2 de febrero de 2012

LA USAID EN VENEZUELA

José Steinsleger. La Jornada

El castigado contribuyente de Estados Unidos (tan celoso de su bolsillo) podría preguntarse qué sentido tiene el despilfarro oficial de millones de dólares para acabar con el ultrademocrático presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Desde el fallido golpe de abril 2002, la ecuación no ha sido refutada: a mayor ayuda para fortalecer la oposición, mayor popularidad del líder bolivariano.

El año entrante Chávez cumplirá 15 años al frente del architolerante proceso que viró de raíz el falso republicanismo del país andino-caribeño. Y en la actualidad, cuando se apresta para la tercera reelección, los sondeos de opinión dan a Chávez más de 60 por ciento de popularidad.
¿Qué hizo la oposición con los 57 millones de dólares que recibió de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID, por sus siglas en inglés)? ¿Cómo se financia hoy, cuando la Ley de Defensa de la Soberanía Política y la Autodeterminación Nacional prohíbe desde finales de 2010 el financiamiento externo para fines políticos?
La impetuosa investigadora y abogada estadounidense Eva Golinger nos recuerda que en enero 2002, cuando el señor Russell Porter llegó a Venezuela para dirigir la Oficina de Iniciativas hacia una Transición (sic, OTI, división de la USAID dedicada a la promoción de transiciones en países estratégicamente importantes para Washington), su tarea era ayudar con una transición hacia la democracia (sic).
Venezuela contaba desde finales de 1998 con un gobierno democrático que apoyaba la mayoría del país. Mas no a la medida del imperio… ¿Se entiende? Y a pesar de que Mark Feierstein (actual titular para América Latina de la USAID), tras mucho investigar descubrió (sic) que Chávez era “…extremadamente popular entre sus partidarios, aunque muchos se sienten incómodos con él” (sic). ¿Se refería a los que anhelaban radicalizar la revolución, o a los que lucran con el discurso revolucionario?
Porter no quiso ser menos, y luego de consultar a la oposición, escribió en un informe de 2002 (luego del golpe): “Hay un consenso de que Chávez no terminará el año como presidente. Para preservar la democracia, un apoyo inmediato es necesario para los medios independientes y la sociedad civil… Una de las grandes debilidades en Venezuela es la falta de una sociedad civil vibrante” (sic).
Según informes públicos emitidos en España por la Fundación de Relaciones Internacionales y Diálogo Exterior (FRIDE) –vinculada a la ingerencista National Endowment Democracy (NED)–, la USAID/OTI desembolsó 10 millones de dólares (2001-05) para financiar alrededor de 64 grupos y programas.
La USAID aumentó su presupuesto y reorientó la estrategia de su gestión enfocándola en la juventud (sector que no había sido explotado), con talleres sobre cómo utilizar redes como Twitter y Facebook. Desde 2006, USAID gastó más de 34 por ciento del presupuesto en el país (15 millones), hasta completar 57 millones de dólares en 2010.
El patrón de financiamiento ha sido más o menos igual al de otros países peligrosos (Ecuador, Bolivia, Nicaragua…): apoyar a líderes e instituciones calificadas de moderadas, pero que en la práctica buscan la desestabilización de los gobiernos democráticos.
Documentos desclasificados del gobierno estadounidense revelan que en los meses previos al golpe de 2002, seis oficinas del Departamento de Estado gastaron 695 mil dólares para financiar conferencias y seminarios que favorecían a la oposición. La NED tenía un programa de 900 mil dólares que trabaja con el Instituto Demócrata (NDI), el republicano (IRI) y el Centro de Solidaridad Laboral, para fortalecer a la central sindical CTV.
Los programas de la USAID/NED/OTI, o sellos no lucrativos como Transparencia Internacional, de Alemania (TI), y Development Alternatives Inc (DAI, contratista del Departamento de Estado), financian y asesoran a partidos políticos, organizaciones no gubernamentales (ONG) y medios de comunicación vinculados al antichavismo.
El bosque de siglas y grupos mercenarios que viven de la USAID es frondoso. Sólo el Plan Consenso País aglutina organizaciones como Alianza Bravo Pueblo (Antonio Ledezma), Fedecámaras (Hugo Fonseca y Jorge Botti), Asamblea de Ciudadanos (Maxim Ross), RCTV (William Echeverría), Sinergia (Jorge Reyes), Cedice (Aurelio Concheso), la Iglesia Católica ( Mikel de Iana), Gente de Petróleo (Nelson Benítez), Alianza Cívica (Elías Santana), COPEI (Eduardo Fernández), Un Solo Pueblo (William Ojeda), Coordinadora Democrática (Diego Urbaneja), Asamblea de Ciudadanos (Axei Carriles), Acción Democrática (Ramón Rangel), CTV (Alfredo Padilla), Liderazgo y Visión (Alonso Domínguez), Red Democrática Universitaria (Tomás Páez), Visión Emergente (Cipriano Heredia) y Bandera Roja (Carlos Hermoso).

Lo cierto es que más allá de lo que se opine sobre Chávez, los expertos de la USAID que entrenan y capacitan a la oposición democrática, aseguran el futuro exitoso de la revolución bolivariana. Pues los unos han probado ser más torpes y brutos que los otros. Y hasta la fecha, no han podido encontrar un solo líder que los represente.

1 de febrero de 2012

LA AMARGURA DEL POLICÍA ALEMÁN HENSCH

Un testigo evoca la manipulación con la que el gobierno alemán fabricó el consenso belicista para intervenir en Kosovo

Rafael Poch. La Vanguardia
Henning Hensch, un policía alemán retirado con carnet del SPD, se declara aun dolido por lo que vivió en 1999, pero, ¿a quien le interesa hoy la guerra de Kosovo, si ya nos hemos olvidado de la de Libia y preparamos la de Irán? Este jubilado de la localidad de Lütjenburg, en el extremo norte de Alemania, continúa dándole vueltas.
En 1998 fue uno de los seleccionados por el ministerio de exteriores para engrosar los equipos de observadores de la OSCE en Kosovo. En esa calidad actuó como perito en Rachak y Rugovo, dos localidades albanesas en las que su gobierno, socialdemócrata, engañó a la opinión pública escenificando dos masacres que no lo fueron. La primera guerra con participación de Alemania desde Hitler, comenzó con esas mentiras.
"Este era un país opuesto a la guerra y consiguieron que, por primera vez en más de cincuenta años, se metiera en una", explica por teléfono Hensch, que confiesa que, "antes de esa experiencias nunca imaginé que en mi país pudiera pasar algo así, es decir que el gobierno y la prensa mintieran al unísono y engañaran a la población".
Todavía hoy, trece años después, se confiesa "amargado" por ello. El día 15 Hensch explicó su historia en un documental de la televisión NRD. En 1999 habría sido una bomba, pero ¿hoy?

La masacre que no fue
Rachak y Rugovo son dos pueblos del noroeste de Kosovo, al sur de la capital de distrito de Pec. Con la frontera albanesa muy cerca, en 1998 la región era zona de acción de la guerrilla albanesa UCK, sostenida y financiada por la OTAN, la CIA y el servicio secreto británico.
Aquel año la UCK cometió tantos desmanes con civiles serbios, gitanos y albaneses "colaboracionistas" que su jefe local, Ramush Haradinaj, luego primer ministro de Kosovo, hasta llegó a ser juzgado en La Haya por crímenes de guerra por un tribunal que era comparsa de la OTAN.
Haradinaj fue absuelto, entre otras cosas porque diez de los nueve testigos que debían declarar contra él fueron eliminados antes de que pudieran hacerlo, unos en "accidentes de tráfico", otros en "peleas de bar", otros en atentados. Así hasta nueve.
En cualquier caso, a principios de 1999 el ejército yugoslavo respondió con gran fuerza a aquella ofensiva de la UCK teledirigida por la OTAN, con una contraofensiva.
Cerca de Rachak y de Rugova varias decenas de guerrilleros albaneses cayeron en emboscadas ante el ejército. Hensch estuvo allí. Vio a los guerrilleros muertos con sus armas, carnets y emblemas de la UCK cosidos en sus guerreras. En Rugovo, los yugoslavos juntaron los cadáveres en el pueblo y los observadores de la OSCE hicieron fotos.
"Esas fotos, convenientemente filtradas de todo rastro de armas y emblemas de la UCK, hicieron pasar lo que fue un enfrentamiento militar con grupos armados, por pruebas de una masacre de civiles", dice Hensch. "Ambos bandos cometían exactamente los mismos crímenes, pero había que poner toda la responsabilidad sólo sobre uno de ellos", dice el policía jubilado.
El 27 de abril el entonces ministro socialdemócrata de defensa alemán, Rudolf Scharping, presentó en rueda de prensa aquellas fotos en las que se veía los cadáveres de los guerrilleros amontonados en el papel de civiles inocentes masacrados.
Al día siguiente, el diario Bild publicaba una de ellas en portada con el titular: "Por esto hacemos la guerra".

Cambiar un consenso pacifista
La generación de Hensch estaba cansada de guerras. Hasta los años ochenta en la sociedad había un enorme consenso pacifista, algo que atravesaba incluso a los partidos de la derecha y por supuesto al SPD, el partido de Hensch.
"Teníamos una guerra terrible a nuestras espaldas y decíamos "nunca más", así fuimos socializados", recuerda Albrecht Müller, antiguo funcionario de la administración de Willy Brandt, que desempolva el programa de su partido de diciembre de 1989:
"Nuestra meta es disolver los bloques militares mediante un orden de paz europeo. El hundimiento del bloque del Este reduce el sentido de las alianzas militares e incrementa el de las alianzas políticas (...) se abre la perspectiva para un fin del estacionamiento de las fuerzas armadas americanas y soviéticas fuera de su territorio en Europa".
"El Bundeswehr tiene que limitarse exclusivamente a la defensa del país". Desde la guerra contra Yugoslavia ese estado de ánimo se ha cambiado por un nuevo catálogo: El uso del ejercito es posible sin haber agotado los escenarios de negociación, la OTAN puede ser utilizada fuera de su área, el Bundeswehr ya no limita su función a la defensa del país, sino que puede usarse en Kosovo o en el Hindukush, y el ejercito puede utilizarse para proteger las rutas comerciales, el abastecimiento de materias primas, explica.
Para cambiar ese consenso nacional la OTAN, el gobierno de socialdemócratas y verdes (1998-2005) y los medios de comunicación, se tuvieron que emplear a fondo.
El "Media Operation Center" de la OTAN dirigido por el infame Jamie Shea, fue una fábrica de mentiras, que los periodistas retransmitían. Shea, un hombre deshonesto, decía que el truco era, "mantener a los periodistas lo más ocupados posible, alimentándoles constantemente con briefings, de tal manera que no tengan tiempo para buscar información por si mismos".
Años después Shea dijo que, "si hubiéramos perdido la opinión pública alemana, la habríamos perdido en toda Europa".

Fabricar la versión del conflicto
El relato del conjunto de la guerra en los Balcanes se basó en una fenomenal sarta de mentiras, amnesias y omisiones. Primero los croatas, luego los bosnios y finalmente el UCK, utilizaron los servicios de la misma empresa de relaciones públicas norteamericana, Ruder Finn, que entre los años sesenta y los noventa había sido contratada por Philip Morris para enturbiar la evidencia de los nocivos efectos del tabaquismo. La opinión pública europea fue intoxicada.
Como hoy se conoce perfectamente, antes de la intervención de la OTAN no había en el conflicto de Kosovo la "catástrofe humanitaria" que las potencias se inventaron para intervenir, sino una violencia que en 1998 partió de la UCK y a la que el ejército yugoslavo respondió con la misma violencia, explicaron miembros del equipo de la OSCE como el general alemán retirado Heinz Loquai y la diplomática estadounidense Norma Brown en el documental de la cadena de televisión alemana "Es began mit einer Lüge" (comenzó con una mentira).
Los medios alemanes ignoraron tres datos fundamentales: la tradicional hostilidad de su país hacia Yugoslavia, que medios como el Frankfurter Allgemeine Zeitung, Der Spiegel y Die Welt consideraban una "creación artificial".
El hecho de tanto croatas como bosnios musulmanes, liderados en los noventa por dirigentes de la misma calaña que Milosevic, habían sido aliados de la Alemania nazi en la segunda guerra mundial y partícipes, junto con los alemanes, del genocidio de un millón de serbios desencadenado entonces por los nazis.
Y en tercer lugar, la naturaleza ilegal de las acciones militares de la OTAN desde el punto de vista de la ley internacional. El ministro de exteriores verde Josef Fischer comparó a "los serbios" con los nazis y al conflicto de Kosovo con Auschwitz, comparaciones que el General Loquai califica de monstruosas, "espacialmente en boca de un alemán". Algunas de las mentiras concretas y puntuales fueron las siguientes:

Mecanismo con futuro
El ministro de defensa Rudolf Scharping dijo antes de la intervención que los serbios habían matado a 100.000 albaneses en Kosovo. La realidad es que se contabilizaron entre cinco mil y siete mil, entre muertos y desaparecidos, todos los bandos juntos e incluidas las víctimas de bombas de la OTAN.
-Scharping suscribió la leyenda del "plan herradura" de Milosevic: rodear a la población albanesa y deportarla antes del inicio de los bombardeos. Mencionó la "expulsión de millones" y "400.000 refugiados" albaneses antes del inicio de la operación de la OTAN.
La realidad fue que para verano de 1999, a las pocas semanas de la ocupación de Kosovo por la OTAN, 230.000 serbios, montenegrinos, gitanos y albaneses "colaboracionistas" fueron expulsados de Kosovo mientras en la región había 46.000 soldados de la OTAN, es decir uno por cada cuatro expulsados.
-Pueblos que habían sido destruidos después de iniciada la guerra por la OTAN se presentaron como destruidos antes, como incentivo para iniciarla.
-Se ocultó que la miseria de los refugiados albaneses y su estampida también era consecuencia de los ataques de la OTAN.
-Scharping informó del inexistente "campo de concentración" de Milosevic en el estadio de Pristina con "varios miles de internados". Diez años después, el ministro dijo que sólo eran "sospechas".
-Se informó falsamente de "cinco dirigentes albaneses" ejecutados y de "veinte profesores" albaneses fusilados antes sus alumnos.
Todo ello se hizo para justificar más de 6000 ataques de la OTAN sin mandato de la ONU cuyo sentido era demostrar que la OTAN tenía razón de ser y aprovechar las violencias –agravadas por la intervención de las potencias – para disolver Yugoslavia, un estado anómalo en el nuevo orden europeo posterior al fin de la guerra fría. Ningún político y medio de comunicación se ha disculpado y la misma constelación actúa, y está preparada para actuar, en los conflictos del presente y el futuro.