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7 de julio de 2014

LA PARADÓJICA PATRAÑA DE LA “ILUSIÓN DEMOCRÁTICA”

Y tú que la quieres sólo en lo político, ¿dónde estás?
Por Marat

1.-Antecedentes del gran renacimiento democrático también llamado “regeneración”
No mucho más tarde de que la gran crisis capitalista, mayor por sus dimensiones -no sólo económica sino también social, energética, climática y de civilización-que la de 1929 se iniciase comenzaron lo que desde el psicoanálisis cabría denominar como pulsiones sociales; una serie de “revoluciones democráticas”, o pretensiones de tales, que tuvieron una doble expresión:

En el mundo árabe/musulmán lo que se llamó “primavera árabe” y que, con la excepción de Túnez, un país muy occidentalizado y en el que los procesos de modernización eran muy anteriores a la llamada “revolución de los jazmines”, y se habían producido desde tiempos del Presidente Burguiba, trajo como consecuencia involuciones políticas (Egipto), guerras civiles (Siria), Estados fallidos, caos y fundamentalismo islámico criminal (Libia)

En el resto de países árabes/musulmanes el fracaso fue la tónica general (Marruecos, Argelia, Yemen, Baréin, Kuwait, Líbano, Jordania, Omán, Arabia Saudita, Yibuti,...) Significativamente en las oligarquías dinásticas del petróleo amigo de los EEUU del Golfo Pérsico el fracaso fue tan absoluto que se redujo en horas y no tuvo repercusión social y política alguna. La estabilidad política fue premiada desde USA y las exigencias democráticas de su Presidente, Barak Obama, fueron inexistentes, al contrario de lo sucedido en Túnez, Egipto, Siria o Libia, en donde éste se implicó, en unos casos desde los servicios de inteligencia (Túnez, Egipto), en otros militarmente (Siria, Libia). El caso marroquí y el argelino tuvieron su consideración particular porque se trataba de países fundamentales para contener un fundamentalismo islámico mucho más agresivo hacia USA que en Siria o en Egipto, países en los que la Casa Blanca actuó como un acelerante de los conflictos.

En Occidente, la llamada “revolución islandesa” (o “revolución de las cacerolas”) tuvo el éxito de derrocar al anterior gobierno conservador, lograr un “gobierno de izquierdas”, hacer una nueva Constitución, lograr que dos banqueros implicados en quiebras fraudulentas visitaran brevemente la cárcel, hacer que Islandia fuera un buen pagador de la deuda contraída internacionalmente y de perder las elecciones a manos de una derecha que ha vuelto sobre sus fueros. Quien quiera saber más de dicha performance política y el bulo que la acompañó puede consultarlo aquí

Sin embargo el mito sirvió para alimentar los cuentos que posteriormente vendería el movimiento indignado a nivel mundial y alguna de sus criaturas políticas posteriores. 

Tras el modelo de “revolución a la islandesa” vino, ya abiertamente en los países occidentales, básicamente en España (Democracia Real Ya, 15M), USA (Occupy Wall Street) y parcialmente Méjico (Yo soy 132) la gran fábula de la “revolución democrática” que traería, frente a la gran crisis capitalista, gobiernos “realmente democráticos”, honestos y no corruptos, transparentes, que hicieran elecciones primarias en sus partidos, presentarán listas abiertas al parlamento y, como se puso de moda, desde unos meses después de Mayo de 2011, nacientes de un movimiento “desde abajo”

Tiempo antes se nos había contado en qué consistiría un gobierno democrático. Resumiendo de un modo un tanto esquemático, pero no demasiado, sería el que propiciase la “democracia participativa” desde las ILPs (Iniciativa Legislativa Popular o firme todo lo que le pongan por delante porque esto es democracia, aunque se limpien el culo con sus firmas), los referendos (Suiza, el gran paraíso fiscal los hace a troche y moche y USA, donde apenas vota el 45% electores, y quien no tenga padrino no sale senador ni congresista, hace tropecientos de ellos en cada elección presidencial) y la wikidemocracia 2.0: usted participa por Internet de las decisiones que le afectan y que son importantes para el país. Lo que no le dicen es que hay alguien, como en los referendos, que decide sobre qué se le consulta y sobre qué no y decide cuál es y cómo se hace la pregunta. Y esa es una clave fundamental de todo este asunto “democrático”. Hay extraños partidillos que lo que venden no es el contenido ni el significado de esa democracia sino el método digital del mismo y hay quienes se lo han comprado para elegir candidatos a dirigir sus organizaciones en sus listas....cerradas y señaladas por sus dirigentes mesiánicos.

No está de más señalar el horizonte de alguna reciente estrella política mediática en cuanto a los modelos de referencia en que se fijaría esa “modernización” democrática de clases medias:

“Yo no tengo modelos porque se puede aprender de todos. Si vamos a construir una nueva sociedad, tenemos que nutrirnos, por ejemplo, del Estado del Bienestar noruego, de la participación política de Suiza, de los instrumentos revocatorios en Venezuela o California... Aprender de las mejores experiencias y corregir lo que ha fallado, y eso implica no ser dogmático, no calcar un modelo”

Se le olvida mencionar a este alumbrador de la nueva era que el capitalismo noruego está abriendo el paso al abandono del Estado del Bienestar -ya he dicho alguna vez que las conquistas de las clases trabajadoras bajo el capitalismo son efímeras-, que la participación política en Suiza es compatible con que este país sea uno de los mayores paraísos fiscales del capitalismo y que sus consultas jamás atentarán contra este sistema y, por supuesto, que lo más importante de la democracia venezolana no está en sus poderes revocatorios, con ser estos positivos, sino en su organización en comunas y en la introducción de métodos de gestión empresarial no capitalistas, bases del socialismo. 

Está claro, por las palabras expresadas en la anterior cita cuáles son las referencias principales del discurso “progresista” y sus límites de las llamadas clases medias. No quiero imaginar cuáles son las de los sectores menos progresistas de las mismas. 

Pero si estas afirmaciones del político en alza destinado a representar el voto y los intereses de las clases medias no fueran suficientes añadamos otras que tal vez aporten algún esclarecimiento al “izquierdista” despistado:

“Si decimos que democracia es que los ciudadanos tengan sanidad, educación y las mínimas condiciones para desarrollar su vida digna, ni siquiera en España hay democracia.”

¿Cómo interpretar estas palabras de monsieur Alberto Garzón? ¿Acaso cuando el capitalismo no estaba en crisis sino en períodos expansivos y la necesidad de consumo favorecía tanto mejores salarios directos como indirectos (servicios públicos) y se mantenía el Estado del Bienestar era el capitalismo más democrático? ¿Cuándo fueron electivos los cargos de director de empresa y de empresario? Nunca, ¿verdad? Democracia no es simplemente alimentar al trabajador. Es sobre todo el control colectivo de todo lo que afecta a la vida social y de la persona y eso incluye lo que “los obsoletos y desfasados comunistas” llamábamos antaño el control obrero de la producción y que los marxistas modernos llamamos autogestión no sólo pero también en los centros de trabajo. Eso es democracia igualmente; democracia económica y social. Pero no parece que vayan por ahí ni las aspiraciones de las clases medias ni las de los “modernos progresistas”.

Dicho todo lo anterior, de ambos modelos de “revoluciones democráticas” cabe extraer algunos elementos comunes:

Donde estas “primaveras” han tenido alguna repercusión, su base social se ha encontrado en la pequeña y mediana burguesías  Para estos sectores, los cambios de gobierno posibilitarían políticas que favoreciesen el mantenimiento de sus niveles de vida. En España no ha sido precisamente así. Parece que tampoco en Islandia. Creo que tampoco en Egipto ni en Túnez. 

La importancia de Internet y de las redes sociales en las demandas indignadas mundiales ha sido determinante. Lo que se ha llamado espontáneas  protestas en las redes sociales no habrían sido posibles sin expertos en community manager y redes sociales. Este otro ejemplo para América Latina sirve también para España.  

La adulación a la juventud como un valor en sí mismo, como tópico de generación de futuro y como colectivo humano al que atribuir un valor meritocrático. Consideren ustedes el vínculo de los estudiantes Erasmus en la exportación a Europa del movimiento indignado y la machacona insistencia en la preparación de los líderes de Podemos y especialmente del señor Iglesias para contarnos que está capacitado para ser Presidente de Gobierno.  Cabe concluir de este planteamiento que Evo Morales no está preparado para dirigir su país y que un trabajador sin master ni inglés como segundo idioma no debe de ser cargo elegible. 

2.-Crisis de legitimación democrática y crisis económica 
Habermas, un ex marxista, no un postmarxista como algunos afirman, se enfrenta en 1973  a lo que llama “problemas de legitimación del capitalismo tardío” en una obra del mismo nombre. Para él los factores que explican dichos problemas no nacen sólo de los factores económicos  (imposibilidad de producir lo socialmente necesario: un concepto hoy más que discutible) de un capitalismo planificado sino de la incapacidad del sistema político e institucional para aportar decisiones racionales en la medida deseada y para mantener la legitimación del sistema político.

Sin embargo, esos factores de los que él habla no aparecen con toda su fuerza hasta el estallido de la actual crisis capitalista -casi 35 años después- y sobre todo afectan a los sectores sociales cuya posición económica de partida se ha visto menos vulnerada desde la época en la que Habermas señala las debilidades sistémicas hasta la actual. 

Las llamadas clases medias (sean reales o propietarias de medios de producción o ficticias y dependientes salarialmente) han vivido un proceso de achatamiento, proletarización y de descenso social vertical muy marcados en este período de la crisis capitalista pero las clases trabajadoras han vivido una pauperización creciente desde la primera fase de esta crisis que se inició mucho antes, en 1973. Un análisis de los salarios directos e indirectos (coberturas sociales) muestra en el mundo capitalista occidental una tendencia no siempre sostenida pero creciente hacia la transferencia de las rentas del trabajo al capital mucho antes de 2007. 

Sin embargo, y en ausencia de un relato sociológico y político de la segunda fase de la crisis capitalista -la iniciada en 2007- de la clase trabajadora y de sus supuestos representantes: los sindicatos y las organizaciones de “izquierdas”- el discurso dominanfe que nos hemos encontrado es básicamente conservador: el de la reivindicación de esas denominadas clases medias de no descender de estatus, sea a través de la conservación del llamado Estado del Bienestar, sea a través de la denuncia de que están siendo exterminadas por el proceso de dualización social que genera la redistribución de la riqueza nacional a favor de la gran burguesía, en sus palabras, “los más ricos”. No existe desde esta clase una propuesta política en positivo y capaz de presentar una alternativa al capitalismo realmente existente distinta al manido "otro sistema" o la socorrida alusión hacia transitar a sociedades "postcapitalistas". No parece que tengan interés en una mayor concreción de su "propuesta".  

No voy a expresar el relato político de la clase trabajadora porque no es a mí a quien le corresponde hablar en su nombre sino a ella misma y porque mi clase no ha tenido ni medios de difusión ni voz política y sindical que la represente -el sindicalismo y las organizaciones con peso político que hace mucho tiempo fueron obreras hoy son mesocráticas-. No obstante creo que no se reconoce en sus formaciones de antaño porque no expresan sus necesidades. 

Tampoco esta vez, al contrario de como lo hizo el 22 de Marzo pasado, hito precedido por movilizaciones obreras y de las clases trabajadoras especialmente señaladas (Gamonal, limpiezas de Madrid y Alcorcón, Sniace, Panrico, Coca-Cola,...), creo que siga la estela de las próximas "huelgas ciudadanas" (Botín, Amancio Ortega y Joan Rossell son también ciudadanos) y de consumo -este último concepto de huelga es especialmente cínico e hiriente para millones de familias de bajos recursos que hacen huelga de consumo diario al no poder alcanzar el mínimo necesario y tener que recurrir a la caridad/solidaridad públicas-, no porque la clase trabajadora tenga respuestas, que no las tiene si carece de sindicatos combativos y robustos y de expresiones políticas propias, sino porque no verá claro qué es lo que se le está ofreciendo como hito de lucha y seguramente porque no se sienta representada en dicho llamamiento. Sin que sirva de precedente porque no soy libertario, creo que hay cierta respuesta anarquista al llamamiento de la nueva convocatoria del 22-M que es básicamente asumible desde una posición de izquierda revolucionaria, independientemente de lo que hagan luego los anarquistas cuando se aproxime la fecha. 

Lo que se ha producido desde el 22-M hasta la fecha es una recomposición en la dirección de las marchas y hay datos que me permiten sostener esta afirmación.

Soy consciente de que la actual situación en las empresas convierte la posibilidad de una huelga general, no ya revolucionaria sino simplemente de protesta y resistencia, en un acto heroico para sus seguidores y de resultado más que inseguro pero también lo soy de que una huelga ciudadana y de consumo es lo mismo que aquello que en Agosto de 2011 planteaban ciertos sectores indignados del 15M como huelga sin sindicatos; esto es, un llamamiento a la protesta ajenas a las claves de lucha de la clase trabajadora, que son las de golpear sobre la esfera económica para repercutir en la dimensión política.  

Cambiando de tercio, unas clases medias que históricamente fueron partidarias del “orden”, una vez asentadas en un estatus que les ha llevado durante gran parte del siglo XX y de los inicios del XXI hacia un consumo de masas y hacia el falso concepto de libertad basado en el narcisismo del individuo a través de su reflejo en la mercancía, han buscado sólo en el nivel político-institucional una respuesta al desorden que no nace de esa esfera sino de la económica.

Esta incoherencia se explica desde el carácter tradicionalista de unas clases que, reflejándose en la gran burguesía en la que se miran pero no alcanzan, buscan la estabilidad y perdurabilidad de un orden económico que se les escapa. No atentan contra la injusticia del mismo, carecen de crítica moral hacia la idea de desigualdad. La igualdad que pretenden les basta si mantiene su espacio de pervivencia. Y, en tanto que no cuestionan la estructura económica desplazan hacia el político su protesta “indignada”. Estas clases ven en el Estado, no su naturaleza de clase capitalista, sino el ideal “romántico” de un regulador “neutro” de los diversos intereses sociales. Y al comprobar que este supuesto carácter de árbitro no se da, no cuestionan  la naturaleza del Estado sino a sus gobernantes circunstanciales. Queda para ellos la Administración como un ente del que salvan su condición de instrumento de la dictadura de una clase y hacia el que desplazan todas sus iras.

La exigencia de “las clases medias” tiene un carácter parasitario. El que busca en el Estado su propia salvación como clase y que, cuando no encuentra satisfacción a sus aspiraciones, demanda una nueva institucionalidad

Para las clases medias y los productos políticos nacidos de ellas, la crisis capitalista no pone en evidencia la cuestión de la igualdad ni de la propiedad. Creen en la privada y su igualdad huye del “fantasma” de la proletarización que se les viene encima para soñar en un mundo eternamente “seguro”  y “superior”.

3.-Contradicción entre la política y la economía
Si el mundo real, todos los expertos de cualquier ideología y el sentido común de las personas dicen que el poder no se encuentra desde hace tiempo en el Estado y sus instituciones sino en manos del capital -decía Carlos Marx que  "los gobiernos son simples Consejos de Administración de la burguesía"-, cabe preguntarse porqué buscar principalmente en las instituciones políticas la posibilidad de actuar sobre unas estructuras cuyo poder real está fuera de las mismas.  

Las llamadas clases medias y sus movimientos sociales y organizaciones reformistas defenderán la restitución de sus posiciones perdidas mediante una orientación de sus demandas hacia el Estado, hacia un Estado que ha desaparecido para siempre, el del Bienestar. 

Tiene todo su sentido. Ellas fueron, mucho más que las clases trabajadoras, las grandes beneficiarias  del despliegue del Estado Social a través de la educación, la sanidad, las pensiones públicas,... El modelo wellfariano de Estado es lo que permitió ascender socialmente a un sector de la población, al permitirle reservar parte de sus ingresos al ahorro y al consumo. 

Conscientes de este hecho, las clases medias y sus expresiones políticas “defienden lo bueno del sistema” sin la crítica radical (de raíz) a la base material sobre el que éste (el capitalismo) se asienta: la propiedad privada de los medios de producción, la apropiación privada de un beneficio social y colectivamente producido. La parte en la que el Estado es social sí es reclamada (mareas ciudadanas y sus diversas composiciones). La parte en la que el Estado revela su naturaleza de clase y actúa como soporte jurídico e instrumento coercitivo de la estabilidad del orden/desorden económico no es cuestionada desde las llamadas clases medias. Carecen de horizonte fuera del capitalismo y del Estado capitalista pues creen que ambos son los garantes de su subsistencia como clase, a pesar de que si algo ha demostrado esta crisis capitalista es la brutal transferencia de las rentas bajas e intermedias hacia las altas, con la consiguiente y creciente dualización social entre las grandes fortunas de la burguesía y unas cada vez más proletarizadas clases medias, que se van aproximando en estatus a las trabajadoras aunque no en autopercepción de sí mismas y de sus roles sociales.

Además de que el Estado capitalista revista una evidente naturaleza de clase, tampoco posee ya las palancas de intervención en la economía porque las abandonó desde la desregulación de la economía (financiera, comercial, jurídico-laboral, asistencial) mundial y ya, aunque hipotéticamente quisiera recuperarlas (a través de gobiernos de signo reformista: keynesianos, populistas o socialdemócratas) no podría hacerlo sin violar todo el orden social, económico y jurídico en el que se asienta el sistema capitalista. Dado que la “democracia burguesa” -y no a otra aspira la nueva  institucionalidad propuesta por las llamadas clases medias y sus alternativas políticas- ha involucionado desde el Estado del Bienestar hasta el Estado liberal del siglo XIX en el XXI, ninguna reforma política podría cambiar el actual capitalismo con una mera ocupación del gobierno, puesto que si algo ha demostrado la aventura islandesa, los gobiernos “progresistas” europeos y el “sí se puede” de Obama es lo superficial y reversible de  los pretendidos cambios que no afectaron en nada ni a la naturaleza del Estado del capital ni a éste mismo. 

A pesar de toda esta gran paradoja que hasta aquí he descrito, las pequeña y mediana burguesías no pueden plantear otro camino que el de la “ilusión democrática” (la llamada democracia participativa, que en nada cambia la naturaleza de la democracia capitalista”), la creación de una nueva institucionalidad -nueva en el remozamiento de los agentes políticos que intervendrán en el sistema de partidos y en algunos retoques cosméticos, no en su orientación ideológico-política- y en la reclamación de la vuelta a un tipo de Estado intervencionista en lo económico-social que ya no volverá para nivelar diferencias sociales sino, en todo caso, para reafirmarlas y acentuarlas.   

4.-“Revolución democrática” que es involución social y política
El ciclo de las revoluciones burguesas que tuvieron su momento fundacional en 1789, para proseguir en 1820, 1830 y 1848 fue identificado también como el de las revoluciones democráticas o liberales. 

Marx y Engels rendirían admiración por esta burguesía por su capacidad para revolucionar tanto la sociedad, como sus bases económicas, políticas y jurídicas y morales:

“Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus «superiores naturales» las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel «pago al contado». Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados.
La burguesía ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo que encubría las relaciones familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan admirada por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada holgazanería. Ha sido ella la primera en demostrar lo que puede realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas a las pirámides de Egipto; a los acueductos romanos y a las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas a las migraciones de pueblos y a las Cruzadas.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción y, por consiguiente, las relaciones de producción, y con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época burguesa de todas las anteriores. Todas las relaciones estancadas y enmohecidas, con su cortejo de creencias y de ideas veneradas durante siglos, quedan rotas; las nuevas se hacen añejas antes de llegar a osificarse. Todo lo estamental y estancado se esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.” (I Burgueses y proletarios. “El Manifiesto Comunista”. K. Marx y F. Engels

Unos 160 años más tarde, un nuevo proyecto de revolución burguesa, éste de las llamadas clases medias, -2010 en Egipto y Túnez, y 2011, con el movimiento de los indignados- volvió a plantear su desafío.

Pero al contrario que la burguesía en el siglo XIX, que conformaba una clase ascendente, pujante y con iniciativa, fuerza transformadora de la economía y las relaciones sociales de producción, la política, la sociedad, la cultura y los valores, esta “revolución ciudadana y democrática” de las llamadas clases medias nace de estratos sociales en retirada, que reaccionan a la defensiva, sin una alternativa de sociedad global a la vigente sino limitada a exigir una nueva institucionalidad desde la que salvar su existencia, sin admitir que esa institucionalidad no los amparará porque el aparato del Estado es inerme para enfrentar al gran enemigo laminador de esas clases: el capitalismo en su actual fase fagocitadora. Sus propuestas de reformas económicas no pasan de mantener el Estado del Bienestar y revertir los procesos que afectan a su pérdida de estatus -expresado, por supuesto, desde otras fórmulas-pero sin afectar a la esencia misma del capitalismo: unas relaciones sociales de producción explotadoras, opresivas, injustas y opuestas al propio desarrollo libre de la humanidad.  

Como en el siglo XIX hizo la burguesía, ahora las clases medias intentan camuflar sus intereses de clase bajo la apariencia del interés general o colectivo y desde ese falaz presupuesto han planteado su proyecto como revolución ciudadana. 

Al intentar de enmascarar los intereses de su clase como “intereses de todos” o como intereses de la nación, inventan el pretendido discurso del 1% contra el 99%, tratando de que olvidemos que una parte de ese pretendido 99% está formado por clases medias patrimoniales, que poseen empresas medianas y pequeñas desde la que despiden a sus trabajadores, les rebajan el sueldo y las condiciones laborales y se apropian de la plusvalía que estos producen. Dicen que lo hacen por la necesidad de competir y de sobrevivir en un mercado dominado por las grandes empresas y transnacionales pero lo cierto es que cuando las cosas les fueron mejor, las PyMES no destacaron por su filantropía hacia sus empleados, repartiendo entre ellos una parte de sus beneficios, sino que, al igual que las grandes corporaciones, se apropiaron particularmente de la riqueza creada colectivamente por aquellos.      

Otro sector de las llamadas clases medias son asalariados de ingresos medios y medio-altos, lo que, de hecho, los convierte en trabajadores, aunque su desclasamiento ideológico les impida ver que sus  intereses serán laminados justamente por un capitalismo que no discuten en lo esencial porque hasta ahora ahora les ha permitido vivir un simulacro de “democracia económica” a través del consumo y no han perdido las esperanzas de que el capitalismo supere su crisis y les devuelva a su antaño condición hoy amenazada. Pero la realidad es que el capitalismo sale de sus crisis creando las condiciones para otras nuevas. Y eso les afecta a las llamadas clases medias que, aunque no cuestionen la esencia del capitalismo sino que básicamente lo defiende porque este sistema fue que en el pasado creó las condiciones para la expansión de las mismas, por sus necesidades de ampliar su base de consumo y de consenso social, no volverán a la situación de partida previa a esta gran crisis.     

Llamativamente esta gran paradoja entre un capitalismo que le condena a ser una especie en riesgo de extinción y un Estado que cree que salvará unos intereses de grupo que no podrá salvar, la eluden las llamadas clases medias con una apelación al “gobierno de los mejores”

Las llamadas clases medias han accedido durante décadas a la educación pública y a las ayudas a la enseñanza (becas, cursos de actualización, intercambios en la UE, masters,...), lo que les ha generado el espejismo de la vía educativa para el ascenso social o, cuando menos, para mantener sus estatus. Coherentemente con la sospecha, nunca admitida, de que las crisis continuadas del capitalismo son sus enemigas, han buscado refugio en los aledaños del Estado (la política, la administración que, aún gravemente herida, no ha acabado con la ilusión de la carrera funcionarial para toda la vida, las ayudas a los emprendedores, aprovechadas en su escasez siempre por los avispados mediante contactos,...). 

En un mercado de la oferta de candidatos decreciente, han inventado la gran idea “democrática” de la meritocracia. Las mejores notas, los estudios más avanzados, la “generación más preparada de la historia”...Se abona un discurso que justifica que sólo los miembros más competitivos de la manada puedan acceder a los mejores puestos/pastos disponibles. Una nueva vía hacia la elitización de la política y de los servidores públicos justificada precisamente por aquellos que se dicen enemigos de “la casta”

Es curioso cómo algunas de las alternativas frente a esa “casta”, teorizada en su día por pensadores prefascistas y por quienes han establecido alianzas con los fascistas británicos, crean en partidos de profesores y digan que ellos son los más preparados de la Historia para dirigir un gobierno. Argumento según el cual un indígena de clase baja y sin estudios superiores como Evo Morales no está capacitado para dirigir su país. ¿Merece esto más comentario? 

Si esto no fuera suficiente para desmontar la falacia del discurso middle class, quienes tengan ganas de seguir leyendo y no responder con sus rebuznos a argumentos que se les entregan uno tras otro, no les sentaría mal leer este enlace que desmonta una falacia ideológica de origen neoliberal, y que muestra el carácter enormemente desigualitario e injusto de una sociedad meritocrática. He conocido no uno, sino muchos titulados en viarias carreras y políglotas que son a la vez imbéciles profundos. De hecho, uno de ellos ha saltado recientemente desde el palatino lameculismo felipista de antaño hasta el caballo de los nuevos tiempos, las nuevas consignas y los nuevos valores.  Es cierto que no le falta la razón a este sujeto cuando afirma que “el grueso de votantes de Podemos no fueron tanto los jóvenes del 15-M que acamparon en la Puerta del Sol como sus propios progenitores: los profesionales de los servicios públicos que protagonizaron en 2012 las mareas blanca y verde. Y esa clase media de edad adulta no se dejará impresionar tan fácilmente”. Se juega su supervivencia como clase en ello. 

5.-La “ilusión democrática” creará monstruos:
Cada proyecto fracasado en la historia de la humanidad ha abierto camino a sus enterradores. La democracia burguesa e incluso la pantomima de revolución democrática de estas llamadas clases medias contiene un valor que todo revolucionario debe defender con tanto ahínco como su propia vida: el de las libertades democráticas de expresión, reunión, asociación, opinión y manifestación. 

Hoy la dictadura de clase de la gran burguesía no ha resuelto ni la evolución de su crisis económica, de legitimación y de civilización ni cuál será la dinámica de las protestas sociales en el futuro contra el desorden moral e inhumano que ha creado. 

Es previsible, en consecuencia, que tema auténticos estallidos sociales, en lugar de simulacros de tales, y que espere que, si las alternativas de disidencia controlada y sistémica que protege fracasan, se radicalicen aún más las luchas sociales hasta un  punto en el que el capitalismo no pueda satisfacerlas ni integrarlas. 

La ilusión democrática dará paso, más temprano que tarde, y aunque circunstancialmente el capital pudiera sortear esta crisis, no la siguiente, que será devastadora, a una decepción brutal no sólo entre las llamadas clases medias sino entre los sectores de los trabajadores, muy minoritarios, que han seguido su estela. 

Las clases trabajadoras no es que no hayan dicho su última palabra, es que aún no han encontrado el vehículo político y sindical para expresar la primera, aunque en gran parte de Europa el abandono de las izquierdas les esté conduciendo a expresar su rabia a través de los canales enemigos de las mismas por naturaleza: populismos (no los hay de derechas y de izquierdas. Todos ellos son de derechas porque rebajan a los seres humanos a la condición de idiotas adictos a un líder “necesario”) y fascismos.  

Las clases medias fracasarán en su intento de supervivencia tanto por su naturaleza social como política. En lo social vivirán la contradicción entre su anhelo pseudodemocrático (falsa igualdad económica con unas clases altas a las que no alcanzarán) y su condición real (clases que, temiendo al socialismo por su carácter realmente igualitario, serán paciente y gradualmente eliminadas por el proceso de concentración de la riqueza que conlleva la actual fase del capitalismo). Su egoísmo natural, que les lleva a defender sus intereses por encima de los de la amplia mayoría de los trabajadores, que se encuentran debajo de ellas, hará el resto en el nivel de sus propuestas políticas sin destino socio-economico. La redención de sus contradicciones estaría en la subordinación de su proyecto de supervivencia de los individuos que la componen a otro mucho más grande que ella como clase y como aspiración humana. Unirse sin pretensión de dirigir, ni de suplantar, ni de imponer a la lucha contra la explotación económica, social, cultural y humana que sufren las clases trabajadoras pues el destino que les espera en la evolución previsible del capitalismo es el de la distopía Mad Max, la salida de matar o morir a nivel meramente de individuos, sin que les quepa esperar solidaridades colectivas. La humanidad no sobrevivirá esta vez bajo la lógica destructiva del canibalismo social.

De no ser ésta la ruta elegida por las clases medias, la repetición de la ruta hitleriana, como expresión del “horror vacui” ante su propia destrucción, precipitará su condena. La historia enseña a quienes no la niegan y entierra a los idiotas que la rechazan o la ignoran. Y quienes la desprecian tendrán, como clase, una tentación ante sus ojos, una vez que fracase su "ilusión democrática". Decepcionados de su viaje hacia un concepto de pueblo que, ante todo, refleja los ideales de esas llamadas clases medias, bien pudieran acabar concluyendo que, puesto que su ruta hacia la democracia ha sido un engaño, el fascismo pudiera ser un buen cobijo bajo el que abrigarse

Mientras tanto, las clases trabajadoras aún deberán esperar la llegada de su tren que parta hacia la estación de Finlandia. Falta que los auténticos socialdemócratas tiendan la mano a los comunistas, y que estos tengan la inteligencia de aceptarla, para subir a ese convoy. Tengo dudas de que ello suceda pero siguen siendo dudas enamoradas.  No en vano Lenin solía recurrir a la cita de Goethe: "Mientras que el campo de la vida es verde, el campo de la teoría es gris” 

  
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"Causas de la crisis interna de Podemos": http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/09/causas-de-la-crisis-interna-de-podemos.html

Mirando a unas izquierdas desorientadas, acobardadas y agonizantes: http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/10/mirando-unas-izquierdas-desorientadas.html

"Esoterismo y negocios giran alrededor del planeta Podemos"http://marat-asaltarloscielos.blogspot.com.es/2014/10/esoterismo-y-negocios-giran-alrededor.html