25 de noviembre de 2016

CUBA: LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL MODELO Y EL FUTURO DEL SOCIALISMO

Luismi Uharte. alainet.net

Si en el año 2011 los “Lineamientos de la Política Económica y Social del Partido y la Revolución” marcaron el debate en Cuba y fijaron la hoja de ruta para el cambio económico, 5 años después en el marco del VII Congreso del PCC, la “Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista” es el principal documento de análisis colectivo. Un texto de importancia vital ya que se ponen sobre el tapete aspectos estructurales del sistema cubano, es decir, del socialismo autóctono, y se plantea una reflexión político-filosófica que no se daba probablemente desde los años setenta, cuando se aprobó la Constitución del país.

El otro documento que acompaña a la “conceptualización” es el “Plan Nacional de desarrollo hasta 2030”, que de facto no es todavía un Plan sino más bien sus principios y sus ejes estratégicos. Estos dos textos están siendo debatidos por decenas de miles de personas en centros de estudio y de trabajo y serán enriquecidos con los principales aportes que se vayan realizando a lo largo de una reflexión colectiva que se prolongará, probablemente, hasta fin de año.

El debate en torno a la “conceptualización del modelo” sin duda resulta el más apasionante y obviamente también el más polémico, ya que está permitiendo discutir acerca de los grandes temas que históricamente marcaron la disputa entre los dos grandes sistemas de la modernidad: el socialismo y el capitalismo. La “conceptualización” está estructurada en cuatro capítulos principales que abordan temáticas estructurales como los principios del modelo, la propiedad de los medios de producción, la dirección planificada de la economía y la política social.

Más allá de esta división formal, a lo largo del texto destacan dos grandes debates: uno en torno a la propiedad y el otro acerca de la relación entre Estado y Mercado. De estos dos principales debates se derivan otros de gran relevancia como los modelo de gestión, el papel y potencialidades del cooperativismo, la redefinición de la política social para que sea sostenible… En síntesis, sitúa a las y los cubanos en la tesitura de conceptualizar el nuevo proyecto socialista para el siglo XXI.

La propiedad. En el primer capítulo de la “conceptualización” se fijan los “principios de nuestro socialismo que sustentan el Modelo” y se afirma con rotundidad que “la propiedad socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción” es la forma principal de la economía. Se agrega que este tipo de propiedad garantiza la “condición de propietario común” a toda la sociedad cubana. En el capítulo 2 dedicado a la propiedad sobre los medios de producción, se concibe a la propiedad estatal como “la propiedad socialista de todo el pueblo”.

Se establece, por tanto, una divisoria clara entre propiedad “estatal” y propiedad “no estatal”, considerando que el mayor grado de socialización se logra a través de la primera. El citado capítulo 2 indica que la “forma estatal constituye la columna vertebral de todo el sistema de propiedad de la sociedad socialista”. La novedad, según José Luis Rodríguez, ex ministro de Economía y uno de los intelectuales más respetados, es que en esta nueva etapa del socialismo se reconoce el papel funcional que puede jugar la propiedad no estatal.

Una propiedad que, de todas formas, “está sujeta a temporalidad”. Esto significa que en un futuro podría revertir de nuevo a estatal, como ocurrió, recuerda Rodríguez, con la compañía de teléfonos ETECSA, que en 1995 era mixta y en 2008 fue recomprada por el Estado.

A pesar de la prioridad que se otorga a la propiedad estatal, la expansión de la propiedad no estatal es un hecho, como lo evidencian los datos del empleo, ya que si en 1989 solo el 6% de las y los trabajadores trabajaban en empresas no estatales, en el 2016 ya suponen casi el 30% de la fuerza laboral. Sin embargo, el peso de la economía no estatal en el PIB es apenas de un 12%, ya que su presencia se restringe a pequeñas empresas y a sectores no estratégicos. Los sectores estratégicos, las grandes industrias como la electricidad, las telecomunicaciones, la minería, etc., seguirán indiscutiblemente bajo control del Estado, asevera Rodríguez.

El documento de la “conceptualización” reconoce que la propiedad privada “cumple una función social”, tanto la nacional como la extranjera, ya que coadyuva en la mejora del “bienestar”, “tributa al desarrollo local” y contribuye a la “eficiencia” económica. Pero a su vez, deja claro que solo se permitirán pequeños emprendimientos y que se limitará la concentración de la propiedad y la riqueza privada.

En la práctica, es reseñable el modelo de financiación de los nuevos negocios privados, ya que según académicos norteamericanos el 50% de las remesas provenientes de EE.UU. se transforma en capital para crear o impulsar empresas privadas. Las lecturas, dentro de la propia intelectualidad económica cubana en relación a los proyectos privados son diversas. Rodríguez destaca que en la actualidad estas empresas están sub-declarando y por tanto pagando menos de lo que les corresponde, lo cual es innegable. Everleny Pérez, por su parte, considera que es necesario permitir más actividades profesionales privadas (bufetes, arquitectos, consultorías económicas…) y agrega que si se frena la iniciativa la gente seguirá yéndose del país, lo cual es una evidencia empírica.

En este nuevo contexto que se está creando en torno a los nuevos negocios privados, se cruzan variables contradictorias que muestran con claridad los aspectos positivos y negativos que están experimentando en primera persona los y las trabajadoras contratadas. Por una parte, los sentimientos de “explotación” emergen en las narrativas de esta franja incipiente de la clase trabajadora cubana; pero por otra parte, manifiestan que sus ingresos son muy superiores a los de cualquier empleo público. El testimonio de algunas empleadas de cafeterías o restaurantes privados es paradigmático en este sentido.

Las cooperativas. Otro de los grandes debates que se están dando en relación a la “conceptualización del modelo” y que son trascendentales para el Socialismo en el siglo XXI, es el de la autogestión y su materialización en Cuba a través del cooperativismo. El primer aspecto crítico a destacar es la desconfianza que sigue generando en capas importantes del Partido, de la dirección política y sobre todo de la burocracia intermedia. La cooperativa la siguen considerando una forma inferior de socialización de la propiedad en comparación con la propiedad estatal, lo cual evidencia la hegemonía del imaginario del socialismo real del siglo XX.

En parte, existe un temor comprensible respecto al riesgo del cooperativismo, ya que fue la forma encubierta de los negocios privados en la transición al capitalismo en la URSS, como advierten algunos analistas cubanos. Sin embargo, para los sectores favorables a la autogestión en Cuba la apuesta por el cooperativismo permitiría una mayor socialización de los medios de producción porque posibilitaría que los y las productoras pudieran, sin intermediación de ningún funcionario, gestionar directamente la empresa.

El cooperativismo ha tenido presencia en Cuba desde 1959 pero sólo en el sector agrario. No será hasta el 2011, con la apuesta por el nuevo modelo, cuando se impulse el cooperativismo en industrias y servicios (prioritariamente en este último). Actualmente hay casi 500 cooperativas en proceso de prueba y evaluación, la gran mayoría en el sector de gastronomía, comercio agropecuario y construcción. Hay previsión de que en los próximos años más de 12.000 pequeñas empresas estatales de servicios (la mayoría gastronómicos) se conviertan en cooperativas. Para los grupos pro-autogestión el proceso de cooperativización se está dilatando excesivamente y teniendo incluso más trabas que los negocios privados, lo cual podría interpretarse como una contradicción del proceso de cambio.

La gestión. Más allá del debate acerca de la propiedad existe otro trascendental y complementario: el modelo de gestión. A veces las disputas se circunscriben a la forma “propiedad”, cuando la forma “gestión” puede resultar más importante en algunos casos. De hecho, el criterio de eficiencia está siendo determinante a la hora de modificar el modelo de gestión en algunas empresas, aunque la propiedad siga siendo estatal.
El primer caso relevante es el del cooperativismo, ya que el 70% de las cooperativas en experimentación, son antiguas empresas públicas que ahora pasan a ser gestionadas por sus trabajadores/as, aunque parte de la propiedad puede seguir siendo estatal: los vehículos en el caso de las cooperativas de transporte público, los almacenes en el de las cooperativas textiles…

El otro caso paradigmático es el de la gestión privada extranjera en empresas de titularidad pública. El sector hotelero es quizás el más conocido, ya que desde los años 90 se conoce este modelo de propiedad pública o mixta y gestión privada, en el que los rendimientos económicos han sido positivos. La exportación de ron es otro referente y más recientemente la apuesta ha sido abrir a otros sectores, como el de los aeropuertos. La firma con una empresa francesa de un contrato de gestión del aeropuerto de La Habana y la intención de generalizarlo al resto de aeropuertos del país, es el ejemplo más destacado.

El Mercado. En el tercer capítulo de la “conceptualización”, el dedicado a “La dirección planificada de la economía”, se afirma categóricamente que “las leyes del Mercado no ejercen el papel rector”, siendo el Estado el gestor y regulador principal. Sin embargo, se perciben dos cambios importantes. Por un lado, el impulso a la descentralización, lo que implica dar mayor capacidad de decisión a las provincias y municipios y conceder mayor autonomía a los órganos de dirección de las empresas públicas.

Por otro lado, el “reconocimiento del Mercado”, esa institución que el socialismo real quiso suprimir por decreto pero que nunca desapareció. Como agudamente plantea el ex ministro Rodríguez, el mercado siempre existió aunque se trató de manera idealista de suprimirlo. Como la ley lo prohibió entonces se manifestó a través de la economía informal, del mercado negro. La lectura cubana actual plantea la existencia de un mercado regulado, no de un mercado libre, y por tanto la construcción de una economía “con mercado” y no una economía “de mercado”, que sí es la propia de los países capitalistas.

Rodríguez pone un ejemplo muy gráfico para entender la nueva relación que hay que establecer con el mercado. Afirma que los precios de muchos productos no se pueden regular administrativamente sino a través de un flujo suficiente de oferta, porque si no “la tendencia que se impone es a que se venda en la economía sumergida a un precio superior”.

Política social. La “conceptualización” culmina con el capítulo referido a la “política social”, donde se proclama la gratuidad de los derechos sociales básicos. La novedad la encontramos en la apelación a las “posibilidades objetivas de la economía”, reconociendo las limitaciones presupuestarias que puedan existir. Además, se indica que “se cobrarán” los servicios “complementarios y de carácter no fundamental”, advirtiendo que la gratuidad absoluta y generalizada ya no será viable.

El debate estrella sobre política social de los últimos tiempos es acerca del futuro de la histórica cartilla de abastecimiento, ya que a día de hoy sigue siendo totalmente universal. Cada vez parece más claro que tarde o temprano se asignará de forma focalizada a los sectores más vulnerables, y por tanto será un instrumento de combate a la desigualdad, un problema creciente desde la década del noventa.

El futuro del socialismo en Cuba nadie lo puede decretar. Lo único que está claro es que el modelo tradicional deudor de las experiencias del siglo XX se agotó y que será sustituido por otro modelo que necesariamente debe ser autosustentable. La pluralidad de propiedades, modelos de gestión e instituciones económicas será la clave sobre la que descanse el nuevo ensayo de socialismo para el siglo XXI.


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Vivimos tiempos en los que el cinismo y la manipulación de los hechos son la moneda corriente. El último párrafo del autor del texto que acabo de publicar es una muestra de ese cinismo de él mismo y de la dirigencia actual del PCC. Lo llamativo es que, casi siempre, esos comportamientos se producen desde una posición, llamémosle, “realista”, que es la que se adopta cada vez que en política se realiza un giro hacia la derecha, el capitalismo y el sacrosanto “mercado”.

Algunos de quienes seguimos en su día el proceso que llevó hasta la perestroika sabemos que con Raúl Castro, Cuba ha encontrado su Andropov cubano, precursor, muy poco antes de Chernenko, del liquidador Gorbachov. De momento, el Andropov cubano ha encontrado su propio equipo de “economistas reformadores” (liberales, para entendernos), tan parecidos a aquellos que dieron lugar en su día a los llamados “papeles de Novosibirks”, los Agambeguian y las Zaslavskia, entre otros. En el PC cubano son los economistas que están detrás del documento “Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista”. Entonces se habló, exactamente como ahora, de rectificar errores, de mejorar la economía socialista y de mentiras similares. La diferencia es que ahora se va hacia el capitalismo no por la vía rusa sino por la china: dictadura capitalista con hoz y martillo y un partido que, durante un tiempo, seguirá hablando de socialismo mientras lo va enterrando en el engendro llamado “socialismo de mercado” con una voladura controlada, con el fin de evitar las tensiones sociales y el riesgo del descarrilamiento que se produjo en la extinta Unión Soviética.

Que Cuba ha atravesado desde los primeros años de la revolución serios problemas en su economía no es un nuevo descubrimiento. El bloqueo fue uno de sus principales motivos. Otros habrá que achacárselos, seguramente, a errores en la organización de la economía socialista. Pero, a pesar de todo, Cuba superó el muy difícil “período especial” tras la desaparición de la URSS, con mucho, su principal socio económico. Y es cierto que, durante ese período se combinaron formas de supervivencia económica “imaginativa” con lo que fueron algunos ensayos de reintroducción de formas económicas privadas (pequeñas actividades económicas de autónomos sin empleados).

Pero aquél tiempo ya pasó y la privatización va entrando ahora con fuerza, desde la hostelería privada hasta otros sectores económicos que en este artículo se han mencionado. Ello está haciendo aparecer nuevas clases medias que crean contradicciones dentro de la lucha de clases que se da en un sistema socialista.

Cuando las entradas de partidas económicas de capital extranjero se vayan generalizando en eso que ya no se recatan en llamar formas económicas mixtas, y que luego llamarán economía mixta, veremos aparecer, al principio tímidamente, un gran empresariado cubano que, como sucede en China, ha ido naciendo al calor de la dirección y de esa palabra de las escuelas de negocios capitalistas que ahora tanto les gusta a los economistas cubanos, “gestión”, de los cuadros del Partido. No tardaremos en ver a millonarios cubanos con el carné del PCC, justo como pasa ahora en China.

Cuando uno escucha el antimarxismo que suelta por su boca el “economista” Juan Triana Cordoví, de una institución oficial del Estado cubano como es el Centro de Estudios de la Economía Cubana, comprende que este es uno de esos kamikazes que los “refomadores” lanzan por delante para que les hagan el trabajo sucio de hooligans del capitalismo. Aunque su estrella se ha apagado un tanto dentro de la nomenklatura reformista cubana, no duden de que si continúa no saliéndose del todo del discurso oficial, pronto será premiado, como pasó antes en otros lugares con los que involucionaron sus sociedades al capitalismo.

Los elementos emocionales en torno a la revolución cubana cuentan...y mucho. Decir lo que estoy diciendo ahora en estas líneas puede ser anatema de excomunión para muchos entusiastas que no viven en Cuba y que “miran” con ojos convenientemente cerrados lo que está pasando allí, no sea que la realidad trastoque su pensamiento sobre la cuestión.

Mientras muchos comunistas siguen anclados en la épica de Sierra Maestra y Playa Girón, en las loas a Fidel y en el “Comandante Che Guevara”, de Carlos Puebla, lo cierto es que los nuevos nomenklaturistas siguen el camino de los enterradores del socialismo que en tantos lugares les han precedido.

Soy consciente de que es terrible el sentimiento de orfandad, a poco más de un mes del año del centenario de la revolución de octubre, pero el comunista que se niegue a ser librepensador y crítico con la realidad no es comunista. Solo un beato.

Y sí, hay que volver a empezar y ello significa volver a Marx, releer a Lenin, ser consecuentes en la praxis con sus enseñanzas, y apartarse de todos los tergiversadores que vinieron tras ellos.  

23 de noviembre de 2016

ENTREVISTA A KARL MARX EN EL PERIÓDICO “THE WORLD” (18 DE JULIO DE 1871)

Diario Octubre

Karl Marx, de origen alemán, filósofo, político, editor y padre de la Internacional, recibe en su hogar londinense a R. Landor, corresponsal del diario neoyorkino “The World”. Una charla imprescindible para descifrar la historia de aquel momento y de las décadas siguientes.

Me han pedido ustedes que averigüe algo acerca de la Asociación Internacional [de Trabajadores], y eso es lo que he intentado hacer. En este momento, la empresa resulta difícil, pero los ingleses están atemorizados y huelen a Internacional por todas partes, del mismo modo que el rey James olía pólvora tras la famosa conjura. La conciencia de la asociación ha crecido naturalmente junto con las sospechas de la opinión pública; y si quienes la lideran tienen algún secreto que guardar, son el tipo de hombres que saben guardarlo bien. Me he puesto en contacto con dos de sus miembros más destacados, he hablado libremente con uno de ellos y aquí les ofrezco lo sustancial de nuestra conversación. En un aspecto, he satisfecho mis dudas: se trata de una auténtica asociación de trabajadores, aunque esos trabajadores estén dirigidos por teóricos sociales y políticos sociales pertenecientes a otra clase. Un hombre con el que me reuní, uno de los líderes del Consejo, estuvo sentado en su banco de trabajo durante toda nuestra entrevista, e interrumpía de cuando en cuando su conversación conmigo para recibir quejas –formuladas en un tono no precisamente amable- de cualquiera de los muchos maestrillos para los que trabajaba, que rondaban por allí. Había visto a ese mismo hombre pronunciar en público elocuentes discursos, inspirados, pasaje a pasaje, por la energía del odio hacia aquellas clases que se llaman a sí mismas dirigentes. Comprendí sus soflamas tras echar un vistazo a la vida cotidiana del orador. No podía por menos que tener la sensación de que disponía de cerebro más que suficiente para organizar un gobierno funcional y, aun así, se veía obligado a dedicar su vida al repugnante desempeño de una tarea meramente mecánica. Era un hombre orgulloso y sensible, pero cada tres por cuatro se veía obligado a responder con una respetuosa inclinación a un gruñido y con una sonrisa a una orden que reflejaba aproximadamente el mismo nivel de cortesía que el que muestra un cazador hacia su perro. Ese hombre me permitió entrever una faceta de la naturaleza de la Internacional, la del enfrentamiento entre trabajo y capital, entre el obrero que produce y el intermediario que disfruta. Allí estaba la mano que se abatiría implacable cuando llegara el momento y, por lo que se refiere al cerebro planificador, creo que tuvo ocasión de conocerlo en mi entrevista con el doctor Carlos Marx.

Carlos Marx es un doctor en filosofía, alemán, dotado de esa extensa erudición germánica producto tanto de los libros como de la observación del mundo. Debo señalar que nunca ha sido un trabajador en el sentido habitual del término. Su entorno y apariencia son los de un hombre de clase media al uso. El salón en el que fue recibido la noche de la entrevista habría podido ser el agradable refugio de un próspero corredor de Bolsa que hubiese demostrado ya su competencia y estuviera ahora enfrascado en la tarea de amasar su fortuna. Era la confortabilidad personificada, el apartamento de un hombre de buen gusto y situación desahogada, pero sin nada que reflejara particularmente la personalidad de su propietario. Con todo, un hermoso álbum de vistas al Rhin que había sobre la mesa daba una pista sobre su nacionalidad. Escudriñé cautelosamente el interior de un jarrón que había en una mesita auxiliar en busca de una bomba. Agucé el olfato por si percibía algún olor a petróleo, pero sólo olía a rosas. Retrocedí casi a hurtadillas hasta mi asiento y me senté, taciturno, a esperar lo peor.

Ha entrado, me ha saludado cordialmente y estamos sentados frente a frente. Sí, estoy tête-à-tête con la encarnación de la revolución, con el auténtico fundador y guía espiritual de la Asociación Internacional, con el autor de un discurso que le dice al capital que si le declara la guerra a los trabajadores no puede por menos que esperar que la casa arda hasta los cimientos. En pocas palabras, me encuentro frente a frente con el apologeta de la Comuna de París. ¿Recuerdan el busto de Sócrates, aquel hombre que prefirió morir antes que creer en los dioses de su tiempo, aquel hombre de frente despejada y hermoso perfil mezquinamente rematado por una especie de gancho hendido que hacía las veces de nariz? Imaginen ese busto, pónganle una barba oscura salpicada aquí y allá por pinceladas de gris. Seguidamente, unan esa cabeza a un tronco corpulento propio de un hombre de estatura media, y tendrán ante ustedes al doctor Marx. Si cubren con un velo la parte superior de su rostro podrían estar en presencia de un miembro nato de la junta parroquial protestante. Si dejan al descubierto su rasgo más esencial, su inmenso ceño, sabrán de inmediato que se encuentran frente a la más formidable conjunción de fuerzas: un soñador que piensa, un pensador que sueña.

Otro caballero acompañaba al doctor Marx, y casi me atrevería a decir que también era alemán, aunque dado su dominio de nuestro idioma no podría asegurarlo. ¿Habría acudido como testigo del bando del doctor? Así lo creo. El Consejo podría solicitar al doctor que le informase sobre el contenido de la entrevista, ya que, por encima de todo, la Revolución sospecha de sus propios agentes. Así pues, el otro hombre estaba allí para corroborar a posteriori la exactitud de su testimonio.

Fui directamente al asunto que me interesaba. El mundo, dije, parecía estar a oscuras respecto a la Internacional, odiarla a muerte; pero al mismo tiempo se mostraba incapaz de explicar qué era exactamente lo que odiaba. Había gente que afirmaba haber atisbado más allá que los demás en la oscuridad y aseguraba haber descubierto una especie de figura de Jano con una honrada y sincera sonrisa de obrero en una de sus caras y en la otra la agresiva mueca de un conspirador homicida.

¿Podría arrojar alguna luz sobre el misterio en el que se desenvolvía la teoría?

El profesor rió, se diría que con cierto regocijo, ante la idea de que le tuviéramos tanto miedo.

Marx: No hay ningún misterio que aclarar, estimado señor –comenzó, con una versión muy pulida del dialecto de Hans Breitmann-, excepto quizá el misterio de la estupidez humana en aquellos que perpetuamente pasan por alto el hecho de que nuestra asociación es pública y que edita informes exhaustivos de sus sesiones para todo aquel que desee leerlos. Puede comprar nuestros estatutos al precio de un penique, y si invierte un chelín en panfletos sabrá casi tanto acerca de nosotros como nosotros mismos.

Landor: Casi… Sí, quizá sí; ¿pero no será acaso lo poco que no llegue a conocer lo que constituya el misterio más importante? Para ser muy franco con usted, y para poner el asunto tal como lo ve un observador ajeno a él, este general clamor de desprecio contra ustedes debe significar algo más que la ignorante mala voluntad de la multitud. Y todavía es pertinente preguntar, incluso después de lo que usted me ha dicho, ¿qué es la Sociedad Internacional?

Marx: Sólo tiene que fijarse en quiénes la componen: trabajadores.

Landor: Sí, pero el soldado tiene que ser exponente del sistema político que lo pone en movimiento. Conozco a algunos de sus miembros, y creo que no son de la misma pasta de que se hacen los conspiradores. Además un secreto compartido por un millón de hombres no sería de ninguna manera un secreto. Pero ¿qué pasaría si éstos fuesen únicamente instrumentos en manos de, y espero que me perdone usted por lo que sigue, un cónclave audaz y no muy escrupuloso?

Marx: No hay pruebas que avalen tal idea.

Landor: ¿La pasada insurrección en París?

Marx: En primer lugar, exijo pruebas de que existiera una confabulación, de que ocurriese algo que no fuese el legítimo resultado de las circunstancias del momento. O, incluso aceptando el supuesto de que existiera tal complot, exijo pruebas de que en él participara la Asociación Internacional.

Landor: La presencia en la Comuna de numerosos miembros de la asociación.

Marx: En ese caso, fue también una conspiración de los francmasones, ya que participaron en ella en idéntica proporción. De hecho, no me sorprendería en absoluto que el Papa les atribuyese toda la responsabilidad por la insurrección. Pruebe usted con otra explicación. La insurrección fue obra de los trabajadores de París. Los más capaces entre ellos debieron ser necesariamente sus líderes y dirigentes, y se da la circunstancia de que los trabajadores más capaces son miembros de la Internacional. Aun así, la asociación como tal no es forma alguna responsable de su acción.

Landor: No obstante, al mundo le parece de otra manera. La gente habla de instrucciones secretas desde Londres, e incluso de aportaciones de dinero. ¿Puede afirmarse que el carácter supuestamente abierto de los procedimientos de la Asociación impide todo secreto en las comunicaciones?

Marx: ¿Ha existido alguna vez una asociación que realizara su trabajo sin la mediación de agencias tanto públicas como privadas? Hablar de instrucciones secretas provenientes de Londres, como si se tratara de decretos sobre la fe y la moral procedentes de algún centro de dominación e intriga papales, es una concepción enteramente errónea sobre la naturaleza de la Internacional. Eso implicaría un mecanismo centralizado de gobierno en el seno e la misma, mientras que su verdadera forma es, deliberadamente, la que mayor juego otorga a la energía y la independencia locales. De hecho, la Internacional no es propiamente un gobierno para la clase obrera en absoluto. Es un vínculo de unión más que un mecanismo de control.

Landor: ¿Y de unión para qué fin?

Marx: La emancipación económica de la clase obrera por medio de la conquista del poder político. La utilización de ese poder político para alcanzar fines sociales. Así pues, es necesario que nuestros objetivos sean amplios para dar cabida a todas las formas de actividad de la clase obrera. El haberles atribuido algún carácter especial habría sido equivalente a adaptarlos a las necesidades de una sección, a una nación compuesta exclusivamente por trabajadores. Pero ¿cómo iba a ser posible pedirle a todos los hombres que se unieran en beneficio de unos pocos? Para hacer algo así, la asociación habría tenido que renunciar al nombre de Internacional. La asociación no dicta la forma de los movimientos políticos; sólo requiere un compromiso en lo que se refiere a sus fines. Es una red de sociedades afiliadas que se extiende por todo el mundo del trabajo. En cada parte se pone de relieve algún aspecto especial del problema, y los trabajadores implicados lo estudian a su modo y manera. Las interacciones entre los trabajadores no pueden ser absolutamente idénticas hasta el último detalle en Newcastle y en Barcelona, en Londres y en Berlín. En Inglaterra, por poner un ejemplo, está abierto a la clase obrera el camino para poner de manifiesto su poder político. Una insurrección sería una locura allá donde la agitación pacífica pueda lograr los mismos objetivos más rápida y seguramente. En Francia, cientos de leyes represivas y el antagonismo entre las clases parece hacer necesaria la solución violenta de una guerra social. Optar o no por dicha solución es competencia de las clases trabajadores de ese país. La Internacional no tiene la presunción de emitir dictámenes al respecto; prácticamente no da ni consejos, aunque sí ofrece a cada movimiento su simpatía y apoyo dentro de los límites que dictan sus propias leyes.

Landor: ¿Y cuál es la naturaleza de esa ayuda?

Marx: Por poner un ejemplo, una de las formas más comunes del movimiento de emancipación son las huelgas. Antaño, cuando se producía una huelga en un país, ésta era derrotada por la importación de trabajadores de otro país. La Internacional casi ha puesto fin a eso. Recibe información sobre la huelga propuesta y distribuye esa información entre todos sus miembros, que ven inmediatamente que para ellos el territorio de la lucha debe ser terreno prohibido. Así, se deja que los amos se enfrenten solos a las demandas de sus hombres. En la mayoría de los casos, los trabajadores no requieren más ayuda que ésa. Sus propias cuotas, o las de las sociedades, a las que están más directamente afiliados, les abastecen de fondos, pero, caso de que la presión a la que se ven sometidos llegue a ser excesiva, y si la huelga goza de la aprobación de la asociación, se cubren sus necesidades con la bolsa común. Merced a esto, la huelga de los cigarreros de Barcelona concluyó victoriosamente el otro día. Sin embargo, la sociedad no tiene interés en las huelgas, aunque las apoya en determinadas condiciones. Es imposible que saque nada en claro de ellas desde el punto de vista pecuniario, y es muy probable que salga perdiendo. Resumamos todo esto en pocas palabras. Las clases trabajadoras siguen sumidas en la pobreza mientras a su alrededor crece la riqueza; son miserables entre tanto lujo. Su depravación material reduce su estatura, tanto física como moral. No pueden confiar en otros para encontrar el remedio. Así pues, en su caso, hacerse cargo de su propio destino se ha convertido en una necesidad imperativa. Deben revisar las relaciones entre ellos y los capitalistas y propietarios, y eso significa que deben transformar la sociedad. Éste es, en general, el fin de todas las organizaciones de trabajadores conocidas. Las ligas de campesinos y obreros, las sociedades comerciales y de amistad, las tiendas y centros de producción en régimen de cooperativa no son más que medios encaminados a ese fin. Implantar una perfecta solidaridad entre estas organizaciones es el objetivo de la Asociación Internacional. Su influencia empieza a percibirse en todas partes. En España hay dos periódicos que difunden su ideario, en Alemania tres, el mismo número en Austria y Holanda, seis en Bélgica y seis en Suiza. Y ahora que le he explicado qué es la Internacional, probablemente esté ya en situación de formarse su propia opinión acerca de supuestas confabulaciones.

Landor: No acabo de comprenderle.

Marx: ¿Acaso no ve que la vieja sociedad, en su búsqueda de las fuerzas necesarias para hacerle frente con sus propias armas, se ve obligada a recurrir al fraude de imputarle todo tipo de conspiraciones?

Landor: Pero la policía francesa declaró que están en condiciones de probar su complicidad en el último caso, para no hablar de los intentos anteriores.

Marx: No comentaremos nada sobre esos acontecimientos, si no le importa, porque son la mejor prueba de la gravedad de todos los cargos de conspiración que se han dirigido contra la Internacional. Recordará usted la penúltima confabulación. Había anunciado un plebiscito y se sabía que muchos de los electores empezaban a mostrarse indecisos. Ya no creían tan intensamente en el valor del gobierno imperial, dado que empezaban a dudar de la realidad de los peligros sociales de los que supuestamente éste les había salvado. Hacía falta dar con otro fantasma terrorífico, y la policía se ocupó de encontrarlo. Lógicamente, dado que para ello todos los trabajadores son igualmente detestables, le debían a la Internacional una mala pasada. Se les ocurrió una feliz idea: ¿y si convertían a la Asociación Internacional en su anhelado fantasma, logrando así el doble objetivo de desacreditarla y ganar el favor de la sociedad hacia la causa imperial? De ahí surgió el ridículo complot contra la vida del emperador, como si tuviéramos algún interés en matar a ese pobre anciano. Detuvieron a los principales miembros de la Internacional, se inventaron pruebas, prepararon el caso para llevarlo a juicio y, en el ínterin, celebraron su plebiscito. Pero aquella comedia no era más que una farsa grosera. La Europa inteligente, que fue testigo del espectáculo, no cayó en el engaño ni un solo instante y sólo los electores del campesinado francés se creyeron la farsa. La prensa inglesa, que informó sobre el inicio de ese miserable caso, ha olvidado dar cuenta de su final. Los jueces franceses, que dieron por buena la existencia de la conspiración por cortesía entre funcionarios, se vieron obligados a concluir que no había nada que demostrara la complicidad de la Internacional. Créame, la segunda conspiración es igual a la primera. El funcionariado francés ha vuelto a poner manos a la obra: se le pide que explique el mayor movimiento civil jamás visto sobre el planeta. Hay cientos de signos de nuestra época que deberían indicar cuál es la explicación correcta: la inteligencia creciente entre los trabajadores; el incremento del lujo y la incompetencia entre sus gobernantes; el proceso histórico enmarca, que concluirá con la transferencia final del poder de una clase al pueblo; la aparente adecuación del momento, el lugar y las circunstancias con vistas al gran movimiento de emancipación. Pero para percibir esto el funcionario tendría que ser un filósofo y no es más que un mouchard. Por la propia naturaleza de su ser, pues, ha recurrido a la explicación del mouchard: una conspiración. Su viejo portafolios repleto de documentos falsificados le suministrará las pruebas. Esta vez, Europa, arrastrada por el miedo, creerá su cuento.

Landor: Europa difícilmente puede evitarlo, viendo que todos los periódicos franceses difunden la noticia.

Marx: ¡Todos los periódicos franceses! Mire, aquí tiene uno de ellos (cogiendo La Situation), y juzgue por sí mismo el valor de sus pruebas en lo que se refiere a su fidelidad a los hechos. (lee): “El Dr. Karl Marx, de la Internacional, ha sido arrestado en Bélgica, cuando trataba de escapar a Francia. La policía de Londres vigilaba desde hace tiempo la sociedad a la que aquél está vinculado, y ahora está adoptando activas medidas para su supresión”. Dos frases y dos embustes. Ponga a prueba la evidencia percibida por sus propios sentidos. Como puede ver, en vez de estar en una cárcel belga estoy en mi casa en Inglaterra. También sabrá, sin duda, que la policía inglesa es tan impotente para interferir con la Asociación Internacional como ésta lo es respecto a la policía. Y aun así, cabe esperar que ese informe sea difundido por toda la prensa de la Europa continental sin que nadie lo contradiga. Seguirían haciéndolo aunque me dedicara a enviar desmentidos a todos y cada uno de los periódicos europeos desde este lugar.

Landor: ¿Ha intentado usted rebatir muchas de estas falsas informaciones?

Marx: Lo he hecho hasta quedar exhausto por el trabajo. Para que pueda apreciar el grosero descuido con el que son pergeñados, podría mencionar que en uno de ellos se citaba a Félix Pyat como miembro de la Internacional.

Landor: ¿Y no lo es?

Marx: La asociación difícilmente podría haberle hecho hueco a un hombre tan insensato. En una ocasión tuvo el atrevimiento de publicar una encendida proclama en nuestro nombre, pero fue inmediatamente desautorizado, aunque, a fuer de ser justos, hay que decir que la prensa, por supuesto, ignoró la desautorización.

Landor: ¿Y Mazzini? ¿Es miembro de su grupo?

Marx: (Riéndose). Desde luego que no. Poco habríamos avanzado si no hubiéramos superado el alcance de sus ideas.

Landor: Me sorprende usted. Ciertamente hubiera creído que él representaba las posiciones más avanzadas.

Marx: No representa nada más avanzado que el viejo concepto de una república de la clase media. Nosotros no queremos saber nada de la clase media. Él se ha quedado tan rezagado dentro del movimiento moderno como los profesores alemanes, que, no obstante, siguen siendo considerados en Europa los apóstoles de la democracia cultivada del futuro. Y lo fueron en su día, probablemente antes de 1848, cuando la clase media alemana, en el sentido inglés del término, no había alcanzado un grado de desarrollo apropiado. Ahora se han pasado de hoz y coz a la reacción y el proletariado ya no sabe nada de ellos.

Landor: Algunas personas han creído ver signos de un elemento positivista en su organización.

Marx: No hay nada de eso. Hay positivistas entre nosotros, y otros, que no pertenecen a nuestro grupo, colaboran también, pero no es sólo en virtud de su filosofía, que no tiene nada que ver con un gobierno popular, tal y como nosotros lo entendemos, y que sólo busca colocar una nueva jerarquía en el lugar de la vieja.

Landor: Se diría entonces que los líderes del nuevo movimiento internacional han tenido que formar una filosofía así como una asociación para sí mismos.

Marx: Exactamente. Es poco probable, por ejemplo, que pudiéramos tener la menor esperanza de prosperar en nuestra lucha contra el capital si deriváramos nuestras tácticas de la política económica de Mill, por citar a alguien. Él ha seguido la pista a un tipo de relación entre capital y trabajo. Nosotros esperamos demostrar que es posible establecer otra.

Landor: ¿Y con respecto a la religión?

Marx: A ese respecto no puedo hablar en nombre de la sociedad. Personalmente soy ateo. Sin duda resulta sorprendente escuchar una declaración así en Inglaterra, pero hasta cierto punto es reconfortante saber que no es necesario hacerla en voz baja en Francia ni en Alemania.

Landor: ¿Y sin embargo usted ha establecido su cuartel general en este país?

Marx: Por razones obvias; el derecho de asociación es aquí un derecho establecido. Existe, efectivamente, en Alemania, pero está asediado por innumerables dificultades. En Francia, durante muchos años no ha existido en absoluto.

Landor: ¿Y en Estados Unidos?

Marx: Nuestros principales centros de actividad están por el momento entre las viejas sociedades europeas. Son muchas las circunstancias que han tendido a impedir hasta hoy que el problema del trabajo asuma una importancia dominante en Estados Unidos, pero dichas circunstancias están ya en proceso de desaparición. Al igual que en Europa, el trabajo empieza a ganar importancia a grandes pasos gracias al crecimiento de una clase trabajadora distinta del resto de la comunidad y disociada del capital.

Landor: Parecería que en este país la esperada solución, cualquiera que ella sea, podrá alcanzarse sin los medios violentos de una revolución. El sistema inglés de agitar mediante los discursos y la prensa hasta que las minorías se conviertan en mayorías es un signo esperanzador.

Marx: Yo no soy tan optimista como usted. La clase media inglesa siempre se ha mostrado dispuesta a aceptar el veredicto de la mayoría en la medida en que ha ostentado el monopolio del derecho al sufragio. Pero recuerde lo que le digo, en cuanto pierda una votación referente a algo que considere vital seremos testigos de una nueva guerra de esclavistas.

He expuesto aquí, en la medida en que mi memoria me lo ha permitido, los momentos más destacados de mi conversación con este hombre notable. Dejaré que saquen ustedes sus propias conclusiones. Por mucho que pueda decirse a favor o en contra de la posibilidad de su participación en el movimiento de la Comuna, podemos tener la seguridad de que la Asociación Internacional es un nuevo poder en el seno del mundo civilizado con el que éste tendrá que echar cuentas, para bien o para mal, más pronto que tarde.