31 de enero de 2013

EL NUEVO MURO DE EUROPA CONTRA LA INMIGRACIÓN

Andrés Mourenza.Librered

Los alrededores de la estación de tren de Orestiada, situada en el noreste de Grecia junto a la frontera turca, están cubiertos de zapatos, mocasines de imitación y zapatillas deportivas. Los han abandonado inmigrantes y refugiados recién llegados desde Turquía, como si así, cambiando de calzado, pudiesen también trocar su suerte y empezar una nueva etapa.


Hasta hace poco esta estación de tren era una de las primeras paradas ya en territorio europeo de las rutas migratorias que se inician en África, Oriente Medio o Asia. De Orestiada, viajaban a Atenas y, de allí, a la costa oeste de Grecia para colarse en algún barco hacia Italia y, como polizones, continuar su ruta hacia la Europa más próspera.

Ahora las ropas y los zapatos abandonados se pudren a merced de las lluvias del invierno, ya que apenas pasan inmigrantes por este punto.

“En 2010 sufrimos un tsunami de inmigrantes pues por esta zona entraron ilegalmente unos 36.000″, explica el director general de la Policía de Tracia, Georgios Salamangas.
Entonces se desplegó una misión del cuerpo policial europeo Frontex y se reforzó la cooperación con las autoridades turcas. Igualmente, el pasado agosto se enviaron 2.000 efectivos más de Policía a la región y recientemente se concluyó la construcción de un muro en la frontera greco-turca.

La valla, de 10,3 kilómetros de longitud, 4 metros de alto y coronada por alambre de espino, ha sido elevada sobre las huertas que antes hacían de frontera entre estos dos países y su construcción ha costado más de tres millones de euros sufragados enteramente por el Gobierno griego, ya que la Unión Europea se negó a financiar un proyecto que ha desatado protestas de los grupos de derechos humanos.

“Los resultados de la operación policial y de la valla son muy buenos. El número de inmigrantes que cruza ilegalmente se ha reducido drásticamente. Esto debería satisfacer no sólo a Grecia sino a toda Europa porque todos estos inmigrantes no quieren quedarse aquí, sino ir a otras capitales europeas”, añade Salamangas.

Los vecinos que viven junto al nuevo muro están, con todo, satisfechos, aunque reconocen que, aparte de pisadas en sus campos de cultivo, nunca han tenido mayores problemas con los ‘sin papeles’.

“Antes venían muchos. Con el muro ya no pasan más. Pero, ¿por qué vienen a Grecia? Esto no es el paraíso. Aquí hay crisis, no hay trabajo”, critica el viejo Vangelis mientras despluma un pollo.

Sin embargo, Jalid, un paquistaní que hace dos años cruzó ilegalmente esta frontera se defiende: “Ya sé que aquí las cosas no son fáciles, pero en Pakistán están peor. Si no fuese así, no habría venido”.

Algunos locales, en cambio, sí que han alzado la voz contra la construcción del muro, como el joven Panos, de Orestiada.

“Lo irónico es que Orestiada se construyó para los refugiados griegos expulsados de Turquía y los hijos de estos refugiados emigraron en 1960 a Alemania para ganarse la vida. Ahora, construimos una valla contra refugiados e inmigrantes”, lamenta.
Gökhan Tuzladan, periodista turco que vive al otro lado de la valla, asegura además que no solucionará el problema de la inmigración irregular.

“Está claro que la valla tiene un efecto disuasorio, pero sólo cubre 10 kilómetros. Los otros 190 kilómetros de frontera sólo están separados por el río Evros. Y por ahí sigue habiendo gente que cruza ilegalmente”, apunta y añade que incluso se están empezando a producir entradas ilegales de Turquía a Bulgaria, a pesar de que este país no forma parte de la espacio Schengen de libre tránsito europeo.

Las organizaciones humanitarias denuncian que, debido a la valla, los inmigrantes están utilizando rutas más peligrosas, como el Mar Egeo -donde en los últimos meses se han producido varios hundimientos de pateras- o el propio río Evros.

Según datos de la Policía, entre 2010 y 2012, murieron 112 inmigrantes ahogados o de hipotermia mientras trataban de cruzar el río, pero el muftí musulmán de la provincia griega de Evros, Serif Damatoglu, asegura haber enterrado él mismo a unos 400.

“Yo sufro mucho. Ves a esta gente que es tan joven y ha perdido la vida… y en ocasiones no son uno ni dos, sino grupos de nueve o diez a los que tienes que enterrar. Algunos cadáveres llegan incluso mutilados por haber pisado las minas que hay en la frontera”, afirma.

En el pueblo de Sidiro han habilitado un pequeño monte para enterrar estos cadáveres.
La lluvia del invierno cae inmisericorde sobre los montones de tierra, algunos todavía frescos, que cobijan los cuerpos sin vida de los inmigrantes. No hay lápidas. Nadie conoce el nombre de sus ocupantes, ni su país de origen. Ni cuantos miles de kilómetros recorrieron para venir a morir a las puertas de Europa.

30 de enero de 2013

EL NEOLIBERALISMO ES UN FASCISMO

Ludwig Von Mises y Adolf Hitler

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG

Antes de presentarles el artículo que encontrarán a continuación quiero señalar que disiento del trasfondo ideológico desde el que ha sido redactado. Me refiero a dos cuestiones principales. La primera, la visión del Estado del Bienestar como espacio de pacto roto por los neoliberales, olvidando que el Estado siempre ha sido de clase (capitalista, dentro del orden económico del capital) y que el actual ataque minarquista que está sufriendo es simplemente efecto de una correlación de la lucha de clases desfavorable a los trabajadores. La segunda, el peligroso empleo del término “sociedad civil”. Como concepto polimorfo no se refiere sólo a la visión de Habermas, bastante ciudadanista, y poco conectado con la lucha de clases, al interpretar la expresión como espacio de desenvolvimiento de instancias sociales no directamente ligadas a la idea de Estado y que buscan la idea del bien común (falsa idea por cuanto interpreta como común lo que nunca puede serlo en una sociedad dividida en clases y, en definitiva, en intereses antagónicos). El concepto tiene también un basamento liberal que lo liga con la actividad humana de tipo económico y empresarial. En cualquier caso, la idea no escapa a la visión del pacto o contrato social, tan querida por Rousseau y por sindicatos como aquél en el que milita el autor de este artículo. 

En todo caso, sí que comparto el diagnóstico de la confluencia entre neoliberalismo (o liberalismo a secas) y fascismo por su carácter de dominación de clase por la vía de la fuerza. Y ello hasta tal punto que hoy es perfectamente posible ser partidario de formas políticas fascistas o prefascistas y de una economía anarcocapitalista o ultraliberal. Al fin y al cabo, en el pasado, fueron liberales y conservadores los que llamaron a Benito Mussolini y a Adolf Hitler a asumir el papel de frontera de defensa de los intereses del capital contra los riesgos de sendas revoluciones socialistas.

Sin más, les dejo con el artículo prometido

EL NEOLIBERALISMO ES UN FASCISMO

Javier Fernández. Nueva Tribuna
Sobre el concepto de Lucha de Clases o bien se intenta hacer ver que ha desaparecido y que no tiene sentido en el siglo XXI o bien se asimila a momentos sangrientos de la historia como las revoluciones francesa y rusa o la Guerra Civil española sin embargo y curiosamente casi nunca se trata al nazismo desde esta perspectiva. Tienen que ser personas como Paúl Krugman y Warren Buffet, ninguno de ellos un izquierdista peligroso, los que nos recuerden que la lucha de clases sigue existiendo y quién la va ganando en estos momentos.

Efectivamente la lucha de clases es un mecanismo permanente, que puede adoptar diversas formas a lo largo de la historia y solo significa que la clase propietaria y las clases dependientes se confrontan para obtener los beneficios de la riqueza producida, bien mediante el reparto directo entre beneficios y salarios, bien mediante políticas fiscales redistributivas que garanticen servicios públicos y conformen una sociedad lo más igualitaria posible. Las clases dependientes intentan que esa igualdad alcance el máximo nivel posible mientras que la clase propietaria se intenta oponer a ello con todas las posibilidades a su alcance.

Cualquier historiador aficionado sabe que el fascismo surge como último recurso cuando la clase propietaria ve en peligro su hegemonía social, mediante golpes de estado, guerras civiles incluidas, con la persecución de los partidos de izquierda y de los sindicatos de trabajadores acompañados de una sangrienta represión cuyo objetivo es recuperar el terreno perdido y establecer un sistema de dominio económico, pero también social y cultural sobre el conjunto de la sociedad.

El neoliberalismo (y en esta época es palpable para todo aquel que tenga ojos y oídos) comienza estableciendo que el capital es la única fuente legitimadora de riqueza y poder político, busca marginar a las fuerzas que lo cuestionan, partidos de izquierda, sindicatos de trabajadores y en general a toda la sociedad civil organizada, al mismo tiempo que genera un discurso antipolítico en general intentando apartar a los sectores sociales que se le oponen de la vida política y aún del propio ejercicio democrático del derecho al voto.

El neoliberalismo se reclama democrático, incluso libertario, condena al fascismo y de paso a todas las dictaduras (donde incluye regímenes claramente democráticos, pero que no obedecen a sus intereses) y reclama la actuación de la sociedad civil frente al estado invasor lo que aparentemente le convierte en lo más opuesto al fascismo totalitario que usa el estado como instrumento de dominio y coacción.

Sin embargo veamos las similitudes: los regímenes fascistas al apoderarse del estado hacen que solo sus afines ocupen las responsabilidades de ese estado y también de la sociedad civil, desde los propios miembros del gobierno pasando por la judicatura, la enseñanza, la dirección de las empresas públicas (las privadas ya están en manos de los impulsores de ese régimen) y por supuesto el ejército y la policía a su servicio.

Los neoliberales plantean aparentemente lo contrario es decir: el debilitamiento del estado y el reforzamiento de la sociedad civil entendiendo por esto la privatización de todo lo existente ,comenzando por las empresas públicas, pero también de servicios como la educación y la sanidad pasando por los ferrocarriles y el transporte aéreo, las cajas de ahorro, el potenciamiento de la seguridad privada o el alejamiento de derechos básicos para los ciudadanos como los que provocan las tasas económicas para el acceso a la justicia o la cesión del registro civil, también con nuevas tasas a un cuerpo semiprivado como es el de registradores de la propiedad.

Ahora hagamos un ejercicio comparativo : El fascismo se apodera violentamente del estado y ocupa todas las instituciones y los mecanismos de control social en defensa de una clase social, la de los propietarios. El neoliberalismo privatiza todos lo privatizable y elimina mecanismos de control democrático, apartando así de la política a los organismos de poder e impidiendo por tanto el acceso a ellos de las clases no propietarias, ocupando sus representantes todos los puestos y cargos ahora privatizados y actuando en defensa de una clase social, la de los propietarios.

Ambos coinciden a la vez en impedir o disminuir la capacidad democrática de las sociedades como demuestran ataques a la libertad de asociación y de manifestación ahora disfrazados bajo la necesidad de ahorro o de impedir molestias a los ciudadanos o los ataques a partidos de izquierda y sindicatos de trabajadores, ahora acusados de obsoletos y de impedimento para el virtuoso desarrollo de la fuerza del capital.

Si en España pensamos por ejemplo en nombres propios nadie dudaría que bien ocupando los puestos públicos en un régimen fascista, bien los privatizados en un régimen neoliberal estos serían los mismos ¿o acaso no lo son ya?

La lucha de clases existe aún cuando tome diversas formas en función del momento histórico. Los representantes de las clases propietarias no tienen problema alguno en adoptar la forma que mejor sirva a sus intereses, desde el fascismo, no tan antiguo, cuando la correlación de fuerzas les es desfavorable, hasta el actual neoliberalismo, cuando ven que el ejercicio real de la democracia, pone en peligro sus privilegios. La izquierda haría bien en volver a entender que esta lucha es permanente, que comete un gran error cuando piensa que cosas conseguidas lo son para siempre, cuando no entiende que la derecha siempre está dispuesta a cambiar el campo de juego en beneficio de sus intereses, que lo que está ocurriendo en estos momentos es extremadamente grave Todo el mundo asume que el fascismo mata pero acaso el actual neoliberalismo ¿no lo está haciendo también?