6 de junio de 2013

SOBRE EL HAMBRE

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:

El hambre es uno de Los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

Tener hambre no es tener un sano apetito ni ganas de comer. Sufrir hambre es una etapa de un camino que conduce a la muerte –otro de los Jinetes del Apocalipsis- y, cuando posee dimensión epidémica, no nace del accidente, del azar o de factores ligados a la voluntad humana sino de la injusticia, la desigualdad, la opresión de unos seres humanos sobre otros, el reparto desigual de la riqueza, y mucho más desigual de la pobreza, y de una situación social, económica y política que lo amparan, protegen y promueven. Pero esto ya lo saben ustedes.

En diferentes momentos históricos la vieja “civilizada Europa”, madre de dos Guerras Mundiales, ha conocido el hambre. Uno de esos momentos más recientes fue “el hambre de la patata”, la Gran Hambruna Irlandesa, de 1845 a 1849. Entre dos millones y dos millones y medio de personas murieron entonces por efecto de esta devastadora lacra. Más de dos millones de irlandeses emigraron a Gran Bretaña, Estados Unidos, Canadá, Chile, Argentina y Australia en lo que se conoció como la Diáspora Irlandesa. Otros dos millones de personas se desplazaron dentro del país huyendo de las zonas de mayor hambruna. Sus efectos continuaron durante décadas y la población de Irlanda todavía no ha recobrado los niveles previos a la hambruna. Entre 1841 y 1851 la población del país disminuyó de 8,2 a 6,6 millones. Irlanda perdió una cuarta parte de su población. No es cierto que este desastre humano (no humanitario porque de humanitario no tiene mucho) se deba al mildiú, la ineficiencia económica o los métodos inadecuados de cultivo, como nos quieren contar los grandes maquilladores históricos. Estos sólo fueron factores facilitadores.

La realidad es que la propiedad de la tierra irlandesa era en el siglo XIX británica, siendo los campesinos irlandeses sus aparceros. Los irlandeses cultivaban el trigo que se exportaba a Inglaterra, mientras ellos se alimentaban de los productos de la huerta familiar: patatas, que sufrieron la devastación del mildiú y una pérdida radical de las cosechas. Fue el sometimiento irlandés bajo los británicos la causa de que la enfermedad de la patata tuviera tan trágicas consecuencias. Los patatales morían y los trigales disfrutaban de grandes cosechas pero los irlandeses no podían acceder a este alimento pues pertenecía a los terratenientes ingleses. No se sabe de ningún terrateniente británico que abriera sus despensas a los hambrientos irlandeses. La corona inglesa no tomó medida paliativa alguna con sus súbditos irlandeses literalmente muertos de hambre. Que los irlandeses murieran o emigraran aseguraba aún más el dominio inglés en un territorio hostil y fuertemente cruzado de un sentimiento nacional independentista. Mientras tanto, los terratenientes británicos siguieron exigiendo a sus aparceros el pago del arriendo.

Desconozco los efectos cuantitativos de los períodos de entreguerras (entre la I y la II G.M.) con la crisis de la Gran Depresión en Europa y USA pero sabemos que la mortalidad se incrementó notablemente, el crecimiento vegetativo se estancó e incluso se convirtió en negativo. Las grandes ciudades rusas y parte de su territorio rural se vieron desabastecidas de alimentos, por la falta de brazos campesinos, empleados en la I Guerra Mundial, el envío de gran parte de la producción agrícola al frente para alimentar a las tropas y el creciente incremento de los alimentos. En Alemania y en otros países de la Europa central, pero también de las grandes ciudades USA, la gente caía desmayada de hambre por las calles. El desempleo conducía al suicidio por desesperación y a la muerte por hambre. Mientras tanto, a un lado y otro del Atlántico,  los grandes terratenientes agrícolas quemaban las cosechas para impedir que los precios agrícolas bajaran.

Esta imagen desapareció de las ciudades del centro del capitalismo con la expansión económica tras la II G.M. y la recuperación de las grandes tasas de ganancia del capital, que practicó una política económica de cierta “redistribución de la riqueza” que permitiese el consumo de masas. Durante unos sesenta años el hambre en el mundo ha sido cosa principalmente de negros africanos pero como eran pobres y disfuncionales para el capitalismo de consumo de masas parecían no existir como denuncia que alzase su voz, salvo para el gran negocio de la caridad y la “solidaridad” profesionalizada de ONGs y otros vividores a costa de la pobreza ajena.

Hoy, la crisis global del capitalismo, ha vuelto a colocar el hambre en las calles y ciudades de Europa y USA, casi siempre como cifras abstractas, en ocasiones como rostros que el sensacionalismo mediático aprovecha para vender más periódicos o aumentar la cuota de pantalla de las cadenas televisivas  y para recordarnos que si nos rebelamos y perjudicamos el clima social –ya sabemos que el capitalismo es cobarde y gusta de la tranquilidad, que viene de tranca- las cosas pueden irnos aún peor a los desposeídos, por lo que nos conminan a callar y trabajar, los que aún tienen trabajo y a esperar resignadamente, como Godot, la mágica recuperación de los beneficios empresariales que son, según ellos, los que nos dan de comer. Mientras tanto, algo de pan nos dejarán caer las organizaciones caritativas de las iglesias y grupos nazi-fascistas como Amanecer Dorado en Grecia o España 2000 por estos lares, realizando unos y otros su “benefactora” propaganda por alimentos, eso sí, siempre limitada a nacionales.

Ni el hambre es culpa de quienes la padecen, como nos dicen los liberales que nos recuerdan cada día que sólo el esfuerzo y el trabajo es causa del progreso de las naciones (curioso discurso de quienes viven del trabajo y la miseria ajenos, la cultura del pelotazo y la corrupción), ni su existencia nace del azar o los desastres naturales. Es inducido por el capitalismo, del que sus víctimas tendemos a señalar su carácter criminal sólo cuando la situación se vuelve insostenible para nosotros y al que aceptamos pasiva o entusiásticamente cuando nos caen algunas migajas de sus banquetes.

Hoy he encontrado algunos textos sobre el hambre en distintos lugares del mundo que deseo compartir con ustedes. ¡Bon appétit!

DESNUTRICIÓN INFANTIL, EFECTO DEVASTADOR DE 5 AÑOS DE CRISIS ECONÓMICA EN ESPAÑA

En Andalucía firman decreto para garantizar tres comidas al día a los niños

Más de 28 por ciento de los menores no se alimentan como aconseja Naciones Unidas

Armando G. Tejeda. La Jornada

El hambre y la pobreza se han extendido sin piedad entre los niños españoles. En Andalucía, la región con mayor desempleo y desigualdad en el país, se puso en marcha un plan para atajar un fenómeno que amenaza con llevar a la exclusión a buena parte de la sociedad, el cual consistirá en dar desayuno o merienda a alrededor de 50 mil menores en los próximos meses.

Este programa llegará a 5 por ciento de la población infantil andaluza, gracias a un decreto del gobierno de coalición del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) e Izquierda Unida (IU), en el que se declaró obligatorio que todos los niños coman tres veces al día. El almuerzo consistirá en una torta de chorizo, un jugo de frutas, galletas, mantequilla y una manzana.

Como en los peores años de la posguerra o de la gran depresión de principios del siglo XX, España vive una pesadilla que no da tregua y que enfrenta a la población con el pasado, cuando la gente se alimentaba de pan, chorizo y vino. Es la peor cara de la crisis que afecta a este país desde hace cinco años y que ha multiplicado el desempleo: 27.1 por ciento, es decir, casi seis millones de personas; la pobreza, que afecta ya a 25 por ciento de la población, y la desnutrición infantil con dos de cada cinco niños mal nutridos.
Los últimos informes, tanto públicos como de organizaciones internacionales, confirman que la crisis y sus efectos devastadores han provocado un enorme incremento en la desnutrición infantil. En el conjunto del país más de 28 por ciento de los niños no se alimentan como aconseja la Organización de Naciones Unidas, mientras en la región de Andalucía la cifra alcanza 35 por ciento.

Este panorama fue el detonante para que el pasado abril, en un gesto insólito de los gobiernos autonómicos de España, la Junta de Andalucía, por medio de la Consejería de Igualdad, aprobara un decreto de lucha contra la exclusión social, en el que se desarrolla una línea de trabajo alimentaria que se enfoca en la desnutrición infantil, al garantizar, por ley, que todos los niños de la región coman tres veces al día, y deja un margen legal al gobierno para dotar los recursos que hagan posible dar de comer a los niños más pobres y con más desnutrición (5 por ciento).

El plan tiene un presupuesto de 16 millones de euros y se apoyará también en las ONG que trabajan en la región para hacer más eficiente el reparto, así como de los centros escolares, donde también se distribuirán los paquetes de alimentos. La consejera de Igualdad, Susana Díaz, explicó en su día que este plan de trabajo pretendía poner rostro a la crisis a través de nuestros menores, que son los más vulnerables en un momento de mucha debilidad y de una crisis brutal como la que estamos viviendo. Hay que reconocer que casi seis de cada cien infantes en Andalucía están situación de pobreza extrema, algo ante lo que hay que ser contundentes, porque estamos influyendo en el desarrollo y el futuro de los niños.


EL HAMBRE AUMENTA EN GRAN BRETAÑA

Matt Carr. IPS

Los drásticos recortes a la seguridad social implementados por el gobierno de coalición tienen un impacto cada vez más notorio en Gran Bretaña, donde las medidas de austeridad que buscan hacer frente a la crisis financiera hacen estragos entre los sectores más vulnerables.

Un relevamiento publicado en el sitio web Netmums concluyó que, con regularidad, una de cada cinco madres británicas no tiene qué darles de comer a sus hijos. Actualmente, miles dependen de organizaciones benéficas y bancos de alimentos de emergencia para alimentarse a sí mismas y a sus familias.
En los últimos 12 meses, The Trussell Trust, el mayor operador de bancos de alimentos en Gran Bretaña, dijo haber suministrado alimentos a 350.000 personas, lo que representa 100.000 más de lo previsto y supone un aumento de 170 por ciento en relación al año anterior.

Las personas recurren a bancos de alimentos por muchos motivos. Algunas están subempleadas, otras son víctimas de violencia doméstica. Otras sucumbieron ante usureros que se aprovechan de los pobres ofreciéndoles préstamos con intereses exorbitantes. Pero la mayoría están sin empleo, y les quitaron o recortaron los beneficios sociales a consecuencia de la arremetida del gobierno contra lo que considera una población de vagos y “parásitos”.

Todos estos factores alimentaron lo que The Trussell Trust llama una “epidemia” de hambre, que se vuelve cada vez más visible en localidades de todo el país.
Clay Cross, por ejemplo, es un pequeño pueblo de 5.000 habitantes en las colinas de la zona rural del norte de Derbyshire, que otrora fue un centro de la industria británica del carbón.

Como muchos pueblos y aldeas del área con un pasado extractivo, Clay Cross pasó épocas duras desde el cierre de su mina en los años 80, pero en los últimos tiempos las cosas empezaron a empeorar mucho más.

Una noche, IPS visitó el banco de alimentos local de The Trussell Trust, en la iglesia de Saint Bartholomew. En su interior, voluntarios exponían parte de las dos toneladas de alimentos donados por comerciantes durante una recolección de dos días en varios supermercados Tesco el fin de semana anterior.

El banco de alimentos se inauguró apenas en agosto de 2012, pero desde entonces atendió a 1.147 personas, y está abriendo otros en las cercanías.

Uno de sus clientes era David, quien ahora trabaja como voluntario para el Trust. Extaxista, durante 12 años se dedicó a cuidar de forma permanente y remunerada a su esposa discapacitada. Pero el año pasado, cuando ella falleció, perdió su salario de cuidador y permaneció siete semanas sin ingresos, mientras esperaba los beneficios por desempleo. En ese tiempo vivió gracias a tres sacos de provisiones que le dio el banco de alimentos, recordó.

Los retrasos en los pagos de beneficios son algunos de los motivos más comunes para que la gente recurra al banco de alimentos, y muchos de quienes lo hacen se sienten profundamente avergonzados y humillados.

El coordinador del proyecto, James Herbert, y su equipo, están dispuestos a superar estas reservas y a dar la bienvenida a quienes se acercan, pero también les indigna el hecho de que se requieran esos servicios.

“Es reprensible. El gobierno local y nacional debería estar avergonzado de dejar a las personas en una situación en la que tienen que depender de una organización benéfica para alimentar a sus familias”, planteó.

La mayoría de los usuarios del servicio llegan al Trust enviados por organizaciones de caridad o por agencias del gobierno, con cupones que les permiten retirar alimentos apenas tres o cuatro veces.

Bernard (nombre ficticio) acaba de llegar, enviado por primera vez de su centro de empleo local. Mentor voluntario de 38 años, trabajaba con jóvenes infractores, y gozó de beneficios por desempleo hasta hace dos semanas, cuando se los recortaron porque no se postuló a uno de los trabajos ofrecidos por su centro local de empleo.

Según él, nunca recibió el ofrecimiento, y apeló la decisión. Si tiene éxito, puede recibir un fondo semanal de 29 libras (45 dólares) por penurias económicas o la plena restauración de sus beneficios de 71 libras (110 dólares). De lo contrario, no recibirá nada por otras seis semanas, aunque vive en un apartamento sin gas, ni electricidad, ni alimentos.

“Si soy un parásito, soy un parásito, pero a fin de cuentas, ¿qué más voy a a hacer? ¿Voy a salir a robar para sobrevivir? Si en el siglo XXI, en una de las naciones más avanzadas del mundo, la gente tiene que acudir a bancos de alimentos, hay algo que no está del todo bien, ¿no?”, planteó.

Colin Hampton, coordinador del Centro para Trabajadores Desempleados de Derbyshire, coincidió: “La situación es peor ahora que en los años 80. Las personas vienen a nosotros pidiendo alimentos en situaciones desesperadas, y nosotros las enviamos a los bancos de alimentos. Pero aunque apreciamos que la gente intente ayudar, nuestra mayor preocupación es que, a menos que expresemos nuestra indignación, esto se convertirá en la norma, y las personas necesitan preguntar por qué está ocurriendo esto”, dijo.

El primer ministro británico David Cameron elogió el trabajo de The Trussell Trust, pero los bancos de alimentos son consecuencia directa de políticas gubernamentales diseñadas para quitar beneficios sociales sin importar las consecuencias. El parlamentario laborista Peter Hain acusó al gobierno de “aterrorizar” a los desempleados de su distrito obligándolos a elegir entre morir de hambre y realizar trabajos mal pagados.

El sistema de la Ley de Pobres, del siglo XIX, tuvo otrora una actitud similarmente punitiva y disuasiva hacia los trabajadores industriales pobres. Actualmente, el hambre es una consecuencia de la pobreza manufacturada en la séptima economía más grande del mundo, y los más vulnerables vuelven a ser victimizados y castigados.

En estas circunstancias, los bancos de alimentos pueden ser un sustituto conveniente de la asistencia reglamentaria, habilitando a los herederos políticos de la difunta (ex primera ministra) Margaret Thatcher (1925-2013) a despojar aún más la red de seguridad social partiendo de la idea de que la población puede estar hambrienta, pero por lo menos no se está muriendo de hambre.


RECORTES FISCALES EN ESTADOS UNIDOS APUNTAN A LOS MÁS POBRES

Matthew Charles Cardinale. IPS

El Congreso legislativo de Estados Unidos está a punto de hacer recortes de miles de millones de dólares al Programa de Asistencia Nutricional Complementaria, comúnmente conocido por sus cupones de alimentos, que abarca a millones de pobres e indigentes.
Los aportes se reducirían en noviembre, cuando expiren los que habían sido incluidos, en versión aumentada, en la Ley de Recuperación y Reinversión de 2009, o paquete de estímulo federal.

La merma será de entre ocho y 25 dólares por mes y por individuo, dependiendo del tamaño del hogar que integre. El beneficio promedio ya es tan bajo que llega a 1,46 dólares por comida por persona.

Pero eso no es suficiente para el actual Congreso, que busca exprimir aún más el dinero del programa de emergencia alimentaria.

Grupos como los Demócratas Progresistas de Estados Unidos han hecho circular por Internet una petición para oponerse a los recortes.

“Hay una puja por poner fin a los derechos de ayuda social y, si eso ocurre sin importar qué fórmula usen, la gente resultará perjudicada”, dijo Joyce Dorsey, primera vicepresidenta de la Asociación Nacional de Acción Comunitaria, a IPS.

“Todavía es difícil hallar empleos o quien lo tiene no recibe un salario que le permitan a una persona llevar un nivel de vida adecuado, entonces naturalmente necesita asistencia”, agregó.

Actualmente, 47,5 millones de personas reciben ayuda alimentaria de emergencia a través del Programa de Asistencia Nutricional Complementaria (SNAP, por sus siglas en inglés), según los datos más recientes del Departamento de Agricultura, lo cual equivalen a más de 15 por ciento de los habitantes de Estados Unidos.

El debate se centra en la Ley de Reforma Agrícola, Alimentos y Empleos de 2013, conocida comúnmente como Ley Agrícola, que el Congreso suele volver a aprobar cada cinco años para fijar las políticas nacionales en materia de agricultura, nutrición, conservación y silvicultura.

El Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes, liderado por el opositor Partido Republicano, aprobó el 15 de mayo recortes por casi 21.000 millones de dólares al SNAP. El cambio de requisitos para postularse para recibir la ayuda que conlleva el proyecto implicará una pérdida de beneficios para casi dos millones de personas, entre ellas niños y niñas.

Se trata de personas que hoy pueden solicitar cupones de alimentos porque sus ingresos líquidos están bajo la línea de pobreza, aunque tengan bienes o ingresos brutos que los sitúen por encima del umbral de postulación al SNAP.

Actualmente, las leyes federales permiten que estas personas accedan al SNAP si se consideran aptas para beneficiarse de otro programa estatal bajo la Ayuda Temporal para Familias Necesitadas.

Según el Centro sobre Prioridades Presupuestarias y Políticas, se verán impactados muchos hogares de bajos ingresos de Estados Unidos que poseen un automóvil modesto. Esto también puede incluir a familias trabajadoras con altos costos en materia de cuidado de niños o a ancianos con costosas facturas médicas.

El proyecto de la Cámara de Representantes también elimina los pagos de incentivos del SNAP a estados que han mejorado la precisión en los pagos y la entrega de servicios, y recorta los fondos dedicados a educar sobre nutrición.

Además, restringe una opción que permite a los estados aprobar familias para beneficiarse del programa si estas ya califican para recibir ayuda en materia de calefacción por ser de bajos ingresos, algo que también hace la versión del Senado sobre la Ley Agrícola.

El 14 de mayo, el Comité de Agricultura del Senado, liderado por el gobernante Partido Demócrata, aprobó en una audiencia recortes al SNAP por 4.100 millones de dólares.
“Esto frena los pagos excesivos a un pequeño número de individuos en el programa (…) que pueden reclamar una cobertura para calefacción que no tiene, o ayuda alimentaria, para recibir beneficios” que están por encima de lo previsto, dijo Cullin Schwarz, portavoz de la senadora demócrata Debbie Stabenow, presidenta del Comité.

Schwarz dijo a IPS que los estados están usando tácticas administrativas, como calificar a personas para pagos por separado de ayuda energética de menos de 10 dólares anuales, supuestamente con el único propósito de aumentar sus posibilidades de postularse a los cupones de alimentos.

“Quince estados brindan una suma muy pequeña de ayuda para calefacción en el hogar, de apenas un dólar por año”, lo cual “no ayuda realmente a nadie a pagar por ese servicio”, sostuvo.

En caso de aprobarse el proyecto del Senado, la Oficina de Presupuesto del Congreso estima que 500.000 personas recibirán, en promedio, 90 dólares menos.
Pero la oficina de Stabenow insiste en que este no es un recorte a la estructura de beneficios. “Obtendrán exactamente lo que se suponía que obtendrían en el programa basado en sus gastos reales”, dijo Schwarz.

Ante la pregunta de qué considera que resultará de las negociaciones entre las dos cámaras, Schwarz respondió: “Si los republicanos pueden presentar maneras adicionales de reducir el gasto que no reduzcan los beneficios estándar o perjudiquen a familias verdaderamente necesitadas… estamos abiertos a discutirlas”.

La senadora demócrata Kirsten Gillibrand propuso una enmienda para quitar los recortes al SNAP de la Ley Agrícola, y compensar los costos limitando los reembolsos por seguros de cultivos a los proveedores.

“Las familias que viven en la pobreza, nuestros niños, nuestros veteranos, nuestros ancianos, parte de nuestro personal activo, sufrirán si recortamos los cupones de alimentos. Creo que no deberíamos equilibrar la deuda o el déficit sobre las espaldas de estos estadounidenses que trabajan duro y que simplemente tienen hambre”, dijo Gillibrand durante la audiencia.

La enmienda fue rechazada. Más de la mitad de los demócratas se unieron a casi todos los republicanos para vetarla.

Sin embargo, una enmienda propuesta por el senador republicano David Vitter para que violadores, pedófilos y asesinos no puedan ser beneficiarios del SNAP, fue aprobada por unanimidad.


4 de junio de 2013

LA ECONOMÍA DEL ‘IMPASSE’

Aunque para los organismos financieros internacionales, la crisis mundial se aleja, señalan un nuevo peligro: la “guerra de divisas o carrera de devaluaciones competitivas”. Una competición en la que se juegan las hegemonías y las correlaciones de fuerzas regionales y mundiales. Así lo entienden Japón, EE UU, Suiza, Reino Unido y, con un papel más discreto, la Unión Europea y China. Aportamos un análisis.

Isidro López. Diagonal

El pasado 7 de abril, el Ban¬co Cen¬tral de Japón lanzó una de las mayores inyecciones monetarias que se recuerdan en la historia económica reciente. Nada menos que un 30% del PIB de Japón se va a lanzar a la esfera de la circulación monetaria en los próximos dos años. Esta medida se suma a ya casi tres años de intervención monetaria de la Reserva Federal de EE UU (la Fed) en el mismo sentido: lanzar inyecciones masivas de liquidez que contrarresten, por la vía de la abundancia de dinero, lo que estas instituciones leen como una tendencia deflacionista. Por supuesto, y de entrada, estas intervenciones chocan frontalmente con lo que ha sido, al menos sobre el papel, la ortodoxia dominante de los bancos centrales durante los 30 años de ciclo neoliberal, el monetarismo, que precisamente se hizo fuerte institucionalmente dando instrucciones muy sencillas a los banqueros centrales: controlar la inflación mediante restricciones de la oferta de dinero. Por supuesto, los sectores liberales doctrinarios han puesto el grito en el cielo porque estas medidas impiden el ajuste y, más importante, tapan, momentáneamente, los nichos de beneficio dependientes de los intereses de los bonos soberanos de deuda, incluidos los de deuda española.

Hasta cierto punto tienen razón, pero resulta que, a diferencia de lo que sucede con una institución enteramente neoliberal como el BCE, tanto la Fed como el Banco Central de Japón son instituciones mucho más sensibles a las corrientes democráticas de fondo, y mucho más poderosas en la escena geopolítica, y si tienen que poner la paz social en sus países por encima de la ortodoxia monetarista, lo harán. Si tienen que disponer enormes sumas para rescatar a sus bancos, lo harán también.

Una vez puestas en marcha estas políticas expansivas, la pregunta fundamental es si van a ser lo suficientemente profundas como para generar un nuevo ciclo de crecimiento global, o si simplemente van a alargar una nueva irrupción de los problemas estructurales que subyacen al ciclo financiero. Desde luego, si nos tenemos que fiar de los resultados de dos años de políticas expansivas de la Fed, hay que dudar mucho de que los medios monetarios sean capaces, por sí mismos, de generar el grado de actividad económica que necesita la recuperación. Por el momento, lo que han logrado los estímulos es relanzar un miniciclo de crecimiento en las bolsas y mantener en torno al 0-1% los niveles de crecimiento en los EE UU. Es decir, cambiar la recesión por estancamiento. Los problemas que arrastra el capitalismo global desde la crisis de los ‘70 –exceso de capacidad productiva y de competencia, debilidad de la rentabilidad industrial, debilidad de la demanda–, y que volvieron a emerger con toda fuerza después de 2007 con el desplome de la ‘solución financiera’ post-burbuja tecnológica de 2001, son demasiado profundos como para resolverse con una inyección monetaria, por potente que sea. En realidad estas líneas políticas vuelven a mostrarnos que las potentes instituciones económicas diseñadas a lo largo del siglo XX tienen la suficiente fuerza como para contener los perfiles más fulminantes de la depresión. Pero también nos muestran que tanto su sumisión última a las caóticas y depredatorias dinámicas de la financiarización, como el altísimo grado de integración de los polos geográficos de la economía global, les impiden la composición de un ciclo de crecimiento ‘desde arriba’. Una vez más, como sucede en la escala nacional, vemos que la única manera de romper el largo impasse es un cambio político profundo, también a nivel global, en esa estructura de poder financiero a la que llamamos neo¬liberalismo.

De hecho, es bastante posible que la intención de los responsables de estas medidas no sea tanto abrir un ciclo de crecimiento, algo impensable sin una destrucción de capital coordinada a nivel global, como, siguiendo las grandes líneas de la geopolítica de la financiarización, redistribuir espacialmente los costes de la crisis. En este sentido, la agresividad de la decisión japonesa no es comprensible sin tener en cuenta que su intención es devaluar competitivamente el yen para relanzar las exportaciones en un envite a EE UU, pero también a China y a Corea del Sur.

Hay que tener en cuenta que para EE UU, la devaluación del dólar es siempre un dilema: por un lado, relanza las exportaciones, pero, por otro, siempre se arriesga a que parte de la descomunal masa de liquidez que captan los activos financieros denominados en dólares salga buscando otros productos financieros más rentables. Hay que recordar que el dominio americano de estos flujos y su centralización en Wall Street, y su sucursal en Londres, son la fuente principal del dominio americano de la financiarización. También conviene recordar que la última bajada significativa del dólar en el periodo 2007/2009 provocó la salida de flujos de capital financiero a corto plazo hacia los mercados de derivados en petróleo y alimentos, lo que, a su vez, provocó que Europa tuviera que subir tipos de interés y trasladar la crisis al continente, donde, al encontrar Alemania su posición dominante en ese modelo de obtención de beneficios al que llamamos “crisis del euro”, se ha quedado estancada.

Por lo que a nosotros toca, estos posicionamientos globales pueden abrir una nueva fase de la crisis en los países del sur de Europa. La apertura de un nuevo ciclo bursátil mediante las medidas expansivas ha aliviado la presión sobre los mercados de deuda, al producir una fuente alternativa de beneficios financieros. Esto significa que las primas de riesgo, tanto de España como de Italia, se han relajado significativamente. Y aunque el peso de la deuda pendiente es lo bastante grande como para ser determinante en la política de los próximos meses, Bruselas-Berlín va a tener que sacar adelante sus programas de austeridad, recortes y privatizaciones sin el instrumento disciplinario de la prima de riesgo.

En esta situación, y siempre teniendo en cuenta que en ausencia de ciclos significativos de crecimiento pueden volver los ataques a las primas en cualquier momento, los gobiernos del Sur van a intentar retrasar, nunca revertir, el programa económico de Berlín, que, por otro lado, y salvo giro político inesperado, va a intentar redoblar su política de descarga de costes de la crisis sobre los países del Sur.
Y es que, en este nuevo contexto económico, las consecuencias de sus decisiones políticas no dejan de volverse sobre Alemania, que ya se ha opuesto con todas sus fuerzas a las políticas japonesas, al secado progresivo de sus mercados del sur de Europa por culpa de la austeridad, a una crisis bancaria propia siempre alargada y a una limitación voluntaria y miope de las funciones del BCE. A lo que hay que sumarle una revalorización del euro frente a dólar y yen que daña aún más las exportaciones germanas. La solución que le queda a Ale¬mania para desplazar a futuro una crisis social interna cada vez más cercana es que su Estado siga financiándose comparativamente barato, y para eso es necesario que el sur de Europa se financie caro. Frente a esto, sólo una rebelión contra el Gobierno alemán y sus aliados en las finanzas puede poner a Europa en la vía de la recuperación.