17 de enero de 2016

LA INVASIÓN A LIBIA FUE POR SU NUEVA DIVISA, LIGADA AL ORO, SEGÚN HILLARY

Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada

Brad Hoff, del Foreign Policy Journal, escudriña más de 3 mil nuevos correos desclasificados de la precandidata presidencial Hillary Clinton, durante su paso por el Departamento de Estado, que "demuestran que el plan de Libia para crear su divisa apuntalada por oro para competir con el euro y el dólar fue un motivo de la intervención de la OTAN" (http://goo.gl/JvA6tv).

La preocupación de la OTAN sobre las reservas de oro y plata (sic) de Khadafi amenazaban al euro como devela el correo de Hillary a su íntimo confidente Sidney Blumenthal –connotado "judío antisionista" (http://goo.gl/6wUYUj)–: "el gobierno de Khadafi posee 143 toneladas de oro y una cantidad similar en plata".

El correo (https://goo.gl/bTpPYS) delata que "este oro fue acumulado antes de la presente rebelión y tenía la intención de ser usado para establecer una divisa panafricana basada en el dinar-oro de Libia. Este plan estaba diseñado para proveer a los países africanos francófonos como alternativa al franco francés (CFA)".

El correo destaca que "los planes de Sarkozy fueron motivados" por cinco puntos: 1) el deseo de ganar una mayor participación en la producción de petróleo de Libia; 2) incrementar la influencia de Francia en Noráfrica; 3) mejorar la situación política interna de Sarkozy; 4) proveer a los militares franceses con una oportunidad para reafirmar su posición en el mundo, y 5) manejar la preocupación de los asesores de Sarkozy sobre los planes a largo plazo de Khadafi para suplantar a Francia como el poder dominante en el África francófona.

La cantidad de oro y plata de Libia estaba valuada en más de 7 mil millones de dólares y los funcionarios del espionaje francés descubrieron el plan justamente después de que empezara la rebelión, y este fue uno de los factores que influyeron en la decisión del presidente Nicolas Sarkozy para comprometer a Francia en el ataque a Libia.

¿Por qué la selectiva desclasificación devela los intereses de Francia y censura los de Estados Unidos?

Resultó vulgar hoja de parra la publicitada noble defensa de los "derechos humanos" en Libia y la mendaz doctrina "Responsabilidad para Proteger (R2P)" del gabinete Obama.

No es ninguna sorpresa que Hillary, íntima del megaespeculador "judío-estadunidense" ( Haaretz dixit) George Soros –uno de los máximos criminales de la finanzas globales (http://goo.gl/lNn9c5)–, haya defendido los intereses hegemónicos de Wall Street cuando ha sido remunerada por sus 12 conferencias a los megabancos con casi 3 millones de dólares, entre las que resaltan 675 mil dólares por una sola conferencia al vilipendiado banco de inversiones Goldman Sachs (http://goo.gl/V44aUC).

En realidad, Hillary descolgó 2.3 millones de dólares por tres conferencias a Goldman Sachs.

La interconectividad financierista entre la polémica Fundación Clinton (http://goo.gl/EPaCLo), George Soros (http://goo.gl/y1rpR8) y Goldman Sachs (http://goo.gl/H46Bpc) eriza los cabellos más castos.

Cuando Hillary fue secretaria de Estado, su marido, el ex presidente Bill, ganó 17 millones de dólares en conferencias a los megabancos.

La agraciada pareja ostenta una riqueza de 140 millones de dólares (http://goo.gl/xY809B), gran parte por sus gratificadas conferencias (http://goo.gl/S1VkGn), cuando persiste la controversia de que Hillary usó, en su cuenta privada, la información clasificada del Departamento de Estado (http://goo.gl/USsKz0).

El oro, la plata y el gas de Libia valieron la caníbal sodomización (literal) de Khadafi, que comporta mucha similitud con el derrocamiento del otrora aliado de Estados Unidos Saddam Hussein, quien se atrevió a planear el cobro del petróleo iraquí en oro.

Para el sistema financierista de Wall Street/La City (Londres), cualquier pretensión de mermar la hegemonía del dólar (http://goo.gl/aSG5rc) es de lesa majestad y significa un casus belli, en paralelo a la osadía de las seis petromonarquías árabes del Golfo en haber ideado el gulfo (http://goo.gl/yP8cWT), lo cual explica gran parte de la dinámica en la Península Arábiga a sus dos lados, tanto del Golfo Pérsico como del Mar Rojo.

Resultó correcta mi hipótesis operativa de hace casi cinco años “El botín del saqueo en Libia: ‘fondos soberanos de riqueza’, divisas, hidrocarburos, oro y agua”.

Vale rememorar: “La suerte del coronel Khadafi se selló cuando cayó en la trampa financiera que le tendieron Baby Bush, Blair y Sarkozy a finales de 2003 gracias a su insensata ‘apertura’ de los hidrocarburos libios, la privatización neoliberal de sus 16 bancos estatales y el control del banco central por los ‘recursos humanos’ formados en la banca londinense” (http://goo.gl/mDt8lQ). Puse en relieve" el grado de ingenuidad aldeana en finanzas israelí-anglosajonas de la oclocracia del coronel Khadafi, quien acabó acostándose con sus enemigos, quienes lo exprimieron para luego arrojarlo a las fauces de las fieras bancarias de rapiña de la globalización neoliberal".

"Extrañamente", Khadafi sufrió enormes pérdidas de sus "fondos soberanos de riqueza" de 150 mil millones de dólares –"manejados por Goldman Sachs, que perdió el 98.5 por ciento"–, sin contar los entonces 107 mil millones de dólares de reservas (lugar 22 del mundo hasta 2010), que se evaporaron, mientras "el gobierno de Estados Unidos había hipotecado 37 mil millones de dólares" de "Libia".

Fue evidente el suicidio financierista del coronel Khadafi, que "llegó hasta colocar parte de su fortuna con el Grupo Carlyle (del nepotismo bushiano) y hasta con Och-Ziff Capital Management Group" (instrumento del sionismo jázaro en Nueva York).

¿Dónde se esfumó la fortuna en "liquidez" de Libia, que alcanzó un millón de millones, según el portal israelí Debka (25/8/11)?

¿Que será de los “60 mil millones de barriles de petróleo de la mejor calidad ‘ligera’, los mil 500 millones de metros cúbicos de gas y las pletóricas reservas de agua fresca (el mayor manto acuífero subterráneo del planeta)”?

Fue cuando inquirí: “¿Cuantas ‘Libias’ más necesita la banca de la OTAN para intentar salvarse de su quiebra financiera y su inexorable decadencia?”

En una entrevista hace casi cinco años al Correo del Orinoco aduje cómo la OTAN opera también como "banco" (http://goo.gl/jjwT7E).

Hoy Israel ostenta mayores reservas, 90 mil millones de dólares (http://goo.gl/90q3hL), que Libia (89 mil millones de dólares), al borde de la balcanización, para no dejar rastro alguno, diseñada por el eje israelí-anglosajón.

En 2014 el crecimiento de Libia fue negativo: -24 por ciento, y podría perder sus reservas foráneas en 2019, según el FMI (http://goo.gl/K1qEtl).

¿El "banco de la OTAN" depara el mismo destino a Arabia Saudita, cuyas reservas se han mermado en 110. 316 millones de dólares de su máximo histórico de 737 mil?

La gran enseñanza es que los motivos "humanitarios" aducidos por la OTAN en sus invasiones no tienen nada que ver con sus verdaderos objetivos "desclasificados", mientras asistimos a una expropiación de las reservas de divisas de los otrora inmensamente ricos países árabes: desde Libia hasta las seis petromonarquías árabes del Golfo Pérsico, que se encuentran en la mira de la codicia de la banca israelí-anglosajona de Wall Street/La City (Londres).

Nos encontramos de lleno en una guerra de reservas de divisas/oro/plata en el mundo.

15 de enero de 2016

EN EL 97 ANIVERSARIO DEL ASESINATO DE ROSA LUXEMBURG Y KARL LIEBKNECHT

Último texto escrito por Rosa Luxemburg el 14 de Enero de 1919, el día antes de su asesinato por orden del ministro socialdemócrata (SPD) Friedrich Ebert a manos de las milicias fascistas de los “Freikorps”:

El orden reina en Berlín

Rosa Luxemburg, 14 de enero de 1919

"El orden reina en Varsovia", anunció el ministro Sebastiani a la Cámara de París en 1831 cuando, después de haber lanzado su terrible asalto sobre el barrio de Praga, la soldadesca de Paskievitch había entrado en la capital polaca para dar comienzo a su trabajo de verdugos contra los insurgentes.

¡El orden reina en Berlín!”, proclama triunfante la prensa burguesa, proclaman Ebert y Noske (1), proclaman los oficiales de las “tropas victoriosas” a las que la chusma pequeñoburguesa de Berlín acoge en las calles agitando sus pañuelos y lanzando sus ¡hurras! La gloria y el honor de las armas alemanas se han salvado ante la historia mundial. Los lamentables vencidos de Flandes y de las Ardenas han restablecido su renombre con una brillante victoria sobre... los 300 “espartaquistas” del Vorwärts. Las gestas del primer y glorioso avance de las tropas alemanas sobre Bélgica, las gestas del general von Emmich, el vencedor de Lieja, palidecen ante las hazañas de Reinhardt y Cía., en las calles de Berlín. Parlamentarios que habían acudido a negociar la rendición del Vorwärts asesinados, destrozados a golpes de culata por la soldadesca gubernamental hasta el punto de que sus cadáveres eran completamente irreconocibles, prisioneros colgados de la pared y asesinados de tal forma que tenían el cráneo roto y la masa cerebral esparcida: ¿quién piensa ya a la vista de estas gloriosas hazañas en las vergonzosas derrotas ante franceses, ingleses y americanos? “Espartaco” (2) se llama el enemigo y Berlín el lugar donde nuestros oficiales entienden que han de vencer. Noske, el “obrero”, se llama el general que sabe organizar victorias allí donde Ludendorff ha fracasado.

¿Cómo no pensar aquí en la borrachera de victoria de la jauría que impuso el “orden” en París, en la bacanal de la burguesía sobre los cadáveres de los luchadores de la Comuna? ¡Esa misma burguesía que acaba de capitular vergonzosamente ante los prusianos y de abandonar la capital del país al enemigo exterior para poner pies en polvorosa como el último de los cobardes! Pero frente a los proletarios de París, hambrientos y mal armados, contra sus mujeres e hijos indefensos, ¡cómo volvía a florecer el coraje viril de los hijitos de la burguesía, de la “juventud dorada”, de los oficiales! ¡Cómo se desató la bravura de esos hijos de Marte humillados poco antes ante el enemigo exterior ahora que se trataba de ser bestialmente crueles con indefensos, con prisioneros, con caídos!

¡El orden reina en Varsovia!”, “¡El orden reina en París!”, “¡El orden reina en Berlín!”, esto es lo que proclaman los guardianes del “orden” cada medio siglo de un centro a otro de la lucha histórico-mundial. Y esos eufóricos “vencedores” no se percatan de que un “orden” que periódicamente ha de ser mantenido con esas carnicerías sangrientas marcha ineluctablemente hacia su fin. ¿Qué ha sido esta última “Semana de Espartaco” en Berlín, qué ha traído consigo, qué enseñanzas nos aporta? Aun en medio de la lucha, en medio del clamor de victoria de la contrarrevolución han de hacer los proletarios revolucionarios el balance de lo acontecido, han de medir los acontecimientos y sus resultados según la gran medida de la historia. La revolución no tiene tiempo que perder, la revolución sigue avanzando hacia sus grandes metas aun por encima de las tumbas abiertas, por encima de las “victorias” y de las “derrotas”. La primera tarea de los combatientes por el socialismo internacional es seguir con lucidez sus líneas de fuerza, sus caminos.

¿Podía esperarse una victoria definitiva del proletariado revolucionario en el presente enfrentamiento, podía esperarse la caída de los Ebert-Scheidemann y la instauración de la dictadura socialista? Desde luego que no si se toman en consideración la totalidad de los elementos que deciden sobre la cuestión. La herida abierta de la causa revolucionaria en el momento actual, la inmadurez política de la masa de los soldados, que todavía se dejan manipular por sus oficiales con fines antipopulares y contrarrevolucionarios, es ya una prueba de que en el presente choque no era posible esperar una victoria duradera de la revolución. Por otra parte, esta inmadurez del elemento militar no es sino un síntoma de la inmadurez general de la revolución alemana.

El campo, que es de donde procede un gran porcentaje de la masa de soldados, sigue sin estar apenas tocado por la revolución. Berlín sigue estando hasta ahora prácticamente aislado del resto del país. Es cierto que en provincias los centros revolucionarios –Renania, la costa norte, Braunschweig, Sajonia, Württemberg- están con cuerpo y alma al lado de los proletarios de Berlín. Pero lo que sobre todo falta es coordinación en la marcha hacia adelante, la acción común directa que le daría una eficacia incomparablemente superior a la ofensiva y a la rapidez de movilización de la clase obrera berlinesa. Por otra parte, las luchas económicas, la verdadera fuerza volcánica que impulsa hacia adelante la lucha de clases revolucionaria, están todavía –lo que no deja de tener profundas relaciones con las insuficiencias políticas de la revolución apuntadas– en su estadio inicial.

De todo esto se desprende que en este momento era imposible pensar en una victoria duradera y definitiva. ¿Ha sido por ello un “error” la lucha de la última semana? Sí, si se hubiera tratado meramente de una “ofensiva” intencionada, de lo que se llama un “putsch”. Sin embargo, ¿cuál fue el punto de partida de la última semana de lucha? Al igual que en todos los casos anteriores, al igual que el 6 de diciembre y el 24 de diciembre: ¡una brutal provocación del gobierno! Igual que el baño de sangre a que fueron sometidos manifestantes indefensos de la Chausseestrasse e igual que la carnicería de los marineros, en esta ocasión el asalto a la jefatura de policía de Berlín fue la causa de todos los acontecimientos posteriores. La revolución no opera como le viene en gana, no marcha en campo abierto, según un plan inteligentemente concebido por los “estrategas”. Sus enemigos también tienen la iniciativa, sí, y la emplean por regla general más que la misma revolución.

Ante el hecho de la descarada provocación por parte de los Ebert-Scheidemann, la clase obrera revolucionaria se vio obligada a recurrir a las armas. Para la revolución era una cuestión de honor dar inmediatamente la más enérgica respuesta al ataque, so pena de que la contrarrevolución creciese con su nuevo paso adelante y de que las filas revolucionarias del proletariado y el crédito moral de la revolución alemana en la Internacional sufriesen grandes pérdidas.

Por lo demás, la inmediata resistencia que opusieron las masas berlinesas fue tan espontánea y llena de una energía tan evidente que la victoria moral estuvo desde el primer momento de parte de la “calle”.

Pero hay una ley vital interna de la revolución que dice que nunca hay que pararse, sumirse en la inacción, en la pasividad después de haber dado un primer paso adelante. La mejor defensa es el ataque. Esta regla elemental de toda lucha rige sobre todos los pasos de la revolución. Era evidente –y haberlo comprendido así testimonia el sano instinto, la fuerza interior siempre dispuesta del proletariado berlinés– que no podía darse por satisfecho con reponer a Eichhorn en su puesto. Espontáneamente se lanzó a la ocupación de otros centros de poder de la contrarrevolución: la prensa burguesa, las agencias oficiosas de prensa, el Vorwärts. Todas estas medidas surgieron entre las masas a partir del convencimiento de que la contrarrevolución, por su parte, no se iba a conformar con la derrota sufrida, sino que iba a buscar una prueba de fuerza general.

Aquí también nos encontramos ante una de las grandes leyes históricas de la revolución frente a la que se estrellan todas las habilidades y sabidurías de los pequeños “revolucionarios” al estilo de los del USP, que en cada lucha sólo se afanan en buscar una cosa, pretextos para la retirada. Una vez que el problema fundamental de una revolución ha sido planteado con total claridad -y ese problema es en esta revolución el derrocamiento del gobierno Ebert-Scheidemann, en tanto que primer obstáculo para la victoria del socialismo- entonces ese problema no deja de aparecer una y otra vez en toda su actualidad y con la fatalidad de una ley natural; todo episodio aislado de la lucha hace aparecer el problema con todas sus dimensiones por poco preparada que esté la revolución para darle solución, por poco madura que sea todavía la situación. “¡Abajo Ebert-Scheidemann!”, es la consigna que aparece inevitablemente a cada crisis revolucionaria en tanto que única fórmula que agota todos los conflictos parciales y que, por su lógica interna, se quiera o no, empuja todo episodio de lucha a sus más extremas consecuencias.

De esta contradicción entre el carácter extremo de las tareas a realizar y la inmadurez de las condiciones previas para su solución en la fase inicial del desarrollo revolucionario resulta que cada lucha se salda formalmente con una derrota. ¡Pero la revolución es la única forma de “guerra” -también es ésta una ley muy peculiar de ella- en la que la victoria final sólo puede ser preparada a través de una serie de “derrotas”!

¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo -si se consideran las luchas revolucionarias- está sembrado de grandes derrotas.

Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas “derrotas”, de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy, que hemos llegado extraordinariamente cerca de la batalla final de la lucha de clases del proletariado, nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.

Las luchas revolucionarias son justo lo opuesto a las luchas parlamentarias. En Alemania hemos tenido, a lo largo de cuatro decenios, sonoras “victorias” parlamentarias, íbamos precisamente de victoria en victoria. Y el resultado de todo ello fue, cuando llegó el día de la gran prueba histórica, cuando llegó el 4 de agosto de 1914, una aniquiladora derrota política y moral, un naufragio inaudito, una bancarrota sin precedentes. Las revoluciones, por el contrario, no nos han aportado hasta ahora sino graves derrotas, pero esas derrotas inevitables han ido acumulando una tras otra la necesaria garantía de que alcanzaremos la victoria final en el futuro.

¡Pero con una condición! Es necesario indagar en qué condiciones se han producido en cada caso las derrotas. La derrota, ¿ha sobrevenido porque la energía combativa de las masas se ha estrellado contra las barreras de unas condiciones históricas inmaduras o se ha debido a la tibieza, a la indecisión, a la debilidad interna que ha acabado paralizando la acción revolucionaria?

Ejemplos clásicos de ambas posibilidades son, respectivamente, la revolución de febrero en Francia y la revolución de marzo alemana. La heroica acción del proletariado de París en 1848 ha sido fuente viva de energía de clase para todo el proletariado internacional. Por el contrario las miserias de la revolución de marzo en Alemania han entorpecido la marcha de todo el moderno desarrollo alemán igual que una bola de hierro atada a los pies. Han ejercido su influencia a lo largo de toda la particular historia de la Socialdemocracia oficial alemana llegando incluso a repercutir en los más recientes acontecimientos de la revolución alemana, incluso en la dramática crisis que acabamos de vivir.

¿Qué podemos decir de la derrota sufrida en esta llamada Semana de Espartaco a la luz de las cuestiones históricas aludidas más arriba? ¿Ha sido una derrota causada por el ímpetu de la energía revolucionaria chocando contra la inmadurez de la situación o se ha debido a las debilidades e indecisiones de nuestra acción?

¡Las dos cosas a la vez! El carácter doble de esta crisis, la contradicción entre la intervención ofensiva, llena de fuerza, decidida, de las masas berlinesas y la indecisión, las vacilaciones, la timidez de la dirección ha sido uno de los datos peculiares del más reciente episodio.

La dirección ha fracasado. Pero la dirección puede y debe ser creada de nuevo por las masas y a partir de las masas. Las masas son lo decisivo, ellas son la roca sobre la que se basa la victoria final de la revolución. Las masas han estado a la altura, ellas han hecho de esta “derrota” una pieza más de esa serie de derrotas históricas que constituyen el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y por eso, del tronco de esta “derrota” florecerá la victoria futura.

¡El orden reina en Berlín!”, ¡esbirros estúpidos! Vuestro orden está edificado sobre arena. La revolución, mañana ya “se elevará de nuevo con estruendo hacia lo alto” y proclamará, para terror vuestro, entre sonido de trompetas: ¡Fui, soy y seré!