Guadi
Calvo. elantiimperialista.blogspot.com
Se
cumplen tres semanas de la toma de la ciudad filipina de Marawi (Ver:
Filipinas:
Daesh por un lugar en el mundo)
por parte del grupo Abu-Sayyaf
(Padre de la Espada), el grupo wahabita, que junto a la organización
Maute,
representan en ese país del sudeste asiático al Daesh.
Tras
el ataque y la pronta respuesta de las fuerzas de seguridad, el
presidente Rodrigo Duterte, que se encontraba de visita en Moscú,
impuso en la isla de Mindanao, la ley marcial.
Durante
estos últimos 21 días, un número indeterminado de muyahidines,
ha mantenido a raya, ya no solo al ejército y la aviación filipina,
sino también a los efectivos estadounidenses de la base Zamboanga
del Comando de Mindanao Occidental (Wesmincom).
Según
el coronel Edgard Arévalo, portavoz de las Fuerzas Armadas filipinas
(FAF), son cerca de 200 los terroristas y 58 los miembros la FAF que
han muerto, desde el 22 de mayo, día de la toma de la ciudad Marawi,
capital de la provincia de Lanao del Sur, en la sureña isla de
Mindanao.
Si
bien desde antes de la toma de Marawi, se calculaba en unos 1.500 los
miembros del grupo integrista en Filipinas, se ha detectado en estas
últimas semanas, ya no solo el ingreso al país de combatientes de
naciones cercanas como Malasia e Indonesia, sino también hombres
llegados de Arabia Saudí, Yemen y Chechenia, que podrían llegar a
ser muyahidines desplazados de Siria e Irak, con alto nivel de
entrenamiento. Para la toma de Marawi, según datos de la
inteligencia filipinas, se dispusieron unos 400 militantes locales y
cerca de 50 extranjeros.
Con
esta operación Daesh, pretendería no solo tomar Marawi, sino
además dos o tres ciudades cercanas, con el fin aislar la zona del
resto de país y declarar a la isla de Mindanao Wilayat o
provincia Islámica.
Mindanao
por ser el lugar de la minoría musulmana de Filipinas, ha sido
prácticamente dejada de lado por todos gobiernos cristianos que se
han sucedido en Manila, capital del país, convirtiéndola de hecho
en la región más pobre de Filipinas, generando en la población de
la isla un resentimiento y resistencia larval contra el poder
central.
La
primera fase de la maniobra no resultó como estaba planeada por los
wahabbistas, porque coincidió con un operativo de fuerzas de
seguridad que tenían la información de la presencia de Isnilon
Hapilon, el comandante de Abu Sayyaf y emir del sudeste
asiático, se encontraba en algún barangay o barrios de
Marawi, desbaratando así las primeras fases de la toma.
Aunque
el presidente filipino Rodrigo Duterte, negó enfáticamente la
asistencia de efectivos norteamericanos, Washington confirmó que
había proporcionado apoyo a las FAF, para batir los últimos
bolsones de resistencia wahabita en Marawi. Además el
Pentágono asistió con vigilancia aérea con aviones P-3 Orion,
escuchas electrónicas, asistencia en comunicaciones y entrenamiento.
Si
bien Filipinas y Estados Unidos han sido históricamente importantes
aliados el actual presidente, quien hace un año llegó al poder,
había prometido en su campaña expulsar toda presencia militar
norteamericana del país.
Según
las autoridades de Manila, si bien todavía resta eliminar algunos
focos de resistencia terrorista, que están siendo hostigados desde
el aire por tres aviones OV-10 Bronco, la ciudad estaría
prácticamente reconquistada.
Este
último lunes se ha visto después de tres semanas, izar la bandera
de Filipinas en el centro de la ciudad en coincidencia con el 119
aniversario de la independencia.
La
enorme mayoría de la población, unas 200 mil personas, lograron
huir de la Marawi en los primeros días de combate, aunque se estima
que cerca de 2 mil todavía permanecían en manos de los terroristas
y entre 100 y 150 civiles habrían resultado muertos, aunque se sabe
bajó las ruinas de muchos edificios bombardeados, posiblemente se
encuentren muchos más cuerpos.
Son
varias las razones para que los terroristas hayan podido resistir
tantos días al asedio del ejército y la aviación filipinas, en
primer lugar es que muchos de los muyahidines o bien son
oriundos de la zona o tienen lazos de parentesco y amistad con
pobladores locales, que les ha permitido a lo largo de este último
año preparar lugares de refugio y almacenamiento de armas, además
del área de la ciudad prácticamente montada sobre un lago, está
rodeada de terrenos anegadizos, lagunas y bañados, que hacen muy
difícil el tránsito de unidades militares.
En
estos últimos días las acciones de la aviación de Manila se ha
concentrado sobre las mezquitas de la ciudad, se estima unas
cincuenta, ya que se creer han sido los refugios elegidos por los
terroristas. Mientras que las autoridades insisten en que Isnilon
Hapilon el líder de Abu Sayyaf y los hermanos Omar y Abdullah
Maute, continúan dentro de Marawi encabezando la resistencia.
Por
el mar y como aceite
El
temor que por el mar y como el aceite se puedan propagar las
consecuencias de esta operación sobre Marawi, sacude hoy a los
países vecinos de Filipinas. La perfecta organización de los
miembros del Daesh en el país y la constatación del arribo
de combatientes desde las guerras de Medio Oriente, ha puesto en
alerta máxima al resto de los países de sudeste asiático. En los
últimos días de la batalla de Marawi, se ha detectado, por ejemplo,
la presencia de unos cuarenta combatientes provenientes de la vecina
Indonesia, el país con más población musulmana del mundo con cerca
de 204 millones de fieles.
Tras
la toma de Marawi, el procurador general de Filipinas, Jose Calida
advirtió que lo sucedido en la isla de Mindanao: “ya no es una
rebelión de los ciudadanos filipinos. Se ha metamorfoseado en la
invasión de terroristas extranjeros, con la intención de extender
las acciones a otras zonas del sudeste asiático”.
Se
entiende que la decisión de profundizar la siempre latente
intensiones independentistas de la isla de Mindanao, donde se asienta
la mayoría de la comunidad musulmana de Filipinas, no ha sido en
este caso una disposición de miembros locales del fundamentalismo,
sino que la orden ha emanado directamente del Abu Bakr al-Bagdadí o
Califa Ibrahim, líder y fundador del Daesh, a quien por estos
días la prensa está dando nuevamente por muerto, tras un bombardeo
en Mosul.
La
estimaciones de al-Bagdadí se fundamentan en que las condiciones
objetivas del sudeste asiático, son notoriamente propicias, con una
importantísima comunidad musulmana en Malasia, Singapur, Brunei,
Indonesia, Tailandia y Filipina, son regiones acostumbradas a guerras
y revoluciones, ya han pasado por conflictos en su momento de corte
marxista y nacionalista, sumado a las características geográficas
ya que al ser territorios, a excepción de Tailandia, insulares,
selváticos y montañosos, hace mucho más difícil las operaciones
para ejércitos regulares.
Los
dos atentados suicidas en la capital de Indonesia, Yakarta, del 24 de
mayo, que mataron a tres policías y dos civiles, reivindicadas por
el Daesh, aunque con diferentes nomenclaturas el terrorismo
wahabita tiene presencia en ese país desde el 2002, son sin
duda una muestra de apoyó a sus hermanos que combaten en Marawi.
Previendo
los resultados de las diferentes alianzas que operan sobre “su
territorio” en Siria e Irak, desde marzo de 2016 Daesh
ha cambiado los métodos de reclutamiento, para estimular a sus
seguidores a hacerlo en los grupos ya existentes del sudeste
asiático, incluso comenzado de desviar hombres y recursos a aquellas
organizaciones, como Jemaah Islamiyah que opera desde 1993 en
Indonesia, vinculado desde siempre a al-Qaeda, que produjo
resonantes atentados como el de Bali en 2002, dejando más de 200
muertos. Aunque grupos armados del integrismo musulmán ha tenido
presencia en todos esos países organizaciones como Ansar
al-Khilafa o Mujahidin Indonesia, que desde los ochenta o
antes han pugnado por establecer un estado teocrático de inspiración
wahabita, fundados por veteranos de la guerra afgano-soviética
y que en el presente han actuado en los conflictos de Medio Oriente,
han enviado contingentes de hombres, no solo para participar sino
fundamentalmente para conseguir un aprendizaje que trasladarían a
sus países de origen, se estima que por Siria e Irak, han pasado más
de 2 mil hombres del sudeste asiático, y que muchos de ellos serían
los que hoy estarían combatiendo en Marawi.