LA ÉPOCA DE LO QUE PARECÍA IMPENSABLE



Michael R. Krätke. Sin Permiso

El Estado federal central estadounidense está exprimido y este año ya no puede contribuir más. Muchos estados federados se encuentran al borde de la quiebra.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y las agencias de calificación parecen haberse dado ahora cuenta de que la crisis de deuda es mucho más grave en los Estados Unidos que en la Eurozona: para los presupuestos públicos de 2011-2012 se ha alzado la marca en un nuevo endeudamiento que supone más del doble de la media del de la Unión Europea. Tanto más vale la pena echar un vistazo a lo que ocurre en ultramar: allí hay tantos frenos a la deuda y prohibiciones de déficit como pueda desear cualquier corazón conservador. Desde 1917 rige un tope legal para la deuda federal, cuantificado en números absolutos. Además, mediante la ley o mediante algún preceptos constitucional del estado federado en cuestión, todos los estados federados (salvo Vermont) están obligados a presentar un presupuesto anual equilibrado. Y sin embargo, los EEUU, como la mayoría de sus estados federados, que se hallan más profundamente enterrados en la deuda que Irlanda o Grecia.
No por casualidad, las agencias de calificación amenazan a los norteamericanos con una drástica depreciación de su solvencia. A nivel interno, se habla de una depreciación de los bonos estadounidenses por debajo del nivel de Japón. Por vez primera se debatirá en el Congreso de los EEUU la posibilidad de la bancarrota de algunos de los estados que forman la Unión, algo que la constitución estadounidense no contempla. Un curso de acción semejante es audaz pero ha de debatirse, en opinión de Patrick McHenry, el nuevo presidente republicano del Comité de control de la Cámara de Representantes. El presidente del Banco central, Bernanke, va más lejos, y dibuja nada menos que una bancarrota del Estado federal central.

Validez por 100 años
El secretario del tesoro Geithner requirió con estridencia al Congreso elevar sin demora el límite de deuda, para poder rebasar el límite de los actuales 14'3 billones de dólares. Pero los republicanos se enrocan. De no llegar a ningún consenso a fines de marzo, la potencia mundial estará, de facto, en bancarrota. Algo apenas concebible: hasta un parlamento dominado por republicano tendrá que acabar cediendo y levantado el tope de endeudamiento; evidentemente, sólo a cambio de ulteriores y drásticos recortes del gasto.
La deuda federal para el próximo presupuesto anual, que comienza en junio, se estima en un total de 14'8 billones de dólares. Con ello, los Estados Unidos se permite a escala federal un una deuda del 100%, y una tasa de déficit (reendeudamiento) de, de nuevo, el diez por ciento, como ocurrió en el punto culminante de la crisis financiera mundial en el 2009. Con lo que el banco central propio (la Reserva Federal) se convierte en el mayor acreedor, seguido muy de cerca por China, Japón, algunos Estados del Golfo y la Gran Bretaña. Entretanto, el tiempo de vencimiento de los bonos del Estado federal norteamericano ya es, en promedio, de sólo unos 50 meses, lo que significa que en los próximos 12 debería refinanciarse más del 40% de la deuda federal. No sorprenderá, así pues, que se hable ahora de alargar esos plazos de vencimiento, con bonos a 50, 60 o aun 100 años. Por ahora Por ahora, gracias a la política de bajas tasas de interés, la carga de los intereses no pesa demasiado en el presupuesto federal, pero eso podría cambiar.
No sólo el Estado central, sino también la mayor parte de los estados federados anuncian grandes agujeros en sus presupuestos: 125 mil millones de dólares para los presupuestos de 2011-2012, mientras en el presupuesto del año en curso superan los 130 mil millones de dólares. Si se aprueban y despliegan estos presupuestos, la tasa de déficit en Nevada para el 2010-2011 alcanzará un 45'2%; en Illinois, un 44'9%; en la pequeña Nueva Jersey, un 37'4%; en la gran Texas, un 31'5%; y en California, un 29'3%. Todos los estados federados juntos registran, de media, un déficit del 20%. A medida que arrecie la crisis inmobiliaria y laboral a escala regional, mayor será el déficit. La crisis económica más dura desde la década de los treinta se ha abierto paso hasta alcanzar dramáticamente los ingresos fiscales, que actualmente se encuentran entre un 12% y un 15% por debajo del nivel anterior a la crisis. Sin la ayuda financiera de la Unión –unos buenos 140 mil millones de dólares desde comienzos de 2009–, que ha cubierto entre un 30% y un 40% del déficit, muchos estados se encontrarían desde hace ya tiempo en la bancarrota. Sin un nuevo endeudamiento federal, sin un flujo monetario desde Washington, el déficit de los estados federados nunca podría haber sido financiado.

Situación de emergencia financiera en California
Pero ahora se ha cerrado la espita monetaria, de modo que ha estallado el puro pánico financiero, y todos los gobernadores de los estados federados se van dejando llevar por la desesperación. Jerry Brown proclamó en enero, en su toma posesión del cargo, la situación de emergencia financiera en California. Así que los reclusos son liberados antes de tiempo; las vacaciones escolares, prolongadas; escuelas y universidades, bibliotecas y museos, cerrados (o privatizados); los salarios, espectacularmente recortados; la oferta de plazas públicas, paralizada; y cientos de miles de funcionarios, enviados a unas vacaciones forzadas o prejubilados. Así se amañaron las cuentas tanto como se pudo y dejaron de pagarse facturas multimillonarias acumuladas durante años, con previsibles consecuencias desastrosas para las economías regionales, que fiadas a la demanda pública del estado. Impuestos y gravámenes se han visto drásticamente incrementados en 30 estados federados. Y habrá que subvenir a ulteriores obligaciones.
Las ciudades, municipios y estados federados norteamericanos están por ahora endeudados por un monto rayano en los tres billones de dólares. Como ya quedó dicho, funcionarán durante algún tiempo todavía gracias a la ayuda financiera federal. En 2011 expiró el programa Build America Bonds, con el cual la Unión asumió un tercio de los intereses. El mercado irrumpirá inmediatamente, porque, a diferencia de Europa, tanto las ciudades como los estados federados están descapitalizados y atraviesan por grandes dificultades a la hora de tratar de colocar nuevas emisiones de bonos (Nueva Jersey acaba de fracasar en la operación). Los intereses, igual que los costes de las permutas de incumplimiento crediticio (credit default swaps) para los bonos municipales, se disparan al alza. Las cosas se pondrán verdaderamente feas, cuando los ciclópeos déficit de los fondos de pensiones entren en el campo visual. Las pérdidas milmillonarias que experimentaron en la crisis financiera estos depósitos de profesores y funcionarios no pueden ser cubiertas por los estados federados, como tampoco pueden éstos echarse a las espaldas los costes de la retardada reforma sanitaria. La verdad es que no se adivina en el horizonte de los EEUU el fin de la crisis financiera.

Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.

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