5 de enero de 2011

DE RICOS Y POBRES

2010 en imágenes: Crisis global, globalización de la miseria y alternativas al discurso hegemónico
“Los ricos están destruyendo el planeta, será que piensan irse para otro”. (Hugo Chávez).
La nueva fase del capitalismo que abrió la crisis de las hipotecas subprime ha puesto en primer plano un aspecto clave de la globalización: los derechos sociales y laborales de las personas son un estorbo para el capital financiero, que, a través de las recomendaciones y amenazas de sus instrumentos de Gobierno (FMI, Banco Mundial, OCDE, etc.) procede a recortarlos y eliminarlos para aumentar su tasa de beneficio.

Redacción del Periódico “Diagonal”
Lunes 3 de enero de 2011.  Número 140
Como ha quedado demostrado en la cumbre de cambio climático de Cancún, el poder tampoco repara en los atentados ambientales que provoca su modelo de desarrollo, que, desde hace décadas, depende sobremanera del expolio de las materias primas del Sur.
Toda vez que se hace inminente el cénit del petróleo, ese expolio se centra en el abastecimiento energético, clave para mantener la huída hacia adelante de este modelo desarrollista. En 2010, no obstante, las fricciones que causa este modelo de globalización se han puesto de manifiesto en distintos puntos del mundo. En diciembre, en Bangladesh, cientos de trabajadores se enfrentaron con la policía para protestar por sus bajos salarios.
La noticia podría parecer alejada de nuestra vida cotidiana si no fuera porque esas personas cosen los pantalones y faldas que venden a precios competitivos cadenas como Zara o H&M en nuestras ciudades. Son las mismas cadenas que condenan al cierre a la pequeña y mediana industria autóctona, moribundos vestigios de lo que un día se llamó ‘capitalismo popular’.



ROUSSEFF COMO LULA
El pueblo brasileño entregó el mando del país a la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, en la segunda vuelta de las presidenciales del 31 de octubre. Rousseff, que contó con el apoyo del Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, ha prometido continuar con el legado de Lula. Una de sus primeras medidas como presidenta entrante, toma posesión el 1 de enero, fue respaldar la decisión de Lula de enviar al ejército al complejo de favelas de Morro de Alemão en Rio de Janeiro. La seguridad es una de las prioridades del programa electoral de Rousseff.

MUNDIAL Y POBREZA
El Mundial de fútbol celebrado en Sudáfrica en junio de 2010 dejó al descubierto la situación de extrema pobreza que padece más del 40% de la población de ese país. Sudáfrica se vio obligada a gastar más de 6.000 millones de euros para cumplir las exigencias de la FIFA, a pesar de que carga con una deuda externa que supera los 60.000 millones de euros.

LA ‘MODERNIDAD’ CHINA
La transformación de China y su papel como potencia económica contrasta con las desigualdades sociales, que este año se plasmaron en distintos conflictos laborales en el Norte del país. El capitalismo con tintes ‘socialistas’ ha generado una brecha entre una minoría pudiente y una masa de trabajadores explotados, desplazados del campo. China es el mayor contaminante del mundo, aunque no se priva de celebrar sus propios macroeventos: la Exposición de Shanghai tomó el relevo de los Juegos Olímpicos de 2008.

Foto: Boris Svartzman.




HONDURAS RESISTE
La represión del nuevo Gobierno de Porfirio Lobo ha marcado el año 2010 en Honduras. Lobo, salido de unas elecciones amañadas por los golpistas, ha dejado un rastro de sangre en la sociedad hondureña. Al menos siete periodistas críticos han sido asesinados, también varios campesinos fueron ajusticiados en el Bajo Aguán y los movimientos hondureños han denunciado la desaparición de líderes sindicales y sociales.

Foto: Francesco Miche.

MINERÍA
Las denuncias contra las transnacionales mineras aumentan, sobre todo en Latinoamérica. En Perú, los residuos mineros han contaminando acuíferos en 5.000 áreas. Mientras, los indígenas se enfrentan contra multinacionales como la GoldCorp, que, por presiones, abandonó sus explotaciones en Guatemala.

VERTIDO EN EL MAR
British Petroleum provocó el mayor derrame de crudo en las costas de EE UU, por delante del Exxon Valdez. Hasta primeros de junio, había en el mar el equivalente a 444.000 barriles de petróleo, la mayoría en el fondo del océano. BP usó dispersantes que contaminaron más aún.

Foto: Derra.


TRANSGÉNICOS
Los Organismos Genéticamente Moficados (OGM) han encontrado el respaldo en la UE del Ejecutivo de Zapatero. La patata transgénica Amflora fue autorizada el año pasado, tras diez años de moratoria de transgénicos establecidos por la Comisión Europea. Además, el Estado español lideró la defensa del maíz transgénico MON810 entre los países de la UE: más del 70% del maíz que se cultiva en el Estado español es transgénico. Los lobbies europeos de agricultura intensiva y las empresas de biotecnología han pedido libertad para cultivar alimentos transgénicos, con el argumento de que los OGM son más productivos. Mientras, los grupos ecologistas denuncian consecuencias de los OGM como la contaminación de cultivos.

Foto: Olmo Calvo.

Foto: José Alfonso.
LITIO Y COCHES
Frente a la crisis del petróleo, las multinacionales del automóvil apuestan por los coches eléctricos con baterías de litio–ion. Los yacimientos más importantes están en Bolivia y Afganistán. Pero científicos y ecologistas advierten de que no es una solución “verde” y que es imposible mantener el actual parque móvil.


Foto: José Alfonso.

4 de enero de 2011

PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍA MUNDIAL EN 2011

Walden Bello. Revista Sin Permiso

En contraste con sus previsiones cautamente optimistas, a fines de 2009, de una recuperación sostenida, el humor dominante en los círculos económicos liberales cuando termina 2010 es sombrío, si no apocalíptico. Los halcones fiscales han ganado la batalla política en EEUU y Europa, para alarma de los abogados del gasto público, como el premio Nóbel Paul Krugman y el columnista del Financial Times Martin Wolf, quienes ven las restricciones presupuestarias como la receta más segura para matar la incipiente recuperación en las economías centrales.
Pero aunque los EEUU y Europa parecen abocados a una crisis más profunda a corto plazo y al estancamiento en el plazo largo, algunos analistas se precian de observar un “desacoplamiento” del Este asiático y de otras áreas en desarrollo respecto de las economías occidentales. Esa tendencia empezó a comienzos de 2009 en la estela del programa de estímulos masivos de China, que no sólo reestableció el crecimiento chino de doble dígito, sino que sacó de la recesión y llevó a la recuperación a varias economías vecinas, desde Singapur hasta Corea del Sur. En 2010, la producción industrial asiática recuperó ya su tendencia histórica, “casi como si la Gran Recesión nunca hubiera tenido lugar”, de acuerdo con The Economist.
¿Sigue Asia un camino realmente separado de Europa y EEUU? ¿Estamos realmente asistiendo a un “desacoplamiento”?
El triunfo de la austeridad
En las economías centrales, la indignación con los excesos de las instituciones financieras que precipitaron la crisis económica ha dado paso a la preocupación por los déficits públicos masivos en que han incurrido los gobiernos para poder estabilizar el sistema financiero, frenar el colapso de la economía real y afrontar el desempleo. En los EEUU el déficit se sitúa por encima del 9% del PIB. No es un déficit desbocado, pero la derecha norteamericana logró la hazaña que el miedo al déficit y a la deuda federal pesara más en el espíritu de la opinión pública que el miedo a la profundización del estancamiento y al aumento del paro. En Gran Bretaña y en los EEUU, los conservadores fiscales lograron un mandato electoral claro en 2010, mientras que en la Europa continental una Alemania recrecida hizo saber al resto de la eurozona que no seguiría subsidiando los déficits de los miembros más débiles de las economías meridionales o periféricas, como Grecia, Irlanda España y Portugal.
En los EEUU, la lógica de la razón dio paso a la lógica de la ideología. El impecable argumento de los Demócratas de que el gasto público en estímulos era necesario para salvar y crear puestos de trabajo no pudo resistir el asalto del tórrido mensaje Republicano, según el cual un mayor estímulo público, añadido los 787 mil millones de dólares del paquete de Obama en 2009 significaría un paso más hacia el “socialismo” y la “pérdida de libertad individual”. En Europa, los keynesianos arguyeron que la relajación fiscal no sólo ayudaría a Irlanda y a las economías meridionales con problemas, sino también a la poderosa maquinaria económica alemana, pues esas economías absorben las exportaciones de Alemania. Lo mismo que en los EEUU, los argumentos racionales sucumbieron a las imágenes sensacionalistas, en este caso a la retrato mediático de unos esforzados alemanes subsidiando a hedonistas mediterráneos y derrochadores irlandeses. A regañadientes aprobó Alemania paquetes de rescate para Grecia e Irlanda, pero sólo a condición de que griegos e irlandeses fueran sometidos a salvajes programas de austeridad que han sido descritos por nada menos que dos exministros alemanes en el Financial Times como medidas antisociales “sin ejemplo en la historia moderna”.
El desacoplamiento, resucitado
El triunfo de la austeridad en EEUU y  Europa, la cosa no ofrece duda, eliminará a esas dos áreas como motores para la recuperación económica global. ¿Pero se halla Asia en una senda diferente? ¿Puede soportar, como Sísifo, el peso del crecimiento global?
La idea de que el futuro económico de Asia se ha desacoplado del de las economías del centro no es nueva. Estuvo de moda antes de la crisis financiera tumbara la economía norteamericana en 2007-2008. Pero se reveló ilusoria en cuanto la recesión en los EEUU, de los que China y otras economías del Este asiático dependían para absorber sus excedentes, disparó una repentina y drástica en Asia entre fines de 2008 y mediados de 2009. De ese momento proceden las imágenes televisivas de millones de trabajadores chinos migrantes abandonando las zonas económicas costeras y regresando al campo.
Para contrarrestar la contracción, China, presa del pánico, lanzó lo que Charles Dumas, autor de Globalisation Fractures, caracterizó como un “violento estímulo interior” de 4 billones de yuanes (580 mil millones de dólares). Eso significaba cerca del 13% del PIB en 2008 y constituyó “probablemente el mayor programa de la historia de este tipo, incluidos los años de guerras”. El estímulo no sólo restituyó el crecimiento de dos dígitos; también comunicó a las economías del Este asiático un impulso recuperador, mientras Europa y los EEUU caían en el estancamiento. Ese notable inversión es lo que ha llevado al renacimiento de la idea del desacoplamiento.
El gobernante Partido Comunista de China ha venido a reforzar esa idea al sostener que se ha producido un cambio de política que da primacía al consumo interior sobre el crecimiento orientado a la exportación. Pero si se observa con mayor detenimiento, se ve que eso es más retórica que otra cosa. En efecto, el crecimiento orientado a la exportación sigue siendo el eje estratégico, algo que se ve subrayado por la continuada negativa china a reapreciar el yuan, una política destinada a mantener competitivas sus exportaciones. La fase de empuje al consumo interior parece haber terminado, hallándose ahora China, como observa Dumas, “en proceso de cambio masivo desde el estímulo benéfico de la demanda interior hacia algo muy parecido al Business as usual de 205-2007: crecimiento orientado a la exportación con un poco de recalentamiento”.
No sólo analistas occidentales como Dumas han llamado la atención sobre ese regreso al creamiento orientado a la exportación. Yu Yongding, un influyente tecnócrata que sirvió como miembro del comité monetario del Banco Central Chino confirma que, en efecto, se ha vuelto a la práctica económica habitual: “En China, con una ratio comercio/PIB y exportaciones/PIB que excede ya, respectivamente, el 60% y el 30%, la economía no puede seguir dependiendo de la demanda externa para sostener el crecimiento. Desgraciadamente, con un enorme sector exportador que emplea a millones y millones de trabajadores, esa dependencia se ha hecho estructural. Eso significa que reducir la dependencia y el excedente comerciales de China pasa por harto más que por ajustar la política macroeconómica.”
El regreso al crecimiento orientado a la exportación no es simplemente un asunto de dependencia estructural. Tiene que ver con un conjunto de intereses procedentes del período de la reforma, intereses que, como dice Yu,”se han transformado en intereses banderizos que luchan duramente para proteger lo que tienen”. El lobby exportador, que junta a empresarios privados, altos ejecutivos de empresas públicas, inversores extranjeros y tecnócratas del estado, es el lobby más poderosos ahora mismo en Beijing. Si la justificación ofrecida para el estímulo público ha sido derrotada por la ideología en los EEUU, en China la argumentación igualmente racional a favor del crecimiento centrado en el mercado interior ha sido aniquilada por intereses materiales banderizos.
Deflación global
Lo que los analistas como Dumas llaman el regreso de China al tipo de crecimiento orientado a la exportación chocará con los esfuerzos de los EEUU y Europa de empujar la recuperación mediante un crecimiento orientado a la exportación simultaneado con el levantamiento de barreras a la entrada de importaciones asiáticas. El resultado más probable de la promoción competitiva de esa volátil mezcla de empuje a la exportación y protección interior por parte de los tres sectores que encabezan la economía mundial en una época de comercio mundial relativamente menos boyante no será la expansión global, sino la deflación global. Como ha escrito Jeffrey Garten, antiguo subsecretario de comercio bajo Bill Clinton: “Aunque se ha prestado mucha atención a la demanda de consumo e industrial en los EEUU y en China, las políticas deflacionarias que envuelven a la UE, la unidad económica más grande del mundo, podrían hundir de mala manera el crecimiento económico global… Las dificultades llevar a Europa a redoblar su empeño en las exportaciones al tiempo que EEUU, Asia y América Latina están disponiendo sus economías para vender más en todo el mundo, lo que no podría sino exacerbar las tensiones, ya suficientemente altas, en los mercados de divisas. Podría llevar a un resurgimiento de las políticas industriales patrocinadas por los estados, cuyo crecimiento ya se observa por doquiera. Tomados de consuno, todos esos factores podrían llegar a propagar el incendio proteccionista tan temido por todos.”
La crisis del Viejo Orden
Lo que nos aguarda en 2011 y en los próximos años, advierte Garten, son momentos de “turbulencia excepcional, a medida que el ocaso del orden económico global tal como lo hemos conocido avanza caótica y tal vez destructivamente”. Garten destila un pesimismo que está apoderándose cada vez más de buena parte de la elite global que otrora anunciaba la buena nueva de la globalización y que ahora la ve desintegrarse literalmente ante sus propios ojos. Y esta ansiedad fin de siècle no es monopolio de los occidentales; es compartida por el influyente tecnócrata chino Yu Yongding, que sostiene que el “tarón de crecimiento chino ha prácticamente agotado su potencial”. China, la economía que con mayor éxito consiguió cabalgar la ola globalizadora, “ha llegado a una disyuntiva crucial: de no poner por obra penosísimos ajustes estructurales, podría perder súbitamente el impulso de su crecimiento económico. El rápido crecimiento económico se ha logrado a un coste extremadamente alto. Sólo las generaciones venideras conocerán el verdadero precio pagado.”
La izquierda en la presente coyuntura
A diferencia de las medrosas aprensiones de figuras del establishment como Garten y Yu, muchas gentes de izquierda ven la turbulencia y el conflicto como la necesaria compañía del nacimiento de un nuevo orden. Y, en efecto, los trabajadores se han movilizado en China, y se ganaron incrementos salariales significativos con huelgas organizadas en determinadas empresas extranjeras a lo largo de 2010. La protesta ha estallado también en Irlanda, Grecia, Francia y Gran Bretaña. Pero a diferencia de China, en Europa marchan para mantener derechos perdidos. Y lo cierto es que ni en China, ni en Occidente, ni en parte alguna son los resistentes portadores de una visión alternativa al orden capitalista global. Al menos, no todavía.
Walden Bello, profesor de ciencias políticas y sociales en la Universidad de Filipinas (Manila), es miembro del Transnational Institute de Amsterdam y presidente de Freedom from Debt Coalition, así como analista sénior en Focus on the Global South.
Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón