6 de febrero de 2017

BRASIL: POLÉMICO ACERCAMIENTO DE TEMER Y LULA

foto: Temer y Lula en el sepelio de la mujer 
del ex presidente (EFE/Beto Barata)

Resumen Latinoamericano

5 febrero 2017.-Hubo gestos de clara conciliación entre el presidente y sus dos antecesores , Lula y Fernando H. Cardoso.

Hay varias señales que sugieren un ambiente político menos tenso para el presidente Michel Temer. Las dos más importantes vinieron de dos ex presidentes: Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inázio Lula da Silva.
El primero reveló que la política económica “permite imaginar una salida del pozo” y que sería “malo y muy complicado” intentar sacar a Temer del poder. Lula tuvo un gesto de clara conciliación cuando el jefe del Planalto lo visitó el jueves en el hospital Sirio-Libanés, donde se encontraba internada la ex primera dama Marisa Letícia, fallecida el viernes.

Un asesor del presidente, que lo acompañó en ese contacto, creyó ver en el acercamiento de ambos políticos un indicio de que Lula ablandaba su postura. Tanto que en el diario Folha de Sao Paulo se afirmó que, al volver a Brasilia, Temer dijo a sus colaboradores que quiere hacer una conferencia con sus dos antecesores.

El tema a tratar sería la reforma política que muchos intentaron y nadie consiguió. Podría convidar, inclusive, a otros ex jefes de Estado como José Sarney y Fernando Collor. En declaraciones a la prensa brasileña, asesores de Temer dijeron que lo mejor sería apresurar esa cumbre.

Al despedirse del actual presidente, Lula le aseguró que estaba dispuesto a conversar cuando lo llame. Y Temer le replicó que habrá de buscarlo en el futuro inmediato.

En el entorno “temerista” no dudan que el líder petista puede tener un peso importante en el escenario nacional. “Lula es un actor político con el que hay que retomar el diálogo”, postuló el senador Romeró Jucá, del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB).

En el mismo sentido se expresó el ministro jefe de gabinete Eliseu Padilha, al señalar que “ese diálogo será ciertamente continuado”.

Del otro lado, se escucharon los mismos conceptos: “Ninguna divergencia o pelea política debe anular el diálogo”, sostuvo Lula. Una muestra de que pretende ir en esa dirección fue el largo abrazo en el que se fundió con Cardoso, y luego con el actual canciller José Serra, quien fuera candidato presidencial derrotado por él en octubre de 2002.

Es curioso, pero en el PT no saben aún qué ocurrirá con su histórico fundador. Unos suponen que podría verse muy afectado por la depresión posterior a la muerte de su compañera (luego de 43 años de casados). Otros, sin embargo, entienden que Lula podrá reaccionar con más y más política; y con viajes a lo largo y ancho de su país.

Esa es la variante más probable. Desde el punto de vista humano, era natural que Lula recibiera la solidaridad del mundo político. En el velorio de su mujer estuvieron el ex presidente del Senado, Renan Calheiros; el actual titular de ese cuerpo Eunício Oliveira; y los ministros Henrique Meirelles y Moreira Franco.

El senador Cassio Cunha Lima, del socialdemócrata PSDB, contó que Lula le había dado “mucha importancia” al hecho de que las relaciones personales no se han contaminado con las rivalidades políticas.

De acuerdo con la prensa, el dirigente del PT advirtió a sus compañeros que no quería convertir la muerte de Marisa en un “espectáculo político” y le pidió que no hicieran manifestaciones. Con todo, no pudo evitar que a la llegada de Temer, los militantes le gritaran “asesino” y “golpista”.

Tal vez allí resida una contradicción. Y tal vez ésta no sea más que aparente. Hay una necesidad de los miembros del gobierno, de sus aliados y del propio Lula, de terminar con la inestabilidad política que procede, entre otras cosas, del proceso de Lava Jato. Ocurre que, como señaló la columnista Eliane Cantanhede, “el Lava Jato está vivo..y hay delaciones de Odebrecht en el camino”.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG
La mentira tiene las patas muy cortas. Aquella campaña mediática y política de progres, socialdemócratas e izquierdistas de salón acusando de “golpe de Estado” a lo que no era otra cosa que un impeachment, mecanismo de destitución de un presidente que contemplan muchas constituciones de las democracias burguesas, se ha quedado con el culo al aire.

Tras la pataleta de los sectores del PT y aliados brasileños, latinoamericanos y progres de otras latitudes, vamos viendo cómo en realidad el otrora socio de Dilma, Temer, no representaba intereses económicos muy distintos a los del partido fundado por Luiz Inázio Lula da Silva (Lula).

La corrupción, previa a los gobiernos del PTB, propia de estos y, por supuesto de los gobiernos brasileños del capital que vendrán no eran, son, ni serán anomalías que dañan a la democracia brasileña. Bajo el capitalismo, la democracia no es sino un sarcástico simulacro. Eran en realidad un modo de asegurar la connivencia de los gobiernos con los poderes económicos, repartiendo una parte de la tarta, o piñata, como quiera llamarse.

La corrupción del lulismo de Dilma es la corrupción de su ex socio Temer y de todo el sistema político, partidario e institucional del orden burgués brasileño.

En ningún momento el lulismo significó un peligro para el gran capital brasileño ni latinoamericano sino una renovación de las élites políticas, con el fin de reforzar la legitimación del capital, abordar la modernización económica de una parte de las infraestructuras capitalistas brasileñas y ampliar el mercado hacia unas ficticias clases medias; estrategia esta última que se vino abajo con la caída del precio del petróleo. Políticamente aquello se vendió como “empoderamiento” de las clases populares, “palabro” que es parte del neolenguaje de la tecnopolítica progre, dentro de unas categorías de pensamiento diseñadas por los think tanks liberales anglosajones. En ningún momento las clases populares brasileñas tuvieron más poder, porque ese está siempre en el lado de quien detenta las palancas económicas y productivas de un país, el capital. Solo obtuvieron durante un breve tiempo el sueño de una democracia de consumo porque participaban de las migajas de productos y servicios que el capital brasileño necesitaba para reproducirse. El sueño acabó.

Han sido 14 años de gobierno del PT, uno de los más largos en la democracia brasileña. Finalizó cuando la crisis azotaba fuertemente a la economía brasileña y determinados sectores,fundamentalmente de las llamadas “clases medias”, ampliadas por el lulismo salieron a la calle contra la presidenta Dilma Rousseff y su gobierno. Cuando el capitalismo ve descontento en la calle, suele cambiar de Consejo de Administración, ya que no otra cosa son los gobiernos existentes bajo su orden/desorden económico. El objetivo de estos cambios de caras no es otro que el de limitar los daños y los efectos de la protesta a la representación política logrando, de ese modo, que no suba la marea.

Ahora toca ir encauzando el tono de la lucha entre los contendientes políticos, normalizando las “discrepancias” e institucionalizando la labor de oposición política, sobre todo en un tiempo de gran debilidad y confusión en la burocracia y entre las bases del PT Brasileño. Eso es todo amigos. No hay que buscarle otra explicación a toda la farsa montada durante el proceso que llevó hasta el desalojo del PT del gobierno ni a la búsqueda de relación “civilizada” entre el actual gobierno y su principal partido de oposición. Es parte de la vieja mascarada de la democracia burguesa.


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