30 de diciembre de 2015

"HACER UN VAROUFAKIS", EL REGALO POLÍTICO DE ESTAS NAVIDADES

Por Marat

A Yanis Varoufakis ya pocos le recuerdan. Entre la socialdemocracia realmente existente -parece inútil recordar al personal que la socialdemocracia ya no la representan los PPSS, puesto que se han reconvertido desde los 90 en social-liberales, sino los excomunistas, con o sin cambio de nombre, y el populismo “ni de izquierdas ni de derechas”- se ha extendido una suerte de Alzheimer selectivo que le ha llevado a olvidar a todo lo que tenga que ver con Syriza y hasta con Grecia.

Muy lejos, aunque muy cerca en el tiempo, quedan los actos conjuntos entre miembros de IU y de Podemos con su homólogo griego y los abrazos con Tsipras y otros dirigentes del partido del oxi (no) transformado en nai (sí) a los dictámenes del capital europeo. Esta amnesia es tan profunda como la desvergüenza y cinismo de dirigentes y gran parte de las bases de ambas franquicias españolas respecto al que consideraban su gran referente europeo. Pasaron del amor a la indiferencia sin autocrítica alguna respecto a porqué habían instituido a Syriza en su modelo político en un pispás (“Es tan breve el amor y tan largo el olvido”. Pablo Neruda). A Varoufakis intentaron estirarle unas semanas más como héroe resistente y rebelde con causa tras la caudicación de su partido y del gobierno del que formaba parte hasta entonces, simplemente por su postureo como “enfant terrible” para la hinchada y por haber dimitido como Ministro de Finanzas griego; dimisión que fue en realidad un cese fulminante ejecutado por su amigo Alexis Tsipras para corroborar que el orden reinaba en Berlín y mucho más en Atenas.

Pero Varoufakis no era un héroe. Sólo un bufón en manos de un monigote, Tsipras, al que el capital manejó a su antojo incluso antes de ganar las elecciones, cosa que muy pocos han querido saber en todo este tiempo.

Poco antes de sus horas amargas, tuvo cierto éxito una expresión: “hacer un Varoufakis”. Para cada uno de quienes han empleado esta expresión significa algo distinto. Y es lógico que así sea, en la medida en que uno acomoda los conceptos a su propia ideología.

Para ciertas personas de derecha, “hacer un Varoufakis” es insultar a quienes pueden prestarte el dinero que necesitas y luego pedírselo. Para cierta “progresía” es dimitir, vulgarmente “darse el piro” y hacerlo con elegancia. Para mí es puro postureo. Vestirse de Leónidas el espartano para comportarse finalmente como Arquíloco, el poeta soldado:

Un sayo ostenta hoy el brillante escudo
que abandoné a pesar mío junto a un florecido arbusto.
Pero salvé la vida. ¿Qué me interesa ese escudo?
Peor para él. Uno mejor me consigo”

Ya nadie reivindica a Varoufakis, como tampoco a Tsipras o Syriza, salvo los necios.

Pero Varoufakis se resiste a ser olvidado. Como les sucede a otros antiguos protagonistas -Aznar, González, Blair,…-, Varoufakis quiere sacar la cabeza de la ingrata losa con la que le ha cubierto la historia como, por otra parte, les sucede a casi todos los que ayer fueron alumbrados por los focos de la mercadería política, atentos ahora a otros productos y marcas personales.

Varoufakis se ha descolgado apenas hace dos semanas con una propuesta de “red o movimiento progresista europeo” que democratice Bruselas.

Afirma el ex Ministro griego que “hay que meter a la gente que desprecia la democracia bajo control de los ciudadanos”. Y en línea con las tonterías que nos suelen regalar en España Iglesias o Errejón añadió: "es mejor prender una pequeña vela que maldecir la oscuridad".

Para el gran falsario Varoufakis el mal no está en el capitalismo que se apropia de lo público, destruye las conquistas históricas de la clase trabajadora, empobrece a millones de personas y establece una nueva forma de acumulación por desposesión.

Para los charlatanes y farsantes como Varoufakis o Iglesias el origen del dolor social no tiene que ver con una formación social y económica concreta que refleja una estructura de clases profundamente desigual, la cual en las crisis capitalistas se desvela con toda su crudeza.

Para lo que están donde les han colocado sus amos -sólo los majaderos y los ignorantes creen que los políticos alcanzan un lugar concreto mediante el sufragio- es para señalar al espantajo institucional (euro, Banco Central, Troika, Eurogrupo o lo que toque en cada momento) y escamotear de la vista pública al poder real: el de las grandes corporaciones industriales y financieras capitalistas que dictan las políticas generales.

Por eso este tipo de mamarrachos hablan de déficit democrático europeo. “Odian la democracia, la tratan con menosprecio” dice el curilla Varoufakis, refiriéndose a las instituciones de la UE. Pretende este sujeto que todos ignoremos el carácter profundamente oligárquico de origen de la democracia, sí, de la ateniense, la primera. ¿Acaso votaban los ilotas (esclavos) o los metecos (extranjeros) en Atenas? ¿Acaso no eran una minoría, ciudadanos atenienses, libres y con propiedades quienes votaban y eran elegidos? La democracia desde entonces a hoy es la democracia de una clase, por mucho que ahora el derecho de sufragio sea universal (no para la mayoría de los extranjeros en un país) y para una clase. ¿Qué dicen al respecto la gran mayoría de los partidos con representación parlamentaria? Que representan el interés general, a todos los ciudadanos. Aludían Marx y Engels en “La ideología alemana” a esa tendencia a disfrazar de colectivo lo particular al señalar “la forma tergiversada bajo la que la beata e hipócrita ideología del burgués proclama sus intereses propios y específicos como intereses generales”.

Y es que, en el fondo, Varoufakis no engaña, o sólo a lo hace a los que quieren ser engañados: “Los problemas y las luchas de los europeos son tan comunes que se puede crear una identidad paneuropea. Si no lo hacemos, la UE se romperá. Somos la mejor oportunidad para que la UE sobreviva”. Lo dejó claro este autodefinido como “marxista errático”, en el fondo un neokeynesiano que pide para la UE un nuevo New Deal, cuando afirmó aquello de "La cuestión que concierne a los radicales es esta: ¿deberíamos darle la bienvenida a esta crisis del capitalismo europeo como una oportunidad para reemplazarlo por un mejor sistema? ¿o deberíamos estar preocupados respecto a como embarcarnos en una campaña para estabilizar al capitalismo europeo?". Y por si había dudas sobre el sentido de la respuesta a tal disyuntiva, se respondió a sí mismo: "Para mí, la respuesta es clara: Es menos probable que la crisis europea de a luz a una mejor alternativa al capitalismo a que desate peligrosamente fuerzas regresivas que tienen la capacidad de ocasionar un baño de sangre humanitario, al mismo tiempo que extinguen las esperanzas de movimientos progresivos para las generaciones futuras." En román paladino, para que no venga algo peor, apuntalemos a este capitalismo. Por si alguno de ustedes creen que no es esa la intención que subyace bajo sus palabras, el ex Ministro se empeña en que se le entienda de modo suficientemente claro, para que no haya duda alguna respecto a lo que quería decir: "defender a un repugnante capitalismo europeo cuya implosión, a pesar de sus muchos males, debe ser evitada a toda costa". Algo así como qué asco me da usted pero me sacrificaré y le haré todo lo que me pida y algún extra de regalito. De ahí su obsesión con salvar sus instituciones europeas: la UE, la unión de los mercaderes del capital.

Eso son hoy los Varoufakis, los Tsipras, los Iglesias, los Errejones, los cantamañanas como Monedero, títeres de refresco del capital ante otras opciones ya quemadas. Y lo mismo cabe decir de los grupos -IU/UP- que plantean la posibilidad de la salida del euro pero no de la UE, como si ambos no representasen exactamente lo mismo.

Por extensión, en nuestra realidad nacional hay muchos otros casos que ejemplifican bien lo que es “hacer un Varoufakis”.

Es “hacer un Varoufakis” reunirse en campaña de las generales, como hicieron los concejales podemitas de Ahora Madrid, con los trabajadores en lucha de Coca-Cola de Fuenlabrada, con los cuáles la marca se ha negado a cumplir las obligaciones a las que estaba obligada por resolución judicial, permitir luego el ayuntamiento podemita madrileño la colocación del obsceno árbol navideño de la misma marca y responder, ante las críticas de dichos trabajadores, de manera infame, mentirosa y desvergonzada que creían que el conflicto ya se había resuelto, cuando al visitarlos sabían que no era así.



Hacer un Varoufakis” es que la señora Carmena dijese al poco tiempo de tomar posesión como alcaldesa de Madrid que se planteaba remunicipalizar la limpieza viaria, salir luego con el globo sonda de encargar dichas tareas a diversos colectivos de mujeres, mantener después los acuerdos del PP de Ana Botella con las empresas concesionarias privadas del servicio de limpiezas, proponer un servicio social de trabajo universitario para que esos jóvenes ayuden a limpiar la ciudad, con el consiguiente ahorro de puestos de trabajo, para, finalmente, acabar sorprendiéndose ante un ERTE de OHL y Valoriza-Sacyr, dos de las empresas concesionarias de la limpieza municipal, que suspenderá temporalmente de empleo a 300 trabajadores. La firmeza de la Tierna Carmena ya la conocemos: concesiva y claudicante de manera absoluta con el capital y flexible hasta la nausea con el dolor de los trabajadores.

Hacer un Varoufakis” es presentarse como alguien que quiere hacer desde el ayuntamiento políticas de igualdad y acabar practicando la caridad de la iglesia católica invitando a cenar el día de Nochebuena a unos 200 indigentes con la ONG Mensajeros de la Paz, como ha hecho la señora Manuela Carmena, al igual que antes hacía su predecesora Ana Botella del PP. Ni a socialdemócrata llega la primera, pues son políticas socialdemócratas las que intentan disminuir las desigualdades sociales desde una cierta “justicia reparadora” frente al humillante “siente un pobre a su mesa en Navidad” o, peor aún, vaya a acompañarle un rato a cenar que, luego cuando acabe de hacerlo, ya sabe él cuál es su sitio: la fría noche de la calle o el triste y humillante albergue.

Hacer un Varoufakis” es plantear en campaña que no se cedería ante los intereses especulativos de desarrollos urbanísticos como la “Operación Chamartín” para luego ir modulando el discurso desde el “así no” hasta el “queremos trasladarle nuestra voluntad de desatascar la operación. Fomento debe trabajar de la mano con el Ayuntamiento en las cosas discutibles del proyecto, la cifra de edificabilidad total del ámbito y el coste de las infraestructuras, en el que el Ministerio tiene mucho que decir” en palabras del Concejal de Desarrollo Urbano “Sostenible” (las palabras lo aguantan todo), el señor don Ladrillo José Manuel Calvo (de Ahora Madrid).

Por en medio quedan las fotos de Manuela Carmena retratándose del bracete de Cristina Cifuentes, tras comer juntas y “acabar” con desacuerdos Comunidad de Madrid-Ayuntamiento o de la señora Carmena en el palco del Real Madrid con el gran especulador inmobiliario y del ladrillo Florentino Pérez, Presidente del Real Madrid, del grupo constructor ACS y comprador de políticos en cada temporada.


Resuelta la cuestión legal que impedía la edificabilidad de viviendas en más de tres alturas por el PP de la Comunidad de Madrid, al derogar la anterior Ley del Suelo, unos días después del amigable paseo de las dos madres de la patria madrileña, ya sólo quedan detalles menores por parte de los podemitas municipales, como la propuesta de que se construya un menor número de viviendas dentro del proyecto-pelotazo “Operación Chamartín”. Eso sí, Ramón Espinar hijo de un padre corrupto y tarjeta-black del PSOE, pudo tirarse el rollo en el Parlamento Autónomo de que “se va a mercadear en grandes operaciones como Chamartín o Mahou-Calderón porque una parcela con una edificabilidad de ocho o diez alturas vale mucho más que una de tres alturas”. En cada institución dicen una cosa opuesta para consumo de forofos del partido de los círculos y de su adorada alcaldesa. Quiero recordar que sobre la eventualidad de que la señora Carmena y su ejército de ediles saltimbanqui-podemitas se apuntaran al pelotazo de la Operación Chamartín ya escribí hace 6 meses. La evolución de los acontecimientos parece darme la razón.  

Hacer un Varoufakis” es ir de empresario de la comunicación progre-trotsko-podemita, como el señor Roures (sí, el de Público y La Sexta, las sedes oficiosas de Podemos) o como la señora Ada Colau, alcaldesa en cuya ciudad continúan los desahucios pero ahora con sordina, que decía que los derechos de las personas deben estar por encima de los intereses económicos particulares, lo que en su boca era una mentira indecente, al defender la dación en pago, y acabar siendo ambos socios circunstanciales en una operación especulativo-urbanística con el intento de venta en Noviembre pasado del edificio Imagina de Barcelona (70% del edificio es propiedad de Imagina Media Audiovisual, 30% restante es del Ayuntamiento). De haberse consumado, el pelotazo hubiera significado un montante de 30 millones de euros, a repartir como buenos socios. Habrá segundo intento.

Por cierto, “hacer un Varoufakis” por parte del señor Roures es ir de empresario progresista y ser un moroso que debe a Hacienda a través de Mediapubli, la antigua editora de Público, 1.622.516,62 euros. Eso sin contar el dinero que aún adeuda a los antiguos trabajadores del panfleto digital.

No sé si finalmente Pablo Iglesias hará un Varofakis con su propuesta de referéndum para Cataluña -¿sólo para Cataluña? ¿Por qué no también para Euskadi y Galicia? ¿Acaso no hay allí fuerzas soberanistas?- pero, de momento, ya ha anunciado que su prioridad es la Ley 25 de emergencia social, a sabiendas de que sin la derogación del artículo 135 de la Constitución y muy especialmente de la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria y Sostenibilidad Financiera (LOEPFS), cuyo contenido está vinculado directamente al Pacto Fiscal Europeo, es otro brindis al sol en línea con el programa económico podemita. Y esa derogación no se producirá porque Bruselas ya le ha dicho que alegrías económicas ninguna. ¿Acaso alguien es tan cínico de afirmar que Iglesias haría algo distinto a Tsipras? El propio Iglesias ya aclaró hace tiempo que Syriza hizo lo único que se podía hacer. Y remachó: "Cuando en política no tienes poder, no tienes nada, porque no cuentan las razones", y "un Estado del sur de Europa tiene muy poquito poder".

De momento Iglesias gana tiempo, pone un señuelo, que por la situación económica y social de millones de personas puede que le funcione relativamente bien, por delante del referéndum, la ley de emergencia social y juega a favor de la repetición de unas elecciones en las que sólo el PP y Podemos saldrían beneficiados. Pero para entonces estaríamos ya en Mayo y, bien podría empezar a difuminarse su propuesta de referéndum, no tanto para que le haga perder muchos votos en Cataluña, Euskadi y Galicia pero suficiente para que en la España profunda, una, grande y libre no le castiguen por separatista, como dicen los barones del PSOE. Y es que tuvo un buen maestro en aquel Felipe González del 76 que estaba a favor del derecho de autodeterminación de los pueblos de España y luego acabó por ser un puntal sólido de dicha “unidad patria”.

Por último, “hacer un Varoufakis” es proclamar, como hizo el candidato de IU-UP que Podemos se ha derechizado, que es la UCD actual y que con un partido con esa evolución IU no hubiera buscado la unidad popular, cuando lo intentó con un partido que estaba ya muy derechizado hasta el último minuto antes de iniciarse el cierre de las listas, y acabar planteando la necesidad de recuperar esa misma “unidad popular” al día siguiente de las elecciones. IU acabará integrada en dicho partido, con los dirigentes que acepte Podemos, como el que selecciona con desgana las partes apetecibles de un plato y casi todas sus bases embarcando en el populismo derechizado y sostén del capitalismo. Muchos de los “disidentes” de la actual dirección de IU subirán al barco por la pasarela, como hicieron yendo a votar a tal coalición con el carné en la boca. Pero, eso sí, muy indignados. 

Tranquilos, el día de Reyes todos los votantes giliprogres, de rojos nada, recibirán su juego de mesa “Házle un Varoufakis a la decencia política”.

29 de diciembre de 2015

LA MUERTE, EL CUELLO BLANCO Y EL CUELLO AZUL

Barbara Ehrenreich/Tom Engelhardt. TomDispatch

Estados Unidos a los obreros blancos: ¡moríos!
Estamos en la mala estación. Mejor no hacerse preguntas sobre ella. Racismo. Xenofobia. Palizas a los refugiados. La aparentemente desvergonzada e interminable sucesión de asesinatos (y otros tipos de maltrato) de ciudadanos negros a manos de la policía. Todo ello a la vista de cualquiera que quiera denunciarlo... o aplaudirlo. Y en los mítines de todo el país, los candidatos republicanos –sobre todo Donald Trump– son ciertamente vitoreados (y quienes se manifiesten en contrario, expulsados, escupidos y apaleados) por multitudes casi totalmente blancas por decir cualquier barbaridad en esta cuesta abajo al infierno. Incluso en la derecha algunos comentaristas y expertos están empezando a pronunciar la horrible palabra "fascismo" cuando se trata de posibles registros federales de datos personales de musulmanes estadounidenses y otras personas por el estilo.

Ahora sabemos que las elecciones de 2016 son cada vez más un portal abierto a una edad dorada del lado oscuro de la esclavitud estadounidense; de la represión, el internamiento y el rechazo a cualquier ‘-ismo’ que no podría ser más nefasto. Y detrás de todo eso, cruzando como una autopista interestatal de un lado a otro de nuestra historia, está la tradicional y profundamente arraigada idea del privilegio ligado a la piel blanca, que alcanza incluso a quienes están relativamente despojados de poder. En estos días se está prestando mucha atención a la próxima declaración escandalosa –cualquiera que sea– que salga de la boca de Donald Trump, Ben Carson o Ted Cruz. Mucha menos atención se presta a quienes los aplauden en su locura colectiva o a los medios que desde la matanza de París están machacando cada hora de cada día de la semana, cuando se trata de la amenaza del terrorismo islámico que, desde el 11-S de 2001 han sido unos de los peligros menores en la vida de Estados Unidos. Esencialmente, las ‘noticias’ –una máquina de crear miedos– se han convertido en –a pesar de los ataques de Donald Trump contra ellos– en una máquina de promoción de los de su ralea.

Por supuesto, en esta campaña de 2016, no podría estar más claro que la versión multimillonaria de los privilegios blancos va con viento en popa, sin embargo para los blancos de la clase trabajadora los tiempos no son tanhalagüeños. Tal como Barbara Ehrenreich, editora fundadora del Proyecto Penurias de la Información Económica (EHRP, por sus siglas en inglés), lo escribe hoy, en Estados Unidos la idea del privilegio blanco está en su momento más alto; esto no debería sorprender a nadie. Un estudio reciente comentado por ella sugiere que los blancos de mediana edad que solo han hecho la escuela secundaria tienen un índice de mortalidad que, en los países desarrollados, está muy cerca del último visto entre los hombres rusos después del colapso de la Unión Soviética. En otras palabras, muchos estadounidenses blancos tienen cada vez menos para celebrar en su vida; esto podría explicar su aplauso público a Trump et al.

* * *

La gran extinción del obrero blanco estadounidense
La clase trabajadora blanca, que por lo general preocupa a los progresistas por su habitual y paradójica inclinación a votar al Partido Republicano, últimamente ha merecido la atención mediática por algo más que eso: según la economista Anne Case y Angus Deaton, ganador del último Nobel de Economía, los integrantes de este sector social de entre 45 y 54 años de edad están falleciendo a un ritmo en absoluto moderado. Mientras la esperanza de vida de los blancos más adinerados continúa creciendo, la correspondiente a los blancos pobres está disminuyendo. Como resultado de ello, solo en los últimos cuatro años, la diferencia de esperanza de vida entre los hombres blancos pobres y los más ricos ha aumentado hasta llegar a cuatro años. El New York Times publicó el estudio de Deaton y Case con este titular: “La brecha en los ingresos iguala a la de la longevidad”.

No se esperaba que pasara esto. Durante casi un siglo, la reconfortante narrativa estadounidense decía que la mejor alimentación y el cuidado de la salud garantizarían una vida más larga para todos. Por eso, la gran extinción del obrero ha llegado cuando menos se la esperaba y es, como dice el Wall Street Journal, “sorprendente”.

Sobre todo, no se esperaba que pasara esto con los blancos –en relación con los no blancos–, que habían tenido la ventaja de mejores sueldos, mejor acceso al sistema sanitario, barrios más seguros y, por supuesto, vivido libres de los insultos cotidianos y los daños infligidos a los de tez oscura. Ha habido una importante diferencia racial respecto de la longevidad –de 5,3 años entre hombres blancos y negros y de 3,8 entre mujeres blancas y negras–, a pesar de que esta diferencia, raramente notada, ha ido diminuyendo en los últimos 20 años. Sin embargo ahora solo los blancos de mediana edad son quienes están falleciendo en mayor número; este aumento de muertes está vinculado con los suicidios, el alcoholismo y la adicción a las drogas (generalmente, las opiáceas).

Hay algunas razones prácticas de porqué los blancos suelen ser más eficientes que los negros a la hora de darse muerte. La primera es que aquellos tienen más probabilidad de ser dueños de un arma de fuego y la preferencia del hombre blanco de un balazo como forma de suicidio. La segunda es que los médicos, a partir sin duda del estereotipo que marca a los no blancos como drogadictos, son más proclives a recetar fuertes calmantes a base de opio a los blancos que no a las personas de color (con los años, a mí me han ofrecido bastantes recetas de oxycodona como para pensar en un pequeño negocio ilegal).

El trabajo manual –el de camarero hasta el del obrero de la construcción– suele arruinar el cuerpo rápidamente, empezando por las rodillas y continuando por la espalda y las muñecas: cuando falla el Tylenol, el médico puede optar por un opiáceo solo para que usted pueda seguir viviendo.

Los salarios de la desesperación
Pero aquí también está presente algo más profundo. Tal como lo describe Paul Krugman, el columnista del New York Times, las “enfermedades” que están detrás de este exceso de muertes de trabajadores blancos son aquellas relacionadas con la “desesperación”; algunas de las causas más obvias son económicas. En las últimas décadas, las cosas no han ido bien para las personas de clase trabajadora, independientemente del color de su piel.

Yo me hice adulta en un país –Estados Unidos– en el que un hombre con una espalda fuerte –y mejor aún, con un sindicato fuerte– podía esperar razonablemente mantener una familia con su trabajo sin necesidad de ser un graduado superior. En 2015, esos empleos hace tiempo que han desaparecido y en su lugar solo están los trabajos que antes estaban destinados a las mujeres o a las personas de color y disponibles en sectores como el comercio minorista, la jardinería o el manejo de un furgón de reparto de mercaderías. Esto quiere decir que aquellos blancos que están en el 20 por ciento de menores ingresos se enfrentan con circunstancias materiales similares a las que sufren desde hace mucho tiempo los negros pobres, entre ellas tener un empleo precario e irregular, y vivir en un lugar peligroso y superpoblado.

Sin embargo, el privilegio del blanco nunca fue solo una cuestión de ventaja económica. En 1935, el importante estudioso afro-estadounidense W.E.B. Du Bois escribió: “No debe olvidarse que el sector de los trabajadores blancos, aunque reciba una paga baja, estaba recompensado con una especie de complemento de sueldo: el reconocimiento público y psicológico”.

Hoy, algunos aspectos de este sueldo invisible suenan un tanto pintorescos, como la afirmación de Du Bois acerca de que las personas blancas pertenecientes a la clase trabajadora eran “libremente admitidas como los blancos de otras clases en los espectáculos y parques públicos, e incluso en los mejores colegios”. Hoy en día, son pocos los espacios que no están abiertos –al menos desde el punto de vista legal– a los negros, mientras que los ‘mejores’ colegios están reservados para quienes pueden pagarlos, en su mayor parte, blancos y estadounidenses de origen asiático junto con algunos negros que brinden el toque de “diversidad”. Mientras los blancos han ido perdiendo terreno en la economía, los negros han conseguido beneficios, al menos desde el punto de vista legal. Como resultado de ello, el “sueldo psicológico” concedido al blanco se ha reducido.

Durante la mayor parte de la historia de Estados Unidos, pudo contarse con el gobierno para el mantenimiento del poder y el privilegio de los blancos, primero mediante la imposición de la esclavitud y, más tarde, la segregación. Mientras tanto, los blancos de la clase obrera se vieron obligados a defender sus cada vez más reducidos privilegios moviéndose hacia la derecha, acercándose a personajes como el gobernador de Alabama (y más tarde candidato a la presidencia) George Wallace y sus muchos seudopopulistas sucesores hasta llegar al actual Donald Trump.

Al mismo tiempo, la tarea cotidiana de conservar el poder blanco trasladado desde el gobierno estatal al de cada estado y después a los niveles locales, específicamente las policías locales, las cuales, como sabemos, se han hecho cargo de ella con tanto entusiasmo que la han convertido en un escándalo, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Últimamente, por ejemplo, The Guardian lleva la cuenta del número de estadounidenses (negros, en su mayor parte) asesinados por miembros de la policía (1.209 en 2015, hasta este momento); mientras tanto, los negros que se manifiestan en el movimiento ‘La vida de los negros importa’ y una oleada de demostraciones dentro de las universidades han recuperado ampliamente el plano altamente moral que antes ocupaba el movimiento por los derechos civiles.

Además, poco a poco la cultura ha avanzado hacia la igualdad racial, e incluso en algunos pocos ámbitos, hacia la supremacía negra. Si en las primeras décadas del siglo XX la imagen estándar del “Negro” era la del trovador, el papel del simplón rural de la cultura popular fue asumido en este siglo [XXI] por los personajes de las series de la TV estadounidense Duck Dynasty y Here Comes Honey Boo Boo. Al menos en el mundo del espectáculo, generalmente el obrero blanco no está tratado como un imbécil mientras que a menudo el negro suele ser el listo del barrio, una persona que sabe expresar sus ideas y a veces es tan adinerado como [el rapero] Kanye West. No es fácil mantener la acostumbrada noción de la superioridad blanca cuando algunos medios logran hacer reír con el contraste entre el negro espabilado y el paleto rural blanco, como en la comedia de Tina Fey Umbreakable Kimmy Schmidt. La persona blanca, presumiblemente de clase media-alta, es imaginada en general a partir de esos personajes y argumentos que, a la hija de una pareja trabajadora, como es mi caso, hacen escocer con su condescendencia.

Por supuesto, también estuvo la elección del primer presidente negro de Estados Unidos. Los estadounidenses nativos blancos han empezado a hablar de “recuperar nuestro país”. Los más adinerados crearon el Tea Party, los de medios más modestos suelen contentarse con poner en su camioneta la calcomanía con la bandera de los Estados Confederados.

En la cuesta abajo de Estados Unidos
El significado de todo esto es que el mantenimiento del privilegio de los blancos, sobre todo entre los menos privilegiados, se ha convertido en algo muy difícil y, por lo tanto, más urgente que nunca. Los blancos pobres siempre tuvieron el consuelo de saber que había algunos que estaban pasándolo todavía peor y que eran más despreciados que ellos; la subyugación racial era el suelo que estaba bajo sus pies, la roca sobre que se erguían, incluso mientras su propia situación estaba deteriorándose.

Si el gobierno –particularmente en el nivel federal– ya no es tan confiable como para garantizar el privilegio blanco, aparecen las iniciativas de base encarnadas por personas individuales o pequeños grupos que ayudan a llenar ese vacío. Estas iniciativas pueden ser las pequeñas agresiones que se producen en las universidades, los insultos raciales gritados desde una furgoneta o, en el extremo más letal, los disparos contra una iglesia frecuentada por negros y renombrada por su trabajo en los tiempos de la lucha por los derechos civiles. Dylann Roof, el asesino de Charleston que hizo justamente esto, era un graduado universitario en el paro y un marginado de quien se sabía que era un gran consumidor de alcohol y drogas opiáceas. Incluso sin una sentencia de muerte esperándole, el futuro de Roof está signado por una muerte prematura.

Las agresiones raciales pueden proporcionar a sus perpetradores blancos una fugaz sensación de triunfo, aunque también exigen un esfuerzo especial. Hace falta un esfuerzo, por ejemplo, para apuntar con una pistola a un negro que está corriendo o girar bruscamente un vehículo para insultar a una negra; se necesita un esfuerzo –y un estómago a toda prueba– para pintar un insulto racial con excremento en una pared del baño de una residencia estudiantil. Los estudiantes universitarios pueden hacer cosas como estas en parte debido a su vulnerabilidad económica, porque saben que apenas se gradúen empezarán a pagar el préstamo que han pedido para pagar sus estudios. Sin embargo, más allá del esfuerzo realizado, es especialmente difícil mantener un sentimiento de superioridad racial mientras se está luchando por conservar una posición casi en el fondo de una economía fiable.

Si bien no hay evidencia médica sobre la toxicidad del racismo para quienes lo expresan –después de todo, generaciones de acomodados dueños de esclavos han sobrevivido bastante bien–, la combinación del descenso en la pirámide social y el resentimiento racial puede ser una potente invitación al tipo de desesperación que, de una u otra forma, conduce al suicidio, sea por medio de las drogas o mediante un balazo en la sien. Es imposible romper un techo de cristal si uno está parado sobre el hielo.


A la intelectualidad progre le es fácil sentirse justificada en su repugnancia respecto del racismo de los blancos de la clase más baja, pero la élite educada en la universidad que produce a esta intelectualidad también está en apuros cuando los jóvenes tienen unas perspectivas cada vez menores y una pendiente hacia abajo cada vez más marcada. Llegados los tiempos malos, profesiones enteras –desde la enseñanza universitaria hasta el periodismo y la abogacía– han caído. Una de las peores equivocaciones que esta élite relativa puede cometer es inflar su propio orgullo odiando a quienes están cayendo todavía más rápidamente, sea cual sea su color o raza.

25 de diciembre de 2015

ECHANDO LEÑA AL ALTO AL FUEGO

Danlio Dinucci. Il Manifesto

La resolución 2254 sobre Siria, aprobada por unanimidad en el Consejo de Seguridad de la ONU, subraya «el estrecho vínculo entre el alto al fuego y un proceso político paralelo». Al liquidar el conflicto, esto favorecería una caída de las tensiones en el Medio Oriente.

Pero hay un problema: de los 5 miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU hay 3 –Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña– que son precisamente los países que más gravemente han violado «la soberanía y la integridad territorial de la República Árabe Siria» que, según el texto de la resolución, dicen «respaldar fuertemente». Son precisamente esos países los que organizaron «el creciente flujo de terroristas hacia Siria», problema sobre el cual –según la resolución– ahora «expresan la mayor preocupación».

O sea que el «alto al fuego» depende principalmente de esas 3 potencias de la OTAN y de Turquía, puesto avanzado de la guerra secreta contra Siria, así como de otros miembros de la alianza atlántica, comenzando por Alemania. Y depende también de Israel, otra potencia implicada en esta y en otras guerras. ¿Qué intenciones tendrán esos países?

En todo caso, los hechos valen más que las palabras.

El 18 de diciembre, o sea precisamente el mismo día que el Consejo de Seguridad de la ONU daba a conocer la «hoja de ruta para la paz» en Siria, la OTAN anunciaba el envío de barcos de guerra alemanes y daneses y de aviones Awacs a Turquía para reforzar sus «defensas en la frontera con Siria», lo cual es en realidad un golpe directo contra Rusia, cuya intervención contra el Emirato Islámico está modificando a favor de Damasco el rumbo de la guerra. Y al día siguiente la OTAN anunciaba también que ya está listo el primero de los drones Global Hawk que serán desplegados en la base de Sigonella [en Italia], con los de Estados Unidos, en funciones de «vigilancia terrestre», o sea para realizar misiones de espionaje contra países que están en la mirilla de Estados Unidos y la OTAN.

También ese mismo día en que el Consejo de Seguridad de la ONU lanzaba la «hoja de ruta para la paz» en el Medio Oriente, Alemania anunciaba la entrega a Israel del quinto submarino de ataque nuclear Dolphin. Como señala la publicación alemana Der Spiegel, los submarinos de ataque Dolphin que Alemania ha entregado a Israel están modificados para posibilitar el lanzamiento de los misiles de crucero atómicos Popeye Turbo, con un alcance de 1 500 kilómetros, que son una variante de los misiles estadounidenses. Con esos submarinos de ataque, rebautizados por Israel como Rahav (Poseidón) –cuyo costo sobrepasa los 2 000 millones de dólares y que han sido financiados en un tercio por el gobierno alemán–, Israel refuerza su posición como única potencia nuclear en el Medio Oriente, mientras que Irán –que, al contrario de Israel, es firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear– renuncia a las armas atómicas y Siria se despoja de su arsenal químico, que había sido concebido como un medio de disuasión contra los arsenales nucleares y químicos de Israel.

El 19 de diciembre, o sea al día siguiente del momento en que el Consejo de Seguridad de la ONU reafirmaba «la soberanía y la integridad territorial de Siria», Israel destruía en Damasco un edificio de apartamentos entero, con varios misiles disparados por 2 de sus aviones de guerra, para asesinar al militante libanés Samir Kuntar, en una acción que también costó las vidas de numerosos civiles. Después de pasar 30 años en las cárceles israelíes, por haber luchado por la independencia del Líbano y de Palestina, Samir Kuntar, liberado en 2008 como resultado de un intercambio de prisioneros, había integrado las filas del Hezbollah y se había sumado a la lucha contra el Emirato Islámico, lo cual le valió que Washington lo pusiera en su listado de «terroristas mundiales».

Mientras tanto, Francia, que como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU respaldó el alto al fuego en Siria, anunciaba haber recibido un primer pago de los 7 000 millones de dólares pactados por la venta de 24 aviones de guerra Rafale a Qatar: el régimen que ha venido alimentando –incluso a través de la infiltración de comandos– la guerra en Siria después de haber participado en la guerra que destruyó Libia. Lo cual ha venido haciendo junto con Arabia Saudita, monarquía que después de haber financiado con miles de millones de dólares el Emirato Islámico y otros grupos terroristas, ahora participa en la coalición encabezada por Estados Unidos contra ese mismo Emirato Islámico, además de promover recientemente la creación de una «coalición islámica contra el terrorismo».


22 de diciembre de 2015

20-D: TODOS HAN PERDIDO Y LA CLASE TRABAJADORA MÁS AÚN

Por Marat

Parece que el IBEX 35 ha hecho un pan como unas hostias. Su apuesta por la diversificación de apoyos económicos y/o mediáticos ha dado lugar a la aparición de un mosaico político que recuerda al modelo a la italiana de la época Andreotti, el cuál ha producido un descalabro de la gran mayoría de las organizaciones políticas contendientes, incluidas algunas que no estaban en el esquema del IBEX 35 y que sólo se presentaban en determinadas circunscripciones. Resultado económico del lunes 21 de Diciembre: el Ibex 35 pierde un 3,62%, ante las expectativas de un escenario de incertidumbre postelectoral. A veces, las digestiones son pesadas.

El resultado era previsible pero ni los García Ferreras de turno ni los “grandes estrategas” públicamente conocidos (Errejón) ni los que trabajan en las oscuras covachuelas, aunque bien remunerados, del poder económico, del que todos los demás derivan, parecieron prever el pequeño detalle de que la ampliación del Congreso realizada hace unos años no contempló el incremento del número de escaños, 350 pasara lo que pasara. Una simple reflexión lógica dice que si la tarta no crece pero sí los comensales, los trozos serán más pequeños para todos.

Argüirán algunos que los “emergentes ni de izquierdas ni de derechas, ni de derechas ni de izquierdas”, pero muy escorados hacia el reformismo capitalista, se presentaban por primera vez a las elecciones por lo que no han perdido nada sino que han ganado mucho. Puede que ya no recuerden aquellos sondeos preelectorales, tanto públicos como privados, en los que uno de los “emergentes” aparecía en primer lugar, o disputando esa posición, y el otro “emergente” se situaba incluso en segundo o tercer lugar en la lucha por la piñata electoral. Pues bien, los hechos los descuelgan -uso ese verbo por su evidente distancia en el número de diputados esperados- al tercero y cuarto puestos.

Y es que en el baile de la confusión, los sondeos mediáticos han hecho también su labor de debilitar a todos.

El PP ha perdido uno de cada 3 votantes, el PSOE uno de cada cuatro pero, si ustedes se toman la molestia de hacer un análisis más “cualitativo” detectarán que el batacazo del PSOE es, como poco, tan brutal como el del PP, si no más. La condena a posiciones irrelevantes en plazas históricas para este partido señala la gravedad de su sangría.

En el PP, con tal de ver el modo de formar gobierno ya hay quien habla bajito en relación con obedecer las órdenes del poder económico de sacrificar a su espolón de proa. Rajoy, ha estado bastante escondido en campaña, no sólo en los shows-debates sino en los carteles en los que Sáenz de Santamaría le eclipsaba, quizá como opción temporal, pues su figura es indisociable de los viernes de dolor de estos cuatro años, cuando anunciaba nuevas medidas “anticrisis” que, como siempre, pagaba la clase trabajadora. Aún así, conviene no olvidar para no ponerse estupendo, que diría don Latino de Híspalis, y exultante como algún partido en la noche electoral, que el PP sigue siendo el partido más votado en 13 de las 17 comunidades autónomas.

Los asaltacielos que hace unos meses creían tocarlo con la punta de los dedos y que afirmaban que “Podemos ha nacido para estas elecciones” muy probablemente deban esperar a las próximas, de no tocarle en esta ocasión a su Mesías el papel de mozo de espadas en la investidura del “novillero” Sánchez. Para entonces, si no se producen muy pronto las siguientes elecciones, habrá pasado por la derecha a Rivera, en aras de su condición de autoproclamado “hombre de Estado”.

Su ascenso en votos y diputados es muy importante pero no le da para alquilar el atril de un discurso de investidura ni de lejos. Por otro lado, sus 69 diputados, que no son todos podemitas, se dividirán por ley y acuerdo previo en cuatro grupos parlamentarios con presencia diferenciada en el Congreso. Disciplinar cuatro grupos parlamentarios, tres de ellos plurales en su composición, es bastante más difícil que hacerlo a uno sólo. Si lo sabrá el PSOE que nunca permitió que el PSC lo tuviera en la Carrera de San Jerónimo.

De momento, ha hecho un inestimable favor a la “España eterna”, al dejar en KO técnico al independentismo catalán y fulminar al vasco en una combinación de “tú fíate, que he puesto entre mis líneas rojas lo tuyo del referéndum” que ya el tiempo se ocupará en demostrar que de lo dicho no hay nada.

En cuanto a Ciudadanos, si bien ha obtenido 40 diputados, no tiene el peso suficiente para condicionar a Rajoy con su abstención, al menos en primera votación. Ya veremos qué hace en segunda.

Las salidas de tono de algunos candidatos de Ciudadanos, el descubrimiento de algunos rasgos de su pasado poco edificantes y de escaso pedigrí democrático, sus meteduras contínuas de pata, el escaso empaque de Rivera como joven promesa del club de debates televisivos, el transfondo percibido de partido de derecha, desinflaron parcialmente un globo que parecía iba a volar muy alto.

IU-UP, Unidad Popular en Común -pico de aquí, pico de allá y me disfrazo como un camaleón sin identidad propia pero con guiños a la Confluencia “En Común”- empezó a morir como opción socialdemócrata, que lleva dentro otro partido socialdemócrata, el PCE, cuando su director de campaña de las europeas, eligió guiñar un ojo sexy a los podemitas con su eslogan “El poder de la gente”, que anunciaba su renuncia a ser poder de los trabajadores, como se ha venido demostrando en sus comunicaciones posteriores. Luego, la elección de cabeza de lista de su odalisca más entregada a la confluencia, el joven Garzón, indicaría el camino posterior, que se expresaría en el reciente lema de campaña “Por un nuevo país”, otro guiño, ya a calzón quitado a Podemos (“Un país contigo podemos”), dirigido por otro nuevo equipo de campaña que dimitía apenas empezada ésta, pasándose una parte de sus miembros al partido de los círculos.

Su esfuerzo por obtener notoriedad, ante unos debates a 3 ó 4 que le fueron antidemocráticamente negados, llevaron a sus nuevos alevines, completamente reideologizados en un postmodernismo desclasado, a hacer una campaña sin complejo del ridículo alguno buscando el logrado, en varias ocasiones, Trending Tonting en las redes sociales. Quizá no se preguntasen en qué medida eran retuiteados no sólo por sus seguidores sino por quienes se pitorreaban de ellos.

Los gatitos de Garzón (Gatetes), los Besos a Garzón, las expresiones tipo “chavalada, @agarzon manda y no tu panda”, las #abuelasconGarzon y los “Garzoners”, hashtags utilizados por la coalición en twitter mandaban a los votantes el mensaje de que podían ser tan cursis, ñoños, ridículos y desclasados como la “chavalada” podemita o más. En realidad mucho más. Pero eso lo completaron con sus menciones a los especistas (derechos humanos de los animales), los animalistas, los amigos de los huertos urbanos y demás moderneces de las que ya había partido a gran velocidad cualquier atisbo de izquierda o de clase, como no fuera la de los neopijos chupiguays o los nerds más frikis de internet.

Irónicamente, los disidentes de IU, en lugar de llevar su disidencia hasta las últimas consecuencias, han actuado como gregarios autómatas que, después de criticar la deriva de su organización hacia la nada ideológica, cogián la papeleta e iban a votar una opción que había perdido sus últimos retazos de dignidad política y de coherencia ideológica. Horas después arremetían con saña contra el objeto de lo que habían votado. No sé cómo calificar el ir de crítico y votar a un candidato que acabará sumando un diputado más a Podemos y después rumiar su arrepentimiento por haberlo hecho y montar la bronca públicamente pero, en cualquier caso, no les iba a gustar el epíteto. Sinceramente, ante tal inconsistencia, uno se pregunta qué queda en seres humanos de esas características de lo que debe de ser un librepensador y una persona con sentido crítico. Es evidente que ahí habitan ya muy pocas fuerzas sanas y, en cambio, mucho cómplice necesario que aún cree poder salvar una máquina agónica sin empezar por salvarse él mismo de su propio adocenamiento y falta de valentía política. El principio de que fuera hace mucho frío sólo crea seres inactivos para la lucha cuando la propia vida y su desenvolvimiento exige lo contrario; no digamos ya querer cambiar el mundo de base.

En medio de ambas campañas la fuga de los cabeza de lista municipal y autonómico de Madrid hacia otras formaciones, la desbandada de jóvenes y no tan jóvenes dirigentes hacia Podemos, el pacto del secretario general del PCE, Centella, con la Juventud Comunista de Madrid, para tomar el poder dentro de IU y hacerse con la organización, eligiendo a Garzón en unas primarias en las que no se dio oportunidad alguna de competencia en igualdad a otro candidato a dichas primarias, etc, etc.

Resultado de todo el proceso: IU-UP logra sólo 2 diputados 2, ambos por Madrid, en las elecciones generales, las peores de la historia de esa formación política junto con las de la época de Llamazares como Coordinador Federal.

Ayer uno de IU me relataba el cuento de la lechera, diciéndome: “En candidatura directa hemos sacado sólo los 2 de Madrid pero en listas “unitarias” hemos sacado otros 2 en Cataluña y 1 en Galicia”. A lo que no pude contenerme de responderle: “Sí, y te serán tan útiles como los que tienes en el Ayuntamiento dentro del grupo gobernante de Ahora Madrid”. Aún me devolvió otro contraargumento, ya sin mucha convicción: “Pero se han abstenido o votado en contra de la mayoría -de Ahora Madrid- en varias ocasiones”. Se la reenvié: “Pregúntale a quienes no estén especialmente informados si saben que son de IU y en qué se nota que lo son”. No me respondió. Sé que acariciaba la idea, que no me dijo, de que esos tres diputados “de IU”, pero que fueron en listas ajenas a las oficiales y compitiendo a nivel nacional frente a IU -al no poder votarse a esta organización en dichos territorios- prestarían los votos a los dos diputados de IU por Madrid para conformar grupo parlamentario. Sé también que, en el fondo, no creía en tal deseo porque iría en contra de los intereses de Podemos de que su “oposición” por la izquierda desaparezca para fagocitar algunos dirigentes, locales y votantes. Y los que han ido en las listas de las Mareas y de En Común Podem han demostrado sobradamente con qué proyecto están.

IU está agonizando en sus últimos meses de vida. Su niño-candidato-estrella pronto ejecutará la danza de los 7 velos ante el visir de la coleta. Ya destapó el tarro de sus esencias la noche electoral al insistir en que las urnas habían mostrado su voluntad de una nueva mayoría y al declarar en su página de twitter lo siguiente: “Felicitar también a los compañeros de Galicia y Cataluña, han demostrado que la unidad es el camino para derrotar al bipartidismo”. Es obvio que ahora, siendo diputado electo podrá vender mejor su paso a la bancada podemita, cosa que hará en muy breve, como tantos que dijeron cosas del tipo “no, no me voy a Podemos. Punto”.


Un día después de las elecciones Javier Couso, eurodiputado electo por IU mostraba hasta qué punto no se sentía a gusto en esta organización al declarar, en un lenguaje sólo críptico para quienes desconocieran los entresijos de la misma, lo siguiente:






Un día después ha borrado sus tuits de su sitio en twitter dejando, estupidamente, un rastro de sus intenciones previas en el del día siguiente (22/12)



A pesar de su zorrería política, Javier Couso es un parvenu a la politiquería marrullera, sucia y llena de trampas, que representa el día a día de cualquier partido dentro de las reglas de juego "democráticas" al uso. Él era alguien que pasaba por allí, dispuesto a hacerse notar con el qué hay de lo mío -muy digno y justo en su origen, denunciar el asesinato de su hermano en Irak a manos de las tropas USA pero con un savoir un tanto arribista y de autopromoción de sí mismo- y logró que un grupo político oportunista, IU, le elevase a la condición de eurodiputado.

En cualquier caso, Javier Couso bien puede ser el siguiente paso en la operación tránsito de IU a Podemos, que allane el camino de Garzón y organice la voladura controlada y por pasos de una organización ya muerta pero zombie. IU es un cadáver político que lleva el mismo camino que UPyD.

En Mayo del año pasado escribí un texto titulado “si en la dirección de Izquierda Unida hubiera inteligencia colectiva”, donde planteaba la necesidad de resistir y de dar giro político-ideológico hacia la izquierda, la clase trabajadora y la lucha por el socialismo. Pero quienes están en operaciones sólo cosméticas de ruptura limitada del orden institucional nunca hubieran emprendido tal camino que les habría producido vértigo. Para eso hubieran sido necesarios auténticos cuadros políticos con capacidad dirigente, audaces, seguros de una voluntad de cambio interno radical e intelectualmente valiosos. Los capitanes de hoy en IU no hubieran sido admitidos siquiera como cabos furrieles en el PCE hiperreformista pero cualitativamente poderoso de 1977.

La muerte de IU y del PCE, organizaciones socialdemócratas, que sin embargo mantuvieron durante tiempo restos de una cultura de lucha obrera, a manos internas y externas, ha de tener, no obstante, algo provechoso: el dejar de ser obstáculo para la reconstrucción de un polo comunista en este país que no se avergüence de proclamar la dictadura del proletariado como paso al socialismo, la lucha de clases como práctica política, la lucha ideológica y la formación de cuadros como medio para ir asentando una nueva cultura política que abra caminos a otros contenidos muy distintos a los de la protesta social actual y la centralidad de la clase trabajadora en dichas luchas.


Y después del 20-D, ¿qué?
Los interrogantes que surgen ante la formación del nuevo gobierno son múltiples. 

Salvo que el capital tenga previsto una segunda ronda que restituya la situación a un marco muy similar al de 2011 por agotamiento de las posibilidades de combinación postelectoral y por temor al vacío por parte de los electores, el curso de los acontecimientos se presenta muy abierto.

Las combinaciones de pactos y/o permisos de gobierno tanto para el PP, el principal candidato a la reelección, como para el PSOE, una posibilidad un tanto delirante, son harto complicadas.

La posibilidad de que el “el astuto” Rajoy sea investido por segunda vez como Presidente de Gobierno no depende sólo del previsto cambiazo de Rivera y su partido personal sino de que el PSOE se inmole en el altar del “interés general de España”, algo muy posible dado que es un puntal decisivo para la estabilidad del sistema económico y político surgido y pactado con el franquismo a la muerte de su Caudillo.

Aunque fuera en segunda votación, el nuevo gobierno presidido por el señor que duerme cuando todos los montes del norte “se queman” a la vez, y púgil derrotado en familia, sería muy inestable, con enormes dificultades para pactar leyes coherentes y con una tendencia al “¿qué hay de lo mío?” de sus socios tremenda. Tendría que recurrir a Ciudadanos, al PNV, a Coalición Canaria y hasta a la marca blanca de Convergencia, siendo esto último muy difícil, aunque no imposible, dado que la burguesía no tiene ni ideología ni principios, sólo intereses.

En el caso de que el PSOE apostara por la investidura del bisoño Pedro Sánchez, la cuestión estaría más complicada. Requeriría, en una combinación menos imposible de lo que parece, del concurso de Podemos y de Ciudadanos, ambos aparentemente opuestos en la cuestión del referéndum para Cataluña y Euskadi pero no en el resto de líneas rojas de los podemitas (reforma constitucional, moción de confianza para el cumplimiento del programa electoral, reforma de la justicia y cambio de la ley electoral), asumibles dentro del esquema regeneracionista que Ciudadanos comparte con los anteriores.

Dado que Podemos tendría mucha dificultad para vender su propuesta de referéndum fuera de las dos comunidades históricas -la España “eterna” y unitaria no perdona-, don Pablo “el estadista” siempre podría sacarse de la manga alguna comisión interparlamentaria Congreso-Senado que estudiase el encaje de Cataluña y Euskadi dentro del Estado español en pos de un reconocimiento de su condición de naciones soberanas y blablabla, a través de una transaccional ideada por el gran “estratego” Errejón junior. Al final, les llevarán al mar de los Sargazos de un federalismo tipo PSOE sin contenidos y con aires de brindis al sol periódicamente mencionado en un horizonte tan lejano como el de la República. La “generación más preparada de la historia” y los menores de 50 años no conocerán seguramente las triquiñuelas de un PSOE que en los primeros años de la transición defendió la República, el derecho de autodeterminación de Euskadi y Cataluña, la salida de la OTAN y la autodeterminación del pueblo saharahui entre otras cuestiones. Los mayores de 50 años, que antes votaban PSOE y ahora Podemos lo saben, pero no tienen escrúpulos para actuar como si careciesen de memoria histórica al respecto y como si ignorasen que Podemos ha sido infinitamente más rápido en aceptar la OTAN que su partido de origen.

Que Podemos haya sido primera fuerza política en Cataluña tiene que ver con una cierto cansancio respecto al “procés”, que parece continuar encallado en medio de las ditatribas de Mas/Junqueras con la CUP respecto a la investidura de Mas como President por parte de ésta última.

El desplazamiento del voto Bildu hacia Podemos tiene mucho que ver con la incipiente pérdida de fuelle de la primera, tras el fiasco de su gobierno en Donosti y tras el abandono de la lucha por la amnistía de los presos como primer elemento de negociación con el Estado, lo que ha abierto las puertas a un posibilismo que ha dado alas a Podemos. La relación entre ambos ha sido de amor/odio y de acercamiento/distanciamiento siempre prudente, siempre abierto “a ver si en Madrid nos ayudan a salir de este embrollo y nos dignifican a la categoría de una ERC o de un BNG de hace unos años”. Cuando el independentismo pretendidamente de izquierdas quiere hacer política, se ablanda.

Aclarada esta cuestión, queda la opción de un PSOE+Podemos+ IU + la marca blanca de Convergencia (por eso de que otros les saquen las castañas del fuego) + ERC + La Ponferradina + 3 ujieres del Congreso + un señor bajito, representante de una fábrica de fajas de Vitigudinos. Todos ellos se encontrarán con el camino muerto de la mayoría absoluta del PP en el Senado, un lugar en el que bien podría ir a morir muchas de las iniciativas parlamentarias de esta suerte de multipartito.

Sea como fuere, esta opción sería seguramente la más inestable de todas, dadas las necesidades de atender a un sinfín de intereses, muchas veces no compatibles, salvo en su respuesta a los intereses del capital, y adolecido de clientelitis aguda por la cantidad de prebendas a las que habría de hacer frente. Acabarían por entrar en el mundo de “la vieja política” corrupta del PP tan a saco como este partido. Y cada mano lavando múltiples manos.

Eso sin contar con las tentaciones de Podemos de enterrar al PSOE y de actuar como escorpión que se ahoga en el pantano del pacto no cumplido por la ambición de responder a sus instintos sucesorios.

Aunque siempre podría ocurrir que la operación “salvar al soldado Sánchez” sea la que ronde por la cabeza encoletada del mesías podemita y haga bueno aquello de “guárdame los votos, Pablo, que en unos meses pasaré a recogerlos. Pedro Sánchez” y que se acabe materializando en formato de gobierno de concentración “progre”.

Por si tuvieran alguna tentación de pasar de las palabras a los hechos, de sus difusas promesas sociales a algún cumplimiento menor, Bruselas ya vela armas y recuerda a los próximos gobernantes que hay unas obligaciones que cumplir. Les aseguro que si hubiera una alternativa a Rajoy, el destino de los nuevos gobernantes sería el del “bravo Alexis”, desaparecido y olvidado en esta campaña tanto por IU-UP como por Podemos, tan eficaz para disciplinar y arruinar a la clase trabajadora griega.

Y es que Bruselas ya ha indicado al próximo gobierno español que tiene que continuar con su política de recortes sociales. Ello mientras espera en cola la segunda fase de concentración del sistema bancario, con 30.000 próximos despedidos o el plan de Telefónica (Movistar) de echar a la calle a 10.000 trabajadores.

Siempre queda la opción de que no haya posibilidad de formar gobierno ni del PP ni del PSOE, porque son los únicos que lo encabezarían, y de que en Marzo o, como tarde, en Mayo, se convoquen nuevas elecciones. Tengan por seguro que las volvería a ganar Rajoy, posiblemente con una ventaja superior a la actual, ante el temor de la conservadora y derechizada sociedad española a “aventuras desconocidas”.

Pase lo que pase, a la clase trabajadora la seguirán jodiendo mientras no exista una vanguardia lo bastante poderosa para despertar al Gulliver que, sólo en ese caso, quizá pudiera recuperar su condición de sujeto político.

Mientras tanto, "estratego" Errejón junior propone a un independiente como cabeza de gobierno, lo que recuerda un tanto al pasado gobierno técnico italiano de Mario Monti. Como me recuerda una camarada, quizá le haya faltado añadir "con el permiso de la Troika". Y es que tal vez se esté curando en salud, tras los éxitos cosechados por el "bravo Alexis".

Por su parte, Pablo Iglesias en un artículo titulado "A Pedro no le dejan", publicado en el Huffington Post, valida la propuesta de su primer espada de nombrar Presidente a un "independiente", el cuál seguramente no estará entre los "independientes" en listas de partidos refrendados por las urnas, lo que ratifica la posibilidad de que se repitan las elecciones dentro de unos meses y sugiere el temor de la Cúpula del Trueno podemita a que, en ese caso, las cosas les vayan peor.

El momento presente y las circunstancias de los comunistas
Es fundamental ser lo bastante realistas para admitir las características reales del momento político nacional como paso previo a cualquier análisis posterior.

No existe una crisis del régimen político español. A lo sumo lo que existe es una cierta crisis de institucionalidad (los partidos de la primera transición, la desconfianza genérica hacia los políticos, cierto hartazgo de que la “riña” política no refleje la auténtica realidad de los más golpeados por la crisis). Mucho menos del régimen capitalista en España. La conciencia de la clase trabajadora es muy baja respecto a las causas reales de su sufrimiento como clase

Aprovecho la ocasión para señalar que quienes desde IU, otros partidos o un "izquierdismo" pequeñoburgués expresan la frustración ante sus limitaciones para conectar con las aspiraciones y necesidades de la clase trabajadora y la culpan de haber votado a la derecha son unos miserables. Quien hace tal cosa no sólo no es marxista sino un pobre ignorante que desconoce que la conciencia no es un derivado inmediato de la condición social y que para que aquella se adquiera hace falta una vanguardia consciente, inteligente y capacitada para aprovechar las contradicciones políticas y sociales y abrir nuevos espacios de disidencia y contestación social que, sin negar la importancia de las necesidades inmediatas de nuestra clase, eleve su nivel de conciencia y lucha hasta donde se haga evidente que el capitalismo no es capaz de dar respuesta a las necesidades de nuestra clase.

Mientras tanto, la Monarquía se ha fortalecido, ayudada por una mayor discreción del nuevo rey, capaz de mostrar una imagen pública más honorable en sus comportamientos públicos, instituciones violentas y/o represivas como el ejército o la policía gozan de gran aceptación, la clase trabajadora ha desaparecido en el relato de los partidos y en la importancia concedida a sus necesidades básicas -lo que importa es el discurso de los problemas de la clase media, que tiene mayor acceso a la formación de la opinión pública-, los sindicatos mayoritarios no existen y del nombre de sus dirigentes ya nadie se acuerda (todo lo que hayan acordado con el capital en este último año y medio se ha hecho en secreto y bajo cuerda). La movilización social, agotada a final de un ciclo más o menos intenso de luchas, pero profundamente reformista -objetivo: salvar los muebles-, ha fiado todo a la ilusión democrática de un cambio que cada día se aleja más en el horizonte porque sus dirigentes no buscan un “cambio” sino, como veremos demasiado tarde, una involución hacia una nueva transfiguración del capital en forma de protagonistas viejos (segunda transición) con caretas nuevas. En ese proceso, las viejas familias políticas acabarán fundiéndose con los nuevos actores en una comunión de intereses que restablezca el orden social, sólo parcialmente contestado.

Aún así, los comunistas debemos atender al nuevo escenario que se abre tras los resultados del 20-D en los que ninguno de nosotros debiera haber participado tras el fiasco de lo que significó Syriza para no legitimar esta descarada dictadura de clase de la burguesía. Syriza y su práctica tras el "oxi" fue la evidencia de que, cuando se admite el juego “democrático” de la institucionalidad burguesa, sólo queda obedecer a los amos del capital. Excepto que pasar del 0,11% al 0,12% en el caso de alguna organización comunista se considere un éxito.

Para ciertos comunistas el paso del “cretinismo parlamentario” a la reorganización y la reconstrucción significa un salto en el vacío porque, por un lado, produce el aturdimiento y el temor a perder los focos sobre el grupo y, por el otro, abre bajo sus píes el vacío de tener que atender a las circunstancias de hoy con ojos de hoy, aunque no se ignoren las enseñanzas del ayer. Demasiada sensación de riesgo la que oprime sus corazones.

Curiosamente, ambos conceptos (rechazo al parlamentarismo como protagonista de la actividad de la organización y necesidad de reconstrucción y de organización) son esgrimidos como fantasía argumental frente a las causas de la socialdemocratización de sus organizaciones. Pero, fuera de tal retórica, son incapaces de abrir paso a este camino porque sus reformistas mentes se lo impiden. Mientras tanto pueden proclamar a San Stalin como su héroe o expresar su nostalgia por la Unión Soviética, sin ser capaces de explicar porqué cayó -fuera de alguna tontuna conspiranoica- y porqué la clase trabajadora no la defendió en el momento de su destrucción. Responder a estas cuestiones quizá les ayudara a liberarse de sus corsés reformistas y a abordar el futuro con la suficiente valentía intelectual para no encerrarse entre sus paredes de barro cada vez más endebles.

El reto de defender a la clase trabajadora, desde dentro y como parte de ella, sigue estando delante. Organizarse, definir un programa político de lucha, que no electoral, dar la batalla ideológica para situar los problemas de los trabajadores como una realidad completamente diferente y real frente a la “ilusión democrática”, encender de nuevo el fuego de la lucha de masas, abandonada en espera de falsos Prometeos parlamentarios, elevar las luchas por lo inmediato a niveles que resulten irrresolubles dentro del capitalismo, es la tarea de los comunistas. El resto, consunción en las cenizas y vanos brindis al sol de nostálgicos de un mundo desaparecido.

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"“Hacer un Varoufakis”, el regalo político de estas navidades": http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2015/12/hacer-un-varoufakis-el-regalo-politico.html

21 de diciembre de 2015

TRABAJO Y DOMINACIÓN: REFLEXIONES SOBRE EL PODER

Marcela B. Zangaro. La Haine

Para nosotros, reflexionar acerca del trabajo y la dominación implica una obligación y un desafío. La obligación consiste en no perder de vista que, para hacerlo, se debe considerar el poder como un factor de análisis fundamental. La manera en la que entendamos el poder definirá un abordaje particular de esa relación entre trabajo y dominación. El desafío, por su parte, es resultado de aceptar esa obligación: nuestra reflexión debe ser capaz de ser sensible a las variaciones del ejercicio del poder en el trabajo, aunque este parezca no sufrir modificaciones. En las próximas páginas acercaremos algunas de nuestras ideas respecto de estas dos cuestiones.

Una reflexión sobre el poder como relación
Toda forma de dominación es un modo de ejercicio del poder. Pero la palabra “dominación” encierra un peligro: el sentido común suele asociar con demasiada frecuencia la dominación con un ejercicio de poder monolítico, absoluto y, por lo general, descendente. Esto es, cuando el sentido común dice que un grupo A domina a un grupo B (o un sujeto A, a un sujeto B) piensa en cómo A, al que se supone como un conjunto coherente, determina de manera completa y total (absoluta) y sin fisuras (monolítica) el accionar de B, considerado también como un conjunto coherente, al que le adjudica una posición social inferior (por ello el ejercicio del dominio es descendente). El grupo A sería el de los dominantes y el B, el de los dominados. Esta idea de dominación suele tener como corolario que la acción parece ser un privilegio exclusivo de los integrantes del grupo A, es decir, los que parecen estar en condiciones de actuar, de tener un papel activo, son los miembros de ese grupo; y a los del grupo B solo les queda un papel pasivo: ser dominados, padecer la dominación. La aplicación de esta perspectiva a la reflexión sobre el trabajo implicaría que existe un grupo social o, en términos más específicos, una clase, que detenta el privilegio de la acción e impone su dominio o ejerce coacción sobre otro grupo (u otra clase), que lo padece; y por el privilegio que deriva de ese dominio, la clase dominante impone la obligación, que se convierte en ineludible para la clase dominada, de trabajar.

Si esto fuera suficiente para explicar las sociedades que se organizan en torno a una clase que trabaja y otra que vive del trabajo ajeno, nuestra comprensión de la realidad no implicaría mayor desafío porque sería simple y lineal. Sin embargo, todos aquellos que cotidianamente vivimos en estas sociedades capitalistas sabemos (porque lo experimentamos), que esta explicación no es útil para dar cuenta de nuestra realidad, porque esta es mucho menos lineal y mucho más compleja. Entonces, si esa forma de consideración de la relación entre poder y trabajo no es del todo adecuada, ¿cuál podríamos adoptar?

Podríamos partir, como lo hacen algunos pensadores contemporáneos, del punto de vista de que el poder es una relación entre sujetos que interactúan. Este punto de partida, a diferencia del anterior, nos permite pensar no solo en qué medida los dominados somos co-responsables del mantenimiento de las relaciones de dominación y en qué medida los dominadores dependen de nosotros para seguir siéndolo sino también en cómo las acciones de unos impactan en las de los otros. Un punto de vista relacional del poder permite reconocer el carácter activo en todas las partes implicadas.[1]

Ahora, si bien abordar la dominación desde el punto de vista relacional del poder permite una apertura hacia la consideración de la acción de los sujetos implicados, reducir la primera al segundo sería un error, porque podría llevarnos a sobreestimar el poder de la acción voluntaria de los sujetos: bastaría con querer dejar de estar sometidos al trabajo para ya no estarlo; bastaría con renunciar al trabajo para salir de la sociedad salarial. Esto es, bastaría simplemente con querer cambiar la relación para que esta sufriera, efectivamente, cambio. Sin embargo, la cosa no es tan sencilla.

Como bien señalan algunos marxistas críticos, las relaciones sociales paulatinamente van adquiriendo independencia de las prácticas que les dieron origen y “se vuelven” sobre los individuos, imponiéndoseles como obligaciones externas y objetivas. La sociedad nos impone trabajar para vivir; el mercado pone un precio a nuestra fuerza de trabajo; el estado regula nuestra relación salarial; la competencia determina nuestra posibilidad de empleabilidad. Sociedad, mercado, estado o competencia cobran una existencia que va más allá de la interacción (y de la voluntad) de los individuos y, en la medida que logran esta independencia, ejercen su poder sobre los sujetos de manera objetiva e impersonal[2]. En esto también se apoya la eficacia de las relaciones de poder, de las relaciones de dominio que nos ligan al trabajo.

La complejidad del poder en el trabajo
Si hacemos del poder un concepto fundamental para comprender las formas de dominación en el trabajo, y partimos de la idea de que el poder da cuenta de una relación compleja entre sujetos (individuales y colectivos), debemos considerar las diversas modalidades que ese poder adopta. Vamos a proponer que, en relación con el trabajo, es posible considerar tres modalidades de poder: como comando, como socialidad y como gobierno.

El poder como comando se ejerce cuando el eje del dominio está puesto en el proceso de trabajo. Para el capitalismo, dominar el proceso de trabajo es un objetivo fundamental. Tengamos en cuenta que el capital es resultado de la apropiación unilateral del trabajo y de los productos del trabajo por parte de los capitalistas; del no pago del trabajo que las personas hacen por encima del que necesitan para su propia subsistencia, es decir, del plustrabajo. Para el capitalista, ejercer el poder sobre el proceso de trabajo implica dominar las formas en las que el trabajo se realiza con el fin de que produzca cada vez más plusvalor. Por ello, el capitalismo funciona aplicando una “selección natural” (naturalmente capitalista) de los procesos de trabajo: los que no generen mercancías cuyo costo de producción asegure la ganancia deseable serán abandonados o cambiados. Y aquí vemos, también, cómo las formas de dominio se vuelven impersonales: serán las condiciones generales de la competencia capitalista en un determinado momento las que impongan características al proceso de trabajo.

Para el trabajador, en cambio, ejercer el poder sobre el proceso de trabajo puede significar retacear al capitalista espacios concretos de dominio. Cuando el trabajador reserva para sí y no comparte con el capitalista todo el saber-hacer (individual o colectivo) de una actividad; cuando disimula el tiempo necesario para producir o cuando se resiste a la estandarización de los procedimientos, por ejemplo, pelea el comando sobre el proceso de trabajo, busca ejercer él también el dominio sobre las formas concretas de trabajar y, muchas veces, ese accionar es causa de cambios en los procesos.

La socialidad es otra de las modalidades de ejercicio del poder en el trabajo. Opera sobre las formas concretas en las que se organiza el trabajo como resultado de la cooperación del colectivo de trabajadores. Cierto es que las más de las veces la forma que adopta la dimensión colectiva está íntimamente relacionada con cómo se plantea el proceso de trabajo: el tipo de socialidad que se genera en torno de una línea de montaje difiere de la que se genera en una oficina o entre sujetos que teletrabajan. Pero sin importar esto, lo cierto es que el capitalismo busca ejercer su poder sobre las maneras en las que los sujetos interactúan juntos en el proceso de trabajo a fin de que, a partir de ese actuar, adopten una forma particular de cooperación y un ser social capitalista, que responde siempre al objetivo de valorización.

Los trabajadores, por su parte, ejercen la modalidad social del poder cuando plantean sus reglas de cooperación, cuando buscan reconocerse como un colectivo con particularidades e intereses propios frente a de los designios del capital, ya sea en los intersticios del poder capitalista o en franca oposición a él. Cuando plantean formas comunes de protección contra las adversidades del trabajo; cuando llevan adelante colectivamente reclamos; cuando apoyan demandas de otros grupos de trabajadores distintos a ellos mismos, por ejemplo, los trabajadores buscan ejercitar su poder en la dimensión social.

Usaremos el término “gobierno” para pensar una dimensión particular de la relación poder-trabajo: aquella que tiene en cuenta cómo el poder se ejerce sobre y es ejercido por los individuos en sí mismos. Retomando y reformulando reflexiones más actuales de algunos pensadores que se ocupan de las relaciones de poder en el contexto del presente neoliberalismo, diremos para pensar la relación poder - trabajo es indispensable tener en cuenta que los individuos tienen una relación con el trabajo más allá de su inscripción colectiva; que en el día a día de su relación, el capital busca ejercer su dominio sobre el trabajador en tanto individuo particular, ligándolo al trabajo por medio de prácticas muy específicas que lo deslindan del colectivo más amplio en el que puede inscribirse. Al mismo tiempo, el trabajador opera sobre el trabajo capitalista como individuo: piensa, actúa, se siente, padece o sufre en el trabajo en la dimensión más íntimamente individual o privada. Por ello, no hay que perder de vista que los sujetos se constituyen y actúan no sólo como subjetividad colectiva, sino también como individuos, como subjetividades particulares.

La eficacia del dominio: la naturalización del trabajo
Los párrafos anteriores presentan una visión segmentada y por ello artificial de la relación entre dominación y trabajo, porque estamos imponiendo un corte analítico que separa en compartimientos el ejercicio de un poder que se da, más bien, como un todo. Un sujeto trabaja llevando adelante un proceso de trabajo y forma parte de un colectivo. El trabajo realizado es resultado del trabajador individual y de la cooperación. Por ello, las relaciones de poder que se ejercen como comando, como socialidad y como gobierno son solidarias unas con otras. Su solidaridad deriva de la coincidencia de sus objetivos. Y estos objetivos son tanto que el trabajo social se realice en términos capitalistas, es decir, logrando la valorización y la acumulación, como que efectivamente la sociedad articule sus relaciones en torno al trabajo. La medida en que se alcanzan esos objetivos, por supuesto, depende también de la respuesta de los sujetos al intento de imposición. Y se trata de una imposición porque, a diferencia de lo que pueda parecer de sentido común, el trabajo no es natural ni ha sido siempre así, tal como lo conocemos. El tipo de trabajo que caracteriza a nuestras sociedades, el hecho de que los sujetos pongamos nuestras capacidades generales de trabajo a disposición de otras personas a cambio de un salario, y el que nos relacionemos unos con otros en función de nuestro trabajo y de los productos de nuestro trabajo es particular y específicamente capitalista. Tienen su origen en el surgimiento y difusión del capitalismo. Pero habitualmente no recordamos esto. Vamos a denominar “naturalización” al proceso que se opera sobre los modos de pensar, de ser y de actuar tanto de dominadores como de dominados, que contribuye a la pérdida (u olvido) de la conciencia de este origen, del carácter socio-histórico del trabajo. Trabajar para vivir es considerado algo natural, como también se considera natural trabajar para ganar dinero (y para ganar cada vez más), trabajar para otro, morirse de hambre si no se trabaja, no percibir salario por el trabajo doméstico realizado en el propio hogar, que los dueños (de las fábricas, los negocios, las empresas, etc.) ganen más que los trabajadores por el hecho de ser dueños, etc. Las modalidades del poder que ligan a los sujetos con el trabajo operan con este trasfondo de naturalización, trasfondo que puede sufrir modificaciones de forma, pero (aunque suene redundante) no de fondo. Las modificaciones son de forma porque el mantenimiento de ciertas relaciones de poder para que la sociedad siga trabajando y las formas en que ese poder (o ese dominio) se ejerce dependen de las condiciones generales de la valorización y de las relaciones entre los sujetos en el contexto social; y estas condiciones y relaciones varían a lo largo del tiempo (como se pone en evidencia una mirada a la historia del capitalismo). Pero lo que se mantiene constante es la centralidad del trabajo como articulador social. La naturalización, entonces, es necesaria para que sobre el fondo de las variaciones puedan mantenerse sentidos o significados compatibles con la preservación de las relaciones de poder capitalistas. La naturalización va a permitir la constitución de una parrilla de racionalidad o de inteligibilidad que construye sentidos o significados del trabajo funcionales al capitalismo en cada momento de su desarrollo.

Qué hay de natural hoy en el trabajo
¿Qué podríamos decir de la parrilla de racionalidad, del trasfondo de sentido sobre el que se inscriben hoy las modalidades del poder en relación con el trabajo? Para responder esta pregunta, vamos a partir de tres ejemplos simples, cotidianos. Nos interesa rescatarlos porque, justamente por poseer esas características, nos servirán para mostrar lo que se naturaliza (y pasa desapercibido) de la relación entre trabajo y dominación específicamente capitalista en la actualidad.
Ejemplo 1) Quiero ir a trabajar. Una publicidad en las páginas del suplemento Empleos del diario Clarín muestra la imagen de un reloj digital que marca una hora temprana de la mañana. La imagen está acompañada por la frase “Tengo que ir a trabajar”. Pero la parte del “Tengo que” aparece tachada y reemplazada por un “Quiero”. Ejemplo 2) El amor por la belleza paga mis cuentas. Este slogan acompaña una campaña publicitaria gráfica de la empresa Avon, en la que se convoca a las mujeres para ser revendedoras de los productos de la firma. Ejemplo 3) Controlá tus aportes y tu obra social en segundos. La frase es el centro de la campaña que la presidencia argentina y la AFIP[3] han diseñado para que cada trabajador por sí mismo (utilizando simplemente el número que lo identifica como tal) chequee si la empresa para la que trabaja ha realizado los pagos considerados “cargas sociales”.

¿Qué podemos ver en estos ejemplos? ¿Qué nos muestran como natural?[4] ¿Qué parrilla de racionalidad proponen para el trabajo? El primer ejemplo muestra la naturalización de la voluntad de trabajar. Una simple tachadura es la expresión del paso de la obligación a la voluntad, de la imposición al deseo. Las experiencias subjetivas que están atravesadas por la obligación no tienen el mismo cariz que las que están atravesadas por la voluntad o el deseo simplemente porque mientras unas implican generalmente la imposición de imperativos o de reglas externas a los sujetos mismos (esto es, resultan de una determinación externa), las segundas derivan del cumplimiento de reglas, si queremos decirlo así, que el individuo se pone a sí mismo simplemente porque quiere (es decir, internas). Asimismo, en este caso podemos ver cómo el paso de la obligación a la voluntad también resulta útil para borrar lo penoso: el desagrado de levantarse temprano por la mañana para ir a cumplir con la obligación de trabajar (sensación que todos los que trabajamos hemos experimentado más de una vez en nuestra vida) se diluye en el placer que puede proporcionar levantarse temprano para dedicar el día en hacer algo que se quiere. El trabajo, entonces, pasa de lo impuesto a lo deseado.

El segundo ejemplo, en consonancia con el anterior, muestra la naturalización de la identificación de los espacios de trabajo con los de no trabajo. Muestra que la posibilidad de pagar las cuentas propias (hecho que en una sociedad salarial se realiza a partir de la obtención de un salario) no se deriva necesariamente de la realización de una actividad abstracta y general que puede no tener ninguna vinculación con el sujeto que la ejerce sino que deriva de la puesta en juego de una actividad conectada con el sujeto, que le provoca una íntima satisfacción. Hasta hace no mucho tiempo atrás, lo natural era considerar una separación entre el tiempo-espacio de trabajo (en el que se ejercía una actividad obligatoria y no siempre muy gratificante) y el tiempo-espacio del ocio (de la o las actividades vinculadas con el gusto, el placer o los afectos). El amor por la belleza, que podría ponerse en juego en el hecho de concurrir a un taller de arte, sentarse a escuchar música, visitar un museo o, simplemente y más en consonancia con el objeto de la publicidad, en dedicarse al cuidado del propio cuerpo, puede convertirse ahora en la razón que justifica la voluntad de trabajar. El trabajo, entonces, pasa de lo displicente a lo placentero.

El tercer ejemplo, por su parte, naturaliza el hecho de que los trabajadores mismos debemos devenir contralores del cumplimiento de ciertas obligaciones laborales. En este caso, la de los aportes patronales. Esto es, se pretende la naturalización de la idea de que los trabajadores mismos debemos velar por el mantenimiento de la clase trabajadora, de que los trabajadores activos debemos devenir contralores de que nuestro dinero se destine al mantenimiento de los trabajadores inactivos (porque eso es lo que, de hecho hacemos con nuestros aportes). Simplemente enviando por celular un mensaje de texto que nosotros mismo pagamos, cada uno puede hacer lo que se supone que años atrás hacía, por ejemplo, el estado. Y más aún, cada uno de nosotros lo hacemos de manera individual y a título individual: ya no se trata de ejercer en forma colectiva un control sobre la acción de la patronal para reivindicar un derecho, como puede hacer un sindicato o una asamblea a de trabajadores, sino de velar por el interés individual de manera individual. Es cada uno como individuo el que debe ejercer de manera personal el control. El cumplimiento de ciertas condiciones de trabajo, entonces, pasa de una ser una responsabilidad pública a ser una responsabilidad privada.

Estos ejemplos muestran modos de ver la realidad del trabajo, significados que circulan y a partir de los cuales la comprendemos. Los significados tienen un papel constitutivo en la forma en la que pensamos la realidad y, por lo tanto, en la forma en la que llevamos adelante nuestras prácticas; constituyen la parrilla de racionalidad que naturaliza modos de ver, de ser y de actuar. Parte de la eficacia de las relaciones de dominación o poder descansa en la difusión de dicha parrilla.

Ahora, si también pensamos estos ejemplos en línea con las ideas que veníamos desarrollando desde el comienzo de este trabajo, podríamos decir que evidencian la modalidad de socialidad y la de gobierno del poder desde el punto de vista de los que pretenden definir la parrilla de racionalidad que otorga sentido a la relación capital-trabajo. Muestran cómo en la actualidad del poder opera buscando desarticular en la experiencia del sujeto individual la separación entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio para hacer de todo el tiempo, tiempo de trabajo; opera buscando articular los deseos, los gustos y las preferencias individuales con las actividades productoras de valor; opera buscando desarticular instancias de acción colectiva para establecer una relación laboral sobre base puramente individuales. En definitiva, los ejemplos muestran el ejercicio del poder en el trabajo se ejerce cada vez más buscando estrechar el círculo que encierra al individuo dentro del trabajo.

Pero si la modalidad de socialidad y la de gobierno son solidarias con la de comando, ¿qué pasa esta última? ¿Cómo se desenvuelven sus mutuas relaciones en la actualidad? Desde el último tercio del siglo pasado se registra una tendencia a la intelectualización de los procesos de trabajo, que se generaliza cada vez más. Esto significa que el ejercicio eficiente de la actividad, el trabajo que crea valor, está cada vez menos ligado al ejercicio físico de una actividad (pensemos en el trabajado fordista en la línea de montaje) y cada vez más ligado a un ejercicio intelectual del trabajo (pensemos ahora en el trabajo en una fábrica robotizada en la que el trabajador regula y controla el programa informático que pone en funcionamiento la producción). Esta intelectualización implica sustanciales modificaciones en los procesos de trabajo. Y, en cierta medida, cuanto más intelectualizado está el proceso más difícil es para el capital controlar de manera directa lo que hace el trabajador porque el trabajo es más difícil de observar, conocer y de predecir. Muchos de los procesos de trabajo actuales demandan la puesta en juego de capacidades vinculadas con procesos cognitivos (como la abstracción, la aprehensión de conceptos y procesos, el procesamiento eficiente y no ambiguo de la información, expresión lingüística adecuada) y también afectivos (el saber participar, compartir, aceptar el disenso, etc.), que no son fácilmente expropiables y transferibles a una máquina; y el hecho que estas capacidades deban ponerse en juego siguiendo los parámetros de productividad, implica un enorme desafío para el capital. El capital busca hacer frente a esta situación que pone en riesgo su dominio tratando de desarticular todas las instancias que implican que el trabajo sea visto como algo ajeno al individuo, que contribuyen a que consideremos al trabajo como algo extraño. Por eso, busca que lo que no puede expropiar sea puesto en juego de manera voluntaria: que el trabajador acepte voluntariamente el cumplimiento del trabajo y voluntariamente utilice de manera productiva sus capacidades comunicacionales y relacionales, su creatividad y su compromiso con la actividad. Y trata, también, de que ese ejercicio se gestione de la manera más aislada posible, desarticulando instancias de acción colectivas, por la potencialidad de disrupción que ellas conllevan.

La necesidad de que las relaciones de poder que ligan al sujeto con el trabajo se inclinen a su favor hace que el capital busque conectar de manera cada vez más estrecha al trabajador con el trabajo favoreciendo una parrilla de racionalidad que identifique trabajo, vida y placer. Cada vez que esta identificación se efectiviza se pone en evidencia la eficacia del dominio y se muestra que las relaciones sociales se desenvuelven de manera favorable al capital. Cada vez que impugnamos esta identificación, mostramos no solo la posibilidad de entablar otros significados, otras prácticas y otras relaciones que aquellas dichas como naturales, sino también que la acción no es privilegio de unos pocos. Mostramos, en definitiva, los intersticios posibles de lucha contra la dominación.

NOTAS
[1]. Y nos permite también ver cómo ese carácter activo, a veces, puede resultar útil, y no contrario, a las relaciones mismas de dominación. Tomemos por caso los reclamos por trabajo o salario dignos. Este tipo de demandas implica reclamar por el mantenimiento de la relación laboral y salarial, esto es, por el mantenimiento de la relación de dominación capitalista.
[2]. Podemos pensar esto a partir del ejemplo del matrimonio. El compromiso que comienza con la acción voluntaria de dos individuos de encarar una vida en común se vuelve una determinación impersonal y objetiva sobre esos individuos cuando, como institución, les impone un conjunto de obligaciones que ya no derivan de ese acuerdo voluntario.
[3]. Administración Federal de Ingresos Públicos de la República Argentina.

[4]. Los comentarios que se incluyen a continuación no pretenden dar cuenta de un análisis exhaustivo de los ejemplos dado que eso excedería el objetivo y la extensión esperados de esta intervención.