. La Vanguardia
Los juegos en un “país
adversario” siempre han merecido un trato propagandístico y discriminatorio en
Occidente
Como ocurriera con los juegos de Pekín, los de
Sochi han sido objeto de una desmesurada campaña política y mediática. Alemania
ha estado a la vanguardia de ella. Su presidente dijo demostrativamente que no
acudiría a los juegos, por donde tampoco aparecerá Angela Merkel, mientras que
la prensa ha ofrecido la más vulgar, y a veces grotesca, diatriba antirrusa, en
línea con el clima de guerra fría que el pulso por ver quien se queda con
Ucrania –si los magnates corruptos prooccidentales, o sus homólogos pro rusos-
está evidenciando.
Como consecuencia de esa intensa agitación, solo un
34% de los alemanes se han declarado favorables a que los juegos se celebrasen
en una ciudad rusa. Otro 57% considera que,”fue
un error” adjudicárselos a Rusia (en el caso de Pekín solo un 38% consideró
acertado dárselos a China tras una campaña selectiva idéntica a la actual). El
motivo aludido es el mismo: el suspenso en “derechos humanos”.
Para hacer memoria y situar el asunto, hay que
recordar que los juegos se celebraron sin problemas en Ciudad de México en
1968, diez días después de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, donde murieron
decenas, sino centenares de estudiantes y ciudadanos. Fueron los “juegos de la
paz”. En 1984 se celebraron en Los Ángeles, pocos meses después de la invasión
de Granada y en la década en los que los regímenes apoyados por Washington
masacraron a 200.000 personas en América Central, el 1% de la población de los
siete países de la región. En 1988 los juegos se celebraron en Seúl, cuando
Corea era una dictadura, con una matanza importante reciente y una historia de
100.000 fusilados en los años cincuenta.
En su grotesca cobertura de la ceremonia de
inauguración de los juegos, el segundo canal de la televisión alemana (ZDF)
denunció que en las habituales alegorías nacionales escenificadas, Rusia no
mencionara “los aspectos oscuros de su
historia”. Se refería, naturalmente, al estalinismo. “¿Dónde está Stalin?”, se preguntó la periodista de dicho canal
Anne Gellinek. Pero, ¿por qué debería mentar Rusia a Stalin? ¿Por qué debe ser
Rusia diferente de otros?
“¿Dónde estaban
las víctimas del Imperio británico en la inauguración de los juegos de Londres
en 2012?, ¿Dónde el exterminio de los indios en la fiesta de Salt Lake City en
2002?, ¿Por qué no aparecieron los millones de víctimas de la brutalidad
alemana en la inauguración de los juegos de Munich del año 1972?”, se pregunta el
analista alemán Jens Berger desde el portal NachDenkSeiten. ¿Dónde estuvo el “colapso demográfico” en la
conmemoración española del 500 aniversario del descubrimiento?, se puede
añadir. Así que, ¿por qué se hace cuestión con Rusia?: porque se trata de un “país adversario”.
La prensa alemana le ha sacado punta a una ley
contra la pederastia, sin mencionar siquiera que la homosexualidad estuvo
criminalizada en Alemania Occidental hasta 1994, o que entre 1950 y 1969,
50.000 homosexuales fueron castigados por serlo. Todo vale: la explotación de
la mano de obra -de la que al parecer Rusia tiene la exclusiva- la matanza de
perros callejeros, el excesivo gasto y el trato a disidentes como las chicas
del grupo punk “Pussy Riot”- cuyo
nombre significa algo tan vulgar como “la
revuelta del coño”- y cuya hazaña fue mentarle la madre al Presidente Putin
en el templo ortoxodo más importante de Moscú.
Que semejante “plegaria
punk” de mal gusto como la que hicieron las gamberras chicas del Pussy
(paseadas en vísperas de los juegos por los escenarios de Nueva York y Berlín,
con todo pagado), no habría resultado simpática si se hubiera escenificado en
la basílica de San Pedro del Vaticano o en la Catedral de San Patricio
de Nueva York, es algo que se pierde totalmente de vista cuando se trata de la
demonizada “Rusia de Putin” con
cuernos y rabo.
Afortunadamente este hipócrita festival desaparece
en cuanto comienzan las competiciones y las medallas. Esa fue la experiencia de
Pekín en el verano de 2008, donde la presión inicial fue extraordinaria y se
está repitiendo en Sochi. Baste recordar todo lo que se dijo entonces sobre la
espantosa censura china de Internet- que cualquier usuario podía eludir con
programas bien simples- y compararlo con lo que hoy se conoce gracias a ese
héroe olímpico llamado Eduard Snowden, refugiado en… Moscú.
El problema es que los juegos son una enorme
operación de imagen y cuando los organiza un “país adversario”, hay que machacarlo como sea para contrarrestar
esa formidable plataforma.
Que los de Sochi sean unos juegos seguros, depende
de si hay o no atentados integristas, como el último en Volgogrado. Desde
finales de los años noventa, en Rusia esos atentados son financiados y
sostenidos por los “amigos del Golfo”.
Esos amigos no necesitan leyes contra la pedofilia, ni merecen denuncia alguna
en materia de derechos humanos, porque son la infantería y el banco (en Siria,
en Libia, y antes en Afganistán) de los guardianes de la libertad.