27 de febrero de 2011

ENTREVISTA A JULIAN ASSANGE

Por Santiago O’Donnell. Página12


Entramos por la puerta de atrás, por la cocina, a la mansión donde hoy vive Julian Assange, una tarde de enero helada y gris, a eso de las cinco y media.
Ni sirvientas ni mayordomos en Ellingham Hall, la edificación georgiana construida en el siglo XVIII que sirve de guarida para el fundador de Wikileaks. Lo primero que se ve es a un par de empleadas de la organización, edad veintipico, preparando una tarta sobre una larga mesada frente a un ventanal, mientras dos chicos en uniforme escolar toman la leche con su niñera alrededor de una mesa redonda. Los chicos son los hijos de los dueños de casa, el adinerado periodista Vaughan Smith y su esposa Pranvera.
La cocina da paso a un salón amplio y despojado, con paredes altas de tonos oscuros, donde cuelgan grandes óleos con ilustres antepasados, como en las películas. De muebles poco y nada. Un par de sillones mullidos tapizados en tela negra, algunas sillas, una repisa de madera tallada que sostiene dos o tres candelabros rústicos, plateados y vacíos. Frente a una gran ventana que da al jardín, por donde se filtra un resto de luz, sobre una mesa de comedor como para unas quince personas, otras dos empleadas de Wikileaks trabajan en sus laptops.
Assange está en un salón contiguo al nuestro. Sabe de la visita pero no puede ser molestado. Se pasa las horas en ese cuarto, trabajando en su computadora y durmiendo en el sofá. Sólo sale de la mansión una vez por día, para presentarse en la comisaría local, cumpliendo con el acuerdo de libertad condicionada que firmó para salir de la cárcel bajo fianza tras ser detenido en Londres en diciembre pasado. Había sido arrestado a pedido de Suecia, por dos acusaciones de asalto sexual.
Según las denunciantes, los presuntos crímenes habrían ocurrido durante relaciones consensuadas, cuando Assange habría insistido en continuarlas sin protección profiláctica, lo cual en Suecia está penado por la ley. Las mujeres que lo acusaron dijeron que no se conocían entre sí, pero que a raíz de lo sucedido entraron en contacto y decidieron presentarse juntas ante la Justicia. Assange jura que es una maniobra de Estados Unidos para extraditarlo a ese país. El fiscal general de Estados Unidos confirmó que lo está investigando por presunto espionaje, pero no lo ha acusado. En los cinco años que lleva Wikileaks, el sitio difundió más de un cuarto de millón de documentos secretos, casi todos de Estados Unidos. El fiscal general lo quiere procesar pero no la tiene fácil: en Estados Unidos es un crimen robar documentos, pero no publicarlos.
De repente se abre la puerta y aparece. Tiene cara de sueño y el uniforme arrugado: traje azul, camisa celeste, zapatos negros. Es alto, flaco, bien rubio y parece más joven que sus 39 años. Sólo le falta la mochila con la laptop para completar el cliché del guerrillero cibernético del siglo XXI.
El viaje había sido largo. Me ofrece un café. Se va. Al rato reaparece con un plato de galletitas caseras de limón. Lo deja en la mesa y se desliza hacia su cuarto. Al rato vuelve a salir, pasa a la cocina y vuelve con dos tazas de café. Atiende su celular. Vuelve a irse al otro cuarto, vuelve a salir. Aparece y desaparece casi en silencio, inesperadamente, como un fantasma.
Está claro que desconfía de los periodistas, que guarda distancia. Sabe que los necesita, pero no le gusta que se acerquen. Acababa de romper relaciones con The New York Times y The Guardian, después de que ambos diarios publicaran sendos perfiles de Assange que lo dejan en ridículo. Lo describieron como un neurótico autoritario con delirios de persecución, un fugitivo con las horas contadas. Se trata de los mismos diarios que se cansaron de publicar tapas con las primicias de Wikileaks. Yo no lo veo tan terminado. Lo veo a full, yendo y viniendo.
Cuesta atraer su atención, pero se detiene un momento cuando le cuento que me llamó la atención la popularidad que había adquirido en Europa mientras en Estados Unidos era tan criticado y en América latina era prácticamente un desconocido. Le digo que me gustaría contar su historia. Menciono una columna de opinión de El País de España que había leído en el avión. Lo presenta como el nuevo icono revolucionario. Dice que miles de jóvenes ya se visten y se peinan como él y que Hollywood ha copiado su estética.
Assange no parece muy impresionado, pero al menos está escuchando. Entonces le digo: “El Che Guevara estaba en la selva y usaba el fusil, el Comandante Marcos estaba en la selva pero usaba la computadora, y ahora venís vos y usás la computadora pero ya no estás en la selva”.
Un poco lo hago sonrojar. “Soy consciente de ese lugar que ocupo”, contesta en voz baja, casi un susurro.
Comento que hay mucha gente esperando su próxima jugada y le pregunto si es verdad que va a publicar información sobre un banco estadounidense, como había adelantado al Times de Londres.
“Uy, para qué lo mencioné. Ahora todos me preguntan. Algo vamos a hacer, pero no quiero adelantar nuestras movidas”, dice.
“Tanto no te equivocaste, porque todo el mundo habla de eso”, contesto.
“Puede ser”, dice ensayando una media sonrisa, mientras emprende otra retirada a su habitación, donde se escuchan otras voces. Al rato pasa otra vez, camino a la cocina, cargando dos cartones de huevos. Lo miro y sonríe. Parece contento. Cuando vuelve a pasar lo intercepto con más preguntas.
“¿Estás convencido de que la causa en Suecia fue armada por Estados Unidos?”
“No tengas dudas. El Pentágono es capaz de cualquier cosa. Fijate los cables y te das cuenta. Si mandan a matar a un ministro en Zimbabwe, ¿cómo no van a tratar de hacer algo conmigo?”
Se refería al ministro de Comercio e Industria del “gobierno de unidad”, Welshman Ncube. Según un wikicable, el embajador estadounidense en Harare había escrito que era “una figura divisiva y destructiva dentro de la oposición” y había recomendado que “lo saquen del escenario”. A Ncube la revelación no le cayó bien. Dijo que podría ganar o perder elecciones pero que siempre seguiría en política, y que la única manera de “sacarlo” era matándolo, por lo que él interpretaba que el embajador había ordenado su asesinato. La pregunta sobre el caso judicial había incomodado a Assange. Enseguida aclara que no puede hablar más del tema por consejo de sus abogados y se retira a su cuarto.
Al rato salgo a fumar un cigarrillo y al volver lo encuentro cuchicheando y sonriendo con dos colaboradoras. Les pregunto de qué hablan. Me contesta él.
“¿Viste cuando salís con una chica y a los diez minutos te das cuenta de que la cosa no va pero ya te clavaste para toda la noche? Bueno, eso me pasa con una gente que está en el otro cuarto. A los cinco minutos de empezar a hablar me di cuenta de que la cosa no va, pero se vinieron desde muy lejos para verme, y no puedo no escucharlos.”
Se ve que le gusta jugar con fuego. Me comenta que está apurado porque tiene que presentarse en la comisaría y se le está haciendo tarde. Le pregunto si lo puedo acompañar y me contesta con un no rotundo.
“Quiero escribir sobre vos”, le repito. “Para explicar lo que estás haciendo tengo que hacerlo a través de tu personaje, así llego a más gente.”
Sonríe apenas mientras sacude su cabeza. “Mi vida no es importante, lo que importa es lo que hago y lo que digo”, contesta.
Lo que hace es difundir información secreta robada. Lo que dice en sus últimas entrevistas es que ha desarrollado la teoría de lo que él llama el “periodismo científico”, esto es, periodismo que va acompañado por la documentación correspondiente, para que los lectores puedan corroborar por sí mismos, objetivamente, si el periodista está diciendo la verdad. Sus críticos señalan que el periodismo siempre se valió de documentos, y mucho más desde que estalló Internet. Assange también viene hablando de la idea de “gobierno transparente”, un gobierno que pone todos sus actos en Internet y así evita filtraciones de hackers como Assange. El año pasado Canadá y Gran Bretaña presentaron distintas iniciativas de gobierno transparente, pero hasta ahora no han hecho mucho más que anunciarlas. Otro tema que interesa a Assange es la propagación de información. Habiendo estudiado física y matemática en la Universidad de Melbourne, Assange aplica principios de esas ciencias para estudiar el impacto multiplicador de los medios de comunicación. Pero todo eso ya salió en los diarios. Lo mismo que su intrincada arquitectura informática para evitar que el gobierno de Estados Unidos cierre sus operaciones. Y su contrato millonario para escribir un libro, con el cual les paga a sus abogados. Y su tormentosa relación con los principales diarios del mundo. Ni hablar de las historias que se escribieron a partir de los documentos filtrados.
Agarro una galletita de limón y se la muestro. “Quiero escribir de esto”, le digo.
No dice que no. Se queda pensando. “Podemos hacer una entrevista por teléfono”, finalmente contesta. “Podemos hablar de la misión de Wikileaks y de la importancia de Wikileaks para la Argentina.”
Salgo a fumar otro pucho, me pierdo y aparezco sin querer en el cuarto de Assange. Al igual que el otro, este también es oscuro y despojado, con ventanal mirando al jardín y laptop sobre la mesa. Recién me doy cuenta de que me equivoqué cuando veo la chimenea encendida. Justo cuando aparece una empleada de Wikileaks y me saca presurosa, mientras
Assange va entrando desde la otra puerta.
Llega la hora del tren de las ocho y me avisan que mi visita está terminada. Pregunto si me puedo despedir de Assange y al rato aparece. Me acompaña hasta la puerta de la cocina.
“Tené cuidado, este lugar está lleno de espías”, me advierte mientras me estrecha su mano suave y fría. Las mismas dos empleadas que me fueron a buscar me llevan de vuelta a la estación ferroviaria de Beccles, un pueblito distante a cinco minutos por auto de Ellington Hall. Faltan quince minutos para que llegue el tren, 190 kilómetros hasta llegar a Londres. La estación está cerrada, el andén está vacío. Hace mucho frío.
Medianoche en Londres, alquilo un cuarto en Paddington y prendo el televisor. Acaba de empezar la revolución egipcia. La BBC entrevista a Bill Keller, editor ejecutivo de The New York Times. “En tanto los documentos que publicamos sobre Túnez fueron decisivos en la caída de Ben Alí y los egipcios declararon que su inspiración fue la revuelta de Túnez, podría decirse que los Wikileaks han tenido una incidencia fundamental sobre lo que está pasando en el mundo árabe”, declara.
El miércoles pasado la Justicia británica aceptó el pedido de extradición de Suecia y ordenó que el traslado se haga el 10 de marzo. Los abogados de Assange apelaron la decisión. Assange ha proclamado muchas veces que su objetivo es usar la transparencia para corregir injusticias. Sus enemigos sueñan con que tenga las horas contadas pero, mientras tanto y visto de cerca, todo indica que no le va nada mal.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-163174-2011-02-27.html

25 de febrero de 2011

AÚN CON NUEVO GOBIERNO, LAS PERSPECTIVAS DE IRLANDA SON TAN CRUDAS COMO EN TIEMPOS DE LA GRAN HAMBRUNA DE LA PATATA

Marshall Auerback
New Deal 2.0

Cualquiera que tuviera esperanzas en que un proceso electoral en Irlanda podría suponer por lo menos el inicio de un cambio en relación con la ruinosa política que se ha puesto en marcha, tiene que estar muy decepcionado con las propuestas de “reforma” del partido de la oposición Fine Gael. Los objetivos parecen absolutamente maravillosos, pero uno se pregunta de qué forma el nuevo gobierno piensa alcanzarlos. El Irish Times publicaba la siguiente noticia:

“Fine Gael publicó su manifiesto electoral, que según el líder del partido Enda Kenny ayudará a transformar Irlanda.

Entre las propuestas contenidas en el documentos se encuentran la promesa de crear miles de nuevos puestos de trabajo, una revisión del sistema de salud pública, una reducción del número de miembros de la clase política, la protección de las pensiones públicas y de las trasferencias a los sectores más vulnerables de la sociedad y una reforma del sector público.

‘Cada sección del manifiesto ha sido preparado con el objetivo de maximizar la creación de puestos de trabajo, el crecimiento, y la transformación y modernización de nuestros servicios públicos’, afirmó Enda Kerry esta mañana.”

Suena fenomenal, ¿verdad? ¿Y cómo pretende el Fine Gael alcanzar este nirvana económico? Según publicó The Guardian:

“Un gobierno liderado por el Fine Gael se centrará en reducir el déficit público irlandés hasta el 3% del PIB en 2014, aseguró su líder Enda Kerry.

En relación con este recorte del déficit público, aseguró: ‘El pueblo irlandés no quiere ni pensar en el futuro oscuro que dibuja esta carga económica’.

Kenny aseguró que la opinión pública quiere que se afronte la cuestión del déficit nacional lo antes posible.

‘El próximo gobierno debe resolver esta situación’, afirmó. ‘Debe alejar al país de la bancarrota solucionando la crisis de la deuda sin por ello dejar de proteger a los más vulnerables y redistribuyendo la carga de forma equitativa’ ”.

En otras palabra, más del sinsentido neoliberal que ha conducido al país hacia el abismo.

Con una tasa de paro situada en el 15% del PIB, la caída del PIB acumulada más importante jamás registrada en la historia de Irlanda, el paquete de rescate de la UE y el FMI ha terminado sin duda de sellar la tumba de la República de Irlanda. El país tiene que cargar con un punitivo tipo de interés del 5,8% de un préstamo de varios miles de millones de euros, que será en su mayor parte usado para pagar a los propietarios de bonos alemanes, franceses y británicos. El contribuyente irlandés, en cambio, no va a recibir nada.

Tal y como demostró Argentina en 2001, los gobiernos soberanos no son necesariamente rehenes de los mercados financieros globales. Pueden trazar un sólido camino hacia la recuperación con políticas orientadas hacia el interior, como por ejemplo introduciendo un Programa de Empleo Garantizado, que beneficie directamente a la población protegiendo a los trabajadores más desaventajados de la devastación que genera una recesión.

Pero una condición necesaria para la salvación de Argentina fue el abandono de su régimen cambiario atado al dólar, que limitaba la capacidad de maniobra fiscal del país.

Irlanda debe hacer lo mismo. Seamos claros: no hay crisis de la deuda sin el euro. Tal y como ha señalado Bill Mitchell, Grecia tiene un ratio de deuda pública de alrededor del 144% del PIB, Italia un nivel del 118%, Bélgica del 102%, Irlanda al 98%, Francia al 83%, etc. Japón está alrededor del 204%, el Reino Unido al 74%, los EEUU al 59%, etc.

Pero contrariamente a estos tres últimos, y a pesar de afirmaciones ridículas en sentido contrario, no existe tal crisis de la deuda. ¿Por qué? La respuesta es que, tal y como señala Mitchell, “estas naciones han mantenido todas su soberanía monetaria y tienen poca o ninguna exposición externa de su deuda. Ello significa que podrán siempre encontrar la manera de cumplir con cualquier compromiso pendiente que tengan en relación con su deuda”.

Por el contrario, ninguno de los países de la UEM tienen la capacidad de cumplir con estos compromisos bajo cualquier circunstancia, porque su deuda está denominada en una “divisa extranjera”, ya que cedieron su divisa individual creando monopolios al entrar en la eurozona. En primer lugar, cedieron su soberanía monetaria al renunciar a sus divisas nacionales y adoptando una supranacional. Al divorciar sus autoridades fiscales y monetarias, han renunciado a la capacidad de su sector público de generar empleo y producción. Los países que no son soberanos está limitados en su capacidad de gastar mediante impuestos y emisión de bonos, y ello es perfectamente aplicable al caso de Irlanda, Portugal e incluso a países como Alemania o Francia.

Además, al entrar en la eurozona, estos países han adoptado también el Tratado de Maastricht, que restringe su déficit presupuestario a un máximo del 3% y su deuda al 60% del PIB. Por lo tanto, aún estando capacitados para tomar prestado y financiar su gasto a cargo del déficit como Alemania o Francia, no deben usar la política fiscal por encima de estos límites. Por supuesto que muchos lo hicieron, como Alemania y Francia. Pero si no estamos equivocados esta deflación de los ingresos domésticos será el resultado final de la contracción fiscal que colisiona con los intentos del sector privado para ahorrar, y por ello seguramente más ciudadanos desesperados tenderán a realizar actos aún más desesperados.

En resumidas cuentas, el crecimiento es necesario para reducir el déficit. El crecimiento llega con el gasto. Si el sector privado no quiere gastar un volumen suficiente para promover el crecimiento, entonces lo tiene que hacer el sector público. De lo contrario lo que se obtiene es estancamiento y un enorme déficit. Pero para poder gastar, un gobierno necesita plena soberanía fiscal. Sólo así puede el Estado darle un empujón a una economía en recesión y restaurar la confianza privada.

Pero habiendo renunciado a la soberanía fiscal, hay poca esperanza para Irlanda. La única vía de escape a este gran lío no es a través de más cansinas predicciones neoliberales ofrecidas por el Fine Gael, sino a través de la imposición de pérdidas a los tenedores de bonos. Ellos son los mismos que se enrolaron en actividades financieras especulativas y que hoy continúan pidiendo compensaciones ilimitadas a costa del pueblo irlandés por sus pérdidas en el casino.

Hasta que no se de este paso, Irlanda no tiene ninguna esperanza de poder estabilizar sus finanzas, y sus perspectivas son tan crudas como en tiempos de la gran hambruna de la patata.

Marshall Auerback, uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ernest Urtasun Domènech


http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3958