21 de junio de 2013

LA DEUDA PÚBLICA ESPAÑOLA REGISTRA UN REPUNTE NUNCA VISTO

El Presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos,
Ben Bernanke (EFE)
Ni Grecia ni Chipre: los bonos españoles sufren el peor día de su historia por China y EEUU

Pedro Calvo/Daniel Viaña. Cotizalia

La deuda pública española, tan zarandeada en los últimos años por desempeñar España un papel protagonista en la crisis del euro, comprobó ayer que sus jaquecas también pueden tener otro origen. En concreto, en Estados Unidos y en China, que ayer agitaron con fuerza los mercados. Tanto, que ni Grecia ni Chipre ni ningún otro episodio de la crisis europea provocó una sacudida vendedora como la que padeció la deuda española, que sufrió la peor sesión de su historia. 

Las ventas, con el consiguiente repunte de los rendimientos porque suben cuando el precio de los títulos baja, causaron que el rendimiento de los bonos a cinco años se disparara del 3,36% al 3,66% y el de los títulos a 10 años, del 4,53 al 4,85%. Nunca habían registrado un incremento similar en el caso de la referencia a 10 años-un 7,09%- en una única sesión. Como aditivo, la prima de riesgo, que mide la diferencia entre la rentabilidad de los bonos españoles y alemanes a 10 años, se amplió de los 297 a los 319 puntos básicos, la brecha más alta desde abril.  

Con la Fed estadounidense anticipando una reducción de los estímulos y China inspirando un miedo económico cada vez mayor, los inversores acentuaron ayer el repliegue de sus carteras desde unas posiciones más arriesgadas hasta otras más defensivas. Y en esa reacción la deuda española no salió bien parada. Tampoco otras, eso sí. Lo constata que el rendimiento del bono alemán subiera hasta el 1,66%, máximo desde el pasado mes de febrero, y que la rentabilidad de los bonos estadounidenses a 5 y 10 años escalara al 1,30% y al 2,4%, los niveles más altos desde agosto de 2011. El bono italiano, compañero del español en las peores jornadas del pasado verano, tampoco quiso perderse la cita: repuntó un 6,75% y cerró la sesión ofreciendo una rentabilidad del 4,54%. El 5 años, por su parte, repuntó un 9,64%, hasta el 3,46%.

El acentuado incremento de la rentabilidad de los mercados de deuda mundiales ante las palabras de Bernanke parece, según Soledad Pellón, de IG, "desproporcionada, no en sí por el impacto que pueda tener una retirada de estímulos que, evidentemente, va a ser muy negativo para las bolsas, sino porque no ha dicho nada que no estuviera ya sobre la mesa durante las últimas semanas". 

Pellón también apunta a China para explicar el brusco movimiento del mercado, ya que "todo parece indicar que el mal dato de PMI de manufacturas de China conocido la pasada madrugada ha tenido gran parte de la culpa de estas fuertes bajadas, y entre eso y el miedo a la retirada del QE, el pánico se ha ido retroalimentando".

Mal síntoma para las arcas públicas 
Aunque el repunte de ayer fue excepcional por su magnitud, lo cierto es que se suma a los que ya venía registrando la rentabilidad de la deuda española desde comienzos de mayo. Es más, en el último mes y medio, el rendimiento de los bonos a 10 años ha crecido en 82 puntos básicos -o 0,82 puntos porcentuales. En el mismo periodo, los títulos a 5 años han pasado del 2,8% al 3,66% y los bonos a dos han escalado del 1,54% al 2,32%. 

Pese a que estos niveles son menos acuciantes que los vistos en julio de 2012, cuando el rendimiento de los bonos a 10 años tocó el 7,75%, lo cierto es que obligan a extremar la cautela. Más que nada, porque el creciente volumen de deuda pública que está amontonando España provoca que cualquier incremento de los costes de financiación suponga un lastre cada vez más pesado para las arcas públicas. 

Este año las previsiones contemplan que la deuda pública crecerá hasta equivaler al 95% del producto interior bruto (PIB), proporción que en 2014 podría aumentar hasta alcanzar el 100%, unas cifras que contrastan con las vigentes antes de la crisis, cuando esa ratio no llegaba al 40% del PIB. Como consecuencia de este aumento, la factura de los intereses se ha disparado desde los 16.000 millones de euros de 2007 hasta los casi 39.000 millones en 2013. 

Con semejante montaña de deuda, España debe hacer todo lo posible por reducir el déficit -en la medida en que no lo haga, la deuda seguirá creciendo-, para disminuir la deuda que debe emitir y abaratar sus costes de financiación. De lo contrario, esa factura engordará, consumirá cada vez más recursos de las arcas públicas y, sobre todo, lanzará una invitación para que se vuelva a cuestionar la sostenibilidad de la deuda española. Con el agravante de que, además, los bancos españoles son los mayores tenedores de deuda del Tesoro, con más de 246.000 millones de euros en sus poder. O lo que es lo mismo, si el precio de los títulos sigue cayendo, sufrirán la pérdida consiguiente en sus carteras. 

20 de junio de 2013

SIN SUJETO HISTÓRICO NO HAY FUTURO

armandobgines.blogspot.com

Meramente a título instrumental y descriptivo, podemos poner fecha al nacimiento de la clase obrera en la primera revolución industrial,mediados del siglo XVIII. El proletariado se convierte en sujeto histórico en la fábrica, en el trabajo cotidiano, en los cinturones industriales y en el hábitat de arrabal y extrarradio. Se reconoce a sí mismo como agente colectivo con problemas y aspiraciones propios. Frente a ella, el empresariado y la burguesía.

Cerca de la clase obrera, surge el feminismo, la mujer como entidad singular que exige igualdad y voto, una voz que quiere emanciparse del patriarcado tradicional que la mantiene encerrada en el hogar como simple factor reproductivo y auxiliar del hombre. Fuera del proletariado, el mundo de la cultura, un colectivo heterogéneo con peculiaridades muy marcadas, pero asimismo utilizado y explotado por las clases pudientes. De la alianza entre los tres, azarosa y no sin contradicciones, la clase obrera enriquece su ideario y abre nuevos horizontes en su ideología y en su acción política cotidiana.

Las revoluciones soviética y china y más tarde Cuba, suponen la toma de poder efectivo, no sin paradojas, del sujeto histórico clase obrera. El mundo bipolar afianza, al menos en la teoría y en el terreno social, las posiciones emergentes del proletariado. El capitalismo ensaya en la práctica nuevas fórmulas para detener este avance que parece incontenible mediante la exaltación de nacionalismos emotivos que encubren y desvían la lucha de clases hacia focos de atención ficticios creados ex profeso para dividir y neutralizar las energías revolucionarias del trabajador, de la mujer y de la cultura progresista en general. Hitler, Mussolini, Franco, la Segunda Guerra Mundial, Hiroshima y Nagasaki, Vietnam y las dictaduras militares latinoamericanas son hitos a golpe de pistola y bombazo limpio de esos coletazos del capitalismo global para impedir el ascenso de la clase obrera al poder real.

Después de la segunda conflagración bélica a escala mundial, la guerra fría se instala en el juego político. En Occidente, la presión social provoca el Estado del Bienestar para contrarrestar las ínfulas transformadoras del pueblo llano. A cambio, se entregan en sacrificio las ideas socialistas, comunistas y anarquistas. El consumismo crea nuevas categorías e identidades, la principal el concepto clase media. La neolengua inventa otro concepto sibilino, clase trabajadora, con lo que se pretende erradicar los aromas revolucionarios del término obrero. De esta forma, se dice que todos los que viven de un salario, incluidos los empleados del sector servicios y el espacio rural, pueden verse reflejados en la categoría clase trabajadora.

Es tiempo de dudas y parones en el devenir de la clase obrera. Desde el poder y los medios de comunicación empiezan a moldearse nuevas identidades sociales de la noche a la mañana. La complejidad naciente convierte en enemigos más o menos irreconciliables a unos y otros, en un laboratorio ideológico que pretende dividir a la clase obrera en intereses singulares siempre en disputa. El centro neurálgico de la vida ya no es el lugar de trabajo sino la sociedad en su conjunto. La filosofía y la política ceden terreno a la psicología y la sociología. La academia oficial produce análisis por doquier sin referencias políticas. Todo sucede en un sistema complejo de agentes múltiples creados a propósito, clasificables y desmenuzados hasta el último detalle. Las nuevas etiquetas de la democracia liberal para reconocerse cada cual en su idiosincrásica personalidad son variadas y casi a gusto del consumidor: juventud, mayores, gais, lesbianas, musulmanes, radicales, antisistema, autóctonos, inmigrantes, terroristas… La pléyade de nombres surgidos casi de la nada es extensa y prolija. El otro se transforma en otros innumerables. Mientras la clase obrera se mantuvo firme y fiel a sus principios internacionalistas, el otro era el explotador, el burgués, el empresario, la derecha si se quiere. El sujeto histórico se ha evaporado y troceado en cientos de yoes sociales en disputa permanente. A esto lo denominan sociedad compleja. En palabras de la posmodernidad: ya no hay grandes relatos, solo relatos diminutos en busca de la felicidad y autorrealización privada y particular.

Sujetos múltiples sin conexión
Hoy, la eclosión de luchas y movilizaciones es difusa y sin un nexo común que las aglutine. Son noes contra situaciones sociales concretas que adolecen de un sí rotundo e integrador alternativo al capitalismo. La coalición inmediata en la calle y en la plaza públicas se resiente de una espontaneidad huérfana de estrategias ideológicas y políticas coherentes. Recomponer el sujeto histórico sería el paso crucial para dar sustento a todos esos movimientos que gritan no de modo automático como consecuencia de la crisis del sistema actual. Solo con la resistencia ética no se abrirán caminos políticos y sociales que permitan acceder al poder a los de abajo. El capitalismo ha demostrado a lo largo de su trayectoria que es capaz de hallar soluciones técnicas de éxito para mantenerse con salud sin cambios profundos, a través de medidas de apariencia democrática o mediante asonadas golpistas de muy diferente signo.

El peligro que se cierne sobre el pueblo llano es el desgaste paulatino de su grito solidario sin que sus aspiraciones legítimas se plasmen en el plano político. Hay dos barreras colosales que evaden y diluyen las responsabilidades de los poderes fácticos y de sus testaferros políticos: los fantasmales mercados y el terrorismo como coartada. Mercados y terrorismo son dos sujetos de laboratorio que no tienen rostro ni son identificables en el paisaje de lo real. Juegan el rol de mitos que producen pánico reverencial. Ese es su cometido fundamental: instalar el miedo para adormecer las mentes y hacerlas más moldeables así a los intereses encubiertos del poder global. Es una manera muy útil de desviar la atención de la realidad de carne y hueso hacia enemigos que no se ven ni se tocan pero están ahí beligerantes contra todos. En realidad, ese adversario, viejo ya en la historia del ser humano, es el germen manipulable del que puede echar brotes fascismos de toda estirpe.

Todos contra el miedo podría ser la consigna, lema o paradigma para que una alternativa sólida, popular y de izquierdas pudiera convertir la pluralidad heterogénea de la actualidad en unidad de acción con un programa común básico de carácter local pero sin olvidar la perspectiva internacionalista o global de la magna y ardua empresa por construir un mundo más habitable, justo y solidario. Esa senda, aún en ciernes, tendría que reconstituir un sujeto histórico fiable e íntegro, fuerte en sus estructuras internas y con visión de futuro. El paso a dar es el que va de la resistencia defensiva al ataque afirmativo, del no social reivindicativo al sí político e ideológico.

Sin sujeto no hay historia ni futuro. La izquierda debe luchar en todos los frentes posibles y con todas las armas ideológicas, políticas y sociales a su alcance para detener la proliferación constante de sujetos ficticios que merman y diluyen las energías de la lucha de clases soterrada entre mensajes de complejidad construidos para no hacerla visible en el teatro público. El otro no es el inmigrante ni la mujer ni el terrorista. El otro no es más que la referencia contradictoria y opositora a la clase trabajadora (u obrera o pueblo llano) que compra o alquila su fuerza, conocimientos y habilidades concretas en el mercado laboral. Esto es, el empresario de turno, la derecha, incluso en sus versiones solapadas social-liberales y socialdemócratas.

Los puntos de encuentro son muchos, el principal el rescate de lo público como factor de igualdad y redistribución equitativa de la riqueza. Sobre él giraría el resto del programa a desarrollar, con consecuencias directas en la sanidad y la educación. Y también en la cultura. La erosión de lo público se ha asumido desde hace décadas como algo inevitable por diversas gentes de izquierda. La batalla viene de lejos: se ha podido amortiguar más o menos en lo social y en lo político a duras penas, pero en el terreno ideológico la victoria ha sido total para la derecha y comparsas nominales de la izquierda privatizadores.

Hace bastante tiempo ya que el capítulo ideológico se dejó gratuitamente en manos de la derecha. Era un campo de conflicto que con el asentamiento del bienestar a plazos y el consumismo compulsivo daba la sensación que era inocuo e intrascendente. Ahora vemos que no era así, que las derrotas en ese terreno han precipitado las medidas anticrisis agresivas y reaccionarias. Si la ideología de la clase trabajadora se debilita, resulta difícil y complicado reconocer las ideas de izquierda genuinas y los intereses propios. En este escenario de confusión, discursos similares y sopa de siglas, la coletilla todos los políticos son iguales y van a lo mismo se alza como una opinión generalizada lógica y mayoritaria.


Recuperar las señas de identidad de un sujeto colectivo es prioritario. Sin sujeto que se reconozca a sí mismo en plenitud no será factible una alternativa de izquierdas poderosa y coherente. Lo urgente: combatir con argumentos convincentes a tanto sujeto sin objeto histórico que puebla la realidad como un verso suelto en busca de un poema que dé sentido a su lucha