10 de septiembre de 2015

MELODÍA POPULISTA: DULCE QUE TE QUIERO DULCE

Armando B. Ginés. Diario Octubre

El populismo de izquierdas se mueve a golpe de coyuntura, mediante mensajes radicales inconexos pero sin horizontes ideológicos que tracen una estrategia política coherente a medio y largo plazo.

Su terreno propicio reside en un anticapitalismo de discurso puntual, vestido de truenos muy sonoros vacíos de convicciones sólidas y contenido real.

Ese nuevo populismo no es más que la vieja socialdemocracia adaptada a los tiempos posmodernos de la crisis y el caos permanente. Por esa razón resulta necesaria una reivindicación consecuente del concepto comunista: para dar la batalla ideológica de una forma más o menos organizada al sistema imperante en la globalidad neoliberal con objetivos claros y concretos de alcance internacional. Sin la unión de diversas fuerzas representativas de la clase trabajadora en todo el mundo, la lucha será ineficaz y meramente testimonial.

Ahora mismo, la clase trabajadora no tiene conciencia de sí. La inmensa mayoría de la población se encuadra dentro de las denominadas sociológicamente clases medias, un espacio amorfo donde cabe todo y en el cual se diluyen las capacidades y energías políticas del pueblo llano.

El momento actual, plagado de contradicciones ideológicas, tiene como motivo fundamental y causa preponderante para la situación a la deriva de la izquierda en su conjunto la ausencia de un sujeto político que otorgue consistencia plena a sus programas de acción social.

Decir que no existe sujeto actuante es una evidencia más que manifiesta al haber desertado de sus funciones históricas la antigua clase trabajadora, tanto por razones internas como externas: el capitalismo subvencionado de los estados del bienestar creó unas elites sindicales abocadas al pacto como única meta política, mientras que la propaganda capitalista vendía su producto de progreso constante como la panacea de todos los males inherentes al régimen.

A través del consumo masivo de fetiches materiales e inmateriales la clase trabajadora ha ido olvidando sus horizontes ideológicos y sus reivindicaciones por una sociedad de iguales sin explotadores ni explotados.

Ganar unas elecciones generales no es vencer al capitalismo ni deshacer de cuajo las contradicciones de clase. Véase el ejemplo de Syriza: mucho ruido mediático para pocas nueces políticas. Y ahora, otra vez a aliarse con la derecha o el bipartidismo clásico.
El populismo de izquierdas nos ofrece más de lo mismo con ropajes muy chics que van de la sofisticación intelectual a la campechanía popular para llegar a diferentes esferas ambientales o nichos particulares de la sociedad actual.

Los votos son importantes, sin embargo lo esencial sería saber reunir voluntades concienciadas de cuáles son las colosales fuerzas reaccionarias que hay que enfrentar y adónde se pretende llegar en el impulso político contra la derecha y las castas dominantes.

Los atajos en política siempre han terminado dándose de bruces con las estructuras capitalistas y la cultura cotidiana que le ofrece cobijo ideológico. Nunca hay que olvidar que los votos en las democracias occidentales son veleidosos y coyunturales, prisioneros de las directrices emanadas de los principales medios de comunicación. La masa se mueve mejor a través de emociones inmediatas y siguiendo las consignas fáciles de los gurús e iconos más populares del momento.

Pensar, así a lo bruto e ilusionado, que el monárquico PSOE más la heterogénea amalgama de Podemos, con el concurso parcial de las huestes rosas de IU, pueden reformar el capitalismo español de un modo radical y socialista es creer en el misterio de la santísima trinidad (*)

¿Qué sujeto político llevará a cabo la transformación de las estructuras estatales, incluidos el ejército y la policía? ¿Los parados? ¿Los inmigrantes? ¿Los activistas de cualquier noble causa? ¿Los trabajadores en precario? ¿Los intelectuales mediáticos posmodernos? ¿Las personas desencantadas o las abstencionistas recurrentes? ¿La burguesía ilustrada de oenegé biempensante y solidaria?

Una mezcla tan variopinta y con intereses a veces contrapuestos no toma cuerpo de la noche a la mañana ni se convierte en sujeto político por arte de magia. Las mayorías electorales sin base ideológica fuerte suelen evaporarse en un santiamén: lo que dura duro el populismo de miras cortas.

¡Qué fácil sería hacer la revolución con eslóganes creativos y música alternativa de cantautor underground de buen rollo! Que los empresarios cesaran en sus roles y menesteres habituales y los mercados saltaran por los aires a voluntad propia. Como en el cuento tradicional del flautista de Hamelin, que todas las ratas y contradicciones capitalistas (¡y también las castas!) siguieran la melodía de la armonía populista de izquierdas y se autoinmolaran en el ancho río de la fraternidad, la solidaridad y la libertad. Demasiado bonito para que fuese cierto. ¿O no?

(*) El asterisco y su desarrollo es introducción del editor de este blog. Los partidos sistémicos, y los 3 citados en el artículo lo son, no es que no "puedan" "reformar el capitalismo español". Es que no se les pasa por la cabeza ni en un ataque de escarlatina, que produce manchas de color rojo en la piel. Otra cosa es que haya personas en sus bases, cada vez quedan dentro de ellos menos personas que tal piensen, que se lo planteen. De revolución socialista ni hablamos. La combatirían frontalmente, como en su día hizo el SPD alemán con la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

9 de septiembre de 2015

QUÉ NO ES Y QUÉ ES EL ESPACIO DE ENCUENTRO COMUNISTA

Por Marat

Los comunistas que me conocen saben que no soy depositario de esencia ortodoxa alguna ni persona cerrada en mis posiciones.

Pero desde que un conjunto de comunistas de diversas procedencias y experiencias comenzamos a coincidir en la necesidad de crear un espacio de encuentro comunista y aquella idea fue tomando cuerpo en blogs, reuniones (muchas), documentos de trabajo y texto de convocatoria, hemos observado ciertos fenómenos que exigen clarificar a algunos lo que no somos, para que nadie se llame a engaño. Esto sin pretender definir previamente el campo de juego pero sí determinando a qué no vamos a jugar:

  •      No somos el orfanato de nadie que se haya quedado o se esté quedando sin referentes, siglas o partido. Eso dice muy poco de lo que cabe esperar de un comunista.
  •      No somos la agencia de colocación de quienes se hayan quedado sin cargos, salarios o posibilidades de promoción dentro de alguna organización en proceso de harakiri. Lo nuestro no es el parlamentarismo. Para ser más claro, la mafia de Ángel Pérez y sus mariachis profesionales de la política no caben aquí. Que prueben con Florentino Pérez, que igual les recibe un sirviente por la puerta de servicio pars decirles que "el señorito" no está en casa. 
  •      No somos ninguna plataforma de grupos comunistas de cara a un proceso de unidad ni ante ninguna convocatoria electoral futura. Somos bastante menos ambiciosos. Nos conformamos con la reconstrucción del diálogo, la colaboración fraterna entre comunistas, la reconstrucción del discurso marxista, la formación de cuadros y la preparación de un espacio de intervención dentro de los procesos de luchas de clases. Casi nada.
  •      No somos ningún proyecto “ilusionante” para “la gente” ilusa. Somos un agrupamiento de trabajadores con conciencia de clase. Bienvenida sea la esperanza siempre que se asiente en el trabajo militante y en razones concretas que la justifiquen y no en el voluntarismo de quien espera que caigan las manzanas del árbol por su propio peso sin esfuerzo ni compromiso alguno en su recolecta.
  • No somos tampoco un grupo de dogmáticos con una concepción del marxismo encorsetado por 100 guiones y concebido más como una "fe del carbonero" que como una teoría viva para la praxis revolucionaria de agitar el mundo para cambiarlo de base. Cuando decimos en nuestra convocatoria que “debemos dejar respirar al marxismo como teoría viva y transformadora para que refuerce su condición de terreno fértilen el que se promueve el debate, la reflexión y la práctica, sin llaves secretas que dan la razón a unos elegidos” es precisamente porque eso es lo que pretendemos que sea la lectura del marxismo que debe hacer un comunista y no otra.
  •      No somos un partido virtual de ciberrevolucionarios ni vamos a propiciar el debate por el debate en ese gallinero llamado redes sociales, donde no se sabe quién es quién. El que se aburra que coja un libro o vea el “sálvame” político de La Sexta. El debate político en el seno de las organizaciones y en las asambleas pero con contenidos y objetivos concretos. Los bucles eternos que no conducen a ningún lado queden para los residuos de la “indignación”.
  •      No somos un proyecto ciudadanista, interclasista ni transversal. Defendemos en primer lugar los intereses de la clase trabajadora y la lucha de clases contra el capital. Las clases intermedias que se han visto estos años golpeadas por la crisis no nos son indiferentes pero tendrán que elegir en cuál de los dos campos se sitúan: el del capitalismo o el del socialismo porque van a ser cercenadas por el sistema. Y no vamos a supeditar la defensa de nuestra clase para sacar, en primer lugar, las castañas del fuego a la clase media, que fundamentalmente quiere volver a los buenos años dorados del consumo a crédito.
  •      No somos un proyecto que pretenda organizarse al margen de los partidos comunistas existentes para crear otro partidito más sino un lugar en el que comunistas con o sin partido puedan trabajar, debatir, pensar, formarse y elaborar juntos, sin partido guía y sin  organización de capillitas por cuotas de representación.
  •      No negamos, sino que afirmamos el carácter insurreccional de nuestro proyecto, la destrucción, no reforma, del capitalismo y la dictadura del proletariado, no esa necedad en la que han convertido el concepto de “hegemonía”  gramsciana los socialdemócratas y podemitas.
Puede que marquemos el terreno de debate algo más de lo que muchos esperan pero no deseamos que ninguna expectativa quede frustrada por una inexacta comunicación de cuáles son nuestras líneas rojas.

Si éstas les asustan a algunos, quédense con las syrizas españolas en su viaje a ninguna parte. Con una en Grecia y las consecuencias de su experimento de disidencia controlada de clase media ya tenemos de sobra quienes aspiramos a una sociedad socialista por y para la clase trabajadora y no a un “capitalismo de rostro humano.”. O con cualquiera de las marcas que el supermercado electoral les ofrece. Las diferencias principales entre ellas son de nombre y envase.

Cualquier intento de desembarco por parte de proyectos moribundos será cortado de raíz.

Marcadas estas líneas rojas, de lo que somos y lo que seremos queda todo por decidir. Que sea un proyecto abierto para un debate colectivo no significa que nos valga todo o que perdamos el tiempo al estilo de esos movimientos o partidos burbuja tan fáciles de pinchar por sus promotores en la sombra.