20 de enero de 2014

PRIMAVERAS LÍRICAS, REVOLUCIONES VIRTUALES

Armando B. Ginés. Diario Octubre

El siglo XXI está plagado de primaveras ideales o elegantes y revoluciones de seda o terciopelo. La literatura política es abundante al respecto: países del Este de Europa, algunas naciones árabes y territorios en Asia son los espacios donde han surgido, de modo espontáneo según la versión oficial de los medios de comunicación occidentales, estas algaradas incontenibles de furor masivo a favor de la democracia y la libertad capitalista. Todo en un tono mesurado y aséptico, sin apenas conflicto social patente, no desbordando los límites del orden establecido, al menos si nos dejamos llevar por los relatos mitificados confeccionados por intérpretes, enviados especiales y voceros de la globalización neoliberal. Pasado un lapso temporal indeterminado, la mayor parte de las primaveras revolucionarias han caído en el olvido mediático, han sido sofocadas con golpes de Estado, se han institucionalizado mediante elecciones dirigidas por los intereses multinacionales o se han reconducido en su pasión inicial a bellas páginas históricas plagadas de mitos e iconos seudodemocráticos.  

En todas las revueltas participa de una forma general la juventud, sin matices, jóvenes bien preparados y casi siempre prooccidentales. Además de asonadas juveniles, suelen presentar la característica difusa de la espontaneidad absoluta y son convocadas de manera súbita a través de las redes sociales. La llamarada prende de la noche a la mañana, las calles se pueblan de gritos revolucionarios en apariencia y la simpatía irreflexiva en Europa y EE.UU. se desborda. Adoptan un estilo primaveral iniciático que concita ilusiones y adhesiones viscerales interclasistas, repitiendo mensajes y eslóganes consabidos que jamás ponen en cuestión el régimen capitalista. 

Sobre su espontaneidad, no obstante, hay dudas más que razonables. En muchas imágenes difundidas pueden observarse símbolos fascistas, nazis o integristas mezclados con rostros cándidos de manifestantes muy jóvenes. Análisis independientes refieren que los grupos que lideran a los primaverales revolucionarios tienen contacto con agencias de espionaje vinculadas a EE.UU. y Europa, principalmente la CIA. No es de extrañar tal descubrimiento. La geopolítica es así. El imperialismo, valiéndose de condiciones objetivas existentes en sus zonas de influencia, intenta desvirtuar las reivindicaciones sociopolìticas y guiarlas por caminos amables a sus intereses. De esta forma, en los antiguos países comunistas, con esta táctica solapada, se pretende erosionar las capacidades políticas de Rusia y en Asia, de China. En los países árabes, lo que se procura es mantener gobiernos aliados títeres, fundamentalistas o no, que sirvan a los intereses del saqueo energético global del neoliberalismo.

Las primaveras poéticas y las revoluciones de salón impiden que el conflicto social latente salga a flote tal cual, de manera cruda y violenta, dirigiendo las inquietudes reales a meras operaciones estéticas sin salida democrática auténtica. Mucha gente se suma al carro de ellas al no hallar puntos de encuentro viables a las situaciones políticas de sus respectivos países. Se manipula la conciencia colectiva con las verdades de siempre, libertad, democracia, derechos humanos, desligándolas de las causas de opresión que originan su ausencia. Jamás se menciona al régimen capitalista como caldo de cultivo donde germinan las injusticias y desigualdades existentes que padecen y atenazan a sus poblaciones. 

El clamor y entusiasmo se convierte al poco tiempo en atonía y desengaño. Las aguas vuelven a su cauce de forma regular y controlada: se repiten comicios si el resultado no agrada a las elites, se instauran gobiernos ilegítimos de carácter militar o todo sigue su curso sin modificaciones sustanciales en la estructura económica y en la preeminencia de las elites autóctonas. Los mass media se olvidan enseguida de esas primaveras tan revolucionarias y de gestas tan audaces y heroicas. 

El efecto contagio ha llegado también a la juventud de Occidente, siendo las redes sociales el vehículo favorito para extender esa efervescencia incontrolable con conceptos similares a los ya apuntados. Tal ilusión es antipolítica, inmediata, virtual, sin raíces en la realidad objetiva, en el barrio, en el centro de trabajo, en el día a día ni en el devenir histórico. Se rechaza todo el entramado social y político en nombre de multitud de frases hechas sin nexo entre ellas, a golpe de voluntarismo infantil. Se pretende inaugurar algo nuevo solo con palabras, tics y actitudes individualistas, un grito desgarrador y ético que muere nada más ser lanzado al vacío o en recorridos muy breves.

En este escenario ahistórico y eminentemente moral, la profusión de manifiestos que buscan liderazgos utópìcos se multiplica sin cesar, recogiendo textualmente todos los mensajes de mareas, reivindicaciones sociales y movimientos dispares que van ocupando la calle sucesiva o simultáneamente. Son documentos nerviosos y exaltados que adolecen de un corpus ideológico común. Jamás citan en aras de un consenso lo más amplio posible, las escasas excepciones confirman la regla, al capitalismo como régimen que ocasiona y provoca los problemas o conflictos que dicen combatir; tampoco se menciona, al menos a grandes rasgos, la sociedad de nuevo cuño que se pretende construir. Se basan en un estado ideal que no relaciona a las personas y las cosas en sus interdependencias objetivas. Se basan en el puro acontecimiento sin causas ni efectos apreciables. 

Si miramos la realidad cotidiana, esta nos devuelve una imagen que poco tiene que ver con las primaveras idílicas o revoluciones virtuales. Las redes sociales son mecanismos de control muy efectivos para el sistema: todo lo que sucede en ellas es previsible y fácilmente reprimible, un no lugar de tránsito veloz plagado de trampas ideológicas donde canalizar la protesta social por vías asumibles por el sistema capitalista. La realidad, impertérrita, sigue cuajando en los espacios tradicionales: la ciudad de residencia, el trabajo, el hospital, la escuela o la universidad. Allí se dirime la lucha de clases, la derrota o victoria de la clase trabajadora y de las capas populares. Lo virtual es un sucedáneo de la realidad diaria. 

Resulta evidente, sin embargo, que las estructuras capitalistas han amortizado en gran medida las herramientas clásicas de participación ciudadana, las elecciones, los partidos, los sindicatos y el movimiento vecinal y asociativo. La izquierda nominal se ha acomodado a la democracia parlamentaria y no sirve ya a la causa de una sociedad más justa y solidaria. A pesar de una aseveración tan contundente, la lucha de clases y el conflicto social se mantienen intactos en sus espacios de siempre, eso sí, de manera solapada y bajo mínimos. Las reticencias a la política no serán suplidas con efectividad mediante liderazgos autónomos emanados de manifiestos sonoros y personas con mucho tirón mediático. Hay que volver a reorganizarse desde bases históricas sólidas aunque con presupuestos nuevos, conociendo que el enemigo a batir se llama capitalismo. No por mucho eludir la palabra, conjuramos el problema de fondo.


La realidad de las luchas populares viene a demostrar que sin intifadas colectivas, gamonales unidos y una ideología anticapitalista no dogmática, superar las injusticias del régimen de la globalización neoliberal con ingredientes suaves (manifiestos, líderes mediáticos, gritos extemporáneos…) es una quimera irrealizable. Solo se alimenta la utopía pisando suelo, tocando presente con perspectiva histórica y llegando al futuro con ideas flexibles pero rigurosas, ejemplos palmarios no exentos de contradicciones podrían ser: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba… En definitiva, las primaveras y las revoluciones de estilo light no son más que cantos de sirena o brindis al sol, muchas veces instrumentalizadas y abonadas en la sombra por las elites dominantes para que la realidad virtual suplante a la realidad objetiva. Desde ninguna red social vendrá revolución o primavera alguna. Las metáforas pueden ser liberadoras si conocemos lo que subyace bajo ellas. Si nos dejamos embaucar por su extraordinario lirismo evocador, seremos presa fácil del sistema. Antes de leer cualquier manifiesto posmoderno o de última generación, vayamos al auténtico y primigenio, el Manifiesto Comunista de Marx. Que no nos den gato por liebre bajo envoltorios rutilantes y palabras maravillosas. No hay ni habrá revolución sin lucha sobre el terreno. Por eso existen la ideología mistificadora, las religiones fundamentalistas, los ejércitos y la policía: para defender cueste lo que cueste el surgimiento de un mundo de mayor igualdad y dignidad, más racional, solidario y fraternal, en suma.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Muy posiblemente usted comparta este texto ¿verdad? Quizá un único punto le chirríe. El final del último párrafo que dice así: Por eso existen la ideología mistificadora, las religiones fundamentalistas, los ejércitos y la policía: para defender cueste lo que cueste el surgimiento de un mundo de mayor igualdad y dignidad, más Seguramente sólo se trate de un lapsus del autor y, en lugar de decir, para defender cueste lo que cueste el surgimiento de un mundo de mayor igualdad…” habría querido decir “para impedir cueste lo que cueste…”

Seguramente los lectores españoles estén pensando en algún movimiento, en alguna primavera lírica, en alguna revolución virtual en este país, ¿o no? A ver, a ver, repasaré el texto…Pues no. De España no habla. Se refiere a cómo “…en los antiguos países comunistas, con esta táctica solapada, se pretende erosionar las capacidades políticas de Rusia y en Asia, de China. En los países árabes, lo que se procura es mantener gobiernos aliados títeres, fundamentalistas o no, que sirvan a los intereses del saqueo energético global del neoliberalismo.”

En un rasgo de intrépida y sincera valentía (estoy ironizando) el autor alude a cómo “el efecto contagio ha llegado también a la juventud de Occidente, siendo las redes sociales el vehículo favorito para extender esa efervescencia incontrolable con conceptos similares a los ya apuntados.”. ¿Algo más concreto en cuanto a países y movimientos en Occidente? Pues no. Pues mire, señor Armando B. Gines, yo se los cito: Los zombies del 15M en España, los muertos y enterrados de Occupy Wall Street en USA y los del Movimiento 5 Estrellas en Italia, entre otros. Uno ya está hasta el níspero de arrojados denunciantes de primaveras naranja y de colores hasta en el planeta Raticulín pero no en España, donde surgió dentro de Occidente, y de sus sucursales o socios en otros países “de Occidente”. Basta ya de hipócritas porque, si el texto es perfectamente reconocible como aplicable en España, ¿porqué no se ilustra con los ejemplos locales? Las razones son obvias. Porque de Ucrania, Túnez, Egipto o las latitudes aludidas no les responderán para atacar a estos paladines “críticos” pero de España sí, y ese reto sólo unos pocos lo asumimos cuando eran algo, mediáticamente sostenido, claro está –aun los medios de comunicación del capital les nombran como si estuviesen vivos, con el fin  de que sigan ocupando las mentes de la protesta social y ese espacio no lo ocupen otros realmente anticapitalistas y partidarios de la construcción de una sociedad socialista- y no era fácil sostener el tirón, desenmascararlos y aguantar la impertinencia y la bazofia de sus contraataques.

Pero como, cuando uno escribe, también es hijo de lo que escribe, habría que preguntarle al señor Armando B. Ginés qué tiene que ver su texto actual con este otro y, muy especialmente, con este último. Al fin y al cabo, en el medio en el que los escribió no le iban a permitir otro tipo de posiciones sobre la cuestión sencillamente porque exlcuirían su texto, como a otros nos ha sucedido, no una vez sino decenas de ellas. Por la boca muere el pez y el cínico también

19 de enero de 2014

EN EL MEJOR DE LOS MUNDOS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Un interesante artículo sobre la distancia entre las mentiras oficiales acerca de la "recuperación" económica y la realidad que no aparece o que directamente es condenada a zonas marginales de las ediciones de prensa y las noticias.

Rafael Poch iba muy bien en su artículo hasta que le dio pro repetir en el último párrafo el mantra para botarates del famoso 1% que nadie ha sustentado hasta el día de hoy sobre argumentos y, sobre todo, datos sólidos y reales.

Lo cierto es que eso del 99% frente al 1% y del 1% frente al 99% es, no sólo reaccionario al poner los intereses de la clase trabajadora servicio de las llamadas clases medias y medias altas, sino directamente falso. Basta con comprobar cómo hay un sector significativo de cómplices del capitalismo que no han visto reducido sus elevados salarios durante toda la crisis sino incluso incrementado y cómo no todos los beneficios empresariales se concentran sólo en las grandes empresas, bancos y corporaciones multinacionales sino también en una parte de la mediana empresa que, bien por su elevada composición tecnológica, bien por pertenecer a sectores que cubren bienes de primera necesidad, bien por estar orientada su producción a los sectores no castigados por la crisis, continúan férreamente enganchados objetiva y subjetivamente a los intereses del capitalismo, actuando de voceros del mismo y sin verse afectados por la crisis derivada de la pasión acumuladora de capital por parte del supuesto 1%.

No se trata de incrementar ficticia y falazmente el porcentaje de damnificados por el capitalismo sino de reflejar la propia realidad del número porque, a menudo convertirlo en fetiche sólo sirve para crear ilusiones que no se corresponden a la realidad y para pretender construir "hegemonías (cómo se abusa de este término por parte de quienes no tienen ni puñetera idea de lo que están hablando) que sólo están en la cabeza de sujetos cuyas alternativas a este capitalismo son sólo su "humanización".

Al fin y al cabo, la gran mayoría de esta sociedad está compuesta por trabajadores, parados y falsos autónomos que, en realidad, son autónomos dependientes y, por tanto, personas estas últimas que ni siquiera pueden discutir sus condiciones de trabajo o salariales sino aceptarlas o joderse. 

Sobre esa base, y definiendo los objetivos políticos, se construye proyecto y lucha, y no sobre eslóganes de marketing para gilipollas desclasados y analfabetos políticos, que repiten como loros aquello que oyen, sin cuestionarse jamás de qué coño están hablando.

Establecida esta salvedad, les dejo con el artículo del periodista de la columna "Diario de Berlín" de La Vanguardia

Rafael Poch. La Vanguardia

¡Hurra, salimos de la crisis! En Alemania, gran locomotora de este tren absurdo, la noticia de la semana ha sido el pésimo resultado económico del año 2013: un crecimiento del 0,4% (en 2012 fue del 0,7% y en 2011 del 3%), es decir, rayando la recesión. “El peor resultado desde 2009”, según la muy oficial Oficina Federal de Estadística (Destatis), autora del informe. El motivo: los países en recesión de la UE y el enfriamiento de China empujan hacia abajo las exportaciones alemanas. Esta noticia era clara e ineludible, pero los medios de comunicación alemanes, simplemente, le dieron la vuelta: “La economía alemana crecerá con fuerza” (Deutsche Welle), “Perspectivas optimistas para la economía” (primer canal de televisión). Los tres principales diarios le dedicaron pequeñas gacetillas en portada con titulares que remitían a otros territorios. “Los alemanes ahorran menos y compran más”, titulaba el Frankfurter Allgemeine Zeitung. Sí, el informe de Destatis menciona un “incremento” del consumo del 0,9%, pero es completamente irrelevante porque el consumo alemán sigue siendo miserable. Ese aspecto podía más que la noticia en sí sobre el resultado de 2013.

Y lo mismo hicieron el Süddeutsche Zeitung (“La economía en inflexión,  el Banco Mundial pronostica fuertes crecimientos para los próximos tres años”) y Die Welt (“La economía alemana crecerá con fuerza”). Es decir los siempre inciertos pronósticos para el futuro (un repaso a los de los últimos años confirma que los errores de bulto son bastante frecuentes) pudieron más que el hecho, establecido, del año.

Embellecer la situación de la economía alemana es aquí tendencia. Una tendencia descarada. Cada día la radio y la tele loan lo bien que va todo en materia de empleo, donde no hay progreso, o en el sector del automóvil, que no lo tiene nada bien para el año que viene, etc., etc.

El discreto crecimiento alemán en 2013, inquietantemente dependiente de las exportaciones tan expuestas a los vaivenes de la coyuntura europea y global, no es muy diferente del de Francia (0,2%), cuya economía tiene una estructura mucho más diversificada. Sin embargo en Francia están convencidos de que el país es un desastre, mientras que en Alemania creen que todo va mucho mejor de lo que es en realidad. La respuesta a esta paradoja es siempre la misma: el aparato de propaganda, los medios de comunicación, en ambos países secuestrados en una incestuosa espiral de corrupción, manipulación y estructural ausencia de toda independencia y pluralismo. La misma energía manipuladora al servicio de la oligarquía que en Alemania se enfoca hacia el embellecimiento, en Francia se dirige hacia el derrotismo.

Un magnífico documental francés explica muy bien esa enfermedad mediática, común a todos los sistemas occidentales. Sin ella nunca habríamos llegado tan suavemente a la actual involución social y degeneración de la democracia.

Por lo demás, seguimos en el mejor de los mundos. El Presidente alemán, Joachim Gauck, un ex clérigo de la Alemania del Este oportunista que se puso la medalla de disidente sin haberlo sido y que es un completo retrógrado en cuestiones sociales, ha loado esta semana el neoliberalismo. En un discurso conmemorando el sesenta aniversario del Instituto Walter Eucken, ha alertado contra el peligro de una economía excesivamente regulada por los estados y ha calificado de “asombroso” el desprestigio del término “neoliberalismo”. Es como si la estafa del casino neoliberal no se hubiera producido. A base de vulgar propaganda manipulada, la tesis de que la crisis se debe al exceso de gasto social se ha consolidado.

Mientras desde el Reino Unido se proponen nuevas “reformas” para la Unión Europea en dirección a una mayor desregulación (las “reformas” son siempre para eso) y en Bruselas se sigue cocinando la siguiente barbaridad, el acuerdo de “libre” comercio con Estados Unidos, en Francia el timorato presidente Hollande anuncia cambios que podrían haber sido diseñados en Berlín o Bruselas y que van directamente encaminados a apuntalar el triunfo del Front National.

La frase de oro de Hollande en su conferencia de prensa: “¿Quienes somos?, no solo un país que tuvo posesiones coloniales, somos una potencia que aún tiene los medios (…) si ese gran país, esa capacidad militar, esos soldados admirables, no tienen una economía capaz de crear la dinámica necesaria, será el impacto de Francia el que se reducirá”. Toda una declaración de principios para la Europa inservible. La responsabilidad de la socialdemocracia en el desastre europeo que se está alimentando es extraordinaria.

La Europa del momento es una suma del obtuso egoísmo económico alemán, el timorato seguidismo francés, el profundo conformismo social español con la corrupción y el neocaciquismo postfranquista (más allá de las gesticulaciones), y de la general estupidez imperial-militarista. Mientras tanto, el 95% del aumento de los ingresos registrado en Estados Unidos desde 2009 ha ido a parar al 1% más privilegiado de la sociedad, ha explicado esta semana la directora del FMI, Christine Lagarde. En Europa no es muy diferente. ¿Es esa una receta de estabilidad?