23 de abril de 2014

VALLS SE ENFRENTA A UNA REBELIÓN SOCIALISTA

Lo primero que hizo Valls al asumir el gobierno
francés fue presentar un plan destinado
a reducir en unos 50 mil millones de euros
los gastos públicos. Imagen: AFP
El Primer Ministro francés pierde apoyo interno a su política económica de austeridad. 

Eduardo Febbro. Página 12

El gobierno francés está a un paso de no contar con la mayoría parlamentaria necesaria para aprobar el 29 de abril el “programa de estabilidad”, considerado por el ala más de izquierda del PS como un plan de ajuste.

La política de austeridad promovida por el presidente socialista François Hollande encontró su mejor adversario en el seno de la mayoría socialista gobernante. El jefe del Estado y su primer ministro, Manuel Valls, están a un paso de no contar con la mayoría necesaria para aprobar el “programa de estabilidad” que debe ser votado el próximo 29 de abril en la Asamblea Nacional a raíz de una rebelión protagonizada por un grupo de parlamentarios socialistas. Los apoyos internos necesarios al despliegue de un plan de costosas consecuencias sociales y privilegios para las empresas tambalean cada semana. El bloque presidencial lleva meses tratando de evitar la fractura. Esta, sin embargo, se plasmó luego de la estruendosa derrota de los socialistas en las elecciones municipales de finales de marzo, donde perdieron una gran parte de las ciudades medianas que controlaban. Hollande operó un cambio de gabinete y puso a la cabeza del Ejecutivo a un representante del llamado socialismo liberal, Manuel Valls. La figura fue distinta pero no la línea política. Lo primero que hizo Valls fue presentar un plan destinado a reducir en unos 50 mil millones de euros los gastos públicos. El cambio fue histórico porque el ahorro tocaba en buena medida la política de protección social.

Los socialistas que ya se habían manifestado antes de las elecciones municipales para poner en tela de juicio la carga impositiva, los recortes y el conjunto de medidas destinadas a respetar en 2015 el límite del 3 por ciento de déficit del PIB impuesto por la Unión Europea volvieron a la carga. Unos cien parlamentarios del PS le escribieron a Manuel Valls y denunciaron un “plan económicamente peligroso”, cuyas consecuencias, para ellos, implicaba “retrocesos sociales y perturbaciones en los servicios públicos ineluctables”. El segundo acto de esta revuelta consiste hoy en poner sobre la mesa un plan de economía, distinto al que preparó Valls, es decir, en evitar que se recorten los beneficios sociales previstos inicialmente. Hasta esta semana, inamovible, el gobierno siguió promoviendo su panacea liberal como única alternativa, mientras varios parlamentarios de la mayoría se declaraban “aterrados” o confesaban que sentían que se habían “burlado” de ellos. En resumen, Hollande se fijó una meta diametralmente distinta a la hoja de ruta presentada durante la campaña electoral que condujo a su victoria en 2012. Debe haber pocos ejemplos tan descarados como el que simboliza el presidente Hollande: hacer caso omiso de las promesas, de la mayoría que lo votó, de su propia mayoría parlamentaria y seguir una política más aguda que la derecha que estaba en el poder hasta hace dos años ha sido su “frecuencia” política. Mi “enemigo” es “la finanza”, había dicho Hollande cuando se lanzó en la campaña.

La aritmética de las reformas se le complica ahora con la rebelión de los parlamentarios que promueven una iniciativa alternativa a la que el Ejecutivo busca implementar. En las filas del PS se habla de “bronca mayor y de “desasosiego”. Para muchos, se hace obvio que, en su versión actual, el programa económico chocará con la oposición de un consistente segmento de los socialistas. Para evitar ese desastre, diputados del PS que integran la Comisión de Finanzas han elaborado medidas alternativas a fin de garantizar la aprobación del coquetamente llamado “programa de estabilidad”. El gobierno les pone nombres muy lindos a las cosas. Por ejemplo, el dispositivo mediante el cual las empresas se beneficiarán con unos 50 mil millones de euros de reducción de las cargas patronales se llama “pacto de responsabilidad”, y el que el gobierno prometió para las familias se llama “pacto de solidaridad”. Estabilidad, solidaridad, responsabilidad y, al final, una colosal fractura.

Se trata en estos momentos de encontrar un punto de equilibrio entre el Ejecutivo y la mayoría, ya que, hasta ahora, el gobierno hizo como si esa mayoría no existiera o estuviera a sus pies. El diario Le Monde reveló una nota del grupo de trabajo informal oriundo de la Comisión de Finanzas en la cual este núcleo de parlamentarios socialistas evoca “otra trayectoria para las economías”. Los parlamentarios cuestionan tanto la forma como el propósito diseñado por el Ejecutivo para ahorrar 50 mil millones de euros. Estos socialdisidentes alegan que “el poder adquisitivo de los franceses se ha visto muy afectado por los esfuerzos presupuestarios y no es posible pedir más”. Entre los cambios que adelantan, figura la idea de que no se congelen los beneficios sociales previstos en el plan oficialista –cerca de dos mil millones de euros de economías–. De hecho, desde que llegó al poder, Hollande viene dando tijeretazos múltiples en las ramas de los beneficios sociales. El jefe del Estado corta con tijeras de oro los magros ahorros de quienes poco tienen.

Los sectores más liberales celebran con champagne helado la osadía del presidente: terminar de sepultar el socialismo. Los conjurados socialistas no se oponen a que se economicen 50 mil millones de euros, pero sí a que esto recaiga en las clases medias y menos medias que ya pagaron un alto tributo. El ajuste fiscal teledirigido desde Bruselas, ideado por Alemania y defendido por el Ejecutivo, contempla el congelamiento de los salarios de los funcionarios, de varias prestaciones sociales –jubilación por ejemplo– sin la más tímida contrapartida exigida al gran patronato, el cual, sin explicar ni cómo ni de dónde, jura sobre el código laboral que esas medidas crearán cientos de miles de empleos. Ese optimismo liberal se ve diariamente matizado por otros estudios que advierten que, contrariamente a lo que se cree, el cóctel de austeridad y recortes en vez de impulsar la economía sólo creará más pobreza y, desde luego, beneficios para las empresas.

El gobierno no tiene otro camino que consensuar con los rebeldes. Hollande ya no cuenta ni con el voto de los comunistas ni con el del Frente de Izquierda, de JeanLuc Mélenchon, ni con el de los ecologistas. Sólo le quedan sus propios parlamentarios para cuajar una mayoría. Ello no quita ni un solo ingrediente a la lamentable comedia política que ofrecen los socialistas. El nuevo primer secretario del PS, Jean Christophe Cambadélis, se ofuscó con los rebeldes en nombre del principio según el cual está bien protestar contra la derecha, mientras que al primer ministro Valls se le debe una “exigente solidaridad”. Los electores que votaron a los parlamentarios que hoy salen a la arena contra su propio gobierno no parecen tener existencia alguna. El socialismo gobernante se asemeja mucho a esas actrices de comedia musical que se cambian muchas veces de ropa durante el espectáculo. Rojo, azul, harapos, polleras, escotes y ropa de monja. Jean Christophe Cambadélis dirige hoy el PS, pero hace un año, cuando era vicepresidente del Partido Socialista Europeo (PSE), escribió un rotundo alegato contra las políticas que defiende en estos días. El texto de Cambadélis denunciaba el hecho de que el “proyecto comunitario está herido por una alianza de circunstancia entre los acentos thatcherianos del primer ministro británico –quien sólo concibe Europa como un menú y a bajo precio– y la intransigencia egoísta de la canciller Merkel, la cual sólo piensa en los ahorristas de Alemania, en la balanza comercial de Berlín y en su porvenir electoral”. La misma farsa está en el origen con el famoso “mi enemigo es la finanza” de Hollande. El poder cambia las ideas. En la Francia del siglo XXI parece que para contener la dicta-austeridad hay que votar a la derecha.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
La insistencia en llamar socialistas a cualquiera que milite en los autodenominados PP.SS. (Partidos Socialistas) es digna de mejor causa. Hoy no hay socialistas en dichos partidos -tampoco en el PSF-.  A lo sumo algún socialdemócrata despistado (la fracción que ahora se rebela en las filas parlamentarias de dicho partido) entre la inmensa mayoría de social-liberales, ya estén en estos en sus direcciones, en los parlamentos o en las bases. 

Aún así ya podríamos habernos dado los trabajadores españoles con una piedra de granito en mitad de los dientes si dentro del PSOE hubiera habido algún conato de rebelión ante la brutalidad de las medidas del último período Zapatero, no digo de un tercio de sus parlamentarios, como en el caso francés, sino siquiera de una décima parte de los mismos. 

Aquí, desde que llegó a la dirección del PSOE el "clan sevillano de la tortilla", todos son, casi sin excepción, otánicos, liberales y desclasados.

LA CRISIS ES CULPA DE… ¿LOS POLÍTICOS?

marxismoirreverente.wordpress.com

Llevamos más de seis años de crisis económica, y parece que ya hemos olvidado cuando, cómo y por qué empezó. Un batiburrillo de ideas que se lanzan a diario contra el público impiden ver lo que ocurre con claridad.


Bancos, hipotecas subprime, corrupción política, las empresas quiebran, paro, coches oficiales, el rey mata elefantes, desahucios, ¡cuidado! ¡la prima de riesgo!, más paro, la deuda, despilfarro de dinero público, Urdangarín, aeropuertos sin aviones, “los sindicatos están demasiado subvencionados”, Bárcenas, más paro, austeridad, recortes, la marca España, “la culpa es de los políticos”, el techo de gasto, “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, la culpa es del PP, la “herencia recibida”, pues tú más, “no podemos pagarles la sanidad a los inmigrantes”, el IBEX 35, las cajas de ahorro son el demonio, rescate, “todos son iguales”, más recortes… ¿alguien tiene claro lo que ocurre?

Resulta difícil para el común de los mortales hacerse una idea clara sobre las causas últimas de la situación actual. Cada día aparece algo nuevo que le añade complejidad al asunto, o nos hablan de cifras que suben y bajan y de cuyo resultado depende que el país resista o se venga abajo. ¿Recordáis cómo empezó todo? En un primer momento culpamos a los bancos, ya que la quiebra de muchos de ellos fue lo que provocó que los grandes medios comenzaran a usar la palabra “CRISIS”. Es así como las voces que apuntaban al capitalismo como causa última de la misma comenzaron a escucharse. Sin embargo, y como viene siendo natural, comenzamos a querer echarle la culpa a “los que mandan”, o por lo menos, a aquellos que la gente cree que son los que mandan: los políticos. “El capitalismo” en abstracto es algo a lo que no podemos poner cara, resulta difícil echarle la culpa puesto que es imposible señalarlo con el dedo y decir “¡ahí está, él tiene la culpa, a por él!”.

¿Podemos encontrar un sentido lógico a toda esta información, de forma que nos aclare quienes son los verdaderos culpables de la situación actual?

El relato oficial sobre la crisis
Lo cierto es que no podemos hablar de un único relato oficial sobre la crisis, dado que la estrategia de las clases dominantes se basa más en la confusión por saturación de información, que en mantener una idea bien definida que logre engañar a la gente. Por un lado están los que pretenden hacernos creer que la crisis es algo parecido a un desastre natural, que no responde a causas ni personas concretas, y que absolutamente nadie habría sido capaz de preverla.

Algunos le echan la culpa a los hipotecas subprime, tratando de hacer ver que la crisis se debe a una mala gestión coyuntural de determinados activos financieros, y que no responde a cuestiones estructurales del sistema económico. (¿No os acordáis de aquel simpático jubilado que salía en Buenafuente explicando la “teoría ninja”, dónde la culpa de la crisis poco menos que la tenían los negros pobres de EEUU y su vida de lujo a base de créditos?)

Otros, los más atrevidos, acusan a la desregulación del capital financiero (presentado como malo) frente al capitalismo productivo (presentado como bueno); planteándolo cómo si fueran independientes o cómo si se pudiera impulsar “el bueno” sin tener que desregular “el malo”. De esta última teoría, esgrimida especialmente por la social-democracia europea, llegaron los llamamientos para “refundar el capitalismo” que quedaron en el más absoluto papel mojado.

El relato oculto sobre la crisis:
Desde los años 70, 80 y 90 el sistema económico capitalista a nivel global fue tomando nuevas formas derivadas de su propia evolución interna. La expansión sin límite del capitalismo financiero se volvió indispensable para seguir manteniendo el crecimiento del sistema productivo. Los trabajadores y trabajadoras no ganaban el suficiente salario como para seguir comprando en un mercado en constante expansión, situación que hizo necesaria la introducción del crédito, para que la gente pudiera seguir aumentando su nivel de consumo al mismo tiempo que aumentaba el nivel de producción.

Lo que pretendemos exponer aquí es que, dado que las empresas no eran capaces de vender todos sus productos a la clase trabajadora mundial, invitaron/obligaron a ésta (y a los estados) a endeudarse constantemente y cada vez en mayor medida, para así igualar el nivel de consumo al de producción y evitar así lo que desde el marxismo llamamos “crisis de sobreproducción“. Sin embargo, y como se ha comprobado, una economía basada en una creciente especulación financiera se vuelve excesivamente inestable; por lo que la crisis de sobreproducción llegó finalmente. No se trata por tanto de un problema de política coyuntural, ni tampoco de la gestión concreta de uno u otro gobierno (la cual puede acelerar o retrasar el proceso, pero nunca evitarlo mientras se acepten las lógicas del mercado capitalista). Estamos hablando de un proceso económico de gran calado que pasa por encima de gobiernos y estados, a pesar de que haya sido impulsado y facilitado por éstos.

Para concluir con la explicación, expondremos lo que consideramos los puntos fundamentales. El ciclo de expansión económica se ha roto, y nos encontramos con la siguiente situación:

1) Como explicábamos antes, se trata de una crisis de sobreproducción. Esto implica que las empresas no son capaces de vender sus productos, y que por tanto, no logran obtener el dinero que necesitan para volver a reimpulsar el ciclo productivo.

2) Las clases dominantes necesitan soltar lastre, y deciden sacrificar a esas clases intermedias (pequeños y medianos empresarios) que habían florecido con el ciclo de expansión del crédito. Es lo que desde el marxismo llamamos la “proletarización de la pequeña burguesía”. Los dueños de los pequeños negocios, que tendían a alinearse con los grandes empresarios en lo referente al debate sobre los derechos de los trabajadores, abandonan ahora el bloque dominante por una cuestión más material que ideológica; se cierran sus empresas y pasan a engrosar la lista de personas desempleadas a la búsqueda de que alguien pague a cambio de alquilar su fuerza de trabajo.

3) El gran capital necesita de una gran cantidad de dinero de la que no dispone, para volver a poner en marcha el ciclo productivo sin tener que perder su tasa de beneficio o ganancia. Para lograr esto los gobiernos deciden ceder el dinero público (destinado originalmente al mantenimiento de los servicios públicos) a los grandes bancos, que lo usarán para volver a poner en marcha la economía. Eso sí, tras quedarse con un buen pellizco para sus directivos y accionistas.

4) La falta de dinero en las arcas públicas hace que se privaticen empresas públicas y se cierren o recorten los servicios sociales que el estado debe garantizar como derechos humanos que son. Esta situación también hace que aumente la deuda pública con la gran banca internacional, ya que nos vemos obligados a pedir dinero prestado.

5) Las grandes empresas, gracias al crédito obtenido por el rescate bancario, compran empresas públicas y ocupan con el sector privado los servicios abandonados por el sector público; y es aquí donde observamos el doble beneficio para el sector privado. Por un lado consiguen que el Estado les pague la deuda impuesta para rescatar a la banca, y por otro consiguen empresas de sectores estratégicos a precio de saldo, lo que repercutirá en grandes beneficios para las mismas.

6) El rescate a la banca se realizó mediante la imposición de la deuda al Estado. La Troika o santísima trinidad del capitalismo europeo (FMI, BCE y la Comisión Europea), decidió que no era bueno financiar por su cuenta a la gran banca en crisis, y que “la mejor opción” era realizar un préstamo a los grandes bancos europeos con un tipo de interés del 1%, para que éstos, volvieran a prestar ese dinero al Estado al 6% de interés (negocio redondo). El Estado se ha endeudado con la gran banca europea, para poder pagar el rescate a la banca española en crisis; es decir, que los diferentes gobiernos (tanto del PSOE como del PP) han puesto a los ciudadanos como avalistas del rescate bancario, del cual ya se ha confirmado que cerca de 40.000 millones se han cedido a fondo perdido, a lo que hay que sumar los recientes 30.000 millones que el gobierno “ha regalado” a la banca en forma de exención de impuestos.

La deuda impuesta y el golpe de estado constitucional
Tal y como hemos explicado, el pago de la deuda a la gran banca europea no corre a cargo de los bancos rescatados, sino que la responsabilidad de devolverla pesa sobre los hombros del Estado, es decir, sobre los hombros de la ciudadanía.

Esta estrategia fue acordada por el PSOE y el PP durante el gobierno de Zapatero, mediante un gran pacto de Estado que se materializó en la reforma constitucional express del artículo 135, gracias al cual se hacía ley constitucional la obligatoriedad de anteponer el pago de la deuda al mantenimiento de los servicios públicos. Es así como la ideología neoliberal se hizo orden constitucional, es aquí donde se produce el golpe de estado que vuelve papel mojado los artículos constitucionales que salvaguardaban el poco carácter social que tiene la constitución del 78.

Hemos asistido a una reforma de la carta magna que ha supuesto la transformación de la filosofía de la misma, la reforma de los objetivos que nos marcábamos como país. Y sin embargo, esta reforma no ha salido de un fuerte debate social democrático, sino que fue pactada y firmada en la sombra por los dos partidos del régimen, de tal forma que casi ha pasado desapercibida en la agenda de debate público y mediático.

Los grandes objetivos que una sociedad se marca a través de una constitución, que entienden al pueblo como una entidad que construye su propio futuro para alcanzar unos objetivos económicos, sociales, políticos y morales, son ahora sustituidos por una nueva concepción del mundo. El país ha dejado de verse a sí mismo como un ente soberano que actúa dentro del marco del estado/nación, gestionando sus recursos naturales y humanos en pos de unos objetivos. Ahora es representado como una empresa que debe competir en el mercado mundial, y que como empresa, debe estructurar como tal tanto sus objetivos como su funcionamiento interno. Somos “la marca España”. Lo no rentable, es desechable. El crecimiento, es la salvación.

“Show must go on” (El espectáculo debe continuar)
Una vez que los dos partidos del régimen han encadenado el futuro del país al pago de la deuda, y por lo tanto, han condicionado por completo las políticas que se podrán realizar en el futuro, el bipartidismo debe continuar con su teatro. Tras ocultar el gran pacto de estado, el PP y el PSOE deben seguir mostrándose como dos cosas completamente opuestas, tal y como venía haciendo hasta el momento. Una vez más se impone mediáticamente y por saturación informativa la cultura pos-moderna del olvido, tal y como analizaba un viejo sociólogo polaco. Se vuelve a poner en marcha la función y los nuevos enfrentamientos hacen olvidar los viejos pactos, intentando ocultar la realidad de que cualquier futuro gobierno que no logre los dos tercios de la cámara de diputados, estará obligado constitucionalmente a pagar la deuda por encima del pago a los servicios sociales.

La política económica que determinará el futuro del país, ha sido pactada bajo la mesa y sin la suficiente atención mediática. Sin embargo, ahora los partidos del orden (PP y el PSOE) tienen que seguir representándose como dos partidos diferentes que se presentan ante la sociedad como dos alternativas políticas completamente opuestas; cuando la realidad, es que sólo nos dan a elegir entre diferentes técnicos que van a gestionar el mismo modelo económico ya pactado.

En definitiva…
La culpa de la crisis no la tiene una gestión coyuntural de un partido u otro, sino la dinámica propia del sistema capitalista.

Entendemos por tanto que la crisis se ha generado por las contradicciones propias del funcionamiento del sistema; sin embargo la salida que se le da a esa crisis de sobreproducción, es la que está determinada por la lucha de clases. Y es ahí donde entra la cuestión política; es ahí dónde se representan las diferentes alternativas políticas que favorecen a uno u otro sector. Porque “los políticos” no son más que el reflejo de otros intereses, de los intereses de diferentes clases.

No existe la clase política. Lo que existen son políticos que sirven al interés de una u otra clase. Los que sirven a la minoría privilegiada o los que sirven a la mayoría explotada.