18 de febrero de 2016

RECESIÓN GLOBAL: ¿SEGUNDA TEMPORADA?

Paula Bach. Izquierda Diario

¿Por qué sería conveniente prepararse para la próxima recesión?”, se pregunta retóricamente Martin Wolf. “¿Qué está frenando a la economía mundial?”, indaga Joseph Stiglitz. Janet Yellen advirtió que “la turbulencia mundial podría golpear el crecimiento”, sugiriendo la intención de la Fed de postergar un nuevo incremento de tasas de interés.

Hechos, dichos y anuncios se retroalimentan. Ocho de las últimas nueve sesiones bursátiles europeas cerraron en rojo conduciendo a las plazas del viejo continente a su nivel más bajo en los últimos dos años y medio (El País, 11-2-16). Las dudas sobre la capacidad de pago del Deutsche Bank primero y de Société Général de Francia luego, se sumaron a una banca italiana atrapada en un mar de activos tóxicos, actuando como propulsores claves de las últimas caídas. La bolsa china no operó durante esta semana por los festejos del Año Nuevo Lunar.

Tokio cerró la semana con su peor racha desde 2008. A principios de año el Banco de Japón –como síntoma de escasa inflación y debilidad económica- anunció la implementación de una tasa de interés negativa para los bancos que quieran ahorrar en la entidad (o sea, quien quiera dejar allí su dinero, tendrá que pagar). Luego de que Yellen exteriorizara sus temores, el Banco de Suecia volvió a bajar las tasas de interés dejándolas en un nivel más negativo aún (-0,5%), con el fin de debilitar su moneda y combatir las tendencias deflacionarias. Suiza, Suecia, Dinamarca y el Banco Central Europeo, hace rato que sostienen tasas de interés negativas.

La propia Yanet Yellen sugirió ahora que no las descarta precipitando, como era de esperar, una nueva caída de Wall Street. Michael Roberts está en lo cierto: las tasas negativas son resultado de la incapacidad de los tipos de interés cero de cumplir los objetivos de crecimiento e inflación durante los años posteriores a la caída de Lehman. Pero además, las tasas negativas afectan las ganancias de los bancos y contribuyen a explicar el foco bancario de la actual convulsión. Mientras tanto y como también pone de relieve Roberts, Brad DeLong auguraba hace no mucho que “Los economistas del futuro probablemente denominen a esta época como "La más larga Depresión”. El profesor de Berkeley recuerda que antes de la crisis de 2008 solía enseñar a sus estudiantes que durante una perturbación en el ciclo económico, se estaría a un 40% del retorno a la normalidad en un año. Y que la tendencia de largo plazo apenas se vería afectada por las alteraciones del ciclo de corto plazo.

Siempre habría burbujas, pánicos, inflaciones y recesiones que presionarían a la producción y al empleo fuera de su tendencia de largo plazo, pero serían transitorias. Sin embargo recuerda también que en el contexto de las secuelas de 2008, Stiglitz fue uno de los que advirtió que él y los economistas que pensaban como él, estaban equivocados. Y que sin políticas extraordinarias, sostenidas y agresivas, nunca volveríamos a lo que antes de 2008 “pensábamos” como normal. Ahora reconoce DeLong que él estaba equivocado, mientras Stiglitz era quién tenía la razón. ¿Qué hay detrás de tanto escepticismo?

Nueve de las últimas cinco recesiones (o ficciones y realidades)
Las políticas monetarias flexibles y el incremento extraordinario de las deudas –incluyendo el apalancamiento bancario y la continuada vulnerabilidad de la banca europea-, constituyen fenómenos que acompañaron como la sombra al cuerpo el débil desempeño de la economía mundial durante los últimos años. Dicho con mayor precisión y como se manifestó en múltiples oportunidades, estos mecanismos junto con la vigorosa recuperación de China a partir de 2010, fueron responsables de que la economía mundial –aún a costa de un magro crecimiento- evitara una depresión como aquella de la década del ’30 superando en términos técnicos la recesión de 2008/9.

Es cierto que un mundo inundado de dinero barato no estuvo exento de episodios de riesgo financiero –tener en cuenta la crisis europea de 2010/13 y posteriormente Grecia. Pero vale la pena recordar la ironía de Paul Samuelson cuando hace 50 años lanzó que “el mercado de valores había anticipado nueve de las últimas 5 recesiones”. Summers advierte que allende el sarcasmo, las señales deben ser tomadas en serio cuando son de larga duración y provienen de muchos mercados a la vez. La actual, parecería ser una de las cinco “buenas”.

¿Por qué los problemas de la deuda –incluyendo tanto las recientes caídas bursátiles chinas, como las de Wall Street, Japón y las derivadas del apalancamiento de los bancos europeos- se ponen de manifiesto ahora con tanta exaltación? ¿Qué explica el actual consenso de gran parte del ala de los economistas neokeynesianos con respecto a la insuficiencia o ineficiencia –incluso casi exagerada- de las políticas monetarias y la exigencia de políticas fiscales destinadas a reactivar la economía real? ¿Por qué razón la perspectiva de una nueva recesión mundial se dibuja en un horizonte más cercano o más lejano de los economistas de las tendencias ideológicas más diversas? Es evidente que un escenario nuevo se está delineando y una explicación sensata exige volver la vista hacia la correlación entre el mundo de las finanzas y el mundo de la economía real. Para decirlo gráficamente y en pocas palabras, China utilizó más cemento en los últimos tres años que Estados Unidos durante todo el siglo XX. Y como también se expresó desde esta columna -aún independientemente del destino inmediato del gigante asiático- lo que parece seguro es que su economía ya no está creciendo lo suficiente como para continuar atrayendo el capital de los países centrales que no tiene lugar para ser invertido en “casa”. Tampoco parece posible la continuidad de China como el gran motor de la demanda mundial cuestión que a su vez golpea a Alemania que la emplea como destino alternativo de los productos invendibles en la Eurozona.

El crecimiento de China a “tasas chinas” actuó como el “costado real” de masas de dinero barato enviadas al mundo por los países centrales. Y la comunión de ambos aspectos –el real y el financiero- garantizaron el ascenso vertiginoso de los precios de las materias primas y con él, el crecimiento de los llamados mercados “emergentes” y otros exportadores de materias primas que a su vez alojaron grandes masas de capital sin destino en los países centrales. Este proceso se está revirtiendo y en su curso parece estar poniendo de relieve el costado “ineficaz” de las políticas monetarias de los países centrales. Algo de esto parece verificarse en el incremento de la Reserva Federal norteamericana de las tasas de interés en “mal momento” y en los riesgos que ostenta en primer lugar el Deutsche Bank, o Société Général o los bancos italianos. Otros destinos “reales” del capital resultan aún insuficientes, como México, o poco probables –al menos por ahora- como India.

Algo más que una nueva fase
Más allá de los tiempos –impredecibles- y las formas, la conjunción de estos factores parecería estar augurando algo más que un nuevo episodio de la crisis. Si bien hasta cierto punto el proceso que comenzó en 2008 puede periodizarse en fases, dicha periodización debería evitar una operación sumatoria en la que cada episodio resulte la expresión fenoménica de un contenido idéntico. Sobre todo si se tiene en cuenta la definición del apartado anterior relativo a la sinergia entre lo “ficticio” y lo “real”, deben definirse -al menos en retrospectiva- dos grandes momentos.

El primero aquel que se corresponde técnicamente con la Gran Recesión internacional de 2008/9. El segundo está enmarcado por el concurso entre las medidas monetarias y el despegue chino. Es el momento en el que se espanta el fantasma de la Gran Depresión y la recesión se contiene. Por supuesto y como ya se mencionó, este momento se caracterizó por una debilidad endémica y no estuvo libre de diversos episodios incluyendo la conmoción de la banca europea o la inconclusa crisis griega.

Pero si estamos en lo correcto y lo que se está agotando es aquella sinergia, es muy poco probable que nuevas medidas monetarias sin la concurrencia de algún nuevo sector de la economía real, permitan retornar a las condiciones del momento precedente. Lo que aparentemente se está modificando es el sustrato –por llamarlo de algún modo- sobre el que se desarrollaron los acontecimientos desde 2010 a esta parte. Motivo por el cual, más allá de los tiempos y las formas que adquiera –insistimos-, parecería ser que estamos presenciando el inicio de un nuevo momento de la crisis económica mundial.

17 de febrero de 2016

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Cuando los socialdemócratas critican a otros socialdemócratas acaban dando vueltas para no ir a ninguna parte o, lo que es peor, para acabar asumiendo lo que dicen combatir. En este caso, la propuesta Varoufakis para Europa, también conocida como Plan B para Europa.

Si se fijan, todos ellos pertenecen a la versión española de lo que se ha dado a conocer como el socialismo del siglo XXI, perteneciendo algunos de ellos incluso a la Asociación Político-Cultural Socialismo 21, que no pretende otra cosa que ocupar el espacio que por la izquierda dejó el PSOE y que no es otro que el de la socialdemocracia, que hoy ocupa IU, organización a la que la mayoría de ellos pertenece. Habrá quienes considerarán esta posición, sin aceptar que ya no hay espacio para la socialdemocracia porque el capital ya no quiere ni necesita pacto social y sin él no hay socialdemocracia que valga, como un avance porque hoy el PSOE es social-liberal.

Y todos ellos tienen también en común el hecho de pertenecer a la Plataforma Salir del Euro, que se cuestiona dicha moneda sin asumir que ella es un producto de la UE y que no se entiende el significado del euro contra la clase trabajadora sin entender la naturaleza capitalista de la UE desde su origen en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). No es que la UE haya involucionado hacia la Europa del capital o de los mercaderes, como quieran llamarla, sino que siempre fue eso, sólo que en una fase expansiva del capitalismo, por lo que entonces el capital podía permitirse y consideraba necesario contar con la complicidad del sindicalismo de concertación y de la socialdemocracia, ya fuera en sus versiones PPSS o eurocomunista.

En un momento dado de la construcción política y financiera de la UE, ésta necesitó de una moneda única, el euro, que no ha sido tan única dentro de esta institución supraestatal. El mercado único la necesitaba.

Desde esa socialdemocracia transnochada se entiende ese discurso tan calculado de arremeter en su texto contra el euro pero no hacerlo frontalmente contra la Unión Europea, abogando abiertamente por la salida de ella. Se limitan a desear, como buenos socialdemócratas en versión IU, cambiar la“actual UE”, como machaconamente insisten. Sólo Joan Tafalla, que ahora firma un texto distinto, se ha pronunciado púbnlicamente hace tiempo por salir de la UE y no sólo del euro. La socialdemocracia jamás se propondrá destruir el capitalismo sino sólo reformarlo y la UE es, siempre fue, puro capitalismo, con ropaje de pacto social y Estado del Bienestar o sin ellos. No se engañen, no hay economías mixtas entre capitalismo y socialismo porque no hay soluciones intermedias entre extraer la plusvalía a la clase trabajadora o no hacerlo, del mismo modo en que no se puede estar medio embarazada o soplar y sorber al mismo tiempo.

La UE no se jodió en Maastrich. Se jodió en origen pues era la arquitectura necesaria para un área económica capitalista europea y eso se sabía desde el principio. En Maastrich lo que hubo es un giro de tuerca para pasar del modelo de pacto social al de extracción de la plusvalía a la clase trabajadora sin la anestesia del Estado del Bienestar. Lógico que se asuma por parte de militantes de una organización que pretende buscar fórmulas para superar la crisis capitalista, no una estrategia para acabar con este sistema. Y esa postura política no es de ahora sino de hace 30 años, cuando dicha organización nació de las entrañas de un partido eurocomunista.

Resulta divertido ver cómo, dentro de los firmantes del llamamiento del Plan B para Europa, los autores de este texto critican a Varoufakis, el más coherente de los títeres “progresistas” del capital en su descarada posición política bersteiniana y salvan la cara de Lafontaine, un líder socialdemócrata del socialdemócrata Die Linke, proveniente del socialdemócrata SPD, siendo que ambos partidos gobiernan juntos varios landers.

Los encajes de bolillos para explicar una supuesta diferencia ideológica profunda entre unas supuestas corrientes “izquierdistas” del Plan B y otras corrientes más a la derecha, dentro de la que significativamente no nombran más que al ex ministro griego, para no incomodar a Podemos (Miguel Urban, eudiputado de Podemos, miembro de Anticapitalistas y firmante del llamamiento) al firmante de la postcomunista IU Alberto Garzón o la señora Colau resultan en la práctica ridículos, sobre todo cuando, tras titular del modo en que lo hacen su artículo y avisar de posibles divisiones entre ambas “corrientes” acaban por afirmar los siguiente:

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

¿Les sorprende a ustedes que los firmantes del texto que les presentó a continuación sean parte de ese movimiento llamado “Otra Europa es posible” cuando es sabido que el capitalismo es irreformable y que, en consecuencia, la UE también lo es? A mí no, como tampoco el papel histórico y presente jugado por la socialdemocracia como caballo de refresco del capitalismo, sea en las versiones de estos señores o de los líderes podemitas y sus correligionarios.

Ante la falta de voluntad revolucionaria y de falta de propuestas reales, la socialdemocracia juega al escondite, a la mitosis, reproduciéndose por partición, y al entretenimiento a una clase trabajadora europea y nacional que con unos o con otros seguirá experimentando las mismas curas de caballo que les aplica el capital a través de sus servidores políticos de turno.

Sin más, les dejo con este divertido intento de cuadrar el círculo de la socialdemocracia clásica y de la renovada, por su patético cinismo tan evidente en su fracaso futuro.

UN PLAN B PARA NO IR A NINGUNA PARTE

Ramón Franquesa/ Pedro Montes/ Joan Tafalla/ Diosdado Toledano. Crónica Popular


Después del encuentro celebrado en París el 23 y 24 de enero pasado, las personas y fuerzas políticas agrupadas en lo que se conoce como el plan B para Europa trasladan su caravana a Madrid los días 19, 20 y 21 febrero.

La puesta en marcha de estas iniciativas revela ante todo la precaria situación en la que se encuentra la Unión europea y el incierto proyecto de integración del Continente. Por mucho que se quiera pasar por alto la desolación social existente, el fracaso de la unión monetaria, el desconcierto político de Europa, es imposible no detectar un gran malestar general y no sentirse en la necesidad y obligación para los que se reclaman de la izquierda de decir algo sobre sobre el mal de fondo, las fracturas en las que se asienta la actual Unión.

A ello responde el llamado plan B, surgido tras el desastre que representó la claudicación del gobierno de Tsipras a la Troika en julio del pasado año. Todo se conmovió en la izquierda, por más que, en nuestro país en particular, se haya extendido un manto de silencio sobre el análisis y consecuencias de lo acontecido. Acaban de celebrarse las elecciones generales y nunca entró en el debate y las propuestas de los partidos el condicionante del tema europeo, y en el embrollo de la investidura se elude contumaz y sistemáticamente la respuesta que será forzoso dar a las exigencias de la Comisión europea, que exige nuevos ajustes y recortes sin tapujo alguno, con independencia del gobierno que se configure. http://planbeuropa.es/llamamiento/

Se agrupan en torno al plan B muchos personajes reconocidos de diferentes países. Inmediatamente se detecta que hay dos posiciones bien diferenciadas, cuya convivencia no podrá tener una gran vigencia temporal. Por un lado, están aquellos que habiendo comprendido correctamente la naturaleza política e ideológica de la unión monetaria, y sus inevitables consecuencias, que tan de manifiesto se han puesto en Grecia y en otros países periféricos, entre ellos España, no cabe otra solución que desmantelar la zona euro, bien sea por un acuerdo colectivo entre los países europeos, o bien sea porque unilateralmente los países estrangulados por el euro se desprendan el dogal que los asfixia. Participantes en París como Oskar Lafontaine, Costa Lapavitsas, Fréderic Lordon o Zoe Konstantopoulou, dejaron nítida su posición a favor de la ruptura de la unión monetaria.

Pero, junto a ellos, participan en esa iniciativa otras personas y organizaciones cuyas propuestas no están claras ni tampoco sus verdaderas intenciones políticas, pues no dejan despejada la respuesta que dar al euro ni tampoco la forma de acabar con el proyecto de la unidad europea levantado a partir del Tratado de Maastricht de 1992. Incluso hablan con desparpajo de “salvar Europa de si misma”, echándose sobre los hombros una responsabilidad que los pueblos nunca han pedido, sino más bien todo lo contrario como lo demuestran cada vez que han sido consultados. Se ha llegado a decir que en el plan B conviden dos almas, y cabe admitirlo así, sin perjuicio de las diferencias y matices que existen en cada una de ellas. (E n una reciente entrevista, Oskar Lafontaine ha mostrado discrepancias claras en relación con los objetivos que viene defendiendo Yanis Varoufakis , famoso ex-ministro griego que abandonó sin más las negociaciones del gobierno de Tsipras con la Troika ).

Desde luego, los promotores del encuentro de Madrid pertenecen sin duda alguna al sector del alma en pena, de los que no se sabe si suben o bajan, a juzgar por el documento lanzado para la convocatoria. La prensa se ha hecho eco de la edición de un manifiesto para la reforma de la Unión europea bajo la fórmula de un plan B. Vista la lista de los primeros firmantes, numerosos, reconocidos nombres, con autoridad legítima unos, con cargos otros, no es sorprendente esa irrupción mediática, ligada además al nombre de Varoufakis.

En el manifiesto es fácil detectar el origen ideológico de su elaboración, por más que siempre hay firmantes para todo, que se dejan seducir fácilmente cuando se habla de democracia y si de asuntos económicos se trata para no quedar descolgados en el limbo de la ignorancia. Son los partidarios del no pero si, tan frecuentes en la política. Los que tan cómodamente se instalan en la confusión y buscan coherencias con argumentos espurios.

Para muchos de ellos, es preciso criticar con mucha crudeza a la Unión europea por sus carencias y política, pero no proponer su liquidación. Paradójicamente denuncian los desastres para los trabajadores y demás capas populares provocados por la globalización que representa la zona euro, pero alegan que tiene la ventaja de que ha impulsado el “internacionalismo”. Afirman que las soluciones no pueden ser nacionales, ni revertir de nuevo la soberanía a los estados-nación, porque es algo superado históricamente, salvo para los gobiernos de cada país para mejor extorsionar a sus pueblos amparándose en la internacionalización del capital. Piensan que realmente no hay solución a los problemas de Europa y de los países miembros en el marco de la unión monetaria, pero ya estamos afortunadamente integrados bajo las exigencias y los dogmas del neoliberalismo y quizás convenga inventar reformas inviables que no supongan rupturas. Se trata de una nueva edición de la política TINA ( There is not alternative) practicada recientemente por el gobierno de Tsipras Todo ello nos recuerda al revisionismo taimado y viejo, arropado de sensibilidad social pero resignado e impotente para evitar lo que se denuncia. Cortinas de humo para alimentar el oscurantismo, no dejar ver con claridad a nadie y taparse las vergüenzas propias.

Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero es muy penoso que tantas firmas ilustres junten su nombre para producir un manifiesto tan pobre, confuso, desorientado e inútil. Muchos cerebros para gestar un ratón de manifiesto tan lamentable, cuando la crisis europea golpea con tanta fuerza y en algunos países de la Unión el dolor y los sufrimientos y su extensión ciudadana alcanzan situaciones dramáticas, al punto de que se pueden avecinar encrucijadas políticas donde opciones siniestras pueden tener su oportunidad, como incluso se menciona en el manifiesto, o plan B.

Que a estas alturas se venga a reconocer que la UE no es democrática y que la política está dominada por los poderes económicos es un gran acierto analítico, si bien ha transcurrido demasiado tiempo para percatarse de ello y para sentirse en la obligación de demostrarlo. En efecto, la Unión europea y el sistema económico capitalista, en su versión más dogmática y neoliberal en que se sustenta, no son democráticos. Pero cabría exponerlo limpiamente, sin mezclar asuntos y sin amalgamar problemas. En Grecia, en julio del pasado año, no hubo un golpe de estado financiero, sino la entrega de un gobierno que, mandatado por los ciudadanos a no negociar nuevos ajustes y recortes, claudicó ante la Troika y aceptó estrangular con más fuerza a los trabajadores y capas populares griegas.

Tampoco aclara mucho citar el triste problema de los refugiados como ligado a la naturaleza de Unión europea, cuando sobre todo es una situación generada por el imperialismo americano y los juegos contradictorios y turbios de otros muchos países. En fin, desde el punto de vista ideológico, decir que las instituciones europeas trabajan a favor de una pequeña minoría es no haber entendido que esa pequeña minoría representa el poder de la gran burguesía europea con sus diferentes tensiones y luchas de poder. No es necesario ridiculizar a Marx para aclarar que en el capitalismo la inmensa mayoría está doblegada y supeditada a los intereses de la minoritaria, pero todopoderosa, clase dominante.

Con ese trasfondo analítico y la trivial conclusión de la falta de democracia en la Unión europea, la inanidad de las propuestas del manifiesto es tan manifiesta que cabe malévolamente pensar que su objetivo no es tanto poner fin a la situación desoladora en tantos sentidos que vive Europa como a confundir la población y darle un respiro a las instituciones europeas. Ante el malestar y las propuestas más radicales que han surgido, como la necesidad de que los países recuperen su soberanía económica y monetaria y abandonen el euro, ya sea cohesionada o aisladamente, el plan B cabe interpretarlo como un programa de viaje a ninguna parte. Como un intento de desviar la atención sobre los verdaderos problemas y sus causas e ilusionar con falsas expectativas a una población desorientada, a través de la potencia mediática que pueden acumular tantas firmas ilustres proclamando la nada.

La ambigüedad, la falta de rigor y la inconcreción de las propuestas como señas del manifiesto no impiden reconocer, como se ha dicho, que participan en torno al Plan B nombres de prestigio que tienen una posición firme y coherente sobre las implicaciones del euro y con la ineludible necesidad de desmontarlo. Toda reacción para combatir la UE actual es bienvenida, pero el tiempo es limitado: no caben debates académicos ni ocurrencias sin fundamento cuando está demostrado de modo fehaciente que la causa más decisiva del colapso de Europa es la unión monetaria.

Dada la existencia de núcleos de rechazo a la Europa de Maastricht y los trabajadores masivamente de una forma u otra se han expresado contra las consecuencias económicas y sociales de la moneda única, los firmantes del manifiesto, con gran sensibilidad política y un sentido acendrado del “internacionalismo”, se proponen generar un espacio de confluencia a escala europea, para luchar contra el "modelo" actual de la política de las instituciones europeas, rompiendo con la austeridad y democratizándolas radicalmente para que se pongan al servicio de la ciudadanía.

Nobles objetivos, aunque el manifiesto no se ocupa de desarrollar como acabar con la austeridad, ni como los países atrapados y en bancarrota con una enorme deuda pueden eludirla, ni cómo resolver las gravísimas contradicciones que encierra la unión monetaria, entre otras los tipos de cambio irrevocables que han desencadenado la crisis actual al provocar profundos desequilibrios económicos y financieros que no podrán corregirse con los vigentes cambios implícitos entre las monedas por países.

A pesar de nuestro desacuerdo con el manifiesto por su huidiza posición y sus desenfocadas propuestas, consideramos que representa una contribución para despertar la conciencia de los ciudadanos sobre el crucial tema de Europa. Esta conciencia es decisiva para afrontar la desolación económica y social que se ha instalado en muchos países”.

En nuestro país, todos los intentos por eludir la cuestión europea serán baldíos. Arrojada por la puerta del debate político sin consideración, la cuestión del euro y de la UE, se colará por la ventana por la sencilla razón de que la Troika amenaza y es muy poderosa y la economía española muy frágil y vulnerable. Los partidarios de cualquiera de las versiones del llamado plan B deberán esforzarse aún mucho para salir de la retórica y para dar una respuesta concreta y real a los problemas reales y concretos de nuestro pueblo.