1 de agosto de 2016

FRANCIA: EL NEOLIBERALISMO Y LA LUCHA DE CLASES

Maciek Wisniewski. La Jornada

El neoliberalismo nació como un “proyecto de clase” (D. Harvey dixit). Un proyecto de clases altas que ante la caída de los niveles de ganancia desde las décadas de los 60 y 70 querían suprimir a los trabajadores y revertir esta tendencia desmantelando todo lo colectivo y social organizado.

Desde sus inicios fue una “guerra de clases desde arriba”. Para tapar su verdadera naturaleza se ideó toda una campaña de simulaciones ideológicas. Los neoliberales, como los “nuevos conquistadores del mercado” de los que escribía alguna vez J. Berger –que son básicamente los mismos–, “invertían los signos y falseaban las direcciones para confundir a la gente” (Hold everything dear, 2008, p. 122).

Las divisiones de clases y su lucha ya son cosas del pasado”, decían; “las únicas divisiones que importan ahora son las ‘identitarias”. Así –secundados intelectualmente por algunos post-marxistas– buscaban despolitizar lo público y dejar a los trabajadores confundidos y aferrados a las únicas identidades “disponibles”: étnica, nacional y religiosa.

Una cosa bastante astuta en medio de una guerra de clases, ¿no?

En Francia, como en otros países, fue una narrativa que abrazó no solo la derecha –y de la que en la misma medida que de sus raíces protofascistas se nutre la xenofobia del Frente Nacional (FN)–, sino también los “socialistas” (PS) e incluso la izquierda “radical” (PG).

Lo mismo pasó con el trabajo. “El trabajo ya es cosa del pasado”, decían los neoliberales –secundados intelectualmente por algunos post-marxistas– y “ya no importa tanto”, cuando en realidad estaban obsesionados con él y con la idea de flexibilizar su “rígido marco legislativo” (“factory legislation”, de la que hablaba Marx en El capital).

Una cosa bastante astuta en medio del despliegue de un brutal rollback hacia los trabajadores, ¿no?

Una vez consumado el golpe en Chile –un paradigmático caso de la “diseminación” del neoliberalismo mediante el shock–, Pinochet impuso a los trabajadores chilenos un represivo Código de Trabajo que –entre otros– daba prioridad a los acuerdos laborales y salariales por empresa sobre los tradicionales, por sectores.

Más de 40 años después en Francia, Hollande –en una maniobra digna de volverse otro paradigma neoliberal– acaba de hacer lo mismo. Los acuerdos por empresa y la nueva primacía del contrato particular por encima de la vieja ley general son puntos centrales de la ya aprobada (Libération, 21/7/16) “reforma” de Loi Travail (la ley El Khomri).

Sus críticos –con razón– hablan de “la inversión de la jerarquía de normas”.

Hasta ahora eran los trabajadores los que –gracias a los acuerdos “paritarios” que establecían estándares mínimos en cada sector productivo– tenían una ligera ventaja en la relación laboral.

La “reforma” del gobierno “socialista” cambia este balance a favor de los empresarios. Siguiendo la vieja ideología neoliberal de que “la causa de los problemas en la economía (‘falta de competitividad’, desempleo) es la ‘sobreprotección’ de los trabajadores, que ‘distorsiona’ el funcionamiento ‘natural’ del mercado”, le da más poder al capital.

El poder de individualizar las relaciones laborales y a atomizar a los trabajadores. El poder de realizar su sueño principal: que no haya nada más frente a él que “entes desnudos”, sujetos a una competencia voraz y una profunda inseguridad.

Contra sus supuestos fines, la “reforma” no viene a “combatir al desempleo”. Viene a “asentarse” en él. Es pieza clave en un modelo de control social que, haciéndose de la existencia de un vasto “ejército industrial de reserva”, domestica a los trabajadores mediante su precarización y sustituye la solidaridad gremial por el miedo individual (al despido arbitrario, a la rebaja salarial, al aumento de horas de trabajo).

Francia hasta ahora era un caso atípico en la constelación neoliberal.

Si bien desde los 80 sus tecnócratas –los “socialistas” (¡sic!) como Delors o Chavranski– eran los principales “arquitectos” detrás del desmantelamiento del “modelo social” de la UE, las mismas “reformas” en Francia avanzaban con menos vigor (pero avanzaban).

Aun así, a ojos de algunos –sobre todo a raíz de la crisis– el país, en comparación con sus vecinos, destacaba como “un (mal) ejemplo de conservación de privilegios sociales retrógrados” y/o “un peligroso caso de falta de ‘ajuste a la globalización’ que ya ocasionaba en un caos” –¡sic!– (The Guardian, 27/5/16).

Las élites europeas y francesas decidieron que “ya no había de otra”: “reformar” o “reformar” la Loi Travail, apremiando al dúo Hollande/Valls a “mantenerse firmes hasta el final”.

Así, de manera tardía, pero con estilo, Francia –y en particular su gobierno “socialista”– llegó a merecer su propio capítulo en La doctrina del shock (2007), el clásico de N. Klein, junto con casos como los de Chile o Polonia:

Por retomar de Sarkozy el “giro securitario” que desde hace unos años marca la creciente “despotización de la política” y “autoritarización del neoliberalismo” (S. Kouvelakis dixit) y plasmarlo en “estado de emergencia” que a lo largo de los meses no sirvió para prevenir ataques terroristas (Niza, Rouen, etcétera), sino para proteger al gobierno y sus políticas criminalizando a los oponentes a la ley El Khomri.

Por un impecable, creativo y combinado uso de violencia, miedo y “shock” para empujar la “reforma”: desde la brutal represión policial, uso de la “amenaza terrorista” para desmovilizar protestas, hasta mandarla a la Asamblea Nacional para su aprobación final... cuatro días después de la masacre en Niza (¡sic!).

Por confirmar por enésima vez que el neoliberalismo no necesita de la democracia y hará todo para saltársela: allí está el triple (¡super-sic!) uso del artículo 49.3 de la Constitución que –al no contar con una mayoría necesaria– le permitió al gobierno aprobar la “reforma” por decreto (¡sic!), sin debate ni voto parlamentario.

¿Y la lucha de clases? Sólo dos mensajes. Uno para la izquierda: allí está. ¡Articularla! (por si se olvidaron).

Otro para los neoliberales disgustados hoy con el auge del FN, pero que ayer la silenciaban, confundiendo a los trabajadores, precarizándolos, empobreciendo y durmiendo con cuentos “identitarios”, hasta el grado de que muchos ya solo saben identificarse con el lenguaje neo-fascista: cosechan lo que sembraron.


28 de julio de 2016

MARXISMO BÁSICO: DISTINGUIR ENTRE VALOR Y RIQUEZA

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

En más de una oportunidad, dando clase en la UBA, me encontré con alumnos que están convencidos de que, de acuerdo a la teoría de Marx, la riqueza depende del valor producido. También muchos marxistas parecen participar de esta idea. Sin embargo, Marx (también Ricardo) es muy claro al distinguir entre valor y riqueza. De hecho, no encuentro que ninguna de las personas que confunden valor y riqueza, pueda citar algún pasaje de El Capital (o de los Principios de Economía Política y tributación) que diga que la riqueza depende del valor. ¿En dónde se origina entonces esta tesis, que se ha expandido en Argentina? Hasta donde alcanza mi conocimiento, el lío lo ha metido el profesor Juan Iñigo Carrera. Por ejemplo, escribe:

.… el PIB a precios constantes se limita a reflejar de manera gruesa la evolución seguida por la producción material realizada en el país. Es, en el mejor de los casos, un indicador de la escala que tiene la producción de valores de uso en una economía. Pero, como sabemos, en las sociedades donde impera el modo de producción capitalista, la riqueza presenta una forma social general muy distinta a la de ser un mero cúmulo de valores de uso. Aquí, la riqueza tiene la forma social general de ser una masa de valor. O dicho más groseramente, nadie es más rico simplemente porque produzca más; su riqueza depende también del valor unitario relativo de lo que produzca>“¿Qué crisis?”, Razón y Revolución, Nº 9, 2002, pp. 3 y 4, énfasis añadido)”.

Como puede verse, Iñigo Carrera afirma que la riqueza depende (en el sentido de identidad, esto es, si no se produce más valor, no hay más riqueza) del valor unitario relativo de lo que se produce. Considero que es un error pensar que esto pueda tener algo que ver con la teoría del valor trabajo. Veamos el asunto con algún detalle.

Valor de uso, riqueza y valor en Marx
Apenas iniciado el capítulo 1 de El Capital, Marx escribe: “Los valores de uso constituyen el contenido material de la riqueza, sea cual sea la forma social de esta. En la forma de sociedad que hemos de examinar [donde predomina el modo de producción capitalista], son a su vez portadores materiales de valor de cambio” (pp. 44-5, Siglo XXI). Dos cuestiones a remarcar: primero, los valores de uso “son los que verdaderamente integran la riqueza material” (además de El Capital, véase, por ejemplo, la Crítica del Programa de Gotha). En segundo lugar, el valor es la forma social  que adquiere el valor de uso –o sea, la riqueza material- en la sociedad capitalista. Por eso, solo al precio de confundir contenido material y forma social se puede decir que la magnitud de la riqueza puede medirse por el valor.

La realidad es que la fuente de la riqueza material es tanto la naturaleza como el trabajo, en su carácter de trabajo concreto. Por eso dice Marx que el trabajo “no es la fuente única de los valores de uso que produce, de la riqueza material” (p. 53); también en Contribución: “Es un error decir que el trabajo, en cuanto produce valores de uso, es la única fuente de la riqueza que ha producido, es decir, de la riqueza material” (p. 19). En cambio, la fuente del valor es el trabajo en tanto trabajo abstracto, o sea, en tanto gasto humano de energía: “Todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en sentido fisiológico, y es en esta condición de trabajo humano abstractamente humano, como constituye el valor de la mercancía” (p. 57). Dicho de otra manera, el trabajo del sastre produce valor no en tanto trabajo sastreril (o sea, en su determinación material como actividad productiva) “sino como trabajo abstracto general, el cual pertenece a un contexto social que no ha enhebrado el sastre”. Contribución a la crítica de la Economía Política, Siglo XXI, p. 19).

Esta distinción entre trabajo concreto y trabajo abstracto permite, a su vez, entender que con el aumento de la productividad del trabajo se pueda incrementar la riqueza material, sin que aumente el valor. Lo explica Marx: “… supongamos que el trabajo necesario para la producción de una chaqueta se duplica, o bien que disminuye a la mitad. En el primero de los casos una chaqueta valdrá tanto como antes dos; en el segundo, dos de esas prendas valdrán lo que antes una… En sí y para sí, una cantidad mayor de valor de uso constituirá una riqueza material mayor; dos chaquetas, más riqueza que una". No obstante, a la masa creciente de riqueza material puede corresponder una reducción simultánea de su magnitud de valor". Este movimiento antitético deriva del carácter bifacético del trabajo”. Por eso, y en tanto la fuerza productiva “es siempre fuerza productiva de trabajo útil, concreto”, un cambio en la fuerza productiva del trabajo “en nada afecta el trabajo representado en el valor” (pp. 56-7; énfasis añadido). Por eso la riqueza real de la sociedad y la posibilidad de ampliar constantemente el proceso de su reproducción dependen de la productividad del trabajo y de las condiciones más o menos fecundas en que este se lleva a cabo (véase, por ejemplo, El Capital, t. 3, p. 1044).

Por otra parte, Marx se refiere al oro como “la existencia material de la riqueza abstracta”, o “el representante material de la riqueza material” (Contribución… p. 113), en tanto “es directamente convertible en el objeto de cualquier necesidad”. Esto es, “en su carácter metálico puro contiene, oculta, toda la riqueza material desplegada del mundo de las mercancías”. Lo cual también significa que en la medida en que aumenta la productividad, y por ende baja el valor individual de las mercancías, aumenta la riqueza. Por ejemplo, supongamos que x cantidad de oro permite adquirir 2 A; supongamos luego que se duplica la productividad del trabajo aplicado a producir A, de manera que la misma cantidad x de oro permite adquirir ahora 4 A. El oro es convertible en mayor cantidad de objetos A, que constituyen la riqueza material. El incremento de la riqueza se ve entonces tanto en el aumento de la cantidad de valores de uso A, como en el poder de adquisición del oro.

Interludio: Ricardo sobre riqueza y valor, y Say
A pesar de que Ricardo no hizo el análisis del doble carácter del trabajo, distinguió sin embargo entre valor y riqueza. En los Principios, y en una formulación muy similar a la que vimos en Marx, escribe: “… la riqueza difiere esencialmente del valor, ya que este depende no de la abundancia sino de la facilidad o dificultad de la producción. El trabajo de un millón de hombres en la industria producirá siempre el mismo valor, pero no siempre la misma riqueza” (p. 205). También: “… dos países que poseen precisamente la misma cantidad de todas las cosas necesarias y comodidades de vida son igualmente ricos, pero el valor de sus riquezas respectivas depende de la relativa facilidad o dificultad con que fueron producidas” (Principios, FCE, p. 208).

La cuestión tiene, por supuesto, consecuencias sobre la teoría del valor, como observa Ricardo en crítica a Say. Es que si se mide la riqueza (o sea, la masa de valores de uso) por el valor, se debe concluir que la medida de la utilidad es el valor. Con lo cual llegaríamos a la tesis, que defendía Say, de que las cosas son valiosas en la medida en que tienen utilidad (véase Principios… pp. 209-210).

Marx sobre riqueza, valor y las contradicciones del capitalismo
La distinción entre valor y riqueza es esencial para comprender el carácter inherentemente contradictorio del desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo. Es que el medio –desarrollo de la producción de valores de uso- entra en constante conflicto con el objetivo, la valorización del capital (véase Marx, El Capital, t. 3, p. 321). Esto es, el valor de uso y el valor, se desarrollan de forma contradictoria. Pero es imposible entender la contradicción si se pone un signo igual entre los polos contradictorios. Y esta distinción entre producción de riqueza y generación de valor, a su vez, es esencial para entender el carácter antagónico de la producción capitalista:a medida que se desarrollan las fuerzas productivas se incrementa la acumulación de riqueza burguesa en un polo, y miseria, trabajo enajenado o embrutecedor, ignorancia, en el otro. Para ponerlo con un ejemplo, si el aumento de la fuerza productiva del trabajo permite duplicar la producción de A, y si ese incremento en bienes materiales va a parar a manos de la clase capitalista, habrá aumentado la distancia entre la riqueza apropiada por la clase capitalista en relación a la que posee la clase trabajadora, independientemente de que el valor de A haya bajado a la mitad. Es la base de la tesis de Marx sobre que, a medida que se desarrolla la acumulación capitalista aumenta la polarización social.

Es entonces en este sentido -esto es, de relación contradictoria- que se puede decir que la producción de riqueza depende del valor: si peligra, o no se produce, la valorización del capital, se frena y retrocede la producción de riqueza material. Pero eso no significa que la magnitud de la riqueza material (o sea, la producción de valores de uso) se mida por la producción de valor.

Estamos al nivel de los conceptos elementales. Por supuesto, muchas personas pueden discrepar con la teoría de Marx; pero en ese caso, hay que decirlo claramente, y no pretender hacer pasar gato por liebre, como reza el dicho. No hay forma de hacerle decir a El Capital que la riqueza se mide por la producción del valor. La lectura de cualquier texto –clásico, o no- exige un mínimo de rigurosidad.

Ya en una entrada anterior sostuve que en el fundamento de mis diferencias con el profesor está el concepto de valor: según Marx, el valor es una categoría social, no individual (véase aquí). Pero es un error todavía más básico, si se quiere, confundir valor y riqueza. Y lo más lamentable es que el error se ha instalado en muchos sectores de la izquierda, incluso más allá del marxismo.