a la enajenación que los nuevos flautistas transversales de Hamelín les han producido con su empalagosa música de sonrisas, corazones y negación de las clases sociales y la lucha de clases. Pero eso, repito de nuevo, exige propuesta, proyecto y organización para aquí y, aunque no para el ahora, si ir poniendo las piedras hoy. Y dejarse de mirar con lágrimas en los ojos a un ayer que no volverá en la forma en la que lo conocimos. Ese es el homenaje y la fidelidad al ayer. Trabajar desde lo que nos afecta hoy para lograr lo que fue válido del pasado. Y dejar de relamerse morbosamente en las heridas, buscando reafirmarse y refugiarse en una comunidad de soldados derrotados. Es hora de construir porque el resto son pamplinas que, pretendiendo ser revolucionarias, acaban siendo reaccionarias al negarse a hacer la primera tarea de todo antiimperialista en su propio país: trabajar para romper la cadena que une a éste al sistema imperial.

Y por último, insisto para que se me entienda y no se manipulen mis palabras. No se trata de dejar de defender las causas solidarias por la soberanía de los pueblos contra el imperialismo y sus esbirros, sea en Siria, el Donbass o en Libia, por poner sólo tres ejemplos, ni de olvidar lo que significó la Unión Soviética como conquista de derechos para la clase trabajadora y de esperanza para tantos desheredados de la tierra -esas son responsabilidades que un marxista no debe abandonar-, sino de reordenar el peso que ha de dar a cada cosa un militante revolucionario. Mientras algunos claman por la nostalgia y el internacionalismo 24 horas al día -en redes sociales-, me temo que no le dedican ni media a luchar junto a su clase y en su país por los derechos de esta. Y ello, vuelvo a decir, exige construcción de proyecto, recuperación de tejido de lucha y organización para llevarla a cabo. Por difícil que parezca, y tentador en consecuencia el dedicarse a otros menesteres en su lugar, la tarea principal es esa. El resto, cuando se olvida ésta, monsergas.

2 de agosto de 2016

SE DISPARA LA TASA DE MORTALIDAD DE LA POBLACIÓN BLANCA EN EEUU

Cas Madrid

"Muertes por desesperación", el drama de los blancos de mediana edad en EEUU

La tasa de mortalidad de hombres y mujeres blancos de edad media con nivel bajo de educación se ha disparado en EEUU en los últimos 15 años un 22 % por abuso de alcohol, opiáceos y suicidios, en una tendencia bautizada como "muerte por desesperación" vinculada a problemas económicos.

En una conferencia en el centro de estudios Brookings de Washington, Anne Case, economista de la Universidad de Princeton que ha dedicado años a investigar ese alza en muertes de hombres y mujeres de raza blanca entre 45 y 54 años con sólo estudios secundarios, subrayó esta semana que, en comparación, mortalidad entre hispanos y afroamericanos ha registrado un suave declive.

"Es un mundo en el que la gente que está muriendo no debería estar muriendo", afirmó Angus Deaton, premio Nobel de Economía de 2015 y profesor de Princeton, en la misma charla en la que acompañó a Case.

El prestigioso economista precisó la cifra en 96.000 muertes al año y agregó que es de un rango "solo comparable a la epidemia de SIDA/HIV de 1980 y principios de 1990".

Deaton y Case, que están casados, elaboraron las conclusiones de un reciente estudio académico publicado en la revista especializada "Proceedings of the National Academy of Sciences" que ha recabado notable atención mediática.

Esa atención se debe a las implicaciones sobre políticas públicas y el posible reflejo de los problemas económicos que enfrenta esta categoría demográfica debido a la pérdida de trabajos que exigen baja formación ante las presiones de la globalización.

En concreto, las muertes de los blancos de entre 45 y 54 años y baja formación entre 1999 y 2013 subieron en 134,4 casos, y se ubicaron en 415 muertes por 100.000 habitantes.

Entre negros e hispanos, se registró un sostenido descenso de esos casos en el mismo periodo.

Además, apuntó Case, las enfermedades detrás de estos fallecimientos no fueron las habituales, como la diabetes o los problemas cardíacos.

"El alza en la mortalidad se debe a una epidemia de suicidios y afecciones derivadas de abuso de sustancias como insuficiencia hepática (cirrosis) y sobredosis de opiáceos y calmantes. Es lo que llamamos muertes por desesperación", remarcó.

Estas características llevaron a los economistas a preguntarse cuáles podrían ser las causas tras este sorprendente auge en un grupo tan específico y plantearon la posibilidad de que tuviese relación con la creciente inseguridad económica y la frustración por el empeoramiento de su calidad de vida.

"Tras la ralentización en la productividad a comienzos de la década de 1970, y con la ampliación de la desigualdad de ingresos, muchos de la generación de 'babyboomers' (nacidos en 1946 y 1964) son los primeros en encontrar, a mitad de su vida, que no van a vivir mejor que sus padres", afirman Case y Deaton en el estudio.

Para Case, otro elemento que se añade al puzzle es que esta crisis económica y de pérdida de empleos no es algo exclusivo de EEUU, ya que es un proceso con réplicas en otros países avanzados como es el caso de Europa.

"Sin embargo", remarcó la experta, "no vemos una tendencia comparable en la tasa de mortalidad en otros países. Parece un proceso únicamente estadounidense".

Aunque reconoció que existen aún muchas incógnitas, la economista aventuró dos posibles factores de esta divergencia.

Por un lado, la más endeble red de seguridad social en EEUU frente a los sistemas más robustos al otro lado del Atlántico.

Y, por otro, el fácil acceso a potentes fármacos altamente adictivos de origen opiáceo en el país norteamericano que desemboca en sobredosis.