21 de octubre de 2010

APRENDIZAJES DE LA LUCHA OBRERA EN ESTA HORA DEL CAPITALISMO

Por Marat

1.-Un repaso al escenario europeo: 
La huelga francesa nos ha mostrado el carácter popular y la capacidad de suma que la revuelta puede adquirir frente a un gobierno y sus políticas antisociales. La huelga, como concepto de resistencia de los trabajadores franceses contra el modo en que esta crisis está siendo abordada, que no resuelta, por el capital y sus esbirros políticos, ha ido ganando desde el pasado año hasta los acontecimientos de este mes de Octubre en nivel de las luchas, osadía, imaginación, empuje sindical y capacidad de aportar nuevos sectores de confrontación al combate por la defensa de unos derechos que están siendo destruidos en toda Europa (camioneros, estudiantes, jóvenes de las “banlieues”, trabajadores de refinerías, empleados de los transportes públicos, empleados de las limpiezas,...).

En un juego conocido como del gato y el ratón, las centrales sindicales han mostrado la capacidad de “refrescar” energías en un pulso decisivo contra las políticas regresivas de Sarkozy. Cuando un sector va mostrando cansancio en el sostenimiento de las luchas aparece otro. Y cuando los gendarmes obligan por la fuerza, y bajo la amenaza de cárcel a los piquetes de una refinería petrolera, si mantienen su bloqueo, una llamada de móvil alerta a otras refinerías para incrementar el cierre en otros puntos del país.

Los bachilleres franceses han demostrado su madurez política, asumiendo como propias luchas contra la ley de reforma de las pensiones que no les afectará inmediatamente sino a medio plazo –“no queremos vivir peor que nuestros padres”, toda una declaración política-, al dificultar su incorporación a un mercado laboral en el que sus padres serán obligados a permanecer, haciendo de tapón al ingreso en él de sus hijos.

La Universidad, en asamblea, se ha ido incorporando a estas luchas. Mayo revive en Octubre.

El día de la votación en el Senado de la ley de pensiones francesa se nos vendió, desde los piquetes tóxicos antihuelga de las grandes corporaciones multimedia, como decisivo porque se votará esa infame ley antiobrera y se pretende que, con ese acto indigno y antidemocrático -los parlamentos han dejado de ser depositarios de la soberanía popular para ponerse al servicio de los mercados- finalicen las luchas. De momento, la Cámara Alta ha desobedecido a Nicolas Sarkozy y ha pospuesto la votación que estaba prevista para ayer miércoles 20 de Octubre. Sin embargo, ya se anuncian en el horizonte los apuñaladores contra la lucha de los trabajadores.

Laurent Joffrin, director del “progre” Liberation avisa contra los “radicales” de estas luchas. Aduce que la huelga corre peligro de caer en manos de “una parte de la base –de la huelga-, los estudiantes movilizados, ciertas profesiones encolerizadas, ciertas organizaciones de la CGT, militantes radicales pero activos. Estos serían la encarnación de un rechazo popular (...) En ese caso entraríamos en una fase dolorosa” (1). A este “honrado burgués” bienintencionado, de un periódico “centroizquierdista”, cuyo principal accionista es uno de los antiguos banqueros Rothschilds, parece preocuparle enormemente la irrupción de las turbas. El temor a la plebe, la misma que tomó La Bastilla en 1789, puede que esté en la base de toda esta inquietud que empieza ya a acusar el establishment que ahora mira sorprendido la revuelta francesa. 
Frente a la protesta orden; su orden represor y antisocial. Es lo que paulatinamente iremos escuchando en más rincones del mundo y veremos cómo ese mensaje está elaborado para consumo de esa clase media que teme la “rebelión de las masas” como amenaza a sus menguantes privilegios, disminuidos por la tendencia a una dualización que impone también contra ellos el capital. Pero es en él y en su ideología en los que estos probos ciudadanos, amantes de la paz social, se miran. Y es a las turbas, pioneras en recibir los golpes del sistema, a las que temen.

Durante dos años (2008-2009) del tranquilo, placentero y apenas contestado en la calle preparativo del desmonte del Estado del Bienestar hemos asistido en la mayor parte de Europa y del primer mundo a la silenciosa y fatalista resignación de la clase trabajadora.

Los ataques que desde el FMI, el BM, el BCE y los órganos centrales de decisión económica de la UE se han producido contra los derechos históricos de la clase trabajadora han empezado a tener respuesta sindical y de movilización.

Los trabajadores griegos fueron los primeros en encabezar las grandes luchas europeas, al declararse insumisos contra el salvaje plan de recortes sociales, austeridad y subidas sociales impuestos por el gobierno del “socialista” Karamanlis.

Sus luchas tuvieron un carácter más frontal que las de los franceses. En términos estratégicos, las huelgas griegas, se lanzaron del mismo modo que los persas lo hicieron en el 480 a. de C. contra los griegos en la batalla de Salamina. Es sabido que la guerra de frentes desgasta al atacante, si no se poseen suficientes fuerzas de reserva.

Los trabajadores franceses adoptaron, en sus primeras huelgas, una táctica similar pero la especial dureza e insensibilidad social del gobierno Fillon obligaron a un replanteamiento de las formas que debían adquirir las reivindicaciones. De este modo, el mes de Octubre francés ha sido uno de los más imaginativos e inteligentes en los modos de ir incorporando sectores al combate y de ir alternándose unos u otros según fuera necesario añadir más leña al fuego de la confrontación, sin producir agotamiento en los colectivos y grupos en lucha.

¿Significa eso que la victoria de los sindicatos y los sectores populares franceses está garantizado? No. Muy bien puede suceder que la lucha no logre derribar la ley de reforma de las pensiones del gobierno francés y las que vendrán. ¿Merece la pena, entonces, el sacrificio de la lucha? Rotundamente sí. Y ello porque las clases trabajadoras y populares han logrado elevar a Francia al nivel más alto de enfrentamiento y revuelta contra los dictados de los mercados y la aplicación de sus exigencias por los gobiernos. Esto se ha producido con el descrédito más absoluto de un gobierno europeo y el apoyo social a las luchas más elevado de la liberal UE. Y lo más importante: deja la situación del movimiento de contestación al desmonte del Estado del Bienestar en la posición combativa más sólida alcanzada hasta el momento en el Viejo Continente.

Una de las novedades más importantes que está apareciendo en el horizonte de las reivindicaciones obreras europeas, cuando escribo estas líneas, es la siguiente: los trabajadores británicos se incorporan al proceso de movilización (2) europeo tras el hachazo de Cameron al Estado del Bienestar y el despido de unos 500.000 empleados públicos (3). Ésta es una noticia de profundo calado, no tanto por cuál pueda ser el grado de combatividad de unas Trade Unions encogidas, debilitadas y estupefactas durante más de 30 años, tras su derrota por Margaret Thatcher, cuyo legado ahora vuelve metabolizado en el nuevo gobierno liberal-conservador británico de Cameron, como por el hecho de que ya no es sólo la Europa de los PIGS (Portugal, Italia, Grecia, España) la que se moviliza contra el más bárbaro ataque sufrido por los trabajadores europeos desde los años 30 del pasado siglo. La incorporación de UK a la resistencia de los asalariados contra el capital introduce un elemento de generalización de los conflictos hasta el corazón mismo del poder financiero europeo y hace menos isleños a los británicos respecto de los procesos de protesta extendidos por gran parte de la UE.  

Si como parecen señalar los indicadores de confianza de los inversores en Alemania, la economía de este país se deteriora (4) y la guerra entre el euro, el yuan y el dólar se incrementa tras el fracaso de Bretón Woods II, la incorporación de los sindicatos germanos a la lucha social estará cantada.

La importancia de estos es fundamental porque su peso en la moderada y burocratizada CES (Confederación Europea de Sindicatos) es decisivo. Hasta ahora, la CES se ha limitado a una jornada de manifestaciones en Bruselas el 29-S, realizada por sus propios cuadros sindicales y sin perspectivas de ir más allá de una demostración de presencia visual en el núcleo donde se toman las decisiones económicas aplicadas por los gobiernos europeos.

Lejos de producirse una recuperación económica mundial, la crisis sistémica capitalista arreciará con toda su intensidad en 2011 (5), como prevé el grupo de “economistas pesimistas” de Wall Street. Pero el propio FMI se inquieta por el crecimiento mundial y pone en duda la duración de la recuperación en 2011, de la que nos ha estado hablando desde 2009 (6). Otros analistas señalan 2011 como el año del gran “default” de la economía mundial (7)

Todo ello impactará sobre la UE de un modo directo, dada la integración de la economía globalizada. La segunda ola de la crisis capitalista puede ser mucho más devastadora que lo que hemos conocido hasta el momento, tras el estallido de las “subprime” en USA.

Y las movilizaciones hasta ahora producidas en Europa sólo serán un leve rumor frente al rugir de la ira de los trabajadores que entonces escucharemos.

2.-¿Qué nos han enseñado las luchas llevadas a cabo hasta ahora?
Más de lo que aparentemente pudiera apreciarse a primera vista.

En primer lugar, la naturaleza de la crisis capitalista se ha mostrado profunda, estructural y de una evolución hasta el momento desconocida, tanto por su prognosis –al desconocerse en qué acabará- como por el grado de deterioro que pueda producir en la economía mundial. Es más que probable que la confianza en la llegada de un ciclo largo expansivo del tipo de los estudiados por  Kondrátiev se convierta en una inútil ilusión como la de Vladimir y Estragón en “Esperando a Godot”.

Más bien parece que estamos asistiendo al típico comportamiento de recesión en W (alza temporal, cuando la economía siente el impulso del estímulo fiscal, que luego se desvanece –o de doble fondo- de la economía mundial. De todos los escenarios, éste es uno de los más aterradores porque cada nueva fase de la crisis incrementará su intensidad y efectos sociales consecuentes.  
)


Tenemos pues una crisis capitalista que ha venido para quedarse. Ello supone que las políticas destinadas a hacer recaer sus peores efectos sobre los trabajadores se irán haciendo paulatina y aceleradamente más intensos, una vez que la apuesta por el modelo neoliberal de gestión de la misma se ha convertido ya en la terapia general de aplicación al sistema económico. La crisis, su evolución, desarrollo y duración serán de largo alcance. La estrategia capitalista es la de hacer que las sociedad mundial “se acostumbre a vivir instalada en ella” mientras las tasas de beneficio de grandes corporaciones mundiales, financieras e industriales, y de las grandes fortunas Forbes, se recuperan. Ya está ocurriendo desde hace tiempo. La superexplotación laboral, la contención, e incluso bajada, de los salarios, la concentración de la riqueza en menos manos y la expropiación de lo público para beneficio de los negocios privados es el medio para lograrlo.

Ante este ataque combinado del capital y sus gobiernos-escudero contra los trabajadores y las familias de rentas bajas y medias la respuesta social ya no puede ser clásica (limitada al espacio de la producción), coyuntural (huelgas que se agotan en su convocatoria y finalización) ni puramente defensiva (limitada a la exigencia del mantenimiento de derechos que están siendo arrebatados).

Es necesario dotar de nuevas magnitudes y significados a las movilizaciones.

Prolongarlas en el tiempo y globalizarlas en dimensiones supranacionales es ya un requisito imprescindible si el objetivo es que tengan alguna posibilidad de éxito.
  • Si la crisis capitalista y sus políticas antisociales son de onda larga, la protesta ha de serlo también. Sostener su período de duración e insertar las huelgas parciales dentro de una estrategia de lucha sostenida contra el capital es fundamental.
  • Si la crisis es mundial y las recetas capitalistas para su tratamiento lo son también, la contestación rebelde ha de ser, primero, regionalizar los conflictos, a escalas continentales (EuroHuelgas), o de áreas geográficas de problemáticas económicas y sociales similares para pasar, después, a ser mundial.

Pero siendo ésta una premisa fundamental es insuficiente. La crisis ya no golpea sólo a las capas sociales de renta menor y a los trabajadores asalariados clásicos. Lo hace también sobre capas medias y profesionales, sobre trabajadores autónomos.... La respuesta que la derecha económica y política ha intentado tanto en España como en Francia ha sido la de aislar la conflictividad social sólo dentro de los sectores más combativos y afectados de los trabajadores, rompiendo la posibilidad de alianzas más amplias, dirigidos por ellos, pero que integren nuevas demandas en sus plataformas reivindicativas. En España lo ha logrado en buena medida. En Francia, hasta el momento, ha fracasado. No sabemos bien cómo evolucionarán los acontecimientos en el país hermano. La revuelta social debe ser lo más amplia y transversal posible, incluyendo en las luchas al conjunto de los sectores afectados por la crisis y las políticas liberales de ajuste duro. Los ataques a las conquistas sociales no se agotan en el desmantelamiento del Estado del Bienestar, la precarización del empleo y los ataques a las pensiones. Incluyen el modo en que se aborda la protección social de los trabajadores autónomos, los sistemas impositivos socialmente regresivos, el incremento de los impuestos indirectos como el IVA,...Y como tal requieren redefinir políticas de alianzas ante las luchas sociales.    

Los daños que la crisis provoca entre los trabajadores y las rentas bajas y medias no se limitan a lo salarial, al desempleo o a la desaparición del papel redistributivo del Estado a través de su marco social. Afectan también a aspectos que tienen que ver con el sistema hipotecario y sus consecuencias (más de 200.000 españoles han perdido su vivienda por la aplicación de los embargos desde que la crisis estalló en nuestro país), con la restricción del acceso al crédito que, cada vez menos, tiene que ver con consumos de necesidades secundarias y más con las de carácter primario. Y, por supuesto, afecta al deterioro de las pautas de una calidad de vida saludable, al impactar negativamente sobre aspectos básicos como la calidad de los alimentos a los que se accede (empobrecimiento de la bolsa de la compra), cuidados higiénico-sanitarios, disparo de las patologías mentales (ansiedad, depresión, insomnio,...), dificultades para el descanso.

Los efectos de la crisis capitalista y sus consecuencias sobre los sectores más débiles de la población no se agotan en el orden productivo sino que golpean claramente sobre el plano reproductivo de la vida cotidiana. Visibilizar las razones de las luchas pasa también por poner negro sobre blanco sobre el hecho de que estar afectado por el fruto amargo de la crisis supone no sólo ser un parado o tener cada vez dificultades para llegar a fin de mes sino también reducir el horizonte y la calidad de nuestras vidas. Y ello implica, necesariamente, dotar a la rebeldía social de un carácter anticapitalista. Porque es su desorden social el que nos está conduciendo a donde estamos y a donde llegaremos, si no hacemos nada por impedirlo. Resulta llamativo a este respecto que la Administración española no haya realizado ningún estudio sobre el impacto de la crisis económica en la salud mental y física de los españoles, cuando los historiales médicos permiten establecer fácilmente una correlación. 

Así pues, la protesta social debe extenderse desde el ámbito de lo laboral también hasta incluir lo social y reproductivo, nuestras vidas fuera del trabajo. Como mínimo ello debiera implicar la coordinación de las luchas sindicales con los huelgas de consumo y con los golpes a la base del negocio bancario (disponer de más dinero líquido fuera del banco, evitar pagar con tarjeta de crédito, no pedir préstamos personales que no sean imprescindibles,...). Es necesario cercar al capital desde el trabajo y desde el consumo. El único lenguaje que entiende es el de la fuerza que lesione su tasa de ganancia. Sólo éste será capaz de respetar porque es el que el capitalismo emplea de modo sistemático.  










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