Por Marat
El sindicalismo ha sido una ola larga en la historia del movimiento obrero y lo seguirá siendo pero en un tiempo en el que el capitalismo ya no negocia, en el que millones de esclavos están dispuestos a sustituir a otros esclavos según sean expulsados del mercado de trabajo, una primera reflexión se impone: el sindicalismo ya no asusta al capital. En realidad no le asusta hace mucho tiempo. Las huelgas generales hace mucho tiempo que dejaron de tener un objetivo político que fuese más allá del día siguiente a su realización.
Por su naturaleza de atender a las necesidades inmediatas de la clase trabajadora, el sindicalismo se ha ocupado de cuestiones como la jornada laboral (hace 100 años), las condiciones de trabajo (hace mucho), la defensa del empleo (siempre) y la tendencia salarista inevitable a través de cuya centralidad en los objetivos de esa forma de organización de la clase trabajadora el capital nos ha ganado siempre.
Necesidades inmediatas, siempre subjetivas de la clase trabajadora, siempre necesarias. Entre la dialéctica reforma o revolución frente a la que nos convocó Rosa Luxemburgo siempre cupo la posibilidad de defender las condiciones de vida de nuestra clase mientras trabajábamos, calladamente -cuando empezamos a gritar, pedir luces y parlamento se jodió la cosa- en el día que vendrá.
Pero hoy ni el sindicalismo de concertación que pretendía la cogestión en las empresas y la negociación sobre lo inmediato ni el alternativo pueden solos afrontar el enorme desprecio, ninguneo y capacidad de anulación en cada centro de trabajo de una patronal que ha dicho: ni necesitamos el pacto social, ni lo queremos, ni tememos a un sindicalismo más radical.
¿Qué nos queda?
En primer lugar la rabia y la conciencia de nuestra identidad como clase.
En segundo, la necesidad de buscar formas que puedan herir al capital en cada centro de trabajo o sector productivo, donde se da la más cruda lucha de clases, de modo que afecten no a lo que en otro tiempo pudiera haber sido negociable sino en lo que toca a su propia esencia: el poder en la empresa.
La organización del trabajo, el control de las formas productivas, el de la “comunicación interna”, el reparto de tareas y responsabilidades, la dirección, las condiciones de trabajo, el conocimiento de proveedores, de clientes y de los “libros” de la empresa son partes de la lucha por la emancipación de la clase trabajadora donde le afecta: en el núcleo primero de decisión del capital.
La cuestión del poder de los trabajadores en la empresa y del llamado (aunque viejo en su expresión) “control obrero de la producción” vuelve hoy sobre la posibilidad de buscar espacios de lucha de clases. Se trata de impedir que el capital se recomponga a partir del silencio de los trabajadores y en base al temor a la dirección.
Éste no es es un planteamiento alternativo, ni lo busca, al sindicalismo, con todos sus contradictorios fracasos actuales. El sindicalismo sigue teniendo su razón de ser, como tiene sus zonas a explorar entre lo que debiera haber sido y lo que es.
La propuesta, que no es otra que la de ir poniendo las bases hacia los consejos obreros, busca el modo de encontrar huecos de lucha allá donde los límites de otras posibilidades las han cerrado.
Hay un espacio que el Estado capitalista aún no ha prohibido (el sindicalismo) y otro que prohibiría (el consejismo). En medio, en lugar de oponerse entre ambos, debe complementarse la acción de clase en el lugar donde se producen todas las contradicciones básicas. Zonas bajo la luz y zonas bajo las sombras.
El consejismo históricamente se ha correspondido con momentos revolucionarios o prerevolucionarios. Lo que no ha sido explorado hasta ahora es cómo hacerlo vivir bajo situaciones “discretas” -no las llamaremos secretas- en las que vaya fructificando el germen del “mientras tanto”.
¿De qué estamos hablando en concreto?
En primer lugar de organizar a los comunistas en los centros de trabajo y sectores productivos y de dotarles de una tarea.
Esa tarea debe ser, como punto de arranque, la de ir contactando con los sectores más conscientes de la clase trabajadora, con los compañeros más susceptibles de unirse a una lucha en lo concreto, en sus empresas.
En el momento presente no se trata ni de hacer heroísmos ni de jugarse el puesto de trabajo sino de ir generando conciencia, abrir espacios de estudio sobre la realidad específica en la que se encuadra el trabajador y de, una vez aprendidas ciertas enseñanzas prácticas, empezar a moverse hacia la acción.
En dicha fase no se puede pedir a los camaradas que se jueguen su supervivencia laboral cuando surjan huelgas o protestas en la empresa pero sí que es posible que otros del mismo sector o anejos asuman la protesta desde el exterior (concentraciones ante la empresa, reparto de panfletos, llamamientos al boicot,…)
Se trata de ir desarrollando una forma de lucha que, desde los núcleos de conciencias y resistencia interna, potencien la solidaridad de sector y de clase hasta el punto en el que se fortalezcan las potencialidades de organización en el centro del conflicto.
Si este modo de lucha se generaliza y fortalece y si se produce en el contexto de la esperada agudización de la siguiente fase de la crisis capitalista, es de esperar que el siguiente paso sea el inicio de la constitución de consejos de centros productivos y/o de sectores.
29 de octubre de 2015
DE LA CRISIS DEL PETRÓLEO A LA HAMBRUNA
Germán
Gorraiz López.alainet.net
Según
Edgar Ocampo, cada año, el mundo fagocita la mitad de las reservas
de un país petrolero importante (México) y dado que las energías
alternativas todavía necesitan enormes subsidios como para ser
viables en los países en vías de desarrollo, la práctica del
fracking ( especie de panacea universal que resolverá los problemas
energéticos de la Humanidad) es todavía incipiente y suscita
recelos medioambientales y la inercia de los activos petroleros no
permitirá que las grandes compañías abandones sus equipos e
infraestructura actuales, se deduce que la economía mundial seguirá
gravitando sobre la dependencia del petróleo en la próxima década.
El
gas natural se presenta como el único sustituto ante una presunta
escasez de petróleo, pero este recurso también sigue el mismo
camino de inestabilidad, por lo que los principales países
desarrollados cuentan con reservas estratégicas de petróleo que
destinan exclusivamente para uso en situaciones críticas para
garantizar el consumo interno durante un par de meses además de
implementar medidas cosméticas de ahorro de energía. Así, el
presidente estadounidense, Barack Obama, anunció que el Gobierno
norteamericano reducirá sus emisiones de gases con efecto
invernadero un 28% para 2020 (de alcanzarse el objetivo fijado,
supondría ahorrar 250 millones de barriles de petróleo para 2020) y
en China, se habría fijado el Plan Energético Quinquenal 2015-2020
con el objetivo de reducir la dependencia del carbón y del petróleo
aunque según Greenpeace con un “insuficiente incremento de las
energías renovables del 1%", en un país donde el carbón cubre
el 70% de las necesidades energéticas y si continúa la tendencia
actual, la combustión actual de carbón se duplicará en 15 años.
Declive
de la producción de crudo convencional (Peak Oil)
Según
la Asociación para el Estudio del Petróleo y el Gas, (ASPO), la
producción mundial de crudo convencional habría iniciado ya su
declive, fenómeno que se explica por medio de los métodos de
análisis del geólogo King Hubbert sobre la producción de petróleo
de los Estados Unidos, método conocido como la "curva de
Hubbert" . Hubbert, calculó en 1956 con extraordinaria
precisión, la fecha en que los Estados Unidos no podrían producir
más petróleo de forma convencional aunque se perforaran más pozos.
Así, la producción de petróleo de forma convencional en EEUU
alcanzó su máximo nivel en 1970 y después comenzó a declinar,
teniendo que importar en el 2005 casi el doble del total de crudo
producido en dicho país.
La
producción actual de petróleo proviene en más de un 60% de campos
maduros,(que tienen más de 25 años de ser explotados de manera
intensiva) por lo que las nuevas prospecciones se realizan en
regiones más remotas (Ártico, Amazonas), con mayor coste productivo
( 120 $) y menor rentabilidad, amenazando en muchas ocasiones a
reservas y parques naturales (Ártico, Alaska, Amazonas) y siendo el
desfase entre el consumo mundial y los descubrimientos de nuevas
explotaciones abismal (en una proporción de 4 a 1). Además, según
los expertos , el tiempo necesario para poner en marcha a pleno
rendimiento un yacimiento es de alrededor de 6 años, por lo que
cualquier descubrimiento no podrá entrar en operación hasta después
del 2015.
Recordar
que el 90% de la producción de crudo saudí procede de tan sólo
cinco campos maduros y hasta el 60% procedería del megacampo de
Ghawar y que los nuevos proyectos de infraestructura petrolera de
extracción de crudo considerados como "grandes," (aquellos
de más de 500 millones de barriles).en Arabia Saudí para el 2015
son prácticamente inexistentes, lo que aunado con el espectacular
incremento de la producción de crudo saudí en el 2013 (10, 5
millones de barriles día) para suplir la drástica reducción de la
producción de crudo de países como Libia, Siria e Irak, acelerá la
fecha de caducidad de sus reservas ociosas..
Según
datos publicados por la Administración de Información de Energía
de EEUU (AIE), dicho país habría alcanzado una producción mensual
de crudo equivalente a 6,5 millones de barriles diarios provenientes
de los campos tradicionales y de las nuevas explotaciones de petróleo
en roca porosa (Dakota del Norte), pero se estima que alcanzará su
cenit en el 2020 y teniendo en cuenta que el consumo doméstico de
EEUU se movería en la horquilla de los 16 a los 20 millones de
barriles diarios, seguirá siendo importador neto de crudo (el 45% de
las importaciones de crudo de EEUU proceden de Oriente Medio y Norte
de África), mientras tan sólo el 8% del total importado procede de
Venezuela.
Por
su parte, la producción mexicana también llegó a su cenit en el
2004, pues el principal yacimiento de México es el Cantarell, (que
genera las dos terceras partes de la producción mexicana) tiene
fecha de caducidad con la perspectiva de convertirse en importador
neto de crudo en el horizonte del 2020, Venezuela necesita
urgentemente nuevos hallazgos petrolíferos pues caso de seguir el
ritmo actual de producción podrían agotarse sus reservas probadas
en el 2021, por lo que habría firmado un acuerdo por el que la
empresa petro-química estatal china Sinopec invertirá 14.000
millones de dólares para lograr una producción diaria de petróleo
en 200.000 barriles diarios de crudo en la Faja Petrolífera del
Orinoco, (considerado el yacimiento petrolero más abundante del
mundo) mientras Noruega aspira a explotar conjuntamente con Rusia la
plataforma continental del Mar de Barents (reservas estimadas de más
de 7.000 millones de petróleo y gas convencional) ante el
agotamiento de sus reservas del Mar del Norte, que alcanzó su cenit
en el 2009 ( 6 millones de barriles al día).
Según
la Agencia Internacional de Energía (AIE), la producción de
petróleo en Rusia alcanzó su máximo histórico (11,41 millones de
barriles diarios) en el año 1988 cuando todavía formaba parte de la
Unión Soviética, pero tras el declive provocado por la crisis
económica del 2008, la producción ha ido “in crescendo”
hasta alcanzar los 10,59 millones de barriles por día (bpd) en el
2013 con una fecha de caducidad de 20 años.
Además,
el acuerdo de cooperación energética del 2010 entre Irak, Irán y
Siria para la construcción del gaseoducto de South Pars a Homms que
conectaría el Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo permitiría la
llegada del gas iraní a la Unión Europea y aliviaría la severa
rusodependencia energética europea, relativizando de paso la
importancia estratégica de Turquía dentro del Proyecto del
Gasoducto Trans-Adriático (TAP) así como el papel relevante de
Arabia Saudí y Emiratos Árabes como suministradores de crudo a
Occidente, pero tanto Irak como Siria estarían inmersos en procesos
internos destructivos fruto de la balcanización implementada por
EEUU siguiendo su doctrina del caos ordenado por lo que la
exportación de productos petrolíferos de dichos países se antoja
harto complicada.
En
cuanto a Irán, posee, según los expertos, las terceras mayores
reservas probadas del mundo de petróleo y gas tras Arabia Saudí e
Irak , pero al parecer carece de la tecnología suficiente como para
extraer el gas en los yacimientos más profundos . Además, la
industria petrolera iraní necesita una urgente inversión
multimillonaria pues corre el peligro de sufrir un deterioro
irreversible y de acuerdo con el quinto plan quinquenal (2010-2015)
puesto en marcha por el régimen, el Gobierno está obligado a
invertir unos 155.000 millones de dólares para el desarrollo de la
industria petrolera y gasista.
¿Nueva
crisis alimentaria?
Dado
que las energías alternativas todavía necesitan enormes subsidios
como para ser viables en los países en vías de desarrollo, la
práctica del fracking ( especie de panacea universal que resolverá
los problemas energéticos de la Humanidad) es todavía incipiente y
suscita recelos medioambientales y la inercia de los activos
petroleros no permitirá que las grandes compañías abandones sus
equipos e infraestructura actuales, se deduce que la economía
mundial seguirá gravitando sobre la dependencia del petróleo en la
próxima década.
La
Agencia Internacional de la Energía (AIE), en un reciente informe
titulado “Perspectivas mundiales de inversión en energía”,
advierte que será necesario invertir 48 Billones $ hasta el 2035
para cubrir las crecientes necesidades energéticas mundiales, pero
el estancamiento del precio del crudo en el bienio 2008-2010 ( 80 $)
y el abrupto desplome del precio en el 2015 (hasta los 40 $),
imposibilitará a los países productores conseguir precios
competitivos que permitirían la necesaria inversión en
infraestructuras energéticas y búsqueda de nuevas explotaciones por
lo que no sería descartable un posible estrangulamiento de la
producción mundial del crudo en el horizonte del 2.020, al
concatenarse la recuperación económica de EEUU y la UE con factores
geopolíticos desestabilizadores.
El
economista de la FAO Abdolreza Abbassian, en declaraciones a The
Associated Press, ha señalado que para alimentar la población
mundial, (que llegará a 9.000 millones de personas en el 2050), se
necesitará un incremento de 70% de la producción global de
alimentos en los próximos 40 años, tarea que se antoja titánica
pues mientras la población mundial crece un 1,55% anual, los
rendimientos del trigo (la mayor fuente de proteína en países
pobres), habrían sufrido un descenso del 1%. Mención especial
merece Egipto, país en el que un tercio de sus 80 millones de
habitantes vivirían en el umbral de la pobreza y que se ve obligado
a destinar ocho millones de toneladas de trigo anuales ( de los que 6
millones serían importadas), para producir el pan subsidiado,
imprescindible para evitar las revueltas sociales del 2007 y lastrado
por un desarrollo económico suicida, caracterizado por el
crecimiento desmesurado de macrourbes y megacomplejos turísticos y
la consiguiente reducción de la superficie destinada al cultivo
agrícola, por lo que es urgente que revise sus políticas agrícolas
y retorne a la arcana costumbre de disponer de reservas propias de
granos para situaciones de emergencia.
Si
a ello le sumamos la intervención de los brokers especulativos en el
mercado de futuros de las commodities agrícolas, el resultado sería
una espiral de aumentos de precios en las materias primas imposibles
de asumir por las economías del Primer Mundo y el finiquito de los
Objetivos del Tercer Milenio de reducir el hambre en el mundo, pues
según la FAO, desde el 2005 el índice de precios de cereales habría
aumentado al doble y el número de desnutridos crónicos en el mundo
rozaría en la actualidad los 925 millones de personas. Todo ello,
originará presumiblemente una psicosis de desabastecimiento y el
incremento espectacular del precio del crudo hasta niveles del 2008
(rondando los 150 $) que tendrá su reflejo en un salvaje
encarecimiento de los fletes de transporte y de los fertilizantes
agrícolas, lo que aunado con inusuales sequías e inundaciones en
los tradicionales graneros mundiales y la consecuente aplicación de
restricciones a la exportación de commodities agrícolas de dichos
países para asegurar su autoabastecimiento, terminará por producir
el desabastecimiento de los mercados mundiales, el incremento de los
precios hasta niveles estratosféricos y la consecuente crisis
alimentaria mundial que afectaría especialmente a las Antillas,
México, América Central, Colombia, Venezuela, Bolivia, Egipto,
Mongolia, Corea del Norte, India, China, Bangladesh y Sudeste
Asiático, ensañándose con especial virulencia con el África
Subsahariana y pudiendo pasar la población atrapada en la inanición
de los 1.000 millones actuales a los 2.000 millones estimados por los
analistas.