10 de noviembre de 2015

CAMBIOS Y REACCIÓN


David Brooks. La Jornada
Lo más alarmante de que Donald Trump vaya a la cabeza en las preferencias de la contienda republicana para la candidatura presidencial, es pensar quiénes son esos millones que lo apoyan con tanto entusiasmo. ¿Quiénes son los que responden con tal exaltación a un mensaje xenofóbico que culpa a los otros por el fin de la grandeza estadounidense? ¿Cómo es que un bufón multimillonario tan peligroso se vuelve héroe para tantos?
No es tan extraño que una estrella de reality shows sea protagonista en una contienda electoral que a veces parece más un espectáculo producido y dirigido por patrocinadores empresariales que un ejercicio esencial de lo que aquí llaman democracia. Pero una clave mucho más importante para entender el fenómeno no consiste en analizar a Trump, sino los trumpistas.
Parte de esta clave está en el título de su nuevo libro, America lisiada; cómo volver a hacer grande a America. Volver a hacer, o hacer de nuevo, es un mensaje muy cuidadosamente diseñado. Estados Unidos está discapacitado, dañado, ha perdido su grandeza y hay que volver a hacerlo grande. Va dirigido a un amplio sector que percibe que el Estados Unidos de antes se ha perdido, que se desvanece.
¿Y quién tiene la culpa? Según Trump, los otros, los que no son de aquí, los inmigrantes y el resto del mundo donde Estados Unidos ha dejado de imponer su voluntad y ha cedido a otros (con Putin, con China, como también en el terreno del comercio internacional). Hay que sacar a los otros del país, hay que imponer la voluntad estadounidense de nuevo en el mundo, hay que volver a lo que era.
Trump y sus filas tienen toda la razón. Estados Unidos no es el de ayer aquí adentro (ni en su margen de maniobra allá afuera). Se está viviendo el fin de ese Estados Unidos definido por ser blanco, anglosajón y guiado por una visión semireligiosa protestante de lo que se llamaba el sueño americano. Y esto tiene implicaciones profundas.
Y algunos sectores viven este fin con consecuencias dramáticas. Una nueva investigación de los economistas Anne Case y Angus Deaton (quien ganó el premio Nobel de economía este año) de Princeton sacudió al país en los últimos días al encontrar un dramático e inesperado incremento en la tasa de mortalidad entre hombres blancos de entre 45 y 54 años de edad en Estados Unidos por alcoholismo, drogas, suicidio y más.
Los datos revelan que los más afectados son hombres blancos con estudios sólo hasta preparatoria y que enfrentan marginación en la fuerza laboral. Los investigadores señalan que entre los factores de este incremento de la tasa de mortalidad –fenómeno tan único en Estados Unidos– es la reducción en oportunidad económica para este sector, el incremento en la desigualdad y que el sueño americano no se cumplirá para ellos (es decir, que cada generación será más próspera que la anterior).
No se ha detectado algo parecido en un desplome de la expectativa de vida en el mundo desarrollado desde los primeros días de la epidemia del sida, y es parecido –aunque menos grave– a lo que sucedió en Rusia después del colapso de la Unión Soviética.
Ese sector fue, hace unas décadas, el símbolo del sueño estadounidense –los que obtenían empleos de por vida en el sector industrial y, en gran parte por los sindicatos, lograron una vida estable de clase media. Pero desde finales de los años 70 esto se ha revertido por el desmantelamiento del sector industrial, el traslado de producción al extranjero, acelerado por acuerdos de libre comercio, y una guerra abierta contra los sindicatos– y con ello este sector ha visto un desplome en ingresos y oportunidades.
Paul Krugman, economista premio Nobel, lo resume así: “los datos muestran una sociedad apremiada por la desesperanza… Algo terrible le sucede a la sociedad blanca estadounidense”.
Trump tiene un eco entre este sector. El veterano periodista y columnista Harold Meyerson, del Washington Post, señala que “Trump obtiene su apoyo principalmente de republicanos de clase trabajadora, quienes son atraídos por su oposición a acuerdos comerciales, su apoyo del Seguro Social y Medicare (programas de bienestar social) y su denigración de los inmigrantes; un programa similar al de los partidos racistas-populistas de derecha de otros países con apoyo de trabajadores como el Frente Nacional en Francia.”
Por supuesto, no todos los trabajadores blancos están con Trump. De hecho, el mensaje del socialista democrático Bernie Sanders, del lado demócrata, también está generando apoyo sorprendente (para las cúpulas) entre amplios sectores de trabajadores blancos y de todos los colores. Pero lo de Trump también se nutre con el otro gran cambio en este país: el fin del Estados Unidos blanco.
La Oficina del Censo de Estados Unidos proyecta que para 2044 los blancos pasarán a ser una minoría más en este país; o sea, que será un país de mayoría de minorías, con los blancos como la minoría más grande, pero ya no superarán el 50 por ciento de la población (los blancos actualmente representan 62 por ciento).
En los últimos 50 años han llegado 59 millones de inmigrantes a Estados Unidos (el porcentaje de los nacidos en el extranjero de esta población está a un nivel casi récord: 14 por ciento). Y durante ese tiempo, estos inmigrantes y sus descendientes representan 55 por ciento del crecimiento de la población, y con ello están transformando la composición racial y étnica del país, reportó el Centro de Investigación Pew este año.
El cambio asusta, y no es nada nuevo que un político utilice el miedo para transformarlo en reacción; son reaccionarios pues. Tal vez el fenómeno Trump es más bien la confirmación de que su Estados Unidos está por desaparecer y está naciendo otro en el que él y otros políticos como él serán relegados a ser una minoría irrelevante.

El gran cómico Stephen Colbert escribió un libro hace unos años en el que se burlaba de la arrogancia infantil de los que ya (ojalá) perdieron el futuro. El título: América otra vez: rehacer la grandeza que nunca no fuimos.

5 de noviembre de 2015

LOS “50 JAMES BOND DE OBAMA” EN SIRIA: ¡PARA COMBATIR A 230.000 YIHADISTAS!

Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada

En coincidencia con el estreno de la película Spectre, de James Bond (http://www.007.com/), mata de risa el montaje hollywoodense del envío por Estados Unidos de 50 "soldados especiales" en la región kurda de Siria para combatir a 230 mil yihadistas sunitas que operan en Levante.

Como los bienes raíces, la geopolítica es ante todo ubicación, y no pasa inadvertida la sinergia de Estados Unidos con los kurdos sirios.

Funcionarios de Estados Unidos se jactan del "efecto multiplicador" que tendrán sus 50 "soldados especiales", catapultados sin el permiso formal de nadie: ni del Congreso de Estados Unidos ni de la ONU ni del gobierno sirio ni de la Liga Árabe de 22 países ni de la Organización para la Cooperación Islámica de 57 países (http://goo.gl/dt0AlG).

A finales de 2014, Fuad Hussein, jefe de la oficina de Massoud Barzani, presidente de la región autónoma kurda en Irak, en entrevista con Patrick Cockburn –considerado entre los óptimos comentaristas de Medio Oriente–, evaluó el número de combatientes yihadistas sunitas en 200 mil: "ocho veces mayor que las estimaciones de los servicios de inteligencia occidentales (léase: la CIA), que los colocan en 31.500" (http://goo.gl/UxDuho).

¿Por qué conviene a la CIA subestimar exageradamente el número de yihadistas sunitas que deambulan entre Irak y Siria?

Fuad Hussein pondera que Daesh/Isis/Isil "gobierna en la tercera parte tanto de Irak como de Siria, que comprende en su totalidad una población de entre 10 y 12 millones que viven en un área de 250.000" kilómetros cuadrados, el mismo tamaño que Gran Bretaña", lo cual "otorga a los yihadistas una extensa mancomunidad de reclutas potenciales".

Con las recientes y vastas adquisiciones territoriales de los yihadistas en Siria, la cifra enunciada por Fuad Hussein sobre el ejército irregular de yihadistas sunitas se ha abultado sustancialmente en el lapso de un año con la adicional llegada de otros 30 mil provenientes de la extensa geografía islámica, que comprenden específicamente 3 mil combatientes de Chechenia (Cáucaso ruso), según The New York Times (http://goo.gl/Ynje9g), y a quienes habría que agregar otro tanto de la región islámica de Xinjiang en China (http://goo.gl/ajhTkD).

Según Al-Quds Al-Arabi (12/8/14), solamente los "escuadrones de la muerte yihadistas", los siniestros dhabbihah, alcanzarían 15 mil verdugos (http://goo.gl/yrf3Fe).

¿Por qué la CIA se habrá "equivocado" en forma tan burda en sus estimaciones?

Ya había advertido sobre el Yihadistán, en lo que "Putin tuvo razón en Siria" (http://goo.gl/vrv3vD).

El proyecto irredentista del califato yihadista (Califato Qoqaz), el Yihadistán, comprende la península ibérica (Al-Andalus), todo el norte de África, el cuerno de África (Somalia) y el sub Sáhara, pasando por los Balcanes y el Cáucaso (frontera con Rusia), hasta Khurasan (Asia Central), frontera con el subcontinente indio y China (http://goo.gl/ygZstq).

Hoy existen "batallones islámicos repletos de chechenos que ayudan a Ucrania en su guerra contra los rebeldes secesionistas", según NYT (http://goo.gl/JwTpwX), lo que conecta los dos teatros regionales simultáneos de guerra: Ucrania con el binomio geográfico de Siria/Irak.

Según Marcus Papadopoulos, redactor en jefe de la revista británica Politics First, "El petróleo es uno de los componentes claves del auge de los terroristas. Si la coalición de Estados Unidos realmente quisiera deshacerse de los militantes, en primer lugar habría destruido la infraestructura petrolera de los terroristas, pero no lo hace. ¿Por qué? Porque los militantes sirven a los intereses de Occidente y, en particular, los de Estados Unidos, que, a su vez, entiende que si priva a los militantes de su principal fuente de financiación, los terroristas dejarán de obedecer, algo que ahora permite a Washington mantener la región bajo tensión" (https://goo.gl/mnaOlx).

Ni con sus 50 James Bond juntos –las "fuerzas especiales" de "efecto multiplicador"– podrá Obama combatir a más de 230 mil yihadistas sunitas, que se irán incrementando en forma exponencial y conforme a los intereses bursátiles de sus apostadores, lo cual constituye de dos cosas: una, repartirse el féretro de la balcanización en la región kurda del norte de Siria, como aprecia Réseau Voltaire (http://goo.gl/wVrGnk) –y, por extensión, la muy cantada pulverización de Irak (http://goo.gl/qphEbs)–, y/o servir "como escudo humano de protección" a sus impresentables "aliados" –los rebeldes sirios "moderados" de Al Qaeda, con todas sus mutaciones y disfraces hollywoodenses–, para inmunizarlos de los exitosos bombardeos rusos, como aduce el investigador británico Finian Cunningham: "La decisión de Obama de enviar fuerzas especiales a Siria es vista ampliamente como una escalada militar de Estados Unidos en ese país. El envío de tropas también señala que Estados Unidos trata de prevenir los éxitos rusos en borrar los instrumentos de Washington para el cambio de régimen en Siria" (https://goo.gl/zstSQU).

La deliberada confusión lingüística del gabinete de Obama, entre "moderados" (sic) de Al Qaeda y yihadistas, forma parte del "caos controlado" geopolítico que asedia las fronteras sunitas del RIC (Rusia, India y China).

Quizá debido a la Babel geopolítica y lingüística imperante en la Casa Blanca, Edward Luce, del Financial Times, no perciba "plan" ni "estrategia" en el envío de los 50 comandos por Estados Unidos, quien está perdiendo la partida en Siria frente a Putin, "mejor jugador de poker que Obama", cuando las primeras semanas de los bombardeos rusos han transcurrido conforme a su plan. El régimen de Assad ya no enfrenta el colapso y Rusia ha consolidado su relevancia geopolítica y ha revivido su presencia naval en el oriente del mar Mediterráneo (http://goo.gl/soi4Vp).

Cuando en Estados Unidos el electorado ha dado la espalda a Jeb, de la decadente "casa de los Bush" (http://goo.gl/fpUC9V), que llevó a la otrora superpotencia unipolar a su doble desastre geoestratégico (derrotas en Afganistán e Irak) y geofinanciero (quiebra de Lehman Brothers en 2008).

Edward Luce anhela el trasplante cerebral de Obama con los genes bélicos del nepotismo dinástico de los Bush y arremete contra su mentalidad de "abogado" que pierde la visión holística y actúa "caso por caso", con un "incremental manejo reactivo de las crisis".

Los circuitos bursátiles de la City (Londres) no saben nada de guerras nucleares ni de geoestrategia y uno de sus pugnaces portavoces, Edward Luce, cita sin desparpajo a Joseph Dunford, el jefe de las fuerzas armadas conjuntas de Estados Unidos, quien "tomó" (sic) su puesto un día después del inicio de los bombardeos aéreos rusos en Siria: "Si un país representa una amenaza existencial a Estados Unidos, debo señalar a Rusia".

La torre de Babel lingüística y geopolítica de Obama refleja el trilema geoestratégico de Estados Unidos: 1) la guerra termonuclear contra Rusia, donde nadie gana, y que ya fue evitada en Ucrania; 2) la descomposición caótica global en curso, y 3) el acomodamiento del nuevo orden tripolar de Estados Unidos con Rusia y China.

Obama deja la óptima decisión tripolar a su sucesor, mientras opta en forma transitoria por su torre de Babel geopolítica con los yihadistas.