Rolando
Astarita. rolandoastarita.wordpress.com
El
triunfo de Trump impulsó a muchos intelectuales y políticos del
campo nacional y popular (*), o de la izquierda nacional, a
interpretarlo como una derrota de “la financiarización del
capital”. Según este enfoque, y aun con los reparos que genera
su discurso racista, machista y xenófobo, Trump representaría una
alternativa “al modelo especulativo financiero” (Ricardo
Foster, “Trump, crisis neoliberal y el fantasma de la derecha
extrema”, Página 12, 17/11/16).
La
idea central que subyace a esta caracterización es que las crisis,
la desocupación, la polarización social creciente y la explotación,
no tienen como causa última el modo de producción capitalista, sino
una forma del capital, a saber, el capital financiero. Por eso se
saluda todo aquello que, de alguna manera, pueda ser interpretado
como un retroceso de esa forma específica de capital. Aunque a veces
haya muchos problemas para explicar en qué consiste exactamente (ver
aquí) el capital financiero. O haya que forzar esas “distinciones”
al punto de despreciar datos y hechos abrumadores. Hay en todo esto
una sociología de “relatos”, puestos al servicio de
seguir distinguiendo alas “progresistas” del capital.
Mi
punto de partida es el opuesto; la raíz de los problemas está en la
relación de propiedad privada del capital. Y es esa relación la que
funda la unidad de todas las formas del capital. De hecho, el capital
dinerario solo obtiene ganancias prestando al capital productivo
(industria, comercio, agro) o mercantil (comercio, banca); y
viceversa, el capital productivo, o mercantil, revierte
constantemente a las formas dinerarias. Por caso, los fondos líquidos
de las amortizaciones o acumulación de plusvalía se invierten en el
sector financiero durante períodos más o menos prolongados; para
volver a lanzarse luego a la producción o el comercio. Las tensiones
se dan dentro de este marco.
Desde
este enfoque –que está inspirado en la teoría del capital de
Marx- no hay lugar entonces para la distinción tajante entre el
capital “dañino” (el financiero o dinerario, apátrida,
para colmo) y el capital “bueno” (industrial y
productivo). La cuestión no es meramente académica, o teórica.
Tiene importancia política. El socialismo debe mantener una posición
crítica y hostil hacia todas las formas del capital. Este es el
punto de quiebre con los programas pequeño burgueses y nacionalistas
que abogan por la colaboración de los trabajadores y los oprimidos
con el ala “progresista” de la clase dominante.
En
cualquier caso, pienso que las designaciones que está haciendo Trump
para su futuro gabinete encajan bastante bien en la tesis “unidad
del capital por sobre las diferencias”. Y es imposible de
explicar con la tesis “división del capital por sobre la
unidad”. Al respecto, es ilustrativa la nota de ayer (30/11/16)
de Bloomberg, titulada “Wall Street gana de nuevo en tanto Trump
elige banqueros, millonarios”. En ella se informa que Trump
eligió a Steven Mnuchin para el puesto de secretario del Tesoro, y a
Wilbur Ross para dirigir el Departamento de Comercio. Si bien los
pasados biográficos no son lo decisivo para caracterizar la política
de un gobierno, en este caso son sin embargo ilustrativos. Aquí van
algunos datos.
Mnuchin
fue ejecutivo de Goldman Sachs, y dirigió un hedge fund. Tuvo
negocios en común con otros millonarios, incluyendo a George Soros y
John Paulson, que dirigen fondos de inversión. Mnuchin, junto a
Soros y Paulson, compraron el banco IndyMac durante la crisis, por
1.600 millones de dólares, para revenderlo en 2015 por 3.400
millones. Bajo dirección de Mnuchin el banco llevó adelante más de
36.000 ejecuciones hipotecarias.
En
cuanto a Wilbur Ross, designado para el Comercio, se trata también
de un multimillonario (según Forbes, su fortuna es de 2.500 millones
de dólares), y dirige la firma de inversión WS Ross & Co. En
2016 la empresa fue penalizada por la SEC por sus prácticas poco
claras. Roos es conocido como “el rey de la bancarrota”
por sus operaciones para reestructurar empresas fallidas. En 2006 la
minera Coal Group, subsidiaria de WS Ross & Co, fue demandada por
negligencia en la explosión de la mina Sago, en Virginia Occidental,
en la que murieron 12 mineros. La empresa fue acusada de no cumplir
los estándares de seguridad laboral.
Una
vez designado, Roos declaró que su prioridad es bajar los impuestos
a las empresas estadounidenses para estimular el crecimiento
económico; y se declara enemigo del Tratado de Libre Comercio con
México. Observemos que esta oposición al TLC es la parte “progre”
del programa de Trump que rescata la izquierda nacional
Bloomberg
también informa que el miércoles (cuando se produjo la designación
de Mnuchin y Ross), “treparon las acciones de las grandes firmas
de Wall Street, con Goldman Sachs subiendo el 3,6%, el mejor
desempeño en el promedio del Dow Jones”.
No
hay sorpresas. Trump no vino de otro planeta. Es un producto genuino
de su clase, la clase capitalista. Como lo son las personas que lo
acompañan. Encarnan una relación social que no puede no basarse en
la explotación del trabajo. Es el terreno concreto, material (en
tanto socialmente condicionado) en el que se acaban las fantasías
del progresismo ilustrado.
(*)
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
Astarita
polemiza con los “progres” y algunos “revolucionarios”
argentinos, sospecho que marcadamente influidos por el peronismo que
penetra, en mayor o menor medida, a todos los partidos de aquel país.
Aunque haya enmarcado su artículo en dicho debate nacional, lo
cierto es que en otros países de América Latina, Europa y, en
concreto, España, ese mantra del “progresismo” antineoliberal de
matriz reaccionaria se ha estado repitiendo durante las primeras
semanas con un grado de majadería intensa y una ignorancia absoluta
de lo que es el capitalismo como sistema, sus fundamentos y el
antagonismo capital-trabajo que conlleva.
Los
hechos van tirando de la moto a los escritorzuelos todólogos de la
nada que escribieron tales necedades, en un primer impulso que
partía que si Killary era criminal y globalista (hecho
indiscutible), cualquier cosa que viniera después sería mejor, en base
a lo anunciado en campaña por el próximo inquilino de la Casa
Blanca (hecho absolutamente discutible). Igualmente los/las cotorras
groupies, que repetían el mantra en redes sociales, ahora parecen
más callados y pasan de perfil en plan bajorelieve egipcio sobre sus "genialidades" anteriores. A esa gente hay que combatirla, por dañina a
los intereses de la clase trabajadora, y mandarla a cursos de
formación marxista.