8 de febrero de 2014

LA VENTA DE HISTORIALES CLÍNICOS, LA GUINDA DE LA PRIVATIZACIÓN SANITARIA

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

La información que les hago llegar este sábado es especialmente grave por lo que implica. No se trata sólo de que la venta de historiales clínicos constituya un ataque demoledor al derecho a la privacidad de los pacientes clínicos, lo que, en muchos casos, podría afectarles de forma muy lesiva a sus relaciones con el mundo, sino de que dicha cesión a entidades privadas puede facilitar que tanto empresas a la hora de contratar como mutualidades médicas utilicen dicha información de forma muy discriminatoria, decidiendo las empresas quiénes son susceptibles de integrar sus plantillas, en un mundo en el que el trabajo se ha convertido en un bien tan escaso, o a quienes aceptar la solicitud de contrato de una póliza sanitaria, por parte de las aseguradoras privadas de salud, en función de sus previsiones de coste-beneficio por paciente. Ello es especialmente grave cuando la sanidad pública está siendo destruida y saboteado por una derecha con más que demostradas conexiones con intereses privados.


Por último, y en relación con el último párrafo del artículo, en el que se amplían a “gobiernos socialdemócratas” las responsabilidades en el diseño de las políticas liberales en materia de sanidad es necesario aclarar a quien hace estas declaraciones, una responsable de ATTAC, que socialdemócratas no son los partidos autodenominados socialistas, como el PSOE. Éste y sus partidos hermanos europeos son social-liberales, algo bastante más a la derecha de la socialdemocracia.


No seré yo quien rompa una lanza por la socialdemocracia pero viniendo el término de ATTAC en la que abundan los socialdemócratas, al menos en España, resulta llamativo. Con alta frecuencia la expresión socialdemócrata se ha utilizado más como descalificación política que como término definitorio de unas ideas y de una práctica política “sensu stricto”.


Socialdemócratas en la actualidad son, en Francia el Frente de Izquierdas, en Grecia Syriza, por mucho que guste autodefinirse como izquierda radical, en España el PCE e IU y en general las opciones en las que están organizaciones a la izquierda de los Partidos Socialistas (PPSS), en muchos casos Partidos Comunistas (PCs), se autodefinan como lo hagan. Lo son por sus programas políticos y por su acción política, en aquellos espacios que no son los Estados centrales en los que gobiernan.


La socialdemocracia no podrá gobernar con programas socialdemócratas, en el caso de que alcance los gobiernos centrales, porque un programa tal exige un pacto con el capital de paz social a cambio de beneficios para la clase trabajadora pero hoy el capital ni quiere ni necesita tal pacto. Y sin pacto social, un intento de reformas progresistas está condenado al fracaso, al giro a la derecha o a su radicalización, lo que supondría ya una política distinta a la socialdemócrata al necesitar romper las reglas políticas del juego que imponen las constituciones capitalistas y el poder económico, al modo en el que ha sucedido en Bolivia o en Venezuela, por ejemplo.


Este tipo de aclaraciones políticas suelen servir de muy poco porque los lectores y el público en general carecen de la base formativa necesaria para entenderlas y porque se llega a las lecturas con posiciones ya muy prefijadas, lo que hace que se interpreten con filtros distorsionantes, pero es necesario seguir haciéndolas en un contexto de tan graves carencias de cultura política.


Sin más, les dejo con el artículo aludido.

La venta de historiales clínicos, la guinda de la privatización sanitaria

Toni Martínez. La Marea

Los datos médicos de los pacientes británicos podrán venderse y comprarse a partir de marzo. El pasado mes de mayo, el diario The Guardian publicaba una información en la que adelantaba los deseos del Gobierno británico de mercantilizar los historiales clínicos de los usuarios de la Sanidad pública. Además, la información ya apuntaba a uno de los posibles compradores, la empresa aseguradora Bupa.

Esa venta incluirá información sensible acerca de las visitas al hospital, los tratamientos psiquiátricos de los pacientes, las estancias en los centros y datos personales como el código postal, sexo, edad y situación económica de los pacientes, según avanzaba The Guardian el pasado domingo.

Esta situación ha provocado la señal de alarma entre los defensores del sistema nacional público de salud por las implicaciones que podría tener en España. De hecho, la consultora PricewaterhouseCoopers (PwC) en su informe Diez temas candentes para la sanidad española en 2013, ya dedica un apartado específicamente al open data en salud.

En el informe de PwC, se asegura que “la liberación de los datos que se generan en el sector de la salud y su reutilización, generarán beneficios para proveedores, pagadores, administración, ciudadanos e investigadores”. En este sentido concluyen que “la información debe estar disponible como un todo y a un coste razonable” y apela a que “no haya restricciones para ciertos usos como el comercial”.

La comercialización de los historiales clínicos será posible desde que se ponga en marcha un nuevo programa para facilitar la historia clínica electrónica a todos los centros de salud y hospitales del Estado. Se trata de uno de los ejes principales del Ministerio de Sanidad, que ha hecho suya una de las demandas recurrentes de las aseguradoras privadas. En junio del año pasado, la ministra Ana Mato ya anunció que había que asegurar que los médicos dispongan de todos los datos de cada paciente, “venga del servicio que venga”.

El anuncio preocupa desde entonces a los defensores de la salud pública y a los colectivos que velan por la protección de datos personales. Si las empresas privadas acceden a datos hasta ahora considerados confidenciales, pueden comprobar las enfermedades preexistentes de sus asegurados, estimar los riesgos que presentan y valorar su rentabilidad, un cálculo que incide directamente en la cuota de su póliza.

La interrelación entre la asistencia pública y privada ya es un hecho. Hasta ocho hospitales de la red pública tienen como proveedores de servicios sanitarios a empresas como Adeslas, DKV, Sanitas y Asisa, tal y como recuerda el portavoz de CASMadrid, Ángel Navarro: Ya se están filtrando datos de la salud de los ciudadanos, y esto puede ser peligroso porque se pueden usar por parte de las empresas”, asegura. En este sentido, Navarro explica que “la intención es que las mutuas patronales acaben gestionando las bajas del sistema público de salud y ahora los datos estarían en sus manos”.

 

España, como Inglaterra

Los defensores de la Sanidad pública alertan del peligro de que se exporte el modelo británico también en este sentido. Vicente Losada, de la plataforma auditoria ciudadana de la deuda No debemos no pagamos, sostiene que “el proceso que se está dando en el Estado español es una reproducción literal del proceso de privatización que se dio en el Reino Unido, con consecuencias terribles”.

Para Losada, “no es baladí que en Inglaterra se estén planteando vender las historias clínicas de los pacientes a las empresas privadas ya que uno de los grupos que está haciendo más presión es el Fórum PPP (Public-Private Partnership), que hace cinco años llegó a España”.
Por ahora, en el caso de las derivaciones en España, las clínicas privadas no tienen el historial médico. La única información de la que disponen es el nombre y apellidos del paciente y su DNI. Cuando le hacen una prueba diagnóstica, le entregan en mano los resultados, aunque ya hay casos en los que se envían al médico, lo que hace sospechar que se manejan más datos de los pacientes.

Carmen Esbrí, del Observatorio de Servicios Públicos de la organización ATTAC, critica el informe de PwC: “Es de una gravedad enorme ya que quieren clasificar a los individuos como en una fábrica. A su juicio, “está clarísimo que el trazado del modelo que tenemos ahora está muy definido por los sucesivos gobiernos (incluso en los socialdemócratas) porque esto no hubiera irrumpido de manera violenta si no se hubiera permitido con leyes anteriores”.

7 de febrero de 2014

LA MUJER QUE DISPARÓ A MUSSOLINI

Elvira Huelbes. CuartoPoder

Esta es la historia ejemplar de una vida desdichada. La de una mujer de clase alta irlandesa, Violet Gibson, que atentó contra la vida de Benito Mussolini, en 1926, por razones que ella se llevó consigo a la tumba. Un ser que pasó sus años juveniles entre notables y bailes aristocráticos, para morir, abandonada, en un manicomio de aires victorianos, Saint Andrew, Northampton, con las peores referencias.

La autora de esta biografía contextualizada y minuciosa es la historiadora y periodistaFrances Stonor Saunders, que se ha tomado la tarea de desenterrar a este personaje insólito como una manera de honrar su memoria y denunciar la lamentable injusticia que sufrió y que arruinó su vida.

A ciencia cierta, nadie sabe por qué una mañana luminosa de abril de 1926, la honorable Gibson, que se encontraba disfrutando de una temporada en Roma, abriéndose paso entre la multitud, dispara a pocos metros del Duce su revolver Lebel, agujereando apenas la nariz del mostrenco, con tan mala fortuna que se encasquilló el trastito impidiendo a Violet terminar su misión con éxito. Además salió de milagro viva del linchamiento que la jauría humana enfebrecida intentó inmediatamente después.

La propia heroína lo había dicho a uno de sus médicos en el frenopático: “Decir o no decir la verdad no es importante. Lo importante es no decir lo que no se puede decir. Hay ciertos secretos que una nunca puede revelar”. (Pág. 235)

Violet Gibson era una mujer físicamente endeble –medía algo más de metro y medio y pesaba alrededor de 40 kilos- pero anímicamente fortalecida por sus convicciones morales, políticas y religiosas. Militó entre sufragistas, pacifistas y socialistas, y se propuso combatir el fascismo en un tiempo en que hasta el mismo Winston Churchill tenía buenas palabras para Mussolini; igual que el rey Jorge V y las clases dominantes británicas en general. Esta simpatía se hacía extensiva al mismo Hitler. Pero, a lo que íbamos.

Saunders cuenta la historia contextualizando muy bien los asuntos y las personas implicadas en ellos, salpicando oportunamente el relato con nombres y citas de escritores como Virginia Woolf,James Joyce, Ezra Pound, Robert Musil, que lo ilustran y enriquecen. Su trabajo minucioso de investigación desvela sorpresas hasta en las biografías más estereotipadas y conocidas, como la del propio Mussolini.

Pero la creación del personaje de Violet, para cuyos rasgos la autora ha tenido que indagar en archivos en los que esos papeles estaban olvidados, reconstruyendo sus pasos y sus pensamientos, es la parte del león de este libro, me parece. Se detecta la simpatía que despierta esta figura debilucha y empecinada en su misión, como una Juana de Arco decidida a cumplir lo que ella cree la voluntad de Dios, sin considerar el peligro para sí misma.

Después del atentado, la irlandesa queda un tiempo largo vigilada por las autoridades italianas que estudian el caso antes de decidir si la enjuician o la consideran trastornada y la deportan a su país. Junto al de ella, otros dos atentados al Duce se saldan con sendas cadenas perpetuas para sus autores y uno más, cuando Violet ya estaba detenida, acabó con el linchamiento del joven de quince años que lo intentó.

Por fin, Violet es trasladada a Gran Bretaña, por su propia familia que la mantiene engañada con la falsa promesa de la libertad, cuando en realidad, su futuro, el más negro imaginable, estaba escrito en el sanatorio de los horrores en el que también acabó  sus días Lucía Joyce, la hija del autor del Ulyses. Ambas murieron treinta años después de un ingreso. Ambas están enterradas, de cualquier manera, a pocos metros de distancia en el cementerio de Kingsthorpe, “una lúgubre extensión de llanuras que se topaban contra una ruidosa travesía de Northampton”. (Pág. 363)

Saunders desvela que el mismo psiquiatra que trató a Violet había tratado también a Virginia Woolf: Maurice Craig, “el psiquiatra favorito del grupo Bloomsbury” (pág. 288) que disuadió a los Woolf, Virginia y Leonard, de tener hijos. La escritora lo retrata en La señora Dalloway, de manera bastante cáustica. La venganza del escritor no tiene límites.

En resumen, una biografía muy bien escrita, con su carga de suspense y de poesía y dotada del deseo de su autora de hacer una mínima justicia a la memoria de la pequeña y decidida Violet Gibson.