24 de septiembre de 2015

“SEGURIDAD GLOBAL DEL AGUA” Y ALIMENTOS, SEGÚN ESTADOS UNIDOS

Alfredo Jalife-Rahme. La Jornada

El Departamento de Estado requirió una evaluación sobre la Seguridad global del agua a la comunidad de espionaje de Estados Unidos: ICA (por sus siglas en inglés), encabezada por la dupla DIA/CIA (https://goo.gl/MnNrch).

ICA se concentró en un número de países que son estratégicamente importantes para Estados Unidos y en temas transfronterizos en siete cuencas acuíferas en riesgo: Nilo, Tigris/Eufrates, Mekong, Jordán, Indus, Brahmaputra y Amu Darya (http://goo.gl/6MrckZ), que, coincidentemente, forman parte del aciago arco de la crisis de Zbigniew Brzezinski.

En su diagrama El agua del planeta (http://goo.gl/x6hxyE), ICA dramatiza la captura aplastantemente mayoritaria del sector agrícola tanto en el uso de agua fresca retirada (de consumo y no consumo) como en su uso de agua retirada por sector –respectivamente 68 y 93 por ciento– frente al minoritario uso doméstico/industrial y eléctrico, sumado a la evaporación de los depósitos.

ICA oculta la geopolítica del agua del siglo XXI (http://goo.gl/WPFeLs) y evalúa que en los próximos 10 años “varios países importantes para Estados Unidos experimentarán problemas acuíferos –escasez, calidad pobre o inundaciones– que amenazan la inestabilidad y los fracasos de los países e incrementan las tensiones regionales que los distraen de trabajar  con Estados Unidos en objetivos políticos importantes para Estados Unidos”, cuando los problemas del agua impedirán la habilidad de países clave para producir alimentos  y generar energía, constituyendo un riesgo a los mercados globales de alimentos y restringiendo su crecimiento económico.

Como resultado de las presiones demográficas y el desarrollo económico, el norte de África, Medio Oriente y el sur de Asia confrontarán los mayores desafíos  para lidiar con los problemas del agua.

A mi juicio, entre los BRICS, India es la más vulnerable, en tanto Brasil, Rusia y China son superpotencias hidráulicas.

ICA paraliza en forma perentoria la capacidad de desalinizar el agua por los países costeros afectados.

No es nada desdeñable la correlación que plantea en los países en vías de desarrollo entre el manejo del binomio agua/agricultura con su PIB.

Las oportunidades de liderazgo global de Estados Unidos son únicas –¡claro, sin contar California ni su expoliación de los ríos Bravo y Colorado!–, según ICA: el “conocimiento ( expertise) de Estados Unidos en el manejo del agua es ampliamente reconocido ”, por lo que el mundo en vías de desarrollo acudirá a Estados Unidos para encabezar a la comunidad (sic) global al desarrollo e implementación de políticas sanas para el manejo de los recursos de agua a nivel local/nacional/regional.

Juzga que existirá presión para que Estados Unidos se comprometa más a hacer del agua una prioridad global con el apoyo a proyectos de desarrollo mayores, incluyendo la ayuda financiera, mediante la “difusión satelital y otros datos sensibles remotos e instrumentos de modelo hidrológico que llevarán a que Estados Unidos apoye el desarrollo de acuerdos legales e institucionales que resuelvan las disputas del agua".

El beneficio de Estados Unidos provendrá de una incrementada demanda de exportaciones agrícolas conforme aumenta la escasez de agua en varias partes del mundo, que dependerán de mercados abiertos, en lugar de buscar acuerdos bilaterales tierra/arrendamiento en otros países para conseguir su seguridad alimentaria. ¡Ni más ni menos que el neoliberalismo global acuífero/agrícola!

Ahora entendemos los alcances del plan israelí de la fétida ley Korenfeld de Conagua (http://goo.gl/yFyEZY).

Un capítulo fundamental de la evaluación de ICA concierne a los riesgos a la agricultura y al crecimiento económico, cuando “en los próximos 10 años el agotamiento del abasto subterráneo en algunas áreas agrícolas –debido al pobre manejo– representará un riesgo al mercado alimentario tanto nacional como global”.

Resulta que numerosos países han sobrexplotado su agua subterránea para satisfacer su creciente demanda alimentaria, por lo que el agua subterránea agotada y degradada puede amenazar la seguridad alimentaria y, por ende, amenazar la disrupción social.

En el México neoliberal itamita hace mucho que fue enterrada la seguridad alimentaria (http://goo.gl/o3WHDL).

Por cierto, el tema de la pendiente reforma agrícola de México lo acabo de abordar en la Cámara de Diputados (https://goo.gl/PGJav9).

ICA cita una perogrullada: cuando el agua asequible para la agricultura es insuficiente, los trabajadores agrícolas pierden su empleo con menores cosechas para cultivar. Hoy 35 por ciento de la fuerza laboral global está empleada en la agricultura, con un alto porcentaje en varios países en vías de desarrollo donde la agricultura consume hasta 95 por ciento del uso total de agua, de acuerdo con la FAO.

Entre la laboricida automatización robótica y los drones, sumados al control tecno-agrícola, ¿cómo piensa Estados Unidos manejar tanto magno desempleo global, con su subsecuente disrupción social?

ICA juzga que varios avances en la producción agrícola se han debido al uso sin precedente de las finitas reservas subterráneas, cuando 99 por ciento del agua fresca asequible del planeta se encuentra en los acuíferos, de los que 2 mil millones de personas dependen del agua subterránea como su única fuente acuífera.

Otro problema radica en que la extracción de agua de los acuíferos excede la tasa de relleno, cuando ciertos sistemas subterráneos necesitan varios siglos para su reposición.

ICA calcula que el sobregiro anual total de los acuíferos en el mundo sean quizá el doble del flujo anual del río Nilo.

Según datos satelitales de la NASA, el agua es agotada más rápido en el norte de India que en otras zonas comparables del mundo.

En 2005, el Banco Mundial evaluó que la irrigación subterránea apoya en forma directa o indirecta 60 por ciento de la agricultura irrigada, y 15 por ciento de la producción alimentaria de India depende del uso insustentable de agua subterránea.

El enfoque de Estados Unidos es privatizador, con el manejo y las inversiones del agua mediante la tecnología que reduce la cantidad de agua necesitada para la agricultura.

A mi juicio, el golpe de Estados Unidos es doblemente letal: lidera la agricultura global y su utilización casi monopólica de la tecnología hidráulica.

El control de Estados Unidos sería total mediante una estructura integrada de manejo del recurso acuífero que evalúa el ecosistema entero y entonces usa la tecnología y la infraestructura para la utilización eficiente del agua, control de inundaciones, redistribución del agua y preservación de la calidad.

En forma perturbadora, ICA cita el aciago acuerdo entre Estados Unidos y México sobre los términos de reparto de agua de los ríos Colorado y Bravo y sus principales afluentes, que permite a Estados Unidos las contribuciones de los afluentes de los ríos mexicanos, sin el acceso de México a las contribuciones de los afluentes de los ríos de Estados Unidos.


No es ninguna novedad el entreguismo masoquista del “México neoliberal itamita”. ¿Tal sería su aplicación al resto del mundo?

23 de septiembre de 2015

LA DEFLACIÓN ES LA PEOR PESADILLA PARA ESTADOS UNIDOS

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:
Sin salirse de la ortodoxia de la visión puramente financiera, que obvia la caída de la tasa de ganancia del capitalismo mundializado desde al menos los últimos cuarenta años, derivada del desajuste entre una sobreoferta productiva (crisis de producción) sobre la capacidad real de demanda y consumo, como el origen de la megafinanciarización de la economía y, en suma, de la razón primera y última de esta crisis, el autor muestra, sin embargo, la cruda realidad de la economía norteamericana, atrapada entre el riego del Caribdis de la inflación y la amenaza del Escila de la deflación.

El texto fue escrito antes de que la FED pospusiese su subida de las tasas de interés, envuelta en la justificación de que “aunque la economía norteamericana va bien” los “riesgos globales” (China, países emergentes, commodities) se están incrementando. El capitalismo tanto norteamericano como mundial está atrapado sin otras salidas que la guerra, aspecto éste que, no obstante, se desatiende en este artículo.
Sin más, les dejo con el mismo.

Ariel Noyola Rodríguez. Global Research
“Desde hace varios meses la Reserva Federal viene insistiendo con que la recuperación de la economía norteamericana va viento en popa. Sin embargo, los estímulos monetarios multimillonarios (‘Quantitative Easing’) y mantener la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) cercana a cero no ha sido suficiente para disipar por completo las tendencias recesivas. A 7 años de la quiebra de Lehman Brothers, la actual presidenta del banco central estadounidense, Janet Yellen, enfrenta un serio dilema: detener el auge bursátil bajo el riesgo de convertir en realidad la peor pesadilla de Estados Unidos, la deflación.”

La economía de Estados Unidos muestra aparentemente señales de recuperación. Durante el segundo trimestre de 2015 el Producto Interno Bruto (PIB) registró un aumento de 3.7% –en términos anuales–, muy por encima de la primera estimación de 2.3% que se publicó hace 2 meses.

Esta nueva revisión del crecimiento del PIB colmó de optimismo a los dirigentes de Washington, ya que, según ellos, logró disolver la desconfianza que surgió durante el último trimestre de 2014, cuando la actividad económica se desplomó 0.7 puntos porcentuales[1].

Washington se vanagloria de que el mercado laboral se repone a paso veloz. El sector privado generó más de 13 millones de empleos a lo largo de los últimos 5 años y medio[2]. En agosto, la nómina no agrícola sumó 173,000 plazas, que si bien representa un monto menor comparado con el promedio de 247,000 de los últimos 12 meses, por lo menos resultó suficiente para disminuir la tasa de desempleo de 5.3 a 5.1%, la más baja desde abril de 2008[3].

Estados Unidos prácticamente se encuentra en un nivel de «pleno empleo», asevera Loreta J. Mestter, la presidenta del Banco de la Reserva Federal de Cleveland. No obstante, esa presunción contrasta con la precariedad que padece la mayoría. El «modo de vida americano» (‘American way of life’) es una ficción que únicamente aparece en el cine y la televisión. Los estadounidenses que viven en los suburbios más pobres se han convertido en las principales víctimas de una política económica que favorece a menos de 1% de la población.

La Reserva Federal de Estados Unidos tiene un doble mandato, por un lado, promover la creación de empleo y, por otro lado, garantizar la estabilidad de precios, según se lee en los estatutos del banco central. Sin embargo, esos objetivos no se cumplen, son ‘letra muerta’.

En primer lugar, el nivel rentabilidad empresarial no es tan alto como para producir un ciclo expansivo de largo plazo. En consecuencia, la inflación se mantiene demasiado baja, incluso corre el peligro de convertirse en deflación (caída de precios). En segundo lugar, el «dinamismo» del mercado laboral estadounidense está muy sobredimensionado por la Casa Blanca. La tasa de desempleo cercana a 5% oculta que el subempleo todavía se mantiene muy elevado[4].

De acuerdo con una definición mucho más amplia de desempleo (metodología U-6), que incluye a los trabajadores a tiempo parcial (6.5 millones de estadounidenses) –pero que estarían dispuestos a ocupar plazas de tiempo completo–, así como a las personas que abandonaron la búsqueda de empleo durante el último año (1.8 millones de estadounidenses) –pero que eventualmente regresarían a sumarse a la fuerza laboral–, la tasa de desempleo se ubica en 10.3%.

El ‘estancamiento secular’
Si bien la Reserva Federal mantiene desde diciembre de 2008 la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) entre 0 y 0.25%, ello no ha logrado detonar inversiones masivas para, en esa misma proporción, impulsar la creación de empleo en todo el país. Lo mismo sucede en el caso de los programas de flexibilización cuantitativa (‘Quantitative Easing’), son medidas que en poco o nada han contribuido a aliviar el deterioro económico del estadounidense ordinario.

Ben S. Bernanke, el anterior presidente de la Reserva Federal, anunció en diciembre de 2008 la compra de activos sustentados en hipotecas (‘asset-backed securities’), y en noviembre de 2010 la adquisición de bonos del Tesoro (‘U.S. Treasury bonds’), acciones que, según su propia lógica, ayudarían a incrementar el otorgamiento de crédito de parte de los bancos, y mantener las tasas de interés de largo plazo en niveles mínimos.
Nunca en la historia del capitalismo se había llevado a cabo un plan de estímulo monetario de tal magnitud: inyecciones mensuales de liquidez por un monto de 85,000 millones de dólares. Como consecuencia de esa política, las compras multimillonarias de activos multiplicaron por 5 el tamaño de la hoja de balance (‘balance sheet’) de la Reserva Federal, que pasó de 870,000 millones de dólares a más de 4.5 billones de dólares entre agosto de 2007 y noviembre de 2014.

Los mayores beneficiarios resultaron ser los grandes bancos de inversiones: Citigroup, Goldman Sachs, J.P. Morgan Chase, Bank of America, Morgan Stanley, etcétera. En lugar de apoyar el desarrollo de la actividad productiva y la generación de empleos de calidad, la política monetaria «no convencional» implementada por la Reserva Federal promovió la «exuberancia irracional» de los inversionistas que operan en Wall Street. En cambio, en el grueso de la economía el «proceso de recuperación» continuó siendo débil y desigual.
Larry Summers, quien estuvo a cargo del Departamento del Tesoro de 1999 a 2001 bajo la presidencia de Bill Clinton, tomó prestado a finales de 2013 el concepto de ‘estancamiento secular’ para analizar las condiciones de la economía norteamericana, el mismo que el economista Alvin Hansen (1887-1975) hilvanó en la década de 1930, en plena ‘Gran Depresión’[5].

Según Summers, si bien es cierto que las bolsas de valores alcanzaron ya los niveles de capitalización observados antes del estallido de la crisis hipotecaria (‘subprime’) –gracias a la política de estímulos de los bancos centrales–, los países que integran el G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) continúan registrando tasas de crecimiento decepcionantes.

En el caso específico de Estados Unidos, no hay duda de que desde hace varios años se viene consolidando una «nueva normalidad» económica, caracterizada por altos niveles de endeudamiento tanto público como privado, muy poca inversión de capital y creación de empleo marginal. El problema es que el arsenal del Estado norteamericano se ha mostrado cada vez más incapaz de combatir las tendencias recesivas que acechan de cerca a la economía[6].

La Reserva Federal está dividida
Aún no hay consenso entre los integrantes de la Reserva Federal sobre si aumentar o no la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’). Antes de deliberar se reúnen hoy y mañana[7]. La mayor preocupación de las autoridades monetarias de Estados Unidos es el surgimiento de la caída de precios. Y es que la deflación es mucho más dañina para la economía que la inflación elevada.

Como las empresas disminuyen los precios de sus mercancías, los consumidores comienzan a postergar sus compras, con la esperanza puesta en que los precios continuarán cayendo. Los capitalistas se encuentran con un nivel de demanda en caída libre, y en consecuencia, disminuyen sus niveles de producción y realizan despidos masivos.

Los ingresos de los consumidores se desploman, contrayendo aún más el nivel de demanda. Entonces, los empresarios eliminan todavía más producción y empleos, hundidos en una espiral depresiva que combina deflación y caída del PIB. Asimismo, las deudas de las empresas se vuelven onerosas, los impagos aumentan y la solvencia de los bancos se pone en un serio predicamento.

El gran enigma para el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal es que a pesar de los estímulos fiscales y monetarios, el nivel de precios se mantiene por debajo de 2% desde hace 3 años –a excepción de un ligero repunte a mediados de 2014. Durante julio el Índice de Precios al Consumidor (CPI, por sus siglas en inglés) apenas aumentó 0.2% en la comparación interanual. Si se excluyen los precios de los alimentos y la energía, la inflación se ubicó en 1.2%.

Para varios miembros del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC, por sus siglas en inglés), aunque la inflación se ha visto presionada hacia abajo, no se trata sino de un fenómeno transitorio, que se propicia por el alza del dólar y la deflación de las materias primas (‘commodities’). «Dada la aparente estabilidad en las expectativas de inflación, hay buenas razones para creer que la inflación se acelerará al tiempo que las fuerzas que la mantienen a la baja se disipen aún más», sostuvo a finales de agosto Stanley Fischer, el vicepresidente de la Reserva Federal.

Su actual presidenta, Janet Yellen, considera que elevar los tipos de interés es decisivo para evitar distorsiones en la economía. Si se mantienen los tipos de interés cercanos a cero durante un largo período, argumenta Yellen, se corre el peligro de fomentar la formación de burbujas financieras, pues el crédito barato alimenta la apuestas especulativas de los bancos de inversión.

Sin embargo, si se eleva el costo de crédito, aumentarían también las probabilidades de sumergirse en la recesión. Toda vez que los salarios permanecen estancados desde la década de 1970, su impulso sobre la inflación es marginal. Los nuevos empleos han resultado insuficientes para incrementar el nivel general de precios. El mes pasado las remuneraciones salariales por hora únicamente crecieron 2.2% en comparación con 2014, mientras que antes de la crisis aumentaban por encima de 4%.

¿Y ahora qué sigue?
La Reserva Federal está atrapada. Es imposible que detenga el auge bursátil sin aumentar al mismo tiempo los riesgos deflacionarios sobre la economía. Si la tasa de interés de los fondos federales (‘federal funds rate’) permanece intacta, será entonces evidente que Estados Unidos es mucho más vulnerable de lo que todo el mundo cree.

La burbuja financiera se sigue hinchando y más temprano que tarde terminará por estallar[8]. Durante el mes de agosto se registraron mayores turbulencias en la economía global: desplome del índice Dow Jones en más de 1,000 puntos, caídas sucesivas en la bolsa de valores de Shanghái, nueva recesión en Japón, estancamiento en Francia y Reino Unido, aumento de la deflación en Grecia, drástica desaceleración en los países de América Latina y el Caribe, etcétera.

Ahora bien, si la Reserva Federal apuesta por aumentar los tipos de interés, los elementos «transitorios» que supuestamente socavan la inflación –según la opinión de Stanley Fischer–, tomarían mayor fuerza. Esto es, el alza del dólar sería más pronunciada ante las salidas masivas de capitales de los mercados emergentes. Lo mismo sucedería con la caída de los precios de las materias primas (‘commodities’), los inversionistas se desprenderían de inmediato de los títulos financieros relacionados con la energía, con lo cual, Estados Unidos pasaría de registrar una tasa de inflación muy baja a de plano ahogarse en la deflación.

La fragilidad de la economía mundial ha saboteado hasta ahora las pretensiones de los bancos centrales de apretar (‘tightening’) la política monetaria en los años recientes[9]. El Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Japón y el Riksbank (el banco central de Suecia), dieron marcha atrás poco después de aumentar las tasas de interés de referencia. Como la inflación volvió a caer, la economía entró de nuevo en recesión, y el nivel de endeudamiento creció, los bancos centrales de los países industrializados no tuvieron otra alternativa que volver a establecer las tasas de interés cerca de cero.

La Reserva Federal por su parte, ha puesto en claro que el aumento de los tipos de interés será muy lento. Esto decir, después del primer incremento –que si no se concreta en septiembre, puede tener lugar en octubre y diciembre de este año, o bien como lo sugieren el Fondo Monetario Internacional (FMI)[10] y el Banco Mundial[11], hasta 2016– pasará bastante tiempo antes de otra subida.

No obstante, si la medida precipita el desplome del PIB y consolida la deflación, la Reserva Federal no únicamente quedaría enterrada en el descrédito absoluto, sino que luego de regresar a disminuir las tasas de interés, incluso se vería obligada a poner en marcha una cuarta etapa de su programa de flexibilización cuantitativa (‘Quantitative Easing’)[12], mismo que concluyó en noviembre de 2014.

En suma, a 7 años de la quiebra de Lehman Brothers la economía estadounidense se encuentra en vilo. Los miles de millones de dólares gastados para salvar a los banqueros de Nueva York colocaron a las finanzas públicas en la bancarrota y hundieron a centenares de familias en la miseria. La maldición de una nueva crisis aún no desaparece. Si la Reserva Federal se equivoca, la pesadilla de la deflación se puede convertir en una dolorosa realidad para Estados Unidos.

NOTAS 
[1] «As Economies Gasp Globally, U.S. Growth Quickens», Nelson D. Schwartz, The New York Times, August 27, 2015.
[2] «The Employment Situation in August», Jason Furman, The White House, September 4, 2015.
[4] «The Federal Reserve: More red lights than green», The Economist, September 12, 2015.
[5] «Why stagnation might prove to be the new normal», Lawrence Summers, The Financial Times, December 15, 2013.
[6] «U.S. Lacks Ammo for Next Economic Crisis», Jon Hilsenrath & Nick Timiraos, The Wall Street Journal, August 17, 2015.
[7] Nota del Editor: el autor se refiere a la reunión llevada a cabo los días 16 y 17 de septiembre.
[8] «Fears grow over US stock market bubble», John Authers, The Financial Times, September 13, 2015.
[9] «A brief history of rate rises: Tightening pains», The Economist, September 12, 2015.
[10] «IMF Urges Fed to Postpone Rate Liftoff to First Half of 2016», Kasia Klimasinska & Andrew Mayeda,Bloomberg, June 4, 2015.
[11] «World Bank chief economist warns Fed to delay rate rise», Shawn Donnan & Sam Fleming, The Financial Times, September 9, 2015.
[12] «Market talk suddenly turns to specter of QE4», Jeff Cox, CNBC, August 24, 2015.