17 de mayo de 2013

LAS CAUSAS DE LA CRISIS: LAS FINANZAS Y LA TASA DE GANANCIA

Tasa de Beneficio antes y después de incluir activos 
financieros en el stock de capital. (EEUU y Reino Unido)


Alan Freeman. Globedia
En los últimos meses hemos visto un creciente debate entre los marxistas en torno a la tasa de ganancia de EE UU y su relación con la presente crisis. Resulta paradójico, ya que en su mayor parte los marxistas rechazan el propio relato de Marx sobre la relación entre la acumulación y la tasa de rentabilidad; de hecho, recientemente, Michael Heinrich ha argumentado que Marx no tenía ninguna teoría de la crisis y que no hay ninguna base para suponer que la acumulación capitalista conduzca a una caída de la tasa de ganancia.

Sin embargo, existe un amplio acuerdo con Duménil y Lévy que después del descenso prolongado de posguerra, la tasa de beneficio en EEUU comenzó a aumentar en la década de 1980, recuperándose al final de los años 1990 y marcando el comienzo de una nueva fase de expansión en EEUU.

Andrew Kliman, en Una crisis de la producción capitalista/ 1 , ha provocado una controversia considerable con la afirmación contraria, basada en un razonamiento coherente y con una amplia evidencia empírica, según la cual la tasa de ganancia en EEUU ha continuado su tendencia a la baja.

Si la tasa de ganancia no ocasiona ninguna consecuencia, ¿por qué es tan importante demostrar que va en aumento? En La tasa de ganancia ante la presencia de los mercados financieros/ 2 sugiero que estas discusiones forman parte de un debate soterrado. El verdadero problema es cómo explicar la crisis en la economía de los EEUU. En concreto, ¿es la extensión de un problema más profundo, que ya se expresó en la profunda crisis de 1974, o una 'crisis del neoliberalismo" totalmente nueva sin raíces en aquel momento?

Los marxistas contemporáneos viran hacia esta última versión, destacando la gran fortaleza de capital de los EEUU y su excesiva rentabilidad. Desde ese punto de vista, el capitalismo de EEUU no sólo ha estado en buena forma hasta ahora, sino que todavía marcha bastante bien. Cada mes que pasa, esta idea encaja peor con los hechos. La crisis está en su séptimo año. Todos los demás indicadores relevantes -el crecimiento del PIB, el desempleo a largo plazo, inversión, utilización de la capacidad instalada, el tipo de cambio a largo plazo del dólar, o la balanza de pagos- sugieren que la economía de EEUU está en su peor situación desde 1929 y, por otra parte, se han orientado hacía aquí de esta manera durante por lo menos los últimos cuarenta años, al ser cada sucesiva "recuperación" cada vez más febril y corta en duración que la anterior. La inesperada atención que la tasa de ganancia ha recibido ahora aparece bajo una luz diferente. El único indicador de la "buena salud" en la economía de EEUU es la tasa de ganancia -excepto, por supuesto, según los cálculos de Kliman. Esto explica el interés que ha despertado este indicador.

Mi trabajo arroja más dudas sobre la afirmación de que va en aumento. Hago una simple corrección de los cálculos actuales de la tasa de ganancia ajustando el stock de capital [la base de inversión] al incluir los activos financieros negociables en el mercado. Me parece que la tasa de ganancia cae en EEUU uniformemente desde su máximo de 1944 a una tasa de 1, 4% por año con un coeficiente de determinación del 96%.

Esto también resuelve un rompecabezas, observado por algunos analistas, sobre la tasa de ganancia del Reino Unido. Ésta, a pesar de los pésimos resultados de la economía del Reino Unido en todos los demás aspectos, ha aumentado a partir de 1973 de acuerdo a cualquier cálculo anterior. El índice corregido se ha reducido por lo menos a partir de 1980 (cuando estos datos se disponen por primera vez) y, probablemente, desde el comienzo del auge de posguerra. Las diferencias surgen porque en ambos países, a partir de 1974, el capital comenzó a acumular activos financieros que no figuran en las medidas tradicionales del cálculo de la rentabilidad que sólo incluyen activos fijos productivos. Esto no es un signo de salud: una economía que deja de adquirir bienes de producción se aboca a un lento suicidio, un hecho que ahora cobra presencia por la naturaleza intratable de la crisis actual.

Muchos escritores pasan por alto este punto, centrándose en el numerador en la tasa de ganancia. Según artículos recientes/ sostienen que la tasa de beneficios es cada vez mayor, desafiando la tradicional teoría de la caída de la rentabilidad para las crisis anteriores. Sin embargo, incluso si fuese cierto, esto no resolvería el problema central: el incentivo a invertir. Este no se determina por la masa de ganancia, sino por el rendimiento del capital: por la proporción de los beneficios sobre el stock de capital.

Los escritores de la escuela TSSI (Interpretación del Sistema Único Temporal/ 4 ), como Andrew Kliman/ 5o yo mismo, junto con los escritores no TSSI como Moseley y Shaikh, subrayamos la centralidad del denominador de la tasa de ganancia, el stock de capital. Esta era una de las principales preocupaciones de Marx: en la sección 2 de La ley General de la acumulación capitalista/ 6 avanzaba la afirmación central de que el aumento proporcional del capital constante/ 7 , en relación con el variable (el trabajo), con el progreso de la acumulación. Si nada cambia, debe conducir a una tasa de ganancia declinante.

Si se aplica el análisis de Marx con rigor, se hace evidente que la evolución de la tasa de rentabilidad no puede compensar este incremento de forma permanente. A diferencia de la rentabilidad, limitada por el tamaño de la fuerza de trabajo, el stock capital crece sin límite. Puede alcanzar una evolución tan importante que no hay reducción de salarios, no importa cuán grande sea, que pueda compensar este efecto en la tasa de ganancia. Así, incluso la tasa de beneficios en EEUU calculada en términos tradicionales habría caído al 15% en 1980. Ni siquiera un recorte salarial del 50% –aplicado sin precedentes durante el fascismo- pudo reponerla hasta el 20%.

La restauración estable de la tasa de ganancia sólo puede darse a través de un cambio brusco en la acumulación. Si bien incluso una desaceleración provoca una reducción en un componente indispensable del PIB: la inversión. Y, de hecho, entre 2008 y 2012, la inversión es el principal componente del PIB de EEUU que ha disminuido, lo que representa por completo la caída del PIB en sí. Esta es una de las razones de lo que ha sucedido realmente en la historia de EEUU/ 8 , cuando el Estado estadounidense desplazó al inversor privado por un período prolongado, sentando las bases para el auge de la posguerra.

Estos hechos y la situación de la economía de EEUU contradicen los hallazgos anteriores que afirman que la tasa de ganancia esté aumentando. ¿Qué ha salido mal? Los analistas del TSSI sostienen en primer lugar que con dichos cálculos, los activos fijos han sido erróneamente valorados, haciéndolo a precios corrientes y no a su coste histórico que registra el desembolso monetario real del capitalista. Ofrezco ahora así un nuevo motivo adicional: el capital no se compone sólo de los activos fijos -maquinaria, edificios, etc -, sino también de los activos monetarios.

Tanto Marx como Keynes dieron cuenta de que en crisis, el "circuito del capital" normal se ve interrumpido cuando los vendedores paralizan el retorno del dinero a la economía para hacer nuevas compras, y en su lugar comienzan a acumular. Es bien sabido que acumulación del dinero de todo tipo se incrementa en todas las crisis. Desde la década de 1970, este capital-dinero atesorado se ha ido acumulando en forma de activos financieros. A diferencia de las anteriores formas de atesoramiento de dinero, éstos compiten con los activos productivos en el mercado de capital.

La mitología financiera trata este atesoramiento como productivo, hasta el punto de llamarle 'inversión'; para Marx, sin embargo, son simplemente formas de dinero, materializadas en flujos capitalizados de reclamaciones parasitarias de la producción de ingresos, es decir, capital ficticio. Sin embargo, dado que tales instrumentos compiten en el mercado de capital, con la inversión productiva genuina, y dado que constituyen la forma en que los capitalistas materializan sus activos, deben incluirse en el stock de capital. Cuando se realiza esta corrección, todos los hechos cobran sentido y sorprendentemente confirman por completo el análisis original de Marx. El resultado con el que nos encontramos es una explicación muy razonable, teóricamente coherente, y empíricamente convincente de la crisis.

http://www.worldeconomicsassociation.org/files/newsletters/Issue3-2.pdf(Se puede leer más sobre este tema y participar en esta discusión en el blog: http://australianpe.wix.com/japehome # blog/cto7)
Notas: 1/www.marxisthumanistinitiative.org/economic-crisis/new-book-the-failure-of-capitalist-production.html2/http://search.informit.com.au/documentSummary;dn=042839756937478;res=IELBUS3/www.marxisthumanistinitiative.org/economic-crisis/more-misused-wage-data-from-monthly-review-the-overaccumulation-of-a-surplus-of-errors.html 4/http://www.amazon.com/Marx-Non-Equilibrium-Economics-Alan-Freeman/dp/18589826855/http://akliman.squarespace.com/reclaiming/6/www.marxists.org/archive/marx/works/1867-c1/ch25.htm 7/Marx distingue capital "variable", que se adelanta al pagar los salarios, del capital "constante" -el resto de capital. Esto, a su juicio, mejora la distinción de Ricardo entre capital "circulante" y "fijo". El capital constante incluye los costos fijos y circulantes de capital, pero no el trabajo. Este uso de Marx pretende expresar, con rigor, el hecho de que sólo el trabajo agrega valor, mientras que el valor del capital constante se limita a transmitirlo al producto.8/Ideas.repec.org/p/pra/mprapa/26807.html

12 de mayo de 2013

EL 16 DE MAYO TIENES UNA CITA CON LAS LIBERTADES DEMOCRÁTICAS


Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD)

Fuente original: libertadesdemocraticas.org

La lucha de clases se agudiza en el centro del capitalismo
La crisis global y estructural del capitalismo se ha convertido en la gran coartada de políticas destinadas a eliminar el conjunto de conquistas históricas de la clase trabajadora: pensiones, sanidad y escuela públicas, cobertura de desempleo, etc., etc.

Las políticas de austeridad y de recortes sociales han tenido los grandes objetivos de poner en marcha una gigantesca transferencia de las rentas del trabajo a las del capital y la apertura de nuevos mercados para éste, a través de la privatización de los servicios públicos.

La necesidad de relegitimar los Estados capitalistas tras la Segunda Guerra Mundial, junto con el temor a la extensión del llamado peligro comunista en países como Francia o Italia, unido a las luchas de la clase trabajadora durante casi 30 años hasta la crisis de 1973, que abriría el camino hacia la privatización de los servicios públicos y la desregulación de los mercados financieros, explica la aparición y desarrollo de los Estados del Bienestar en ese período.

A partir de 1973 se inicia el fin de la época dorada y expansiva del capitalismo que, con la crisis de las hipotecas basura de finales de 2007 en Estados Unidos, entra en su etapa senil.
La voladura del Estado del Bienestar por parte de los gobiernos liberales, conservadores y social-liberales abrirá un período de fuerte contestación social en Europa y en España. De aquí arranca el principio de la muerte del pacto social que los grandes sindicatos aún no han llegado a percibir o, que si han percibido, no han sido capaces de, o no han querido por intereses espurios, sustituir por un nuevo modelo sindical acorde con la agudización de las luchas sociales y de clases.

Pero esa lucha de clases, aún negada bajo formas reformistas, interclasistas, ciudadanistas y de apelación a la desideologización desde un discurso de clase media, pone hoy en cuestión no sólo el orden capitalista sino la legitimidad de sus Estados de clase en Europa y genera una movilización social desconocida desde la Gran Depresión de los años 30 del pasado siglo.

Es en este escenario en el que aparece la reacción de los Estados capitalistas, temerosos de que las ordenadas y timoratas en reivindicaciones, objetivos y formas sean, tarde o temprano superadas por una creciente radicalidad en objetivos y procesos. Su reacción no es otra que la del recorte de las libertades democráticas de manifestación, reunión, expresión, asociación, etc.

No estamos ante una suma de represiones concretas sino ante el paradigma de la vuelta al estado policía. Fin del modelo de estado del bienestar y fin del modelo de estado de “libertades”
Como en tantos aspectos de la realidad social, económica y política, los árboles no suelen dejar ver el bosque. Nos resulta más fácil reparar en determinada represión concreta, en la carga de los antidisturbios sin placa en las manifestaciones, en aquella criminalización de la pasada semana o de ésta, en el secuestro de un artículo o una revista, en la multa o petición de cárcel para lo que se pretende un delito de opinión que en la globalidad de toda la dinámica antidemocrática.

El actual gobierno del PP está empeñado de lleno en esa batalla. El proyecto de reforma del Código Penal, que no tardará en ser debatida parlamentariamente, prevé cuestiones como la elevación de grado del concepto violencia que se expresaría en cuestiones como considerar la resistencia pasiva como delito de resistencia a la autoridad, es previsible una mayor vigilancia de la difusión por Internet de convocatorias de manifestación a las que, de partida, tenderían con mayor facilidad a ser consideradas violentas. Se penaliza con cárcel la acogida a inmigrantes sin papeles. Igualmente se incorporan cuestiones como la figura del “sujeto plural” dentro del delito de alteración del orden público, que podría vincularse con manifestaciones y que permitiría criminalizar y castigar no sólo al individuo sino a la propia organización. Además “se regula como supuesto atenuado la entrada o invasión colectiva de oficina o establecimiento, cuando se altere indebidamente su normal actividad, aunque no lleguen a producirse actos de violencia o amenazas.” Para el caso de manifestaciones con cierto grado de violencia se equipara la cometida contra personas y la cometida contra cosas.

El Estado social que ya se ha convertido en Estado liberal al estilo del siglo XIX se convierte paulatinamente en Estado policía. Recortes sociales y recortes de libertades son ya dos caras de la misma moneda. Los segundos son necesarios para garantizar la disuasión o represión de la víctima del saqueo capitalista, que no es otra que la clase trabajadora, los parados, los pensionistas, los sectores más débiles de nuestra sociedad. Nos quieren empobrecidos y derrotados y para ello nos necesitan mudos y desmovilizados.

El porqué de la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD)
Si estuviéramos sólo ante una escalada represiva del gobierno del PP, bastaría con emplear la ley y a sus profesionales para desmontar todo este atropello. Pero no. Lo que estamos es ante un proceso de eliminación creciente de las garantías democráticas y ciudadanas de un Estado que se vuelve progresivamente más autoritario, conforme su naturaleza de clase, capitalista, que siempre tuvo, se hace ahora más evidente. Y ese proceso involutivo se lleva a cabo mediante una reforma del aparato legal que sostiene la acción del Gobierno y del Estado. Una vez instituido el nuevo corpus legal que el Gobierno del PP utilizará como ariete represor contra la clase trabajadora, el camino de la defensa jurídica de detenidos, penados, multados o heridos en manifestaciones se volverá cada vez más tortuoso y estrecho. De ahí que la movilización social contra sus proyectos autoritarios y policiales se haga más urgente y necesaria.

Definir al Partido Popular como fascio-liberal puede sonar fuerte por lo primero, no por lo segundo, ya que ha llegado al gobierno por vía electoral. Pero su comportamiento cercenador de las libertades democráticas hace que su deriva fascista se convierta en un escenario algo más que posible.

Pero junto a lo anterior, el Partido Popular es también un partido nacional-católico, que niega a la mujer el derecho a su propio cuerpo al pretender acabar con dos de los tres supuestos de la vigente ley del aborto, suprime la educación para la ciudadanía y vuelve a convertir la religión en materia evaluable. Es también un partido racista y xenófobo que establece redadas contra sin papeles por el color de su piel, niega a estos el derecho a la asistencia médica, lo que está causando muertes o los enjaula en un matadero humano como los CIES. Igualmente es un partido clasista que avanza hacia el horizonte de que el que no pueda pagarse una sanidad privada se muera, o que el que no pueda permitirse una educación que acabará privatizada rebuzne o que el que no pueda pagar una justicia antes gratuita que viva bajo el yugo de la injusticia.

Hay un riesgo, quizá no demasiado evidente para todo el mundo, pero sí grave por lo que puede entrañar como consecuencia negativa para la lucha popular y de la clase trabajadora. Nos referimos a la posibilidad de que, ante la burla, el recorte y el escarnio hacia las libertades que practica este gobierno liberticida y del capital, sectores más o menos importantes de las izquierdas y de quienes no pertenecen a estas corrientes políticas, lleguen a reeditar el discurso de las libertades democráticas como un producto burgués –“libertades burguesas”- que el capital y sus gobiernos regularían a capricho en función de sus intereses y del estado de la lucha de clases en cada momento histórico. Que esta visión llegase a imponerse o cuando menos a calar de un modo profundo en la sociedad sería no sólo una falacia sino una gravísima derrota para la clase trabajadora.

El capitalismo ha sido capaz de existir con libertades democráticas y con dictaduras que las anulan, con estados de excepción y con activos momentos de movilización social, pero la clase trabajadora difícilmente puede luchar en el presente con posibilidades de éxito sin libertades de expresión, asociación, reunión y manifestación, entre otras. Los derechos y las conquistas sociales necesitan de esas mismas libertades para llevar a cabo la pelea por su defensa y extensión sin el riesgo de volver a las catacumbas de la clandestinidad en las que la represión ejercida sobre el movimiento popular diezma las filas de los combatientes por una sociedad justa, igualitaria, democrática, socialista.

Por otro lado, las libertades democráticas no les fueron regaladas a nuestra clase. Conquistamos espacios de libertad en el pasado en paralelo a los procesos en los que arrancábamos derechos sindicales, a un empleo y unas pensiones dignas, a la sanidad y la educación públicas,…a tantas cosas que hoy nos son arrebatadas mientras tratan de criminalizar el combate social contra el capital y sus gobiernos.

Éstas son en esencia, junto con las expuestas en el Manifiesto del blog libertadesdemocraticas.org“recortes sociales y recortes de las libertades son dos caras de la misma moneda”-, las razones que nos han llevado a un grupo de trabajadores y trabajadoras de izquierdas pero no ligad@s a ninguna organización concreta a crear la Plataforma en Defensa de las Libertades Democráticas (PDLD) a la que invitamos a toda persona de izquierdas, que crea en la clase trabajadora, en la lucha de clases y en la necesidad de defender las libertades junto con nuestras conquistas sociales a sumarse porque los tiempos que vienen son mucho más duros que los que hemos vivido en estos 5 años de crisis capitalista y, junto con nuestros derechos sociales y económicos hoy arrebatados, corremos el peligro de que también lo sean la protesta, la voz y la palabra.