19 de octubre de 2015

CÓMO PROTEGERSE DE LAS ELECCIONES

Entusiástico grupo de tontos de los cojones y cheerleaders
de uno de tantos productos del supermercado de marcas
electorales. Sí, también está la tuya. 
NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: No soy un fundamentalista de la abstención. Cuando he creído tener más motivos para votar lo he hecho, del mismo modo que me he abstenido, cuando las razones para hacerlo superaban las que encontraba para dar mi voto.

En cualquier caso, siempre he tenido claro que los cambios profundos –los de sistema económico- no vendrán jamás por las urnas y que cualquier organización que propugne el derribo del capitalismo sólo puede ir al Parlamento a ser eco de la lucha de clases. Quien gobierne, sólo o en coalición de dentro de las reglas del juego de la legalidad capitalista me parece, sin excepción, un cómplice indecente de este sistema.

Pero hay momentos en los que la podredumbre política se convierte en marea que lo ahoga todo: la disidencia, la voz y el pensamiento críticos y la inteligencia del consumidor-votante en el supermercado de marcas electorales. Sí, también tu marca, aunque se disfrace de nuevo nombre y ropaje.

Confluyentes, ciudadanistas, transversales, partidos de “la gente”, reformistas de baratillo, oportunistas ni de izquierdas ni de derechas, regeneradores, ex izquierdas, izquierdas nominales y toda esa basura de trepas indecentes y aspirantes a profesionales de la “representación” me parecen más repugnantes que los partidos que admiten declaradamente que éste es su sistema. Al menos ellos no engañan. Se les ve venir y, si se les vota, es porque se comparte su ideario político.

-Es que usted quiere que ganen los de siempre.
-¿Y para qué cojones me sirve que ganen otros que no harán nada distinto? ¿Es que usted no ha tenido bastante con Grecia?  
-Pero es que es mejor que la austeridad la gestionen otros que los que han creado la crisis.
-La crisis no nació de la política sino de la senilidad del capitalismo que da signos de agotamiento y que no tiene respuestas, salvo la afirmación de su naturaleza: la depredación y explotación del ser humano. Los políticos sólo aplican las recetas de los que tienen el poder: el capital. Las derechas en el gobierno son la única evidencia de que SÍ hay derecha, y cada vez más salvaje, pero "las izquierdas" en el gobierno o en la oposición son la evidencia de que ya NO hay izquierda, salvo de carril-bici, huertos urbanos y la misma miseria para la clase trabajadora. Y para que, después de tu “desilusión” de fetichismo electoral y desmovilización, tras el paso por “lo nuevo” o viejo reformismo con otra careta, vuelva una derecha aún más salvaje y criminal que la actual, prefiero que siga la que hay. A lo mejor dejas de ser tan gilipollas, tan súbdito que cree que la lucha está en las urnas y empiezas a plantearte que no hay capitalismo bueno y que las opciones con posibilidad de alcanzar algún grado de presencia institucional ya están aleccionadas y compradas para que hagan lo que tienen que hacer: seguir engañando a incautos como tú para que la noria siga dando vueltas. Y si me pides alternativa te digo dónde hoy NO está: en las urnas. Y ahora, si quieres, sigue leyendo.

Sin más les dejo con esta hurmorística y sarcástica crítica al circo electoral

CÓMO PROTEGERSE DE LAS ELECCIONES
Grupo Antimilitarista Tortuga

Quienes vivimos en un país de la sociedad occidental, a cambio de disfrutar de la acumulación de bienes de consumo y distintos placeres que aquí se produce, hemos de padecer también algunas penalidades. Por ejemplo el ser bombardeados día sí y día también con dosis de publicidad en grado mortal.

Mortal porque la suma de mensajes publicitarios que llega diariamente a nuestras mentes a través de todo tipo de canales, objetivos y subliminales, hace verdaderamente difícil que a alguien le quede en pie gran cosa de su propio criterio.

Así el tipo de ropa y peinado que cada cual luce, los lugares adonde viaja, los bares en los que desparrama su tiempo libre, sus costumbres tribales o los juguetes que regala a sus hijos en su cumpleaños y en navidad vienen a estar influenciados, mucho o poco pero influenciados, por las modas dominantes que la omnipresente publicidad cuela en el armario de nuestros deseos.

Hay una publicidad que nos induce a comprar y tener cosas determinadas. Hay otra que trata de configurar nuestro pensamiento y nuestra forma de entender el mundo. La hay que es puntual y concreta -coma pechuga de pollo Óscar Mayer, sepa lo que es conducir con Audi, regálese una hipoteca en Bankia-. También la hay cíclica, periódica, la cual, además de inducirnos a que gastemos dinero, trata de influir en nuestra cultura y crea estados de ánimo colectivos. Por ejemplo los mundiales de fútbol, o esos acontecimientos sociales que van jalonando el año como Halloween o la Navidad, que nombrábamos antes.

Pues bien, si quisiéramos poner un ejemplo de un producto que reune todos los ingredientes anteriores -es concreto y se publicita durante el año pero también se ofrece mediante acontecimientos cíclicos, induce a realizar actos de consumo, pero también crea estados de ánimo colectivos e influye en nuestra manera de concebir el mundo- ese es el parlamentarismo de partidos políticos.

La publicidad de los partidos políticos es diaria y abrumadora, ocupando cada día del año la parte principal del espacio de cualquier medio de comunicación. Así se cuela en nuestra mente como un objeto cotidiano de atención y se expande a las tertulias de bar, a las sobremesas y a las pesadillas. Como ello, al parecer, debe ser todavía insuficiente para los fines que se pretenden colocando dicho producto en el mercado, quienes lo administran, además, han diseñado eventos periódicos: las elecciones. En ellas, el bombardeo publicitario llega al paroxismo y hasta nuestras propias casas.

Confiamos aún en la inteligencia y sentido común del habitante medio de nuestra sociedad occidental y así pensamos que si hiciéramos el experimento de colocar durante unos pocos meses a una persona cualquiera en una isla desierta, completamente a salvo de todo mensaje publicitario relacionado con elecciones y partidos políticos, por pura lógica tendería a darse cuenta de lo superfluo del producto. Le resultaría una verdad palmaria que no hay democracia en que, en lugar de todos, solo gobiernen unos pocos. 

Unos pocos que -además- pueden hacer lo que les dé la gana sin ser destituídos. Que además esos pocos, aunque cambian de vez en cuando el envoltorio del producto -esto es, las siglas y logotipos- vienen a ser los mismos, los cuales andan turnándose. Que curiosamente esos mismos que gobiernan y no otros a quienes les gustaría sucederles son quienes salen más veces en la tele y los periódicos (véase cómo productos nuevos y bien publicidados como Podemos o Ciudadanos acceden al reparto del pastel en detrimento de otros muchos partiditos de toda la vida que venían manteniendo similares propuestas y programas pero siendo ignorados por esos mismos medios de comunicación). Y que, por si fuera poco, esos que salen en la tele con un fondo de color rojo, azul, morado o naranja, cuando gobiernan estados o ayuntamientos, antes o después acaban por actuar en curiosa sintonía con los intereses de quienes tienen el dinero.

Este 2015 viene siendo un año de desmesura parlamentaria. Dos procesos electorales arrastran nuestras ya maltrechas neuronas y aún nos queda otro. Este curso, además, hemos tenido que soportar el lanzamiento de los productos “Ciudadanos” (el cual -como si fuera la nueva versión del Ford Fiesta- trata de actualizar la imagen corporativa de determinadas visiones políticas conservadoras) y “Podemos”, auténtico sumidero de las energías ciudadanistas que resplandecieron efímeramente en las calles mediante el 15M y las mareas.

Ante tal despliegue de propaganda casi militar en pro del status quo, ¿hemos de resignarnos? ¿Está todo perdido? ¿No hay escapatoria para nuestras vapuleadas mentes? Tortuga te ofrece unas sencillas recetas para protegerte durante la próxima campaña electoral.

1.- Cambia de tema
En la barra del bar, ante el comentario de los currelas de al lado, chupito en mano, “pues yo antes iba a votar a Pablo Iglesias, pero ahora me gustan más los de ciudadanos...” Siempre puedes intervenir, tratando de no caer en comentarios futboleros, taurinos o machirulos: “a este bar le está haciendo ya falta una mano de pintura y un buen alicatado”, “vaya calor para el mes que estamos” o “qué narices le echó Aníbal cruzando los Alpes con elefantes”.

Lo mismo vale para la tertulia tras la comida familiar. Cuando la cuñada o el tío se enzarcen en que si Rajoy nosequé, o que en el programa de Wyoming dijeron que nosecuanto; tú rápidamente al quite: “Papá, ¿cómo va tu próstata?”, “pues en la okupa del barrio hacen unos conciertos de posthardcore que la flipas”, o “atención, los niños nos van a representar una obra de teatro en verso”.

2.- Apaga la televisión
La caja tonta, la radio, o el acceso a medios de comunicación por internet. Puedes no apagarlos pero entonces escapa de informativos y tertulias y oriéntate hacia las películas, los documentales e incluso la telebasura, muy relajante ella, en la cual no tendrás que hacer ningún esfuerzo mental y estarás a salvo de la propaganda política.
De todas formas hay alternativas a pasar el tiempo en la tele y en internet. Pasea, escribe, haz el amor, colúmpiate, haz yoga, limpia tu casa.

3.- Huye de los periódicos
En sus versiones digitales, en la barra del bar o -mucho peor- comprándolos. Los periódicos están infestados de publicidad del sistema parlamentarista y en cualquiera de sus informaciones, hasta en la menos relacionada a priori, acecha la posible aparición del político local o nacional dejándose caer por allí como quien no quiere la cosa.
En su lugar puedes leer libros de Kierkegaard o Schopenhauer. Si te pilla por la calle y no los tienes de bolsillo puedes comprarte algún tebeo en un kiosco o disfrutar de literatura religiosa gratuíta como la hoja parroquial de la iglesia más cercana o la revista La Atalaya, que te será suministrada por amables parejas de señoras y señoritas que recorren las calles.

4.- Reutiliza la propaganda electoral en papel
Deben estar muy mal pagadas las personas que buzonean los sobres con propaganda de los partidos políticos durante la campaña electoral, puesto que cada vez tienden más a dejar todos los sobres en montón, sobre los buzones, en lugar de distribuirlos a cada vecina. Esta circunstancia nos permitirá ir recorriendo las calles, carrito de supermercado en ristre, e ir recogiendo todo el papel portal a portal. Las comunidades de vecinos respectivas nos lo agradecerán y al final nos sacaremos un dinerillo vendiéndolo todo al peso en la chatarrería más cercana.

5.- Aprovecha los paneles de publicidad estática
Es común que en cada ciudad sea de lo más difícil colocar cartelería en las calles. Ominosas ordenanzas municipales restringen tal derecho a unos poquísimos lugares en los que nuestros carteles pasan desapercibidos y son tapados enseguida por la publicidad de las discotecas. Tal cosa contrasta con el abuso que los políticos en campaña pueden hacer de la posibilidad de poner carteles en las calles. Hasta paneles especiales les ponen a su disposición. Pues bien, si ellos pueden, nosotras también. Ha llegado el momento de pegar toda la cartelería que guardábamos en nuestros locales de actividades pasadas y hasta de viejos conciertos. También podemos aprovechar los paneles como soporte de nuestra creatividad artística. Convirtámonos en sendos Banksys durante el tiempo que estén colocados.

6.- Date de baja del censo electoral
Cada campaña electoral el estado tiene a bien recordarnos, para que no se nos olvide, que lo de votar es algo que nos atañe y que -aunque, visto lo visto, podemos sospechar con fundamento que votar no cambia nunca nada significativo- hacerlo es muy importante. Para ello, y con el pretexto de que podría haber algún dato incorrecto, nos mandan al buzón una tarjetita censal.

Desde Tortuga y otros colectivos proponemos dar un paso al frente y reclamar al estado que nos excluya de este gran montaje. Si la gente puede ir a la iglesia católica y reclamar ser borrada del libro de sus fieles, también queremos ser borrados del libro de los fieles del sistema parlamentarista, es decir, del censo electoral.

7.- Niégate a participar en mesas electorales
Lo que ya nos faltaba para el duro era que, además de tener que tragarnos el turre electoral, el estado pudiera disponer de nuestras personas de forma conscripta -es decir, obligatoria bajo pena de cárcel- para que le hagamos el trabajo de llevar a cabo la ceremonia de las votaciones. Eso sí que no. En todo caso, la puesta en escena ha de desempeñarse con voluntarios convencidos. Sin duda, qué menos tras el esfuerzo publicitario, éstos no les van a faltar. Nosotras y nosotros a buen seguro tenemos cosas mejores que hacer durante ese tiempo que ser utilizados en contra de nuestra voluntad a mayor gloria del sistema vigente.

Si se da el caso de que eres convocado a estar en una mesa electoral y decides no participar convirtiéndote así en persona objetora de conciencia, podrás encontrar soporte documental sobre cómo hacerlo poniéndote en contacto con El Grupo Antimilitarista Tortuga y otros colectivos que promueven esta forma de Desobediencia Civil.

8.- Apoya a las personas objetoras de conciencia al sistema electoral
Gota a gota, elección a elección, cada vez son más quienes deciden negarse a participar en las votaciones como mano de obra reclutada coactivamente. Puedes apoyar a estas personas solidarizándote con ellas de mil maneras, difundiendo su acción y acompañándolas en cada actuación pública que realicen. Desenmascarar la gran mentira de la falsa democracia es trabajo de todas, y no solo de quienes han sido llamadas a integrar una mesa electoral.