29 de diciembre de 2013

PORQUÉ LA DEFENSA DE LAS LIBERTADES ES UNA CUESTIÓN CENTRAL EN ESTA HORA DE LA LUCHA SOCIAL

Por Marat

Podría parecer incluso una provocación para algunos que plantee la cuestión del modo en el que aparece en el título de este artículo cuando la clase trabajadora está siendo despojada de todas sus conquistas y derechos sociales, arruinados amplios sectores de la misma hasta niveles de pobreza y supervivencia desconocidos antes del período de postguerra civil española.

Déjenme que les explique porqué sostengo que la defensa de las libertades que el gobierno del PP está considerando proscritas a través de sus indecentes y criminales leyes –Ley de Tasas en la Justicia, Reforma del Código Penal, de la Ley de Seguridad Ciudadana, de la Ley de Seguridad Privada, del aborto- es un asunto que debe ocupar un lugar central en la lucha no sólo contra el gobierno del PP sino también contra el capital, antes de que se me arroje el epíteto de librepensador pequeñoburgués que hace mucho tiempo no recibo.

En un contexto en el que una revolución que merezca tal nombre y que no sea de colores, como la que se nos intentó vender hace más de dos años y medio, es una posibilidad todavía lejana, la defensa de los derechos que le están siendo arrebatados a la clase trabajadora requiere de la posibilidad de ejercer otros derechos, los de manifestación, reunión, expresión y opinión, justo aquellos a los que el gobierno fascio-liberal del PP pretende aplicar una “ley de fugas” legal incompatible incluso con el derecho burgués aceptado en tiempos de pacto social y bonanza.

Pero lo cierto es que ese pacto social hace tiempo que ha saltado en pedazos hecho añicos por el capital y sus gobiernos de turno, cierto que ninguno como éste del PP había llegado a traspasar los límites que ahora viola el señor Rajoy y sus ministros de Justicia e Interior, en fiel cumplimiento del objetivo de la tranquilidad social que reclaman “los mercados”.

Bastaría aplicar la máxima revolucionaria de conocer lo que defiende el enemigo para atacarlo y de saber lo que ataca para defenderlo para comprender que la defensa del derecho democrático a la protesta, a la insumisión y al pensamiento crítico es clave para sostener la lucha contra el capitalismo que necesita la paz de la desmovilización, la apatía y la derrota.  

Pero hay otra razón más profunda para defender este planteamiento
La tontuna desclasante y desclasada, de ciudadanismo interclasista, sólo centrada en la reclamación a un Estado, del que se obvia su naturaleza de clase, y hacia un capitalismo sólo financiero, desde una posición de cliente estafado, tiene sus días tan contados como en su momento lo tuvo el populismo antipolítico, antipartidos y antisindicatos de la “indignación globalizada y franquiciada”.

Cada vez se escucha menos el marketing político engañabobos del “somos los de abajo y vamos contra los de arriba” o del “somos el 99% contra la avaricia del 1%”

A pesar del discurso simplista y opuesto a la contradicción fundamental trabajo-capital, a pesar de tantos años de engaños, manipulaciones y mentiras que trataban de convencernos de que la clase trabajadora estaba desapareciendo porque todos éramos ya clase media, a pesar de los falsos señuelos de las revoluciones realmente inexistentes como la islandesa, en la que nada sustancial pasó que impidiera la realización del capital y la sustitución de un reformismo de gestos por una derecha pura y dura, a pesar del antisindicalismo de las grandes centrales sindicales de pacto y subvencionada desmovilización, la clase trabajadora está volviendo a aparecer en escena.

Y lo hace de forma aún balbuciente, tímida, aislada en unos cuantos centros de trabajo- donde la explotación, los bajos salarios recortados, los despidos a pesar de los beneficios empresariales, la pérdida de derechos laborales y el miedo a un oscuro futuro impulsan la protesta que aún es de resistencia-, sin alcanzar todavía una conciencia e identidad de clase nítidas, sin trascender la lucha en la empresa concreta a un nivel más elevado de sector o localidad. Pero eso es lo nuevo, frente a lo que se nos presentaba como “lo nuevo” de los anti-globa-lización hoy desinflados, frente a la filosofía del “bien común” patrocinado por las grandes empresas de la Responsabilidad Social Corporativa, frente a la ideología clase media del “qué hay de lo mío” y del “no quiero vivir peor que mis padres” que tienen una segunda residencia, dos coches y tres teles de plasma.

La insolente irrupción de la clase trabajadora, tan “desfasada” y antiestética para esa falsa clase media con bonos de fines de semana con spa, en escena ha sido respondida desde el Ministerio del Interior con la próxima compra de un cañón de agua para disolver manifestaciones por importe de 493.680 euros, con el incremento de gastos en pertrechos para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en los presupuestos generales del Estado para 2014 por importe de 5.264 millones de euros, un 1,38% más que el año anterior, cuando el resto de Ministerios reduce sus presupuestos como media en un 4,7%, con una brutal ampliación de las potestades represoras de las policías privadas que complementen la reducción de efectivos de la policía del Estado, aunque ello incremente la deslegitimación de la violencia por parte de este órgano público.

¿Porqué iba a producirse ahora precisamente un recorte de los derechos democráticos de manifestación, reunión, expresión y opinión y un incremento de medios y efectivos de represión si lo que el capital y su gobierno temiesen es una reedición de los happening gandhianos de las plazas, hace mucho más que desiertas, las flashmob en sucursales bancarias, las monedas sociales (trueque, más viejo que el Arca de Noé) y los crowfundings para proyectos empresariales de aprovechados promotores de la indignación “reiniciadora –que no destructora- del sistema”.

Que no les cuenten los medios de comunicación del sistema ni los “medios alternativos” pro-sistema más cuentos.

Lo que el poder económico y sus consejeros delegados del gobierno temen es estallidos sociales, mucho menos amables y respetuosos con la añorada, por el gobierno Rajoy, paz social.

Lo que temen es el olor a pólvora de las protestas mineras, el olor a caucho quemado de las barricadas de la naval o del sector del automóvil, las huelgas triunfantes como la de la limpieza de Madrid. ¿Por qué si no planean una reforma de la Ley de Huelga tras esa combativa huelga en la capital del Estado, justo tras el fiasco prometedor de crecepelos para calvos del “relaxing cup café con leche” de las Olimpiadas y cuando ya se sabía que el centro de prostitución, mafia y juego de Eurovegas tampoco sería parte del milagro de la “luz al final del túnel”

¿Comprenden ahora porqué hay que defender las libertades conquistadas por la clase trabajadora con uñas y dientes?

Ese es el motivo por el que hace cerca de un año un pequeño grupo de trabajador@s de izquierdas, de diversa procedencia, creamos la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas, un espacio queconjugase defensa de las libertades y lucha de clases, en la convicción de que se acercaban tiempos en los que nuestra clase tendría que batirse en defensa de su supervivencia y del derecho a la palabra.

Y ese es el motivo por el que, sin exclusiones preconcebidas, dimos vida e impulso, junto con otras organizaciones, a la Coordinadora Paremos la Criminalización de la Protesta Social que el próximo 16 de Enero volverá asalir a la calle para defender los derechos de manifestación, reunión, expresión y opinión 

28 de diciembre de 2013

DIEZ SEMANAS DE HUELGA EN PANRICO, UNA MOVILIZACIÓN CON POCOS PRECEDENTES

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

Hace algún tiempo que sostengo que empieza a abrirse un nuevo ciclo en las movilizaciones contra las políticas de austeridad impuestas por el capital internacional y español y por las instituciones europeas y del Gobierno Rajoy. 

Ese nuevo ciclo viene marcado por la aparición en escena de la clase trabajadora, sus reivindicaciones específicas de clase y el incremento de la lucha de clases desde el lado de l@s asalariad@s, que intentan comparecer, a pesar de las alianzas múltiples y embozadas que se conjuraron incluso antes del estallido de la crisis para impedirlo. 

La acción conjunta del reformismo entreguista y desclasado de las izquierdas y del movimiento de los “indignados”, el sindicalismo de negociación y gestión desmovilizador, el ciudadanismo desideologizado y opuesto a la lucha de clases y el infantil discurso anarcoide y pseudoizquierdista han jugado durante un largo período de la crisis capitalista a orientar las reivindicaciones sólo contra el Estado, sin apenas denunciar su naturaleza de clase, y con un anticapitalismo de opera bufa, fanfarria y artificio, destinados a impedir que el núcleo de la confrontación se produjese en el escenario de la producción, lugar de la explotación y epicentro de los enfrentamientos trabajo-capital; justamente donde nace la injusticia, la ausencia de libertad y igualdad en el marco de realidad social estructurada en clases antagónicas. 

Pero el inhumano deterioro de la materialidad de las condiciones de vida de la clase trabajadora –la gran mayoría de la sociedad- se ha impuesto como urgencia que ha provocado su irrupción en el presente con sus propias demandas, necesidades y protestas. 

Esta clase, que ha sido ha sido negada y silenciada por los esbirros “progresistas” y conservadores creadores de opinión al servicio del capital en beneficio de una descastada y adocenada, a través del consumo, falsa clase media, es la que ha sufrido una creciente depauperación de la sus condiciones de vida, mucho antes de la oficializada fecha de una crisis capitalista que sólo es la segunda parte de la que viene arrastrándose desde los años 70 del pasado siglo como crisis de sobreproducción y que los expertos de la nada quisieron vendernos desde 2007 como crisis financiera. 

Pero ahora, profundizada la crisis hasta las fosas abisales del sistema económico y convertida la supervivencia del empresariado en un asunto de ajuste de cuentas con la clase trabajadora, a la que se expropia de todas sus conquistas sociales con el fin de mantener artificial y especulativamente una tasa de ganancia que ya no proviene de la actividad productiva sino de la rapiña, a los explotados ya no les queda sino la batalla. Una contienda que no es de ofensiva sino de mera supervivencia. 

Nunca he creído en el espontaneísmo en la lucha de masas porque estoy convencido, y las luchas transformadoras y con éxito que en el mundo han sido me han demostrado que es así, de que los oprimidos no se ponen de acuerdo un día concreto, de forma “natural”, y sin mediar corrientes organizadas, para sostener ningún tipo de enfrentamiento radical contra el capital. 

Lenin teorizó en profundidad sobre la cuestión, y su obra más importante como revolucionario –el impulso y la dirección de la revolución de Octubre- demostró que tenía razón en sus planteamientos, evidenciando que sin un proceso largo y paciente de organización no existe lucha que perdure en el tiempo. 

Por ese motivo creo que en los hitos que se van forjando en las luchas de la clase trabajadora en estos últimos tiempos –sea la huelga de Panrico, de la limpieza de Madrid, la lucha de los trabajadores de Sniace, de Limasa o la de los trabajadores del call center de Conecta en Cantabria, a quienes la empresa les dio el ultimátum del despido colectivo o trasladarse todos ellos a Valladolid, central de la empresa, por citar sólo algunos de los muchos ejemplos de los últimos tiempos- tienen un trasfondo organizativo nuevo, relevante por su propia novedad, y nada espontáneo, por mucho que se nos intente vender como asambleismo –que no debate asambleario- en ocasiones. 

La realidad es que la unidad de lucha de esos trabajadores trasciende hoy las siglas sindicales concretas, se forja desde abajo, con nuevas articulaciones, comités de huelga y cajas de resistencia, desde las bases de la diversidad sindical, sea ésta entreguista o alternativa. 

Aquí lo que cobra peso no es qué sindicato concreto dirige la huelga porque, a menudo, la transversalidad obrera se impone sobre la organización concreta y los trabajadores, afiliados sindicalmente o no, comprenden fácilmente que lo que se juegan es el puesto de trabajo y su propia supervivencia física. 

Unas veces las secciones sindicales del reformismo se ven obligadas, por la presión de sus bases, a ir mucho más allá de lo que sus cúpulas quisieran, otras han de ser los sindicatos alternativos quienes les superen en capacidad de conectar con los trabajadores sometidos a ERE o a la simple amenaza de quiebra y cierre empresarial ante su pusilánime rendición. 

No estamos todavía ante una nueva reconfiguración de las hegemonías sindicales –el alternativismo está aún demasiado contaminado de una visión ideológica “indignada” y ajena a la centralidad de la clase trabajadora en las luchas sociales y el burocratismo de concertación, mesa y mantel aún no ha aceptado la necesidad de dar por muerto su modelo sindical de pacto social y no carece del todo de medios, a pesar del fracaso de sus cumbres sociales y mareas desclasadas y ciudadanistas- pero, en los centros de trabajo, la realidad emergente empieza a ver al patrón como a su enemigo y ya no le basta con la apelación política al Estado. La hora de la lucha de clases empieza a ir más allá de la retórica vacía de los pseudoizquierdistas. 

Bastará con que sea posible lograr una serie de victorias que puedan convertirse en banderas y que éstas sean lo bastante aireadas como el camino de la lucha para que se acabe de una vez por todas con la disidencia controlada durante dos años de agitación de manitas, con el discurso antipolítico y el populismo de clase media “ni de derechas ni de izquierdas”, indudablemente de derechas por aquello a lo que sirve, para que cambie el rumbo del viento y la clase trabajadora tome la palabra con un lenguaje en el que reconocerse. 

Mientras tanto, el periódico de uno de los padrinos de la 15Memez podrá seguir acabando sus artículos sobre las huelgas “con pocos precedentes” con párrafos de disimulado derrotismo e incertidumbre (lean los tres últimos del artículo que tienen a su disposición a continuación y comprenderán de qué les hablo). Poco a poco hasta los bienintencionados ingenuos acabarán comprendiendo a qué juega cierta “progresía” 

DIEZ SEMANAS DE HUELGA EN PANRICO, UNA MOVILIZACIÓN CON POCOS PRECEDENTES 
El paro indefinido en la fábrica de Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona) va camino de ser el más largo desde el restablecimiento de la democracia en Cataluña, con precedentes como la de Roca Radiadores (1977) o Mercadona (2006) 

La empresa ha comunicado recientemente a través de un burofax 20 despidos a miembros de la plantilla 

Los trabajadores llaman al boicot de los productos del grupo para evitar que así se financie la reducción de plantilla 

Tomeu Ferrer. eldiario.es 
El conflicto de Panrico no conoce la Navidad. Los trabajadores de la planta de Santa Perpètua de la Mogoda, en la provincia de Barcelona, mantienen la movilización a pesar de la dureza de la situación. La huelga indefinida ya hace diez semanas que dura -cerca de 70 días- y va camino de convertirse en una de las huelgas de mayor alcance de la Cataluña posfranquista, acercándose día a día a conflictos como el de Roca Radiadores de 1977. 

La dirección de la sociedad no afloja, y el pasado 20 de diciembre comunicó, vía Burofax, 20 despidos de empleados de la planta catalana. A su vez, los piquetes mantienen el bloqueo de la fábrica barcelonesa e intentan que los productos de las marcas del grupo no se distribuyan en el mercado catalán. 

El conflicto de Panrico estalló a mediados de octubre, cuando el fondo de inversión Oaktree, propietario del grupo, dejó de pagar los salarios a los trabajadores. Más tarde presentó un duro plan de reestructuración que suponía la extinción de 1.914 puestos de trabajo, casi la mitad de la plantilla de todas las plantas del Estado y un recorte salarial del 45%. Después de casi un mes de debate se redujo el planteamiento inicial hasta 745 bajas, de las que la parte más importante afectaban a la fábrica de Santa Perpètua de la Mogoda. El preacuerdo se sometió a la votación de los trabajadores, que lo aprobaron en todas partes menos en la planta barcelonesa. 

Desde entonces, la tensión entre trabajadores y los Mossos no afloja, y este lunes la policía detuvo a un trabajador, que fue conducido a la comisaría de Mollet, de donde salió a las pocas horas. Diversas organizaciones sindicales y políticas reclamaron su libertad acusando a la policía catalana de "proteger a los esquiroles"

De forma paralela, los trabajadores de la factoría catalana del grupo Panrico han iniciado una campaña pidiendo a los ciudadanos que no compren productos de la sociedad de bollería industrial, ya que con el dinero que recauda la empresa se financian los despidos, según denuncian. 

Un intento de negociación directa entre empresa y trabajadores de la planta catalana, favorecido recientemente por la Generalitat, quedó en nada, al negarse la dirección a hablar después de que un camión de la sociedad sufriera desperfectos en el puerto de Barcelona. 

De Roca Radiadores en 1977 a Mercadona en 2006 
Una de las huelgas de mayor duración en Cataluña, desde el restablecimiento de la democracia, ha sido la que afectó al grupo Roca Radiadores. Duró oficialmente 95 días. La fecha oficial de su finalización fue el 12 de febrero de 1977. Empezó por una treintena de despidos de la empresa y la protesta involucró a sus más de 3.000 trabajadores. Durante el tiempo de la parada se registraron varios actos de violencia contra algunos de los líderes sindicales más destacados. Al final se volvió al trabajo después de que la empresa aceptara no abrir sanciones ni expedientes laborales a los huelguistas. Los 34 despidos hechos se declararon improcedentes por las autoridades laborales, aunque fueron recorridos por la empresa. Muchos de los afectados volvieron al trabajo en virtud de lo que en ese momento se llamó la amnistía laboral. 

Otra huelga, que podría ser considerada la más larga desde la Transición, fue la que en 2006 se realizó en el centro logístico de Mercadona en Sant Sadurní d'Anoia (Barcelona). La convocó el sindicato CNT en marzo y finalizó en julio. Afectó a los más de 700 trabajadores de esa instalación, pero se podría discutir la duración concreta, porque arrancó de forma masiva pero terminó con poco seguimiento. 

Más recientemente, hace unos meses -el 3 de septiembre de 2013- se convocó la huelga en la Justicia en Cataluña. Fue una huelga indefinida que se mantuvo hasta el 22 de noviembre. La característica que la hizo especial es que afectó a pocos trabajadores. No porque los empleados no quisieran secundarla, sino porque los servicios mínimos decretados por el mismo departamento de Justicia, que es contra quien se hizo la protesta, llegaron a superar el 70% de los empleados que apoyaban el paro.

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