21 de diciembre de 2016

MILES DE PARISINOS SE OPONEN A LA DESRATIZACIÓN DE LA CIUDAD AL CONSIDERARLO UN "GENOCIDIO"

Título original de la noticia: PARÍS QUIERE ACABAR CON SU PLAGA DE RATAS, Y MILES DE PARISINOS SE OPONEN AL CONSIDERARLO UN "GENOCIDIO"
Mohorte. magnet.xataca.com

Pocos países tienen tanta capacidad para el escándalo dramático como Francia. No hay cuestión lo suficientemente ridícula que no merezca ser luchada, de modo que cuando el Ayuntamiento de París anunció una campaña de desinfección de ratas a gran escala, miles de parisinos asistieron indignados a los acontecimientos. "Por encima de mi cadáver", se dijeron, y allí que van, lanzados con 20.000 firmas en contra del "genocidio" de las ratas.

Ah, Francia.

El problema es mayúsculo, por lo que la reacción exagerada de la opinión pública francesa también debía ser mayúscula. A la altura de la semana pasada, el consistorio parisino había tenido que cerrar nueve parques públicos ante la ubicuidad de los roedores callejeros. Hacía más de cuatro décadas que las ratas no proliferaban con tanta alegría por las calles parisinas, llegando a hacer suyo hasta el Campo de Marte, frente a la Torre Eiffel.

En cifras: hay alrededor de 4 millones de ratas por 2.3 millones de parisinos. Es una cuestión de escala si tenemos en cuenta que, como recogía Le Parisien, un feliz matrimonio de roedores puede engendrar una prole de casi 1.000 ratitas a lo largo de dos años. Ni siquiera la inusualmente alta tasa de fertilidad francesa puede competir contra tamaña productividad. ¿Solución? La guerra.

Dos agradables ratas para cada parisino
Las ratas se han adueñado de París, si bien habían sido tradicionalmente un icono más de la ciudad (cuya iconografía se remonta a los tiempos de Víctor Hugo). La propia industria cinematográfica francesa abrazó al despreciado roedor en Ratatouille, nombre tan válido para un plato de la cocina provenzal como para una rata-cocinera que gozó de un aplauso unánime entre la audiencia internacional. Ahora, Ratatouille se multiplica por millones y, amén de dominar la noche, se deja ver a diario por las calles de París.
Las ratas forman parte del imaginario de París en el siglo XIX,
aquí ilustradas por Gustave Doré.
Entonces, ¿por qué ahora? Es quizá lo que se está preguntando el Ayuntamiento de París. Como recoge The Guardian, según las autoridades locales no hay más ratas ahora de las que ha habido siempre en la ciudad, sino que los medios de comunicación, quizá espoleados por los turistas, les han prestado más atención. Dado que las ratas sólo necesitan comida, agua y un nido donde procrear, son una consecuencia casi natural de la densidad poblacional. Y en el fondo, argumentan, no son tan malas (suerte luchando contra la memoria).

Otra posibilidad es un pequeño cambio en las regulaciones de la Unión Europea. Tradicionalmente, el consistorio había utilizado un veneno muy efectivo que, cuando se pegaba al pelo de las ratas, se trasladaba a su organismo durante su proceso de higiene (similar al de los gatos). A los pocos días, los bichos morían. Pero la UE consideró que este método era peligroso porque podía contaminar el agua corriente de la ciudad (las ratas viven en las alcantarillas).

Ciudad del amor, ciudad de las ratas.
El cambio ha motivado que el veneno, ahora, tenga que desplegarse en trampas. Esas trampas suelen ser comida, pero las ratas parisinas tienen absurdas cantidades de comida a su alrededor (sin contar a quienes, turistas o locales, deciden darles comida) sin tener que buscarla activamente.

"No en mi nombre", dice el pueblo
Pero aunque no son agresivas ni invasivas, tienen mala reputación. De modo que el mismo ayuntamiento ha tenido que elaborar planes de control poblacional. Hasta que ha surgido una mujer llamada Jo Benchetrit y ha dicho "no".

Dado el estado de sitio decretado por el ayuntamiento contra las ratas, Benchetrit, activista y psicóloga infantil, publicó una petición pública llamando a detener "la masacre" y "el genocidio" que las autoridades parisinas quieren cometer contra la población de ratas. Lejos de parecer una frivolidad, la propuesta acumula más de 20.000 cifras, y sumando.

Auschwitz, según los 20.000 firmantes.
Según la misiva, "las ratas no son peligrosas para los humanos". Y continúa: "Su única culpa es que, según los parisinos, no son demasiado bonitas. ¿Es esta una razón de preso para infringirles la pena de muerte? Soy una psicóloga infantil y estoy horrorizada por la crueldad del hombre". En el resto de la petición, los firmantes llaman a sustituir los métodos de exterminio por otros contraconceptivos que limiten la capacidad reproductiva de las ratas. Otro hito del movimiento animalista.

El caso es que la atención mediática que las ratas de París han acaparado durante los últimos días también ha proyectado, de forma paralela, la popularidad de la propuesta de Benchetrit. Por lo que sólo cabe esperar que sus peticiones sumen apoyos en el futuro a corto plazo.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Estoy haciendo un acopio prodigioso de energía para no expresar con todas las palabras merecidas lo que realmente pienso de estos animalistas, entre otras subespecies propagadoras del regreso a valores reaccionarios, la ignorancia, la estupidez, la infantilización de las mentes y, en general, una forma de pensamiento anticientífico, que no es otra cosa que una nueva medievalización de la sociedad y de las mentes.

Parece mentira que uno deba, en el siglo XXI, poner un enlace a las enfermedades, muchas de ellas mortales, que producen las ratas. Pero lo haré con el único fin de desenmascarar, a la vez que de contribuir a prevenir los crecientes brotes de idiotez social, a esa mezcla de criminales potenciales con cretinos impenitentes que dicen que las ratas no son peligrosas. Aquí les dejo el enlace sobre las patologías provocadas por las ratas (http://es.slideshare.net/aquariustkperalta/las-ratas-y-las-enfermedades-que-transmiten). Diviértanse.

Vivimos tiempos de incremento exponencial de la majadería. Incluso parece ser que hay estudios científicos que lo avalan. Cualquier extravagancia, por muy descabellada que sea, es inmediatamente aceptada por una cohorte inmensa de tarados.

Desde las ideas más extremistas del animalismo hasta quienes afirman que una civilización extraterrestre creó la vida en la tierra, mediante ingeniería genética, o que los Illluminati gobiernan el mundo, pasando por quienes afirman que se puede vivir sin comer o beber nada, alimentándose solo de la luz del sol, los abducidos por extraterrestres, hasta los contrarios a las vacunas y los que afirman que el cáncer se cura sin medicamentos y mediante naturopatía

Todas ellas son “creencias” peligrosas, unas porque propagan la ignorancia y la necedad con la misma fuerza destructora de las pestes medievales y de la edad moderna, otras porque conducen a la muerte. Las más, por ambos motivos a la vez. Y, en consecuencia, deben ser tratadas como crímenes contra la humanidad y a quienes las elaboran como criminales.

Estoy firmemente convencido de que esta pandemia de iluminados no ha aparecido de forma casual. El asalto a la razón desde la difusión a través de las redes sociales, las páginas de Internet, los programas de radio y televisión y los vídeos de teorías conspiranoicas tienen un único objetivo: la suspensión del pensamiento científico y de la racionalidad humanas y la creación de la enajenación social, con el fin de perpetuar la dominación de este sistema capitalista. Cuando algunas de las religiones principales ya no funcionan como “legitimadoras” de las históricas formas de explotación y de opresión, las nuevas supersticiones cumplen su función de vuelta al “pensamiento mágico” y la irracionalidad, que encapsulen a las personas fuera de la comprensión del mundo que les rodea y de la toma de conciencia de la necesidad de cambiarlo.

A esta miserable granuja, llamada Jo Benchetrit (psicóloga infantil dice que es, ¡pobres de los niños a los que trate!), que compara la desratización de París con el Holocausto y con Auschwitz (son palabras textuales suyas, no de magnet.xataka), le dejo este vídeo.


No, las ratas no son esos animalitos tan simpáticos que nos pintan en la película Ratatouille ni los seres humanos son ratas, a pesar de la comparación que hacen esta nazi mal disfrazada de otra cosa, llamada Jo Benchetrit, y su banda de 20.000 imbéciles cómplice-firmantes de ese manifiesto de mierda.