15 de julio de 2016

BREXIT

Alejandro Teitelbaum. CEPRID

Los ciudadanos –cada vez menos- creen todavía que sus respectivos países son gobernados por medio de sus representantes (que en realidad –cualquiera sea su color político- representan puntualmente al poder económico).

Pero esos mismos ciudadanos hace ya tiempo que mayoritariamente no se tragan la píldora de que las instituciones de la Unión Europea los representan de alguna manera y que se ocupan de la construcción de una Europa solidaria, democrática y social.

Esa es la interpretación que cabe hacer del resultado del plebiscito favorable al Brexit.

Veamos.

Las tres instituciones principales de la Unión Europea son el Consejo de la Unión Europea, la Comisión y el Parlamento. Los miembros de este último son elegidos por el voto directo de los ciudadanos de los Estados Miembros.

El Consejo de la Unión Europea (antes Consejo de Ministros) está constituido por los primeros ministros o Jefes de Gobierno de los Estados Miembros de la Unión Europea. Sólo en algunas ocasiones participan en las reuniones los primeros ministros o jefes de Gobierno, pues a sus reuniones periódicas asiste el ministro correspondiente de cada uno de los gobiernos según sea el tema a tratar (en temas de agricultura, asistirán los ministros de agricultura, etc.).

El Consejo tiene seis responsabilidades básicas:
  • Aprobar leyes europeas (directrices), en muchos ámbitos legisla en común con el Parlamento Europeo. Pero, y esto es importante, por regla general el Consejo no toma la iniciativa y solo actúa a propuesta de la Comisión y previa consulta al Parlamento.
  • Coordinar las políticas económicas de los Estados miembros. Tarea a cargo de los Ministros de Economía y Hacienda.
  • Concluir acuerdos internacionales entre la UE y una o más organizaciones de Estados o internacionales. También puede concluir convenios entre los Estados miembros de la UE en determinados campos como el de impuestos, etc.
  • Aprobar el Presupuesto de la UE, junto con el Parlamento. El Consejo tiene la última decisión sobre los gastos obligatorios mientras que el Parlamento la tiene en los gastos no obligatorios, si no se ponen de acuerdo en la aprobación del presupuesto.
  • Desarrollar la política exterior y de seguridad común de la UE (PESC), basándose en las directrices decididas por el Consejo Europeo.
  • Coordinar la cooperación entre los tribunales nacionales y la policía en materia penal (Justicia y asuntos de interior – CPJP).

El Consejo toma sus decisiones, según establezcan los Tratados, por unanimidad, por mayoría cualificada: se asigna a cada Estado miembro un número de votos (voto ponderado), que es la forma en la que se toman las decisiones más importantes y por mayoría simple para las decisiones de procedimiento.

El Parlamento, elegido por el voto directo de los ciudadanos, no tiene sin embargo el poder de iniciativa en materia legislativa, que corresponde en lo esencial a la Comisión Europea.

La Comisión Europea es algo así como el Poder ejecutivo de la Unión Europea, aunque también con amplias facultades legislativas (directrices) espacio en el que tiene la iniciativa en las cuestiones fundamentales, como ya se ha señalado.

El Consejo de la Unión Europea (reunión de los ministros o jefes de Estado de los Estados Miembros) designa, por mayoría calificada, al Presidente de la Comisión Europea y dicha designación se somete a la aprobación del Parlamento Europeo. El Presidente designado de la Comisión nombra, en consulta con el Consejo de Ministros, a los 27 Comisarios que componen la Comisión. El conjunto de los miembros de la Comisión recibe la aprobación del Parlamento por mayoría simple, tras una serie de comparecencias de cada comisario ante las diferentes comisiones parlamentarias competentes. Al final de este proceso el Consejo de Ministros nombra a la Comisión en su conjunto, por mayoría calificada. Buena parte de los Comisarios siempre ostentan un currículo ostensiblemente ligado a grandes empresas transnacionales.

La función principal de la Comisión es proponer y poner en práctica las políticas de la Unión Europea, vigilar la aplicación de los tratados europeos y tiene el cuasi monopolio del derecho de iniciativa en el llamado «primer pilar» de la Unión Europea, que son sobre todo los temas económicos básicos, lo que le permite pesar en las decisiones del Parlamento y del Consejo de Ministros. Incluso el artículo 250 del Tratado Constitutivo de la Unión Europea requiere un voto unánime para que el Consejo de Ministros modifique una propuesta de la Comisión.

Pero, como pequeña compensación, el Parlamento y el Consejo de Ministros pueden pedir a la Comisión que adopte normas en alguna materia.

En los llamados segundo y tercer pilar la Comisión comparte el derecho de iniciativa con el Consejo de Ministros.

Existe lo que se llama el procedimiento de codecisión (Comisión, Consejo y Parlamento) pero en los hechos quien orienta la política de la Unión Europea es la Comisión, por razones institucionales y también porque las tendencias neoliberales y privatizadoras son compartidas por los Gobiernos conservadores, socialistas y de coalición conservadores-socialistas de los países de la Unión Europea, que juntos tienen el control total de las instituciones europeas.

Prueba de ello es que desde que se introdujo el procedimiento de codecisión en 1995, el Parlamento rechazó hasta 2004 dos proyectos sobre 420. Los 418 restantes se aprobaron en primera o en segunda lectura o después de un procedimiento de conciliación.

Así es como la política de la Unión Europea es consecuentemente ultraliberal y al servicio del gran capital y su ejecutante es la Comisión Europea.

Un periodista y sindicalista belga, Gérard de Selys, cuenta[1] cómo, mediante el trabajo en equipo de la Comisión Europea y de la Mesa Redonda de los Industriales Europeos ERT (las transnacionales Volvo, Olivetti, Siemens, Unilever y otras), ayudados por el Tribunal Europeo de Luxemburgo que interpreta a su manera las reglas comunes sobre la competencia del Tratado de Roma de 1957 que instituyó la Comunidad Económica Europea, está culminando el despojo al patrimonio público de los países europeos de las industrias actualmente más dinámicas y rentables: las telecomunicaciones y las comunicaciones electrónicas.

Más allá del círculo íntimo de la Comisión Europea y de la Mesa Redonda de los Industriales Europeos está la UNICE -Unión de las Confederaciones Industriales y de Empleadores de Europa- que controla estrechamente a la Comisión europea. Los 39 miembros de la UNICE mantienen representaciones permanentes en Bruselas y un verdadero ejército de « lobbystas » para influir sobre las decisiones de la Comisión [2].

El libro de Selys es de 1995, pero desde entonces y hasta hoy la ofensiva privatizadora de la Comisión Europea contra los servicios públicos (con el respaldo activo de las sociedades transnacionales) no ha cesado: en su punto de mira se halla ahora el correo, la salud, la educación y el medio ambiente. En un artículo publicado en Le Monde Diplomatique de julio del 2000 (Susan George y Ellen Gould, Libéraliser, sans avoir l’air d’y toucher) se cita un documento de la Comisión Europea en el que se afirma lo siguiente: “la participación activa de las industrias de servicios en las negociaciones es crucial para permitirnos alinear nuestros objetivos de negociación con las prioridades de las empresas. El AGCS (Acuerdo general sobre el comercio de servicios -OMC) no es solamente un acuerdo entre gobiernos. Es ante todo un instrumento en beneficio del mundo de los negocios” [3].

El 4 de junio de 2003, el Parlamento Europeo, reunido en sesión plenaria en Estrasburgo, acordó por amplia mayoría autorizar la liberalización de los mercados de la electricidad y el gas, incluido el suministro a particulares, a partir del 1º de julio de 2007.

Después del rechazo del proyecto Constitución Europea se elaboró un nuevo texto que firmaron los Gobiernos europeos en Lisboa el 13 de diciembre de 2007.

Salvo algunos cambios institucionales positivos (aumento de algunas prerrogativas, más bien formales, del Parlamento Europeo, resguardo en algunos aspectos de las facultades soberanas de los Estados nacionales), el nuevo tratado no modifica en nada la orientación prevaleciente de una normatividad y una práctica de las instituciones europeas poco democráticas y al servicio del gran capital.

En mayo de 2005 se realizó un referéndum en Francia para convalidar o no la adhesión al nuevo Tratado. El 55% del electorado se pronunció en contra. Pero en 2008 el Gobierno francés –ignorando el resultado del referéndum- hizo aprobar el Tratado de Lisboa por el Parlamento con el voto de los diputados de derecha y de la mayoría de los diputados del Partido socialista.

La Unión Europea está negociando una serie de acuerdos regionales de asociación económica, (Economic Partnership Agreements- EPA), con países pobres. Los EPA son convenios de preferencias comerciales recíprocas en el marco del llamado Pacto de Cotonu, entre la UE y el grupo de 77 países que fueron enclaves coloniales europeos en África, el Caribe y el Pacífico (ACP). La UE, en sus propuestas de acuerdos comerciales, exige a los países del Sur que abran sus mercados a las empresas europeas, amenazando así empleos, industrias y servicios públicos en las naciones más pobres.

La UE sostiene que los EPA integrarán a los países ACP a la economía mundial, promoverán el desarrollo sustentable y contribuirán a la erradicación de la pobreza.

Los convenios propuestos bajo el Pacto de Cotonu eliminarían los aranceles a los productos de importación y facilitarían a los países de la UE la venta de bienes subsidiados.

La UE negocia acuerdos similares con otros países pobres
Dos organizaciones no gubernamentales, Traidcraft de Gran Bretaña y EcoNews Africa, de Kenia, señalaron en un informe titulado "Los EPA a través de los lentes de Kenia", publicado en setiembre de 2005, que el deteriorado sector manufacturero, la creciente pobreza y el desempleo en países como Kenia deben ser seriamente considerados antes de firmar estos convenios, agregando que la liberalización económica y comercial de los últimos años en ese país africano produjo "situaciones extremas", incluyendo altos índices de criminalidad y de prostitución, deterioro de la educación e incluso suicidios y que el número de personas pobres aumentó de 11 a 17 millones", más de la mitad de la población keniata [4].

Últimamente la Unión Europea se ha “ilustrado” con el feroz chantaje ejercido contra Grecia (véase Feroz chantaje sobre Grecia, http://www.alainet.org/es/articulo/169961) y el virtual genocidio que está cometiendo contra la inmigración clandestina (véase La “solución final” de la Unión Europea para la inmigración clandestina http://www.alainet.org/de/node/169163)

En cuanto a América Latina y el Caribe, la Declaración Final de la Cumbre social de los pueblos, “Enlazando Alternativas” realizada en Lima del 13 al 16 de mayo de 2008, decía entre otras cosas: ...”rechazamos el proyecto de Acuerdos de Asociación propuesto por la Unión Europea y avalado por diversos gobiernos latinoamericanos y caribeños que solo buscan profundizar y perpetuar el actual sistema de dominación que tanto daño a hecho a nuestros pueblos. La estrategia de la Unión Europea "Europa Global: Competir en el mundo", supone la profundización de las políticas de competitividad y crecimiento económico que buscan implementar la agenda de sus transnacionales y profundizar las políticas neoliberales, incompatibles con el discurso sobre el cambio climático, la reducción de la pobreza y la cohesión social. A pesar de que se pretende velar su naturaleza incorporando temas de cooperación y diálogo político, la esencia de la propuesta es abrir los mercados de capitales, bienes y servicios, proteger la inversión extranjera y reducir la capacidad del Estado de promover el desarrollo económico y social”.

En conclusión, la Unión Europea es profundamente antisocial (con 20 millones de desocupados y donde las desigualdades no cesan de profundizarse), atlantista y belicista (participación en la guerra del Golfo y en las agresiones contra Yugoslavia, Irak y Afganistán) a las antípodas de lo que tendría que ser: una potencia independiente y pacífica en el concierto mundial, democrática y social y dispuesta a establecer relaciones mutuamente ventajosas y en un pie de igualdad con otras regiones y países.

No debe sorprender entonces el resultado del referéndum en Gran Bretaña y tampoco es de extrañar que la abstención en las elecciones para el Parlamento Europeo sea cada vez más elevada. Los pueblos europeos tienen conciencia de que la Unión Europea no representa sus intereses y que los Gobiernos que la integran (de derecha y socialistas) evitan cuidadosamente una verdadera democratización de sus instituciones y un giro hacia políticas sociales. Aunque tratan de reconquistar a la opinión pública con algunas reformas gatopardistas luego de cada rechazo popular en las urnas, cada vez más contundente.

Notas
[1] Gérard de Selys, Privé de public. A qui profitent les privatisations?, Ediciones EPO, Bruselas, 1995.
[2] Veamos qué dice la UNICE de sí misma (http://www.unice.org/ Le porte-parole des entreprises en Europe). La UNICE es la voz del mundo de los negocios ante las instituciones de la Unión Europea. Sus 39 miembros son las organizaciones industriales multisectoriales y las organizaciones de empleadores de 31 países europeos y representa más de 16 millones de empresas, sobre todo pequeñas y medianas. La UNICE es también un interlocutor en el diálogo social europeo a nivel de la Unión Europea. La tarea principal de la UNICE es informar e influenciar los procesos de decisión en la Unión Europea, a fin de que las políticas y las propuestas legislativas con un efecto sobre la actividad económica en Europa tengan en cuenta las necesidades de las empresas. La primera prioridad de la UNICE es promover la competencia en el medio económico y la inversión a escala europea, el único camino para alcanzar un desarrollo más elevado y un empleo duradero. El mundo de los negocios necesita una Comisión eficaz.
[3] Un grupo de investigadores, que forma parte del Corporate Europe Observatory (CEO) ha publicado un estudio muy completo sobre el papel de las sociedades transnacionales en el seno de la Unión Europea: Belén Balanya, Ann Doherty, Olivier Hoedeman, Adan Ma’anit y Erik Wesselius, Europe Inc. Liaisons dangereuses entre institutions et milieux d’affaires européens, Agone Editeur, Marseille, 21 trimestre del 2000. Edición original en inglés: Europe Inc. Regional and Global Restructuring and the Rise of Corporate Power, Pluto Press and CEO, 1999.
[4] Reports exposes impact of free trade deals. http://www.traidcraft.co.uk/template2.asp?pageID=1867



13 de julio de 2016

RESEÑA DE “MONEY AND TOTALITY” DE FRED MOSELEY

Rolando Astarita. rolandoastarita.wordpress.com

Fred Moseley acaba de publicar un importante libro, Money and Totality. A Macro-Monetary Interpretation of Marx’s Logic in Capital and the End of the “Transformation Problem”, (Leiden, Brill, Historical Materialism Book Series). El libro ha sido editado en tapa dura por Brill (http://www.brill.com/products/book/money-and-totality) y en octubre próximo será publicado en tapa blanda por Haymarket.

Moseley es un destacado marxista estadounidense, que dicta, entre otros cursos, Historia del pensamiento económico y Teoría económica marxista, en el Mount Holyoke College. Ha escrito “The falling rate of profit in the post-war United States economy” (1992), y ha sido editor, o co-editor de “The Imperiled Economy” (1988); “International Perspectives on Profitability and Accumulation” (1991); “Marx’s Method in ‘Capital: A Reexamination” (1993); “Heterodox Economic Theories: True or False?” (1995); “New Investigations of Marx’s Method” (1997); “Marx’s Theory of Money: Modern Appraisals” (2005); “Hegel’s Logic and Marx’s Capital” (2013). Pueden consultarse sus trabajos en http://www.mtholyoke.edu/~fmoseley/.

El eje de Money and Totality, en el que Moseley ha trabajado durante 20 años, es la crítica a la interpretación estándar del “problema de la transformación” contenida en los trabajos de Bortkiewicz y Sweezy, o en los autores influenciados por Sraffa, como Morishima y Steedman. Según esta interpretación estándar, Marx habría cometido un error fatal cuando determinó los precios de producción en el tomo III de El Capital, ya que no habría transformado a precios de producción los valores de los insumos (esto es, el capital constante y variable). De aquí se sostuvo que el planteo de Marx era lógicamente contradictorio, ya que los outputs no podrían estar establecidos en precios de producción y los insumos en valores.

Los críticos desarrollaron entonces nuevas soluciones a la cuestión de la transformación, basadas en sistemas de ecuaciones; o en las matrices de insumo – producto y el uso del álgebra lineal. A lo largo del tiempo estas alternativas fueron creciendo en objeciones a la teoría de Marx. Así, en una primera instancia, en la solución de Bortkiewicz (o Sweezy), consistente en un sistema de ecuaciones, no se cumple que, al mismo tiempo, la suma de los precios de producción sea igual a la suma de los valores, y que la suma de las ganancias sea igual a la suma de las plusvalías (véase, por ejemplo, Sweezy 1974; aunque si se supone que toda la plusvalía se acumula, sí existe coincidencia entre valores y precios, y plusvalías y ganancias). A partir de esto, se sostuvo también que la tasa de beneficio cambia con la transformación de valores a precios, de manera que en Marx habría dos tasas de beneficio: la tasa determinada con los precios de producción, y la determinada con los valores.

Luego, en una nueva instancia de crítica, se sostuvo (Samuelson) que la teoría del valor trabajo es redundante, ya que los precios de producción y la tasa de beneficio pueden ser determinados directamente de las cantidades físicas de insumos y del trabajo empleado, dada una variable de distribución (salario o tasa de beneficio) determinada de forma exógena al sistema. Y en la misma línea crítica, Steedman planteó que de las condiciones físicas de la producción se puede pasar a la determinación de los valores, o de los precios de producción. Sin embargo, afirmó, no había manera de pasar de valores a precios de producción porque los valores dependerían de la tecnología empleada, y la tecnología empleada dependería de la tasa de beneficio. Por lo tanto, la tasa de beneficio debería determinarse antes que los valores, y así la teoría del valor sería inútil. Todavía en un paso más Steedman dirá que la teoría del valor trabajo es imposible porque en casos de producción conjunta puede no haber forma de determinar los valores individuales. Por ejemplo, cuando con un mismo proceso de producción se obtienen dos productos, hay una sola ecuación y dos incógnitas, y los valores individuales no se pueden determinar. Por último, Steedman sostiene que la teoría del valor es lógicamente inconsistente, ya que en la producción conjunta podría darse el caso de “valores negativos” y precios positivos.

Durante muchas décadas fue difícil para los marxistas responder este ataque, y algunos adoptaron buena parte del enfoque crítico, como ocurrió con Sweezy, Meek, Dobb y otros influenciados por Sraffa. Sin embargo, desde los años 1990, y principalmente con el surgimiento del enfoque temporalista, o secuencialista, los marxistas han podido demostrar que la crítica a la transformación de Marx carece de sentido. El libro de Moseley constituye, en este respecto, una contribución decisiva para la clarificación de las cuestiones teóricas fundamentales.

Un único sistema y la determinación secuencial
Básicamente Moseley sostiene que las críticas “a lo Bortkiewica-Sweezy”, o “a lo Sraffa”, encierran una interpretación equivocada de la teoría de Marx, y de su método. En primer lugar, porque olvidan que Marx construye su teoría siguiendo dos niveles principales de abstracción. En el primero, que es el nivel del “capital en general”, Marx explica y determina la producción de plusvalía de conjunto en la economía. Y en un paso posterior analiza la distribución de la plusvalía y su división en partes (ganancia empresaria, interés, renta). Por lo tanto, dice Moseley, no hay dos sistemas (valores y precios de producción, como sostiene la teoría tradicional), sino un único sistema, que se analiza primero a nivel macro, y luego a nivel micro, o de las muchas empresas.

En consecuencia, la determinación del valor y del plusvalor, previa a su distribución, no puede ser redundante, como dicen Samuelson o Steedman, sino su requisito indispensable. Pero la afirmación de que hay que comenzar por la forma en que se valoriza el valor –esto es, la forma en que el capital genera plusvalía, y la plusvalía genera capital- es equivalente a sostener que el marco lógico del planteo de Marx es el circuito del capital dinero, D – M (Fuerza de trabajo y medios de producción), …P… – M’ –D’. [siendo D el dinero avanzado; P proceso productivo; M’ mercancía valorizada; D’ dinero inicial más plusvalía]. Esto significa, subraya Moseley, que el ciclo capitalista se inicia con el dinero –no con el valor medido en tiempo de trabajo- y se cierra –si el ciclo es exitoso- con más dinero que el dinero adelantado.

Además, sigue el razonamiento de Moseley, todas las variables se determinan de forma secuencial, no a través de la determinación simultánea, como sucede en la interpretación de Sraffa. Esta es una cuestión cuya importancia es difícil de exagerar. Es que Sraffa hace todo un punto de la determinación simultánea de precios y tasa de beneficio (o excedente) en las ecuaciones que conforman el sistema de insumo-producto. Sostiene que el excedente no puede ser determinado antes de que los precios sean determinados, ya que el excedente debe distribuirse en proporción al “capital” (medios de producción) avanzado en cada industria, y esa proporción no puede determinarse antes de conocer los precios. Pero por otra parte, los precios no pueden determinarse antes de conocer el tipo de beneficio. “El resultado es que la distribución del excedente debe ser determinado a través del mismo mecanismo y al mismo tiempo que se determinan los precios de las mercancías” (Sraffa, p. 21).

El planteo de Moseley es muy distinto, ya que es imposible la determinación simultánea de precios de insumos, de producto y la tasa de beneficio. Esta idea fue presentada, en los años 1990, por el enfoque temporalista, o “interpretación sistema temporal único” (TSSI, por sus siglas en inglés; véase, por ejemplo, Freeman y Carchedi, 1996), al que hicimos mención más arriba. Su idea central es que en el circuito del capital dinero (D – M – D’), D está determinado antes que D’; ambas no pueden determinarse simultáneamente. Más en concreto, el capitalista compra a precios de producción y por lo tanto el capital constante y el capital variable no deben ser transformados a precios de producción. En este respecto, Ramos Martínez y Rodríguez Heredia (1996) demostraron que, según Marx, el capital constante es la suma de dinero de que dispone el capitalista para adquirir los medios de producción a los precios de producción; y el capital variable es la suma de dinero destinada a comprar fuerza de trabajo, correspondiendo a los precios de los bienes salariales, y no a sus valores. Moseley amplía y profundiza esta idea. Los medios de producción entran en el proceso de valorización como mercancías con precio, no como cantidades físicas cuyo precio se determinaría en simultáneo con la tasa de beneficio, como sucede en el sistema de Sraffa; ni como valores, como sucede en Bortkiewicz-Sweezy. De la misma manera, el valor de la fuerza de trabajo no está definido por bienes físicos de consumo, como sucede en Sraffa; ni por el tiempo de trabajo requerido para producirlos, como sucede en Bortkiewicz-Sweezy, sino por el salario monetario y la cantidad de obreros empleados.

Por lo tanto, el dinero D adelantado al inicio del circuito del capital dinero es presupuesto, tanto al nivel del capital “en general”, como a nivel de la teoría de los precios de producción y la división de la plusvalía en partes. Por eso, no es necesario explicar D; simplemente hay que basarse en D, que es conocido, para determinar D’, una magnitud desconocida al momento de la aparición del capital dinero en el mercado. A su vez, el capital constante y variable avanzado por el capitalista constituye un dato, que aparece en el costo, sobre el que se recarga la tasa media de rentabilidad. Aunque Moseley sostiene, en nuestra opinión con razón, que esto no impide que, en caso de variaciones en el precio del capital constante adquirido, el capitalista reactualice ese costo según el precio corriente. Esta idea es rechazada por los temporalistas, que afirman que lo importante es el precio histórico. Otra diferencia con los temporalistas es que Moseley sostiene que los precios de producción constituyen centros de gravedad de largo plazo en torno a los cuales oscilan los precios de mercado.

Los insumos no deben ser transformados
En cualquier caso, el punto central de Money and Totality es que el adelanto de capital constante para comprar medios de producción es anterior, lógica y cronológicamente, a la venta del output y la recuperación del capital. Por eso, el capital adelantado como capital constante y capital variable no tiene que ser “transformado”. A su vez, la determinación de la tasa general de beneficio es anterior a la determinación de los precios de producción. En consecuencia, la teoría del valor de Marx no puede ser redundante para la determinación de los precios de producción. Al contrario de lo que afirman los sraffianos, la explicación de cómo se genera el valor es la condición necesaria e imprescindible para determinar la plusvalía, que entra en la determinación de la tasa de ganancia.

Además, debido a que el capital invertido, D, es igual a los precios de producción de los insumos comprados, la tasa de beneficio que se determina en el tomo III es la tasa actual, no una hipotética tasa de beneficio en valor, que luego debería ser transformada en la tasa de beneficio en precios. Moseley responde también al planteo de Steedman sobre la supuesta dependencia de la tecnología de la tasa de beneficio. Es que en el planteo de Marx –y corresponde a la forma en que opera el capitalismo- la tecnología se elige antes de iniciar la producción, sobre la base de la tasa de ganancia esperada; pero en el momento de la elección no es posible conocer la tasa de beneficio efectiva que resultará de la tecnología elegida, así como de la cantidad de plusvalía generada.

Un análisis abarcador de las respuestas marxistas
Destaquemos también que el trabajo de Moseley recoge muchas contribuciones previas de marxistas; entre ellos, la de Roman Rosdolsky y su concepto de “capital en general”; de Paul Mattick y su énfasis en que el total de la plusvalía está determinada antes de su distribución; de Paul Yaffe y su distinción entre la producción y distribución de plusvalía; la “nueva interpretación”, de Duncan Foley y Gérard Duménil, y su idea de que lo dado en la teoría de Marx son las cantidades iniciales de capital dinero adelantado para comprar fuerza de trabajo, así como el concepto de dinero. Además de la determinación secuencial, a la que ya hicimos referencia, desarrollada, entre otros, por John Ernst, Andrew Kliman, Ted McGlone y Alan Freeman. Moseley precisa diferencias con estas corrientes, a las que analiza cuidadosamente. Y analiza críticamente otras respuestas al problema de la transformación, tales como el método iterativo de Shaikh, la corriente Rethinking Marxism, o el enfoque Composición Orgánica de Capital, así como responde a las críticas de David Laibman a los “marxistas neo-ortodoxos”.

Un aspecto no menor del aporte de Moseley es su análisis, presentado en los capítulos 3 y 4, de los cuatro borradores que escribió Marx de El Capital, a saber, los “Grundrisse”, el Manuscrito de 1861-1863, el de 1964-1865, y las versiones finales publicada. Por lo general, solo se estudian los Grundrisse y la versión finalmente publicada. Moseley realiza un análisis detallado de todos los textos para sustentar su interpretación del método de El Capital, en particular la generación de plusvalía antes de su distribución; así como el circuito del capital dinero como el marco lógico de la teoría de Marx.

Habiendo señalado la coincidencia fundamental con el contenido de Money and Totality, debo decir que mi diferencia principal es con respecto a su teoría del dinero. Centralmente se refiere a la “expresión monetaria del tiempo de trabajo”, o MELT, por sus siglas en inglés, que fue desarrollada originariamente por autores del “nuevo enfoque”, como Foley y Duménil (en mi opinión, antes también por Aglietta y Lipietz, de la escuela de la regulación). La MELT establece el vínculo entre el valor monetario producido y el trabajo empleado, y se define por la razón entre el componente del valor agregado del producto bruto, VA, y el trabajo, L. O sea, MELT = VA/L. Así la MELT definiría el valor del dinero cuando este ha perdido su relación con el oro. Por ejemplo, si decimos que el VA = $2000 y L = 100 horas de trabajo, $20 son producidas por hora de trabajo social, y la inversa de MELT define el valor del dinero (en nuestro ejemplo, $1 = 1/20 horas de trabajo). Moseley participa de esta idea y la profundiza, ya que sostiene que el valor del billete inconvertible tampoco está relacionado con el valor del oro, sino está determinado por VA/L. De acuerdo al enfoque que defiendo, incluso en el sistema contemporáneo el oro no ha dejado de cumplir una función monetaria. De hecho, y siguiendo una tesis avanzada por Mandel (véase, por ejemplo, Mandel 1984), el precio del oro debería leerse como la inversa del valor del dinero. Más en general, he argumentado (por ejemplo, en este blog) que hoy el billete mantendría una relación simbólica compleja con el oro.

Sin embargo, la MELT, y la teoría específicamente es una cuestión separada del problema de la transformación, que es el eje del libro de Moseley. Y el aporte de Money and Totality al debate sobre la transformación puede considerarse crucial. Con este libro Moseley desarma de forma concluyente la principal crítica que se ha dirigido a la teoría de Marx, a saber, la supuesta inconsistencia lógica entre el volumen I y el volumen III de El Capital.

En conclusión, estamos ante una obra relevante, desde todo punto de vista, para los marxistas. Su lectura seguramente abrirá el camino para nuevos debates y desarrollos de la teoría de Marx. Y desde el punto de vista de las ideas que se defienden en este blog, hay una cuestión clave: la mundialización del capital determina que la contradicción capital – trabajo esté hoy en el centro de la escena, desplazando cualquier otra contradicción social a un plano secundario. De ahí la importancia de todo trabajo científico que, como Money and Totality, profundice en la comprensión de las leyes del capital y la teoría de la explotación del trabajo.

Bibliografía:
Freeman, A. y G. Carchedi (1996): “Marx and Non-equilibrium Economics”, Cheltenham, Gran Bretaña, Edward Elgar.
Mandel, E. (1984): “Gold, Money and the Transformation Problem”, en Ricardo, Marx, Sraffa, E. Mandel y A. Freeman (eds), Londres, Verso, pp. 141-163.
Ramos Martínez, A. y A. Rodríguez Heredia (1996): “The transformation of values into prices of production: a different reading of Marx’s text”, en All Freeman y G. Carchedi (eds) Marx and Non-Equilibrium, pp. 49-76.
Sraffa, P. (1966): “Producción de mercancías por medio de mercancías”, Barcelona, Oikos.
Steedman, I. (1977): “Marx after Sraffa”, Londres, Verso.
Sweezy, P. (1974): “Teoría del desarrollo capitalista”, México, FCE.