3 de enero de 2016

ARGENTINA OSCILANDO ENTRE LA CRISIS DE GOBERNABILIDAD Y LA DICTADURA MAFIOSA

Jorge Beinstein. La Haine

Ha sido señalado hasta el hartazgo que por primera vez en un siglo el 10 de Diciembre de 2015 la derecha llegó al gobierno sin ocultar su rostro, sin fraude, sin golpe militar, a través de elecciones supuestamente limpias, se trataría de un hecho novedoso.

Es necesario aclarar tres cosas:

En primer lugar resulta evidente que no se trató de “elecciones limpias” sino de un proceso asimétrico, completamente distorsionado por una manipulación mediática sin precedentes en Argentina activada desde hace varios años pero que finalmente derivó en un operativo muy sofisticado y abrumador. Consumada la operación electoral la presidenta saliente fue destituida unas pocas horas antes de la transmisión del mando presidencial mediante un golpe de estado “judicial” demostración de fuerza del poder real que establecía de ese modo un precedente importante, en realidad el primer paso del nuevo régimen.

Esto nos lleva a una segunda aclaración: el kirchnerismo no produjo transformaciones estructurales decisivas del sistema, introdujo reformas que incluyeron a vastos sectores de las clases bajas, reclamos populares insatisfechos (como el juzgamiento de protagonistas de la última dictadura militar), implementó una política internacional que distanció al país del sometimiento integral a los Estados Unidos y otras medidas que se superpusieron a estructuras y grupos de poder preexistentes. Pero no generó una avalancha plebeya capaz de neutralizar a las bases sociales de la derecha quebrando los pilares del sistema (sus aparatos judiciales, mediáticos, financieros, transnacionales, etc.) desarticulando la arremetida reaccionaria. La alternativa transformadora radicalizada estaba completamente fuera del libreto progresista, la astucia, el juego hábil y sus buenos resultados en el corto y hasta en el mediano plazo maravilló al kirchnerismo, lo llevó por un camino sinuoso, acumulando contradicciones marchando así hacia la derrota final. Nunca se propuso transgredir los límites del sistema, saltar por encima de la institucionalidad elitista-mafiosa de las camarillas judiciales apuntaladas por el partido mediático componentes de una lumpenburguesía que aprovechó el restablecimiento de la gobernabilidad post 2001-2002 para curar sus heridas, recuperar fuerzas y renovar su apetito.

Como era previsible las clases medias, grandes beneficiarias de la prosperidad económica de los años del auge progresista, no se volcaron de manera agradecida hacia el kirchnerismo sino todo lo contrario, azuzadas por el poder mediático retomaron viejos prejuicios reaccionarios, su ascenso social reprodujo formas culturales latentes provenientes del viejo gorilismo, del desprecio a “la negrada” enlazando con la ola regional y occidental en curso de aproximaciones clasemedieras al neofascismo. No se trató entonces de una simple manipulación mediática manejada por un aparato comunicacional bien aceitado sino del aprovechamiento derechista de irracionalidades ancladas en los más profundo del alma del país burgués.

La tercera observación es que el fenómeno no es tan novedoso. Si bien es cierto que el proceso de manipulación electoral se inscribe en el marco del declive del progresismo latinoamericano y que fue realizado de manera impecable por especialistas de primer nivel seguramente monitoreados por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos, no deberíamos olvidar que antes de la llegada del peronismo en 1945 la sociedad argentina había sido moldeada por cerca de un siglo de república oligárquica (que no fue abolida durante el período de gobiernos radicales entre 1916 y 1930) dejando huellas culturales e institucionales muy profundas atravesando las sucesivas transformaciones de las elites dominantes como una suerte de referencia mítica de una época donde supuestamente los de arriba mandaban mediante estructuras autoritarias estables. Constituye una curiosa casualidad cargada de simbolismo pero lo cierto es que fue el presidente “cautelar-instantáneo” Federico Pinedo impuesto por la mafia judicial el encargado de entregar el bastón presidencial a Macri. Federico Pinedo: nieto de Federico Pinedo, una de la figuras más representativas de la restauración oligárquica de los años 1930, bisnieto de Federico Pinedo Rubio intendente de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX y luego diputado nacional durante un prolongado período como representante del viejo partido conservador. Seguir la trayectoria de esa familia permite observar el ascenso y consolidación del país aristocrático colonial construido desde mediados del siglo XIX. El lejano descendiente de aquella oligarquía fue el encargado de entregar los atributos del mando presidencial a Mauricio Macri, por su parte heredero de un clan familiar mafioso de raiz italo-fascista[1], instaurador de un “gobierno de gerentes”. Los avatares de un golpe de estado instantáneo establecieron un simbólico lazo histórico entre la lumpenburguesía actual y la vieja casta oligárquica.

La crisis
El contexto económico internacional viene dado por una crisis deflacionaria motorizada por el desinfle de las grandes potencias económicas. Estados Unidos, la Unión Europea y Japón navegando entre el crecimiento anémico, el estancamiento y la recesión, China desacelerando su crecimiento y Brasil en recesión sobredeterminan una coyuntura marcada por el enfriamiento de la demanda global lo que deprime los precios de las materias primas y estanca o achica los mercados de productos industriales. En suma un panorama mundial negativo para un país como la Argentina principalmente exportador de materias primas y en menor escala de productos industriales de mediano-bajo nivel tecnológico.

Ante ese ciclo internacional adverso, desde el punto de vista teórico la economía Argentina para no caer en la recesión debería apoyarse cada vez más en la expansión y protección de su mercado interno, su tejido industrial, su autonomía financiera. Sin embargo el gobierno de Macri inicia su mandato haciendo todo lo contrario: achicando el mercado interno mediante la reducción drástica en términos reales de salarios y jubilaciones, aumentando el endeudamiento externo, desprotegiendo al grueso de la estructura industrial. A ello apuntan sus decisiones económicas iniciales como la megadevaluación, la eliminación o disminución de impuestos a las exportaciones, la suba de las tasas de interés, la liberalización de importaciones, y pronto la eliminación de subsidios a los servicios públicos con el consiguiente aumento de sus tarifas. Se trata de una gigantesca transferencia de ingresos hacia los grupos económicos más concentrados (grandes exportadores agrarios, empresas y especuladores financieros poseedores de fondos en dólares, etc.), de un saqueo descomunal que se irá prolongando en el tiempo al ritmo de las subas de precios, las depresiones salariales, las devaluaciones y los tarifazos. Crecerá la desocupación, la pobreza y la indigencia, la concentración de ingresos avanzará (ya está avanzando) rápidamente, el crecimiento económico nulo o negativo serán inevitables.

Según ciertos expertos estaríamos embarcados en una vorágine completamente irracional marcada por la declinación del grueso de la industria y la desintegración de la sociedad resultado de la aplicación ortodoxa de recetas neoliberales “equivocadas”. Pero el gobierno no se equivoca, actúa según la dinámica de una lumpenburguesía portadora de una racionalidad instrumental cuyo fin no es otro que el de la acumulación rápida de riquezas saqueando todo lo que se le cruza en el camino. La racionalidad de los bandidos dueños del poder no es la del desarrollo económico armonioso y general que anida en la cabeza de ciertos economistas.

Así es como hemos pasado de una versión suave de la política económica contra-cíclica (desde el punto de vista de la tendencia de la economía global) a una política pro-cíclica que se incorpora con notable ferocidad a la degeneración general (financiera, institucional, ideológica, etc.) del mundo capitalista.

El progresismo gobernó entre 2003 y 2015 restableciendo la gobernabilidad del sistema, todo anduvo bien mientras la bestia lamía sus heridas en un contexto de relativa prosperidad recomponiéndose del terremoto de los años 2001-2002, pero desde 2008 las cosas fueron cambiando: el achatamiento del crecimiento económico exacerbó su voluntad por acaparar una porción mayor de la torta, en ese sentido el 10 de diciembre de 2015 puede ser visto como el punto de inflexión, como un salto cualitativo del poder draculiano de las élites dominantes inaugurando una etapa de decadencia de la sociedad argentina. Las fuerzas entrópicas, devastadoras, lograron imponer su dinámica.

Dos escenarios
Nos encontramos ante los primeros pasos de una aventura autoritaria de trayectoria incierta. No se trata de un hecho producto del azar sino del resultado de un prolongado proceso de maduración (degeneración) de las élites dominantes de Argentina convertidas en jaurías depredadoras coincidentes con el fenómeno global de financierización y decadencia. Basta con echarle una mirada al gobierno y sus respaldos donde sobreabundan personajes acusados de ser delincuentes financieros como Prat Gay, Melconian o Aranguren, o “padrinos” como Cristiano Rattazzi, Paolo Roca, Franco Macri (y su hijo-presidente) o de otros señalados como agentes de la CIA como Susana Malcorra o Patricia Bullrich[2], para percibir que la tragedia local no es más que un apéndice periférico de un capitalismo global embarcado en una loca carrera liderada por lobos de Wall Streeet, militares delirantes y políticos corruptos destruyendo países enteros, triturando instituciones, saqueando recursos naturales imponiendo un proceso de destrucción a escala planetaria.

La lumpenburguesía argentina, su articulación mafiosa en la cúpula del poder (empresario, judicial, mediático) y sus prolongaciones institucionales y abiertamente ilegales ha dejado de ser la fuerza dominante en las sombras, jaqueando, condicionando, bloqueando, imponiendo, para asumir abiertamente el gobierno. Esto puede ser atribuido a varios motivos entre otros a la inexistencia de un elenco de “políticos” con capacidad de decisión como para implementar el mega-saqueo en curso, entonces son los gerentes los que deben hacerse cargo de manera directa del Poder Ejecutivo, es decir “técnicos” completamente ajenos al embrollo electoral.

El nuevo esquema resulta sumamente eficaz a la hora de adoptar medidas contundentes contra la mayoría de la población pero aparece muy poco útil para amortiguar el inevitable descontento popular (incluido el de una porción significativa de incautos votantes de Macri). Las camarillas sindicales podrán durante un corto período generar inacción, algunos políticos provinciales empujarán en el mismos sentido, los medios masivos de comunicación buscarán distraer, confundir, justificar (ya lo están haciendo) intensificando la campaña de idiotización pero todo eso es insuficiente frente a la magnitud del desastre en curso.

Por otra parte el carácter lumpen, inestable del régimen macrista afectado por previsibles disputas internas, golpes financieros, turbulencias exógenas de todo tipo propias de un sistema global a la deriva y además (principalmente) presionado por una base social cuyo descontento irá ascendiendo como una avalancha gigantesca, va dejando al descubierto la única alternativa posible de gobernabilidad mafiosa.

Se trata de la formación de un sistema dictatorial con rostro civil y de configuración variable. Tiene claros antecedentes internacionales recientes, viene guiado por el aparato de inteligencia de los Estados Unidos y se apoya en la llamada doctrina de la Guerra de Cuarta Generación cuyo objetivo central es la transformación de la sociedad objeto de ataque en una masa amorfa, degradada, acosada por erupciones “desprolijas” de violencia caótica y en consecuencia impotente ante el saqueo. Irak, Libia, Siria aparecen como experiencias de manual extremas y lejanas, por el contrario México o Guatemala son paradigmas latinoamericanos a tener en cuenta aunque la especificidad argentina aportará seguramente rasgos originales. Tenemos que pensar en una combinación pragmática de distintas dosis de represión directa “clásica”, judicialización de opositores sindicales, políticos, etc., bombardeo mediático (diversionista y/o demonizador), represión clandestina, incentivos a la rivalidades intrapopulares (cuanto más sanguinarias mejor), irrupción de bandas que aterrorizan a la población (como las “maras” en América Central o los batallones de narcos de México), fraudes electorales, etc. De ese modo Argentina entraría de lleno en el siglo XXI signado por el ascenso del capitalismo tanático.
Sin embargo esa estrategia no se puede instalar plenamente de un día para otro, requiere tiempo y una cierta pasividad inicial de las bases populares, además encontraría serias dificultades ante una sociedad compleja como la Argentina, con un amplio abanico de clases bajas y medias portadoras de culturas, capacidad de organización, de historias que desde la mirada superficial de los gerentes financieros y de los expertos en control social no aparecen como amenazas visibles (o aparecen como resistencias o nostalgias impotentes) pero que constituyen latencias, bombas de tiempo de enorme poder que pueden estallar en cualquier momento. Este desafío desde abajo converge con el temor de los de arriba a puebladas inmanejables conformando grandes interrogantes gelatinosos que generalizan la incertidumbre en las elites, deterioran su psicología.

La no viabilidad de ese escenario siniestro, su posible empantanamiento, dejaría abierto el espacio para el desarrollo de un segundo escenario: el de una crisis de gobernabilidad mucho más devastadora que la de 2001. En ese caso la fantasía elitista de la recomposición dictatorial-mafiosa del poder político no habría sido otra cosa que una ilusión burguesa acompañando al fin de la gobernabilidad, al comienzo de un período de alta turbulencia, de desintegración social de duración impredecible. El progresismo tan despreciado por las elites y sus preservativos de clase media habría sido un paraíso capitalista destruido por sus principales beneficiarios.

Como vemos el infierno mafioso no es inevitable aunque no deberíamos subestimar la capacidad operativa de sus ejecutores locales y su mega padrino imperial, los Estados Unidos están lanzados a la reconquista de su patio trasero latinoamericano.

¿Hacia dónde va esta historia?: la resistencia popular tiene la respuesta.

NOTAS:
[1] Horacio Verbitsky, "A las Malvinas en subte. El rol de la P-2, los Macri, FIAT y TECHINT en la guerra de 1982", http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-190366-2012-03-25.html
[2] ARGENTINA: la nueva ministra de Exteriores pertenece a la CIA, según Diosdado Cabello.
- El presidente de la Asamblea Nacional (AN) de Venezuela, Diosdado Cabello, declaró que la canciller argentina, Susana Malcorra, pertenece a la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés). “Estuvo aquí, la recibí yo en mi oficina, es la CIA misma, se la nombraron de canciller al señor (Mauricio) Macri”, presidente electo de Argentina, subrayó Cabello en su programa semanal de los miércoles, transmitido por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV).
- También Patricia Bullrich reporta a “la agencia” y probablemente lo hagan otros y otras, como Laura Alonso. El rumor que corre es que Macri prácticamente no conoce a Malcorra y que le fue impuesta telefónicamente por el Departamento de Estado.
- Pájaro Rojo, 11/12/2015, http://pajarorojo.com.ar/?p=20433


2 de enero de 2016

DESPUÉS DEL FERVOR ELECTORAL EN ESPAÑA, ¿QUÉ NOS DEPARA 2016?

Andrés Piqueras y Wim Dierckxsens. mariwim.info

La economía capitalista mundial está quebrada
La pobre “recuperación” de la economía que hemos visto en 2015 en realidad es un espejismo. Está basada en un truco de magia: la “aparición” de dinero que se han sacado de la chistera los Bancos Centrales. También las entidades financieras privadas de todo el mundo han convertido las enormes deudas que mantienen las posibilidades de gasto de familias, empresas e instituciones, en dinero multiplicado hasta el paroxismo mediante la prestidigitación especulativa. Este es pues un dinero ficticio en una economía de magia.

Pero es una magia envenenada, pues aboca en breve a estallidos financieros sin precedentes.

Para evitar que esa espiral de deudas hiciera estallar demasiadas empresas e instituciones, los Bancos Centrales bajaron los tipos de interés hasta niveles cercanos al 0 e incluso negativos. Aun así, durante los primeros once meses del año 2015 unas cien compañías globales entraron en bancarrota de las cuales 62 fueron norteamericanas.
Pero ahora que el problema de la solvencia es peor que en 2008, la FED ya ha aumentado la tasa de interés en diciembre y tiene planeado ir alzándola más para mantener contraída la liquidez. Un aumento en la tasa de interés, por bajo que sea, afectará la capacidad de pago de la pirámide invertida de crédito existente (y de los derivados), pues la economía real, ya en recesión, no genera plusvalía suficiente como para poder soportar pagar tasas de interés en aumento. La deuda existente se tornará impagable y empezará un nuevo reguero de impagos y quiebras, que se extenderá desde las empresas hasta las familias pasando por las instituciones. En cambio, si la Reserva Federal no aumenta la tasa de interés perderá aún más credibilidad y la fuga de dólares de EE.UU. se agravará, haciendo menos creíble la economía mundial (dejando al descubierto el conjunto de trucos en los que se ha venido basando desde al menos los años 80 del siglo pasado).

La Reserva Federal se encuentra, por tanto, en la situación imposible de no poder subir ni bajar las tasas de interés en 2016. En esas circunstancias la economía queda bloqueada.

Cuando el dólar ya no da confianza la tendencia es a refugiarse en el oro y la plata. Por tanto, a que el precio de estos metales suba por las nubes. Sin embargo, en 2015 esos precios más bien bajaron. Las Grandes Corporaciones financieras han podido reducirlo mediante contratos de entrega de oro a futuro (oro en papel), muy por encima del oro físico existente. Tarde o temprano la promesa de entrega de oro físico no se va poder cumplir y esto probablemente va a hacerse realidad en 2016, año de vencimiento de esa entrega.

Cuando clientes como China, India o Rusia reclamen sus toneladas de oro físico, se podrá disparar el precio del oro y de los metales preciosos, implicando al tiempo una caída libre del precio del dólar.

En cambio una salida bélica o incluso el simple clima bélico contra acreedores como ésos puede evitar tener que pagarles. Una economía paralizada camino de entrar en quiebra sistémica, hace que los agentes de poder en juego se tornen muy peligrosos. La salida bélica adquiere cada vez posibilidades más reales. Si aumenta la desesperación, ¿podemos esperar en 2016 una operación de bandera falsa sin parangón con las que hemos visto hasta ahora (Nueva York, Londres, Madrid, París…)?

La fortaleza del dólar es sólo un espejismo
Por otro lado, el hecho de que primero Japón y ahora la UE estén inventándose dinero sin respaldo alguno en la economía real (eso que ellos llaman elegantemente “flexibilización cuantitativa”), tiene como consecuencia que sus respectivas monedas se deprecien en favor del dólar. Ese dinero no va destinado a salvar empresas o familias europeas, sino a adquirir bonos del tesoro estadounidense para mantener artificialmente el precio del dólar y su papel como moneda de reserva de valor, unidad contable e intercambio internacional.

Al apreciarse el dólar, el petróleo y los principales recursos energéticos y minerales se deprecian. El precio de las principales commodities se situaba al final del año 2015 en su nivel más bajo de los últimos 16 años.

Con esta política de subir y bajar la moneda internacional de cambio, las Grandes Corporaciones financieras tienen el poder de subir o bajar las mercancías físicas en general, golpeando a discreción a los países exportadores de las mismas, que para colmo han de pagar los créditos cómodos del pasado en dólares más caros de hoy. El principal objetivo en estos momentos es debilitar la economía rusa, pero de paso también a otros BRICS y a ciertos países cercanos a ellos, como Irán, Ecuador o Venezuela.

El ecosistema planetario está en peligro mortal
El crecimiento capitalista está basado en la reinversión del capital excedente de cada momento. Para que el capitalismo funcione hay que conseguir oportunidades de reinversión rentable para una parte del excedente producido. Al menos para el 3% aproximadamente, si nos atenemos a la tasa de crecimiento medio del capitalismo histórico. Pero esto se va haciendo crecientemente difícil según aumenta exponencialmente el excedente y a la vez se agota el espacio de expansión y los recursos. Así, si en 1950 esa expansión suponía reinvertir con esperanzas de rentabilidad unos 150.000 millones de dólares, y unos 420 millardos en 1973, encontrar oportunidades rentables de inversión global para algo más de 2 billones de dólares en la actualidad es tarea mucho más difícil. Es decir, que cuanto más se crece más difícil es seguir creciendo, especialmente cuando el crecimiento tiende a ser exponencial. Pero un capitalismo sin crecimiento es un oxímoron. Dejaría de ser capitalismo.

Por eso, en su desesperación las Grandes Corporaciones y Poderes mundiales ponen los ojos en los casquetes polares, los océanos profundos, los atolones, las selvas tropicales, los recursos enterrados, los bosques y montañas, la estratosfera… Todo, absolutamente todo lo que pueda ser apropiado y destruido es objeto económico, estratégico y por tanto también militar. Añadiendo con ello más fuego a la hoguera de la Guerra, además de hacer más visible la crecientemente incompatibilidad del capitalismo con la Naturaleza.

Por eso en París los líderes mundiales se han reído del planeta entero, poniéndose de acuerdo para no hacer nada frente al cambio climático, y aplaudiéndose por ello. Dejándonos a todas las poblaciones del mundo inermes frente a las consecuencias, que serán brutales. ¿Sabemos qué significa una subida media de 2 grados de temperatura? Para empezar en los países mediterráneos el fin de muchas cosechas, desertificación del territorio, sequía atroz, hongos de contaminación perennes en las ciudades y buena parte de las costas devoradas por el mar en los próximos 20 a 30 años. Más allá de que en los telediarios todo el mundo parezca contento porque en diciembre
“hace buen tiempo”.

Todo esto sólo se puede enfrentar empezando a construir una gran fuerza social popular desde las raíces de la sociedad, para transformar sus cimientos.


NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Nuestros queridos "izquierdistas" tienen un grave problema. ¿Qué les sucede para que después de un diagnóstico que parece muy certero y, que a todas luces apunta hacia la barbarie, no hagan una prognosis que esté a su altura y declaren abiertamente que sólo el socialismo puede salvar a la especie humana

Viajes a ninguna parte y parches que se da a sí mismo el sistema para soltar presión social y acercarnos, tras su fracaso, a la resignación (15M, Occupy, Syriza, Podemos,...) ya hemos tenido. ¿No será el momento de proponer alternativas necesarias que vayan a la raíz de las cosas y de que no se avergüencen de nombrarlas por el nombre que les corresponde? SOCIALISMO O BARBARIE