4 de marzo de 2016

LA SOMBRA DE JUAN CARLOS I DETRÁS DEL CASO NÓOS

Foto: POOL Reuters
Arsen Sabaté. Izquierda Diario

Las últimas declaraciones del exduque de Palma, y cuñado del Rey Felipe VI, están poniendo en el punto de mira a la Casa Real y su relación con las actividades del Instituto Nóos. Urdangarin ha declarado, en su tercer día de interrogatorio, que en cuanto a su vinculación con el Instituto Nóos en calidad de presidente, nunca dio un paso sin el consentimiento de la Casa Real.

Un nombre sobresale por encima de todos en sus declaraciones, Carlos García Revenga, secretario de las Infantas e interlocutor asignado a los exduques de Palma. Urdangarin ha llegado a manifestar que en Nóos no se daba ningún paso sin el consentimiento de Revenga. Hasta el punto, ha admitido, de que el equipo de seguridad de la Casa Real efectuaba barridos en teléfonos y ordenadores de Nóos.

José Manuel Romero, abogado personal de Juan Carlos I supervisaba los temas jurídicos. Y en cuanto a las acusaciones por desvío de fondos públicos, Urdangarin argumenta que era Federico Rubio Carvajal, un alto cargo de Hacienda, el que le tramitaba las declaraciones fiscales.

De las actuales declaraciones de Urdangarin, contrarias a las que ofreció en la fase de instrucción, se aprecia que tanto él como su exsocio también investigado, Diego Torres, utilizan una estrategia compartida en cuanto a la involucración de la Casa Real en las actividades delictivas del Instituto Nóos, o cuanto menos muy parecida.

Sin embargo, el mismo Urdangarin ha tratado en todo momento de desvincular tanto a su esposa, la Infanta Cristina, como al Rey emérito Juan Carlos I.

En cuanto a la Infanta, Urdangarin asegura que la tarjeta de crédito que el banco envió a la Infanta Cristina por ser copropietaria junto a su marido de la sociedad Aizoon, el eje de las actividades delictivas, la custodiaba él y solo él sabía las claves. Así como que en ningún momento la Infanta Crsitina ejerció labores de gestión de Aizoon.

Y en lo que concierne al por entonces Rey Juan Carlos I, ha declarado que en ningún momento interfirió en los negocios del Instituto Nóos. No obstante, a una pregunta de la acusación de Manos Limpias en la que un correo electronico aludía a Juan Carlos I sobre una intervención de Urdangarin relativa a la Copa América que se iba a celebrar en Valencia, el exduque ha contestado que "Su majestad el rey fue informado por su involucración en el mundo de la vela".

Acto seguido de finalizar los cuatro días de declaraciones de Urdangarin, llegó el turno de la Infanta Cristina. La hermana del Rey declaraba como cooperadora necesaria en los delitos fiscales de Iñaki Urdangarin. Sin embargo, solamente respondió a las preguntas de su abogado, para, además de repetir sus ya tradicionales “no sabía”, “no me consta”..., confirmar punto por punto la versión de su marido en cuanto a su papel en la gestión de Aizoon.

Las declaraciones de Urdangarin apuntan, como ya hizo previamente y con todo lujo de detalles Diego Torres, a una supuesta implicación de la Casa Real en todas las actividades de Urdangarin y la Infanta Cristina al frente de Nóos. Sorprendre que el cuñado del Rey apunte tan alto en sus declaraciones y contribuya a minar nuevamente la imagen de la monarquía, aunque sea sin involucrar a Juan Carlos I.

En los últimos años la monarquía española, con Juan Carlos I a la cabeza, ha atravesado una de las crisis más importantes desde la Transición, no sólo por el caso Noós y el resto de escándalos que salían a la luz, sino fundamentalmente por su creciente descrédito ante la opinión pública. Y es que miles de jóvenes y trabajadores empezaban a ver a Juan Carlos I como el principal garante y valedor a nivel internacional de los intereses capitalistas de la casta política y los grandes empresarios, los mismos que durante años nos están haciendo pagar los costes de la crisis a los sectores populares.

Ante esta situación, el exmonarca optó en su momento por la abdicación hacia Felpie VI para “restaurar” la imagen de la monarquía y la suya propia. Su hijo se viene esforzando en esta tarea y en prepararse para poder jugar un rol más activo en todo proceso de regeneración interna del Régimen del 78. Una labor en la que lamentablemente la nueva izquierda reformista y las llamadas fuerzas del “cambio” no están oponiendo ningún tipo de oposición, al dejar encojonada, como ya pasara en los 70, la cuestión de poner fin a una institución tan reaccionaria y anacrónica como la monarquía.

3 de marzo de 2016

LA TREGUA ANUNCIADA EN SIRIA ES UNA VULGAR TRAMPA

Vicky Peláez. LibreRed

Extrañamente, cuando el Ejército Árabe Sirio (SAA) y sus aliados de Irán y Hezbolá con el apoyo de la aviación rusa estaban a punto de tomar el control sobre todos los centros importantes de Siria, Estados Unidos impuso una tregua de dos semanas.

Según los especialistas militares británicos, faltaban unos dos meses aproximadamente para que el gobierno de Bashar Al Assad tomase el control de la mayor parte de su país. Sin embargo, la histeria occidental sobre la supuesta belicosidad rusa hizo ceder a Moscú y aceptar el cese al fuego pese a saber que es una trampa.

Lo más triste es que nadie cree en su duración ni en las intenciones reales de Washington y de la Coalición de 65 países que ha formado respecto a Siria. El mismo presidente Vladímir Putin afirmó en una reunión con los directivos del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) que será muy difícil llegar a un arreglo político en Siria y poner fin al enfrentamiento porque “este proceso es muy complicado y muy contradictorio”. La oposición tampoco cree en la tregua que empezó el pasado 27 de febrero. Uno de los dirigentes del Alto Comité de Negociaciones auspiciado por arabia Saudita, Asaad al-Zoubi declaró el pasado 29 de febrero que “la tregua terminó desde su inicio porque no podemos confiar en Rusia porque es enemiga de Siria igual que el presidente Bashar Al Assad”. A la vez Francia ya está acusando a Moscú de la violación del cese de fuego.

Surge la pregunta: si nadie confía en la tregua entonces por qué aceptarla. Y de allí viene el problema que consiste en el poder de Estados Unidos de imponer su agenda y sus intereses. Decía el exasesor del expresidente George W. Bush, Karl Rove que “somos un Imperio ahora, y cuando actuamos estamos creando nuestra nueva realidad”. Simplemente, la intervención rusa en Siria impidió a Washington seguir creando “su nueva realidad” en el Medio Oriente. Norteamérica necesitó de un respiro para que sus peones yihadistas que estaban siendo aplastados, “se reagrupen, se rearmen y se preparen”, según las declaraciones del exagente del británico MI6 y el exasesor (1997-2003) del exmandamás de Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Javier Solana, este reagrupamiento por supuesto es para seguir la agenda estadounidense de poner fin al régimen de Asad y balcanizar a Siria.

A los norteamericanos y a su Coalición no le interesan los 280 mil muertos, 3,5 millones de refugiados ni los seis millones de desplazados internos. Simplemente tienen que seguir formas de imponer su agenda y el cese temporal del fuego les sirve para revisar su estrategia en Siria, analizar la situación militar y geopolítica y tratar de unir a sus aliados “moderados” yihadistas bajo la “falsa bandera” de la lucha contra el Estado Islámico (EI), siendo mientras tanto su propósito principal derrocar a Bashar Asad lo que no podrán hacer sin neutralizar a los rusos que impiden hacerlo. Creer en la tregua y en las promesas de Washington sobre una lucha solidaria contra el Estado Islámico es desconocer la historia y los 240 años de la existencia de los Estados Unidos. No pasaron ni 17 años desde la firma del “Nato-Russia Act of Foundation” donde las dos partes prometieron no estacionar grandes unidades de tropas a lo largo de la frontera entre los países de la OTAN y Rusia, para que Washington haya violado aquel Decreto y ha llenando la frontera con sus tropas y las de sus aliados.

Entonces la tregua de Siria es una simple maniobra para ver qué hacer y cómo lograr cambiar su “Plan A” por el “Plan B”, diseñado inicialmente por Arabia Saudita. Consiste en aceptar la creación del “Califato Takfirí” en una parte del territorio de Siria e Irak bajo el mando del Estado Islámico purgándolo antes de los elementos radicales y convirtiéndolo en un Estado “moderado” bajo su control. Sin embargo, teniendo en cuenta sus recientes derrotas y el traslado de más de 10 mil de sus combatientes a Libia para seguir haciendo negocio con el petróleo interrumpido en Siria debido al bombardeo ruso, existe un plan para poner fin a esta organización y reemplazarla por la temible Jabhat al Nusra, otro engendro norteamericano.

En realidad, la prensa globalizada ha seguido la agenda geoestratégica norteamericana e hizo todo lo posible para exagerar la capacidad y el potencial militar del Estado Islámico (EI) que nunca ha tenido, como lo estaban publicitando día a día los globalizadores, unos 100 mil militantes en vez de unos 30 mil yihadistas. Jabhat al Nusra cuenta con unos 20 mil combatientes pero su afiliación con Al Qaeda la hace más peligrosa debido a las ramificaciones internacionales de Al Qaeda, brazo tenebroso e indispensable de los Estados Unidos en sus oscuros planes para la región. Washington está acallando también la existencia de dos otras organizaciones radicales de yihadistas bastante fuertes militarmente como Jeis al-Islam (20 mil hombres armados) y Ahrar ash-Sham que cuenta con 25 mil combatientes. Curiosamente el Departamento de Estado norteamericano los considera como “opositores moderados”.

El “Plan B” apoyado por la Coalición bajo el mando norteamericano, los monarcas árabes y Turquía considera la necesidad de la división de Siria en cuatro partes, es decir cuatro nuevos estados, como lo divulgó el periódico turco Yeni Safak. El exasesor de Barack Obama, Philip Gordon utilizó las ideas de los estrategas de Arabia Saudita y elaboró el Plan de “Descalation y Decentralization” en Siria. Inicialmente se trataba de la formación de tres nuevos estados: el Estado Nusayrei que abarcaría las gobernaciones de Damasco, Homs y Tartus; el Estado kurdo con la Gobernación de Alepo y en el medio del país, el Califato Sunita con el centro en la Gobernación de Idlib.

Por su parte el “think tank Rand Corporation” ligado al Departamento de Defensa norteamericano preparó el “Peace Plan For Syria”, según el cual el país se dividirá en cuatro estados. Precisamente de esta división está hablando el Secretario de Estado, John Kerry, como el “Plan B”. El gobierno de Siria controlaría Damasco, Homs, Tartus, Baniyas y Latakia en coordinación con Rusia. El Estado Kurdo supervisado por EEUU incluirá Alepo, Hassakeh, Qamishli y la parte noroccidental de Siria. La oposición “moderada” controlará Idlib y Deraa con la ayuda de Turquía y Jordania y las Naciones Unidas convertirá en su protectorado el territorio actualmente bajo el control del Estado Islámico que incluye Raqqah, Palmira y Deir al-Zour. Así de simple es la formación de un nuevo mapa colonial en pleno Siglo XXI.

Por el momento, Moscú no acepta ninguna división y su idea es conservar la integridad de Siria. Washington quiso balcanizar el país desde hace tiempo y empezó a acelerar este proceso en 2007 cuando el gobierno de Bashar Al Assad lanzó la “Doctrina de Cuatro Mares”: el Golfo Pérsico, el Mar Caspio, el Mar Negro y el Mediterráneo que convertiría el país en un punto central de tránsito de gas proveniente del Mar Caspio pasando por Irán, Irak, Siria saliendo a los mercados europeos a través de puertos de Levante mediterráneo. Este planteamiento contradecía a los proyectos de EEUU, Qatar y Turquía de utilizar a Siria como territorio de tránsito de gas de Qatar (tercero en el mundo por sus depósitos de gas natural) a Turquía y de allí a los mercados europeos.

Lo que pasa es que Siria siempre fue considerada como país muy importante en términos geoeconómicos, una zona de tránsito de oleoductos y gaseoductos para romper la dependencia occidental de los hidrocarburos rusos e iraníes. Precisamente con este pretexto Turquía, Qatar, Arabia Saudita, Israel y todos bajo la batuta norteamericana empezaron a desestabilizar a Siria como lo han hecho antes en Irak y posteriormente en Libia.

Así comenzó la “Primavera Árabe” en Siria en 2011 que posteriormente se convirtió en la guerra civil bajo el auspicio de Washington y sus aliados de la OTAN y de las monarquías árabes que hacen desangrar al pueblo sirio.

Así como andan las cosas, en menos de dos meses que son suficientes para reorganizar la “resistencia moderada” se reanudará la guerra debido a los intereses geoeconómicos de los EEUU y sus aliados de la OTAN y de los países del Golfo Pérsico. Arabia Saudita actualmente está propiciando ejercicios militares más grandes en su historia junto con sus aliados en que participan cerca de 300 mil tropas. Washington está armando a Turquía vendiéndole más de 6 mil bombas antibúnker BLU-109. Norteamérica se da cuenta que no podrá sacar a Bashar Al Assad usando elecciones pues sabe que el 80 por ciento de la población votarían por él y de ellos el 50 por ciento serían los sunitas.

Entonces, la única posibilidad es armar y preparar mejor militarmente a los opositores llamados yihadistas “moderados” y darles un eficiente apoyo logístico. A la vez los rusos no pueden perder a Siria pues esto significaría su derrota y como consecuencia su alejamiento del Medio Oriente, la pérdida sustancial del mercado energético europeo y el traslado del terrorismo islámico a su territorio. Se esperaba que China apoyaría a Rusia en esta tarea de proteger la soberanía e integridad de Siria pero los chinos hicieron su habitual “jugada china” tomando tiempo para ver con quién aliarse.

Entonces en estas condiciones lo único que le queda a Rusia es utilizar su estrategia de la guerra de Vietnam donde sin ampliar la participación directa dieron un completo apoyo militar al Vietcong en abastecimiento de armas, asesoramiento militar, ayuda logística, entrenamiento de tropas, precisamente lo que necesita actualmente el Ejército Árabe Sirio para aumentar la capacidad bélica de sus 200 mil tropas. Por el momento el apoyo militar ruso al gobierno sirio es insuficiente para poner fin a la guerra y preservar la integridad de Siria. Se necesita un apoyo militar más decisivo a Bashar Al Assad.

Esperar un gesto de buena voluntad de Washington es vivir en un mundo de ilusiones. Para Norteamérica, Rusia siempre va a ser lo que dijo hace pocos días el subsecretario de Defensa, James Townsend: “una amenaza trágica y perjudicial que tenemos que soportar por un tiempo”. Es decir, como suelen decir los rusos, “ya están pensando cómo sacar el cuero del oso que todavía no han matado”.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Puede que también le interese: Siria: ¿el plan B de Kerry es el plan Feltman?”. Alfredo Jalife-Rahme: http://www.jornada.unam.mx/2016/03/02/opinion/018o1pol