Immanuel Wallerstein. La Jornada
No hace mucho tiempo, los expertos y los inversionistas vieron los mercado emergentes –un eufemismo para China, India, Brasil y algunos otros– como como quienes podrían rescatar la economía-mundo. Éstos eran los que sostendrían el crecimiento, y por tanto la acumulación del capital, cuando Estados Unidos, la Unión Europea y Japón fallaran en su previo y tradicional papel de pilares del sistema capitalista mundial.
Por eso impacta cuando, en las dos pasadas semanas, el Wall Street Journal (WSJ), Main Street, el Financial Times (FT), Bloomberg, el New York Times (NYT) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) hacen sonar la alarma ante el colapso de esos mismos mercados emergentes, preocupándose en particular de una deflación que podría ser contagiosa. A mí me suena como pánico apenas contenido.
Primero, una palabra respecto de la deflación. Un mercado en calma es uno donde los precios nominales no bajan, y sólo trepan hacia arriba lentamente. Esto posibilita a vendedores y compradores predecir con razonable con- fianza qué decisiones son óptimas para ellos. Los mercados mundiales no han estado en calma, en este sentido, por algún tiempo. Muchos analistas fijan la fecha del inicio de la decadencia de esa calma desde el viraje de los mercados hipotecarios en Estados Unidos, ocurrido en 2008. Por mi parte, yo veo que el inicio de la decadencia de esa calma ocurrió en el periodo entre 1967 y 1973, y ha continuado desde entonces.
El mercado no está en calma si existe una deflación significativa o una inflación significativa. Éstas son realmente lo mismo en términos de su impacto sobre las cifras del empleo reales y por tanto sobre la demanda efectiva de producción de todo tipo. Cuando el empleo mundial real baja por una o por otra razón, existe sufrimiento agudo, real, para la vasta mayoría de la población mundial, y un vasto incremento en la incertidumbre, que tiende a paralizar la ulterior inversión productiva, lo que conduce a más sufrimiento y más parálisis. Es un círculo vicioso.
No hay duda de que algunos grandes capitalistas logran sacar provecho de la situación mediante sagaces manipulaciones financieras que implican especulación. Su problema es que apuestan fuerte –sea por preciar masivamente sus activos o por bancarrota. Sin embargo, por lo menos estos manipuladores tienen oportunidad de ganar masivamente. Es bastante seguro que la mayoría de la población mundial perderá, a veces masivamente.
¿Qué hay de los reportes de pánico? Michael Arnold en el WSJ se pregunta, ¿Empujarán las liquidaciones a que los bancos centrales de los mercados emergentes suban las tasas? Él afirma que el alboroto fue ocasionado por cifras de crecimiento decepcionantes para China y la devaluación de la divisa de Argentina. Arnold se preocupa en particular por India e Indonesia, que tienen una gran carga de deuda y una pesada dependencia hacia los préstamos del exterior, por lo que se movilizan para frenar la inflación. Menciona a Turquía como otra zona de problemas.
Hal M. Bundrick en Main St enfatiza el contagio. Cita tanto los cambios en la política monetaria estadounidense como las preocupaciones en torno a la economía china, más los disturbios políticos en Turquía, Argentina y Ucrania, como promotores de la aceleración de la decadencia. Cita a un banquero ruso en torno a la caída del rublo y en relación a una atmósfera cercana al pánico. Dice que este pánico está cruzando de los mercados emergentes a los desarrollados en términos de sensibilidades.
Gavyn Davies en el FT intitula su nota, ¿Será que el mundo emergente descarrile la recuperación global? Dice que las divisas emergentes han estado en caída libre. También ve la desaceleración china como el punto clave, en particular por su impacto sobre las economías abastecedoras (es decir, los países que venden productos primarios a China), especialmente Brasil, Rusia y Sudáfrica. Afirma que el dolor de una burbuja crediticia no es sólo problema de China, sino el de Turquía, India e Indonesia. Si la baja en el crecimiento chino se profundiza, esto amenazaría con convertirse en una renovada recesión global. Tras terminar con una nota ligeramente optimista, de inmediato se retracta de lo anterior diciendo que sus simulaciones (la base de su ligero optimismo) se basan en viejas tendencias que tal vez no se sostengan más.
Ralph Atkins en FT habla del espectro de la deflación. La deflación, aun cuando sea positiva en el corto plazo, es definitivamente negativa para los capitales accionarios en el más largo plazo. Su preocupación parece ser la zona del euro. Habiendo citado las razones de otros para verle el lado más brillante, termina diciendo el espectro de la deflación usó su capa de invisibilidad.
Y nada menos que Christine Lagarde, la directora general del FMI, dijo a figuras del establishment reunidas en el Foro Económico Mundial en Davos que hay una amenaza mundial a los mercados en tanto Estados Unidos recorte su estímulo en efectivo. Hay un nuevo riesgo en el horizonte que necesitamos vigilar de cerca. Y cita los efectos de derrame... en los mercados emergentes.
Esa misma semana, Bloomberg hizo un editorial que comenzó: "Las economías de los mercados emergentes tuvieron una semana brutal. Ellos vieron a los mercados emergentes demasiado atados al dólar estadounidense y por tanto “concretamente sensibles a las fluctuaciones –reales o imaginadas– en la política monetaria estadounidense”.
Así que le predican a la Reserva Federal estadounidense para que no apriete demasiado pronto y predeciblemente le predican a los países emergentes para que mejoren sus políticas.
Y nada menos, Landon Thomas del NYT nos informa que el nuevo slogan de moda en Wall Street, que reemplaza a BRICS es los Cinco Frágiles. Esta lista incluye a tres miembros de BRICS (Brasil, India, Sudáfrica) más Turquía e Indonesia. Deja fuera a China y a Rusia, cuyos pesos geopolíticos parecen contar fuertemente en las escalas.
Todo mundo parece proferir buenos consejos, seguros de que de algún modo se paliará la situación. Pocos parecen preparados a admitir que la demanda global efectiva es el real problema. Pero uno siente que, por debajo de la superficie, todos entienden esto. Es por eso que entran en pánico, porque entonces, todo su énfasis en el crecimiento –una fe cardinal– queda socavado. En ese caso, la crisis se vuelve algo que no es cíclico, sino estructural, para lo cual uno debe responder no con paliativos, sino inventando un nuevo sistema. Esta es la famosa bifurcación en la que sólo hay dos posibles resultados –uno mejor y uno peor que el actual sistema existente, uno en el que todos estamos implicados como jugadores.
19 de abril de 2014
FRANCIA: LA ÚLTIMA ROSA SE MARCHITA
Franceses buscan oportunidades laborales en una agencia de empleo en Lens.Imagen AFP |
Eduardo Febbro. Página12
Un esqueleto más en el mausoleo socialista de las promesas sin mañana: un plan de economías de 50 mil millones de euros, cuyo 40 por ciento será asumido por el sistema de protección social, puso la última rosa marchita en las escasas ilusiones que quedaban. El giro de lo que se llama casi como un chiste o un eufemismo “la izquierda francesa” responde a los imperativos fijados por la Unión Europea en materia de reducción de déficit. Este plan, que también incluye el congelamiento de los salarios de los funcionarios y las jubilaciones, fracturó a la mayoría socialista en la Asamblea. Unos cien parlamentarios socialistas escribieron al primer ministro Manuel Valls para denunciar lo que consideran un “plan económicamente peligroso”, que “acarreará retrocesos sociales y perturbaciones en los servicios públicos ineluctables”. El sablazo socialista es histórico, a la medida del engaño del que son víctimas quienes votaron hace dos años por una política totalmente diferente a la que se aplica hoy. El presidente, François Hollande, navegó por dos mares distintos: empezó 2012 su mandato con un paquetazo impositivo y conservando casi intacto el gasto social. Dos años más tarde, buscó la diferencia que le hace falta para cumplir con el límite del déficit impuesto por la Comisión Europea (3 por ciento) en la caja social.
Cuando presentó su plan, el jefe del Ejecutivo señaló que había que decirles la verdad a los franceses: “No es Europa la que nos impone sus elecciones, sino nuestro gasto público, que equivale el 57 por ciento del PIB”. El primer ministro dijo que la austeridad era una cuestión de “soberanía”, pero la frase suena como una burla más hacia los electores. En momentos en que Manuel Valls se atrevía a esa comparación, o sea, la austeridad equivale a la soberanía, París se encontraba bajo la amenaza del gran padre rector liberal que es la Comisión Europea. Bruselas presiona a Francia para que apure el paso de las reformas y respete los plazos negociados con el fin de cumplir con la agenda de un déficit tope del 3 por ciento en 2015. Francia concluyó 2013 con un déficit del 4,3 por ciento del PIB, un desempleo del 11 por ciento y una deuda del 98 por ciento del PIB. La herencia dejada por tres presidencias consecutivas de la derecha ha sido abismal, sobre todo la última, la de Nicolas Sarkozy. Sin embargo, el socialismo francés desdibujó todo el andamio de expectativas que había consolidado y que lo llevó a la victoria en 2012. François Hollande se presentó como el Caballero Rojo de Europa, el hombre que iba a renovar la socialdemocracia mundial, hacerle frente a la canciller alemana Angela Merkel y combatir a capa y espada los dogmatismos bíblicos de la Unión Europea, que sólo jura por la Diosa Austeridad. El gran reformador acabó siendo un continuista que, en apenas dos años, tocó el fondo de la impopularidad, perdió estrepitosamente las elecciones municipales, vio el desempleo crecer como mareas rebeldes y tuvo que cambiar de primer ministro.
El congelamiento de la jubilación y las llamadas prestaciones sociales es una pesadilla para la izquierda parlamentaria, que se siente pura y llanamente estafada. Esos 50 mil millones de euros ahorrados seguramente irán a financiar otra medida, el Pacto de Responsabilidad destinado a las empresas. Este mecanismo prevé reducir el costo de los gravámenes sociales a las empresas a cambio de que éstas contraten personal. La perspectiva parece de un idealismo desmedido. Lo primero que hizo el responsable del patronato francés, Pierre Gattaz, consistió en proponer que se rebaje o suspenda el salario mínimo para los jóvenes. La derecha no tiene mucho que decir ante la nueva carta socialista. Más bien se quedó muda con el espectáculo del giro liberal adoptado por los socialistas. Sin embargo, en la izquierda del PS la música es otra, tanto más cuanto que los parlamentarios recién descubrieron en la televisión la ruta fijada por Manuel Valls. A nadie se le escapa la sutileza: un plan como el de los 50 mil millones de economías no se traza en una semana. El paquete ya estaba en la mesa y sólo faltaba armar el montaje para comunicarlo. El Ejecutivo había prometido un “contrato” con los parlamentarios socialistas, pero tampoco cumplió. Una vez que intervino el voto de confianza, el “contrato” se esfumó. El parlamentario socialista Arnaud Leroy lo dice sin vueltas: “Fue un engaño para conseguir la confianza”. Otro parlamentario, Christian Pol, confiesa estar “aterrado por el fondo y por la forma”. Un gran sector del PS se siente expoliado, sin derecho a decir nada y con la sola obligación de votar lo que fije la presidencia. Algunos medios se preguntan con cierta ironía si además de querer cumplir a toda costa con la austeridad europea, François Hollande no se ha propuesto también destruir al PS y a la izquierda en su conjunto. La ironía es más extensa. Como España, Grecia, Italia y Portugal, Francia, una de las potencias de la UE, vitrina de muchas conquistas sociales y de una capacidad innata de negociación, está siendo gobernada por ese trío que se conoce como la Troika: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. Se trata del mismo pulpo que impuso a España, Grecia, Italia y Portugal su plan para salvar al capitalismo y hundir a la sociedad. En resumen, la hasta ahora breve experiencia socialista ha sido el camino más corto para llegar... al club liberal y sus recetas universales de austeridad, reformas, ajustes y regresión social.