31 de agosto de 2016

LA LISTA DE ORWELL

George Orwell, escritor, anticomunista
y chivato
Jorge Ángel Hernández. La pupila insomne

El afamado escritor británico George Orwell, autor de la igualmente célebre novela 1984, se empleaba de lleno y con conocimiento de causa en el entramado de la Guerra Fría cultural. Desempeñaba su papel de colaborador activo de la CIA, sobre todo a través del intelectual agente Arthur Koestler, con quien bromeaba calculando el grado de traición que podrían alcanzar las “bestias negras favoritas” de su lista de denuncias. En su meticuloso diario, Orwell compiló los nombres de treinta y cinco personas en 1949, pero engrosó rápidamente el número en ese mismo año, hasta llegar a 125 sospechosos de simpatizar con el comunismo o de colaborar con él directamente. La abultada lista sería entregada por él mismo al Departamento de Investigación de la Información (IRD, por sus siglas en inglés).

Orwell denunciaría así a quien se consideraba su amigo, el poeta Stephen Spender, por su “tendencia a la homosexualidad” y por ser “muy poco fiable” y “fácilmente influenciable”. El célebre e incluso autor superior a él mismo, John Steinbeck, fue incluido en su nómina de bestias negras por considerarlo “espurio, pseudoingenuo”, y asimismo Upton Sinclair, apenas por calificarlo de “muy tonto”. El político y periodista panafricanista George Padmore, radicado en Londres luego de haber abandonado el comunismo soviético, pasa a su lista por “antiblanco” y probable amante de Nancy Cunard.

Kingsley Martir, director del New Statesman and Nation, donde Orwell publicaba, quedaría en su lista como “liberal degenerado. Muy deshonesto”. El intelectual, actor y cantante negro Paul Robeson también fue víctima de sus acusaciones por ser muy “antiblanco, partidario de Wallace”, y J. B. Prestley por “simpatizante convencido”, “muy antiamericano” y con posible vínculo organizativo con el anticomunismo. Michael Redgrave, quien aparecería después en el filme 1984, también quedaría enlistado por el paranoico colaborador de la CIA. A esas alturas, Orwell sabía que lo aquejaba una tuberculosis que no había respondido favorablemente al tratamiento especial que desde los Estados Unidos le enviaran. Pronto, la enfermedad lo llevaría a lo que, con despiadado humor negro, Mary McCarthy consideraría, por la fuerza del giro a la derecha de sus últimos actos, una feliz muerte prematura.

Coincidiendo en el tiempo con la lista de Orwell, organizaciones racistas de los Estados Unidos boicotearon conciertos de Paul Robeson, quien, a pesar del peligro que corría, se negó a refugiarse en la Unión Soviética, donde, según declaró públicamente, se sintió verdaderamente tratado como una persona. Sus motivos respondían a un patriotismo vital: consideraba un deber heredado reconstruir su país.

La filmación y distribución de Rebelión en la granja (Animal farm) estuvo totalmente orientada por la CIA. Primero, con la gestión que acometieron los agentes Carleton Alsop y Finis Farr, cumpliendo orientaciones de su superior E. Howard Hunt, de conseguir los derechos a través de la viuda, Sonia Brownell, con quien Orwell se había casado en 1949, en el hospital donde se hallaba ingresado. El propio Hunt revela en detalles las gestiones en sus Memorias, publicadas en 1974.

Las más famosas novelas, Rebelión en la granja (Animal farm) y 1984 no fueron sino parte de su plan de trabajo como colaborador del IRD. Cada una cumple a cabalidad las normas de comunicación de requisito, así como la dirección de contenido que establecía al socialismo como un experimento fallido. Si bien en ambas es posible hallar referencias al entorno británico inmediato, que el público podía relacionar y disfrutar sin demasiado esfuerzo, muchas de las cuales fueron suprimidas en las respectivas versiones cinematográficas, el superobjetivo de ambas obras se enfoca en el anticomunismo. En ninguna de ellas da paso a la más mínima esperanza.

Arthur Koestler, artífice de las nuevas direcciones de guerra fría que el IRD alentaba, recibió en su círculo a George Orwell desde 1940. Los propósitos del Departamento estaban enfocados justamente en atraer a los rebeldes de tradición izquierdista que se habían declarado en contra del poder central socialista. El uso de desertores y descontentos liberales era objetivo central de su política, aunque muchos de ellos no fuesen avisados de que el financiamiento de sus obras procedía de la CIA. El propio Koestler, quien venía de Hungría y de un periplo comunista activo, se lanzaría al objetivo con la novela El cero y el infinito (Darkness at Noon), centrada en los excesos de los llamados procesos de Moscú.

El biógrafo autorizado de George Orwell, Bernard Crick, lo consideraba “un hombre profundamente reservado, austero, sencillo, y en cierto modo, inhibido.” Visto así, pueden tratarse de rasgos de personalidad común, incluso estos que añade: “Es de dudarse que tuviera amigos íntimos con los que pudiera desahogarse y discutir problemas y dificultades”. Sabidas sus aventuras de colaboración con Koestler, estas características adquieren un matiz diferente, que bien remiten al comportamiento del espía con objetivos definidos.

Hablaba con sus amigos sobre cuestiones de carácter público: libros, política y rarezas de la historia natural o de la vida urbana –agrega Crick–. Podía disertar incansablemente sobre pájaros, y Cyril Connolly, maliciosamente, comentó una vez que Orwell difícilmente podía sonarse la nariz sin sospechar y denunciar un cartel de los fabricantes de pañuelos”. Su radio de acción se extendía a varios círculos de relaciones, como lo revela el propio Crick: “Tenía diversos círculos de amigos y conocidos: poetas bohemios pobres y aspirantes a novelistas en los pubs de Bloomsbury, la elegante camarilla de las revistas literarias, en la que figuraban Connolly y Spender, los periodistas de Tribuney una variada fauna de activistas de izquierda, algunos anarquistas británicos relacionados con Freedom Press y la librería, y su viejo círculo de Southwold”.

Spender figuraría en la lista, lo que demuestra que ese hombre, reservado y austero, desarrollaba una plena habilidad de atraer a las personas, fingir amistad y sonsacarles sus criterios para, como planteaba el objetivo del IRD, sacarlos primero de las publicaciones y denunciarlos y juzgarlos una vez que se les comprobaran vínculos reales con organizaciones o personas comunistas. Horizon, de Cyril Connolly fue la primera de las revistas en desaparecer por falta de financiamiento en 1950. Agrega incluso Crick que, en general, Orwell “mantenía separados estos mundos y quizás era anormalmente reservado acerca de a quienes conocía y a quienes no pero, ocasionalmente, podían coincidir en su piso para un té de las cinco (al que era muy aficionado)”.

La compartimentación de amistades y relaciones de trabajo es algo natural en el medio, desde luego, y servía a su verdadero objetivo de hacer de vigilante, lo que cumplió cabalmente con su lista a menos de un año de su muerte. La compartimentación es, por demás, un requisito indispensable para el espionaje. Si hay, como lo han advertido algunos críticos posteriores, desgarramiento en estas novelas, se debe sobre todo a que Orwell cumplía parte de las funciones que se satirizan en ellas: denunciaba a quienes diferían en criterios políticos, excluía a los homosexuales y camuflaba su racismo con acusaciones de extremismo activista.

El propietario editorial Fredric Warburg, quien publicara Animal farm, con Secker & Warburg, se tomaría activo interés en su posterior producción cinematográfica, completamente financiada por la CIA y, por tanto, con un guión minuciosamente revisado por el Consejo de Estrategia Psicológica (Psychological Strategy Board), programa secreto aprobado por el presidente Truman para llevar a cabo la guerra sicológica con el bloque socialista. Este proceso de revisión provocó cambios sustanciales en sus perspectivas ideológicas y, sobre todo, en los giros simbólicos que actuaban en los patrones de juicio de la masa. Secker & Warburg sería, además, uno de los elementos del llamado “triple pase” de tapadera para el financiamiento de la revista Encounter, que editaría el supuestamente peligroso Stephen Spender.

Orwell, quien falleció en la noche del 21 de junio de 1950, dejó inconcluso, apenas esbozado, un proyecto de novela en tres volúmenes cuyo tema era la decadencia del viejo orden, la revolución traicionada y el análisis del totalitarismo inglés. Así, continuaría siendo fiel al objetivo del IRD y buscaría, con la fama de apoyo, elevar el nivel de sus propuestas literarias por encima de la trilogía de preguerra. Pero este proyecto no consiguió abultarse, ni siquiera al punto que lo hiciera su primera lista de bestias negras anticomunistas.


30 de agosto de 2016

LA INSOSTENIBLE LIGEREZA DE LOS MERCADOS

Janet Yellen
Luis Casado. Alainet

En este caso debes tomar ‘ligereza’ en la peor de sus acepciones, o sea irreflexivo, poco meditado, inconstante, falto de seriedad, inestable. Tú me dirás que tratándose de los mercados siempre es el caso, y por mi parte precisaré que me refiero a los mercados que piensan, deciden, se tranquilizan o se asustan, huyen o regresan al galope, rechazan o aprueban, exultan o lloran, aman u odian, en otras palabras a quienes “hacen los mercados”, a mendas de carne y hueso.

Suelen llevar una gorrita –o en su defecto una visera– con la mención “Experto” estampada en caracteres visibles, y no es infrecuente ver letras reflectantes si se trata de un “Economista-jefe”.

Suspenso que se suma al suspenso, tales eminencias esperaban la palabra de Janet Yellen como otros el agua de mayo. Para ser más precisos, el discurso que Yellen pronunció ayer viernes en Jackson Hole. Su palabra debía ser un faro en medio de las tinieblas.
Kevin Logan, Economista-jefe de HSBC, pensaba “que el mensaje de Yellen podría ser que ‘la neblina se levanta". Estoy citando, no le quito ni le pongo, el laburo del Economista-jefe de uno de los bancos más importantes del mundo consiste en rezar para que Yellen anuncie cielos despejados.

Por su parte, Drew Matus, Economista ‘senior’ del banco UBS en los EEUU, declaraba: “Yo (…) espero que la Presidente Yellen decida mirar el lado optimista de las perspectivas”. Matus es un fiel exponente del Método Coué. Tal método, designado con el apellido del psicólogo y farmacéutico francés Émile Coué de la Chataigneraie (1857-1926), se funda en la autosugestión y la auto-hipnosis. Para sanar basta con auto-convencerte que ya estás sano. Simple como una de tus manos.

Greg Robb, senior economist reporter de Market Watch, ‘operador de negocios’ estadounidense, precisa: “Para ser justos, Matus piensa que la FED no anunciará nada hasta la reunión de septiembre de su Comité de Política Monetaria y no hará nada concreto hasta su reunión de diciembre”. En otras palabras es urgente creer, y es urgente esperar. Creamos y esperemos.

Michael Gapen, Economista-jefe de Barclays, es optimista cuando declara: “Esperamos que Yellen entregue una señal más fuerte sobre la probabilidad de una próxima alza de tasas de interés”.

Parece cosa de locos, pero todos estos “expertos”, magníficamente pagados, no se aventuran a usar sus propios cálculos, realizados con modelos matemáticos muy similares –conceptual y metodológicamente hablando– a los que usan la FED o el FMI. Prefieren esperar a que hable Yellen, como si su palabra tuviese un poder divino. ¿Prudencia, pusilanimidad, cobardía?

Logan, Matus, Robb y/o Gapen saben tanto o más que Janet Yellen y los miembros de la FED sobre los índices, tendencias y cifras que cotidianamente entregan decenas de institutos que viven de eso.

Sin embargo, viven esperando la palabra que mana de la boca del banco central de los EEUU, órgano constituido, como UBS, Barclays, Market Watch o HSBC, por simples mortales tan propensos al error como el que más. Y cobran por ello. Su ‘autoridad científica’ (¿por qué te ríes?) no va más allá de prever cuando, o en qué grado, la FED pudiese, si los astros se conciertan, mover pieza.

Aún así, como escribe Greg Robb, como mucho su coraje les lleva a pronunciar banalidades –imbecilidades es el término que conviene– como la siguiente: “…las posibilidades de un alza de tasas este año es de 50-50” (sic). Mañana… ¿me visto de verano o voy con abrigo? “Las posibilidades son de 50-50”. Te pones un impermeable, calzas chancletas y llevas gafas de sol.

Por si la insondable ignorancia –o la inconmensurable pusilanimidad– de los Economistas-jefe no fuese suficiente, el Wall Street Journal (WSJ) incursiona en los sondeos de opinión, como si la marcha de la economía y las decisiones de sus manitúes dependiesen de la opinión de una “muestra representativa” de idiotas: “En torno a un 71% de 62 economistas encuestados este mes por el Wall Street Journal dijeron que la FED esperaría hasta su reunión del 13-14 de diciembre” (resic).

Cualquier aprendiz de estadístico sabe que una muestra de 62 individuos es tan inútil como las previsiones y consejos del WSJ. Cuando te digo que esto no se inventa…

Janet Yellen en Jackson Hole (Kansas City - Wyoming)
Como quiera que sea, Janet Yellen vino a Jackson Hole, vio y habló. La conocida publicación Fortune estima que “los mercados adoraron” su discurso. ¿Qué dijo Janet? Lo que “los mercados” querían escuchar: todo va bien y mañana mejor.

Según Fortune “Yellen tuvo sobre todo palabras amables para el Tío Sam, diciendo que ‘a la luz de los sólidos y continuos resultados del mercado del trabajo y nuestras previsiones para la actividad económica y la inflación’, la posibilidad de un alza de tasas de interés adquiere fuerza”.

Ya. ¿Y ahí? Nada. No hay alza de tasas. Habida cuenta de la forma de reaccionar de “los mercados”, o sea de los ignorantes descritos más arriba, basta con la palabra de Yellen. La misma que dudó más de lo conveniente en diciembre del 2015 para subir la tasa directriz en un microscópico “cuarto de punto de base”, o sea en un 0,25% anual, sigue dudando ahora pero es consciente de que el mundo de los Economistas-jefe no puede seguir en Babia.

Diciéndoles lo que querían escuchar les permitió respirar, y al mismo tiempo tranquilizó a Fortune, que pone en primera página:

Janet Yellen y los inversionistas de Wall Street están de acuerdo en una cosa: La economía de los EEUU es una inversión relativamente buena”.
Como diría el otro, todo está en el “relativamente”. Ni tan cerca que te quemes, ni tan lejos que te hieles. Como hubiese dicho Alan Greenspan, “Uds. creen que entendieron lo que yo dije pero no saben si lo que dije quiere decir lo que yo quise decir”.

No obstante, el laburo de Janet Yellen consiste en anunciar ‘cielos despejados’ como deseaba Kevin Logan. Nadie espera del presidente de la FED que venga a anunciar la crisis de los subprimes (Alan Greenspan ni siquiera la vio venir), ni el hundimiento de los bancos privados (Ben Bernanke juraba que Lehman Brothers sobreviviría).

Ahora Janet Yellen se esfuerza en demostrar que la FED dispone de herramientas para hacerle frente a otra eventual recesión.

Una de esas herramientas consiste en bajar las tasas de interés, pero como sabemos estaban (y de algún modo están) en cero. Ni modo de ir más abajo. Otra herramienta tradicional consiste en fabricar dinero trucho, o sea hacer emisiones sin respaldo, pero los consecutivos relajos monetarios –Quantitative Easing para los entendidos– permitieron la emisión de billones de dólares sin alterar ni la tasa de crecimiento, ni la tasa de inflación que sigue cerca de cero amenazando por el contrario con transformarse en deflación.

No importa. Janet Yellen vino, vio y habló. Los Economistas-jefe pueden dormir en paz, el futuro se anuncia resplandeciente, los EEUU siguen siendo una inversión relativamente buena, John Wayne es recordado como el cowboy por excelencia, Mickey es bueno, los ‘Chicos malos’ son malos, y todo baña en el aceite esencial que debe lubricar las bielas de este inmenso motor que es la economía globalizada.

Hasta la próxima crisis que muestra ya la punta de la nariz. Pero no lo digas: podrías despertar de su apacible sueño a los Economistas-jefe, y desatar un pánico de no veas en “los mercados”.

16 de agosto de 2016

GEORGE SOROS Y SUS FUNDACIONES, HACKEADOS Y PILLADOS

Por Marat

Una publicación norteamericana -American Thinker- informaba el domingo 14 de Agosto de que un grupo de hackers se habían hecho con una gran cantidad de datos desde 2008 hasta 2016 de distintas fundaciones ligadas a George Soros, entre las que la Open Society Foundations sería la más espiada.

Según señalaba esta publicación, el sitio de DCLeaks fue el encargado de publicar estos datos, en un proceso de extracción de información que recordaba bastante al de los Panama Papers, coordinado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ), ligado al plutócrata húngaro-norteamericano. ¿El alguacil alguacilado que diría Francisco de Quevedo o una jugada aún más perversa en la que el supuesto atacado finge un ataque que le permita filtrar una serie de datos, quién sabe con qué objetivos?

Nadie sabe a ciencia cierta los intereses ni qué hay detrás de muchas noticias que aparecen en la red, un lugar en el que el anonimato completo es difícil pero en el que es relativamente sencillo esconder un misterio dentro de un enigma, no para esclarecer nada sino para velarlo aún más. Tanta sobreinformación nos hace escépticos y cínicos. Y, en general, bastante idiotas.

En cualquier caso, creo que vamos a recibir en semanas y meses posteriores tanta información acerca de esta cuestión que difícilmente se va a entender su significado si no es desde una perspectiva política que permita entender el momento actual del capitalismo -pues no estamos ante las chaladuras de un bimillonario con tiempo y ganas para enredar- y algo que vaya más allá de la interesada visión de las teorías geopolíticas, tan dadas a hacer olvidar la naturaleza del sistema económico bajo el que vivimos.

Pero dada la importancia y la abundancia de documentación “incautada” a las fundaciones de Soros sobre actividades en Europa y más particularmente en el Este del continente (Moldavia, Ucrania) -la documentación, muy extensa, está en inglés- creo que el asunto arranca de uno de los actores del juego actual de la geoestrategia, más concretamente del que ha venido recibiendo agresiones por parte de George Soros y sus fundaciones globalistas.

A nadie debe escapársele algo que el propio Soros ha admitido: su papel en el Este de Europa. En el apoyo al Maidan nazi de Ucrania y en los procesos ligados a la destrucción de Yugoslavia, con la financiación de OTPOR y Canvas.

Como antifascista denuncio lo que representó el Maidan ucraniano y específicamente contra los antifascistas y comunistas del Donbass. Como internacionalista apoyo la paz entre los pueblos, sin confundirme con los intereses particulares de potencia capitalista internacional y en litigo alguna.

Tengo interés en denunciar a otro Soros que no es el de la geopolítica y el de la geostrategia. Me interesa hablar de cómo los objetivos del capitalismo -y Soros es una de las variadas cabezas del consorcio de intereses del gran capital internacional- se expresan en la dictadura de la burguesía llamada democracia (los que frente a ella oponen la idea de “democracia participativa” son cómplices pequeñoburgueses que sólo quieren jugar a los mil referéndums “suizos” con la intención de que no cambie nada del sistema de dominación económico). 

Existe una lista completa de ONGs de Soros para la manipulación de las elecciones al Parlamento Europeo que les sugiero que lean y traduzcan quienes sepan inglés. No tiene desperdicio.

Pero si algo es realmente impresionante es la lista de eurodiputados y cargos europeos de confianza o lo que el documento de la Open Society European Policy Institute, una de tantas fundaciones de cobertura de Soros, denomina del siguiente modo: Aliados confiables en el Parlamento Europeo (2014 – 2019)”. La lista de Soros es amplísima y hay cargos políticos de la gran mayoría de las tendencias representadas en la eurocámara.

A continuación les expongo dicho listado. Se trata de 227 personas, sobre un total de 751. Alrededor del 30% del europarlamento.






La composición del Parlamento Europeo es la siguiente por grupos parlamentarios



Cómo podemos ver, Soros se concentra fundamentalmente en pastorear a los “progres”, que de rojo no tienen ni el apellido: Socialistas y demócratas: de 751 europarlamentarios son "controlados" por Soros 227, aproximadamente el 30% de la eurocámara. GÜE (Izquierda Unitaria Europea: IU, Podemos y socios): de 52 parlamentarios, 38 controlados por las Fundaciones de Soros: podridos hasta la médula. Alde (Alianza de Liberales y Demócratas por Europa): de 70, 38 en manos de los grupos de la Open Society. Verdes (Verds/Alde o Greens/EFA): de 50, 29. Partido Popular Europeo (PPE): de 215, 36 y ECR (Conservadores y Reformistas Europeos): de 74, 7.

Veamos algunas caras que plasman miserias de los europarlamentarios españoles del conjunto de las listas que obtuvieron representación y que comen en la mano de Soros.






En el caso de Pablo Iglesias y de Teresa Rodrigúez, ambos de Podemos, debo señalar que su peso político ha aumentado, el uno como diputado más importante de Podemos en el Congreso y la otra como líder de la fracción podemita del Parlamento Andaluz. 

Toda esta gente nos vende al capital. Y es más, creo que a algunos de ellos ni se les pasa por la cabeza lo que ello significa porque son tan indecentes que es coherente con sus escalas de valores morales. 

Oye, que si es por el esfuerzo de concentrarse en determinados partidos y parlamentarios, lo mismo Soros es un tipo progresista. Sí, tan progresista que es uno de los mayores especuladores financieros mundiales y alguien con estas características de destructor de economías y terrorista internacional. Eso sin hablar de su anticomunismo declarado y patológico que se expresa en su admiración a otro pensador anticomunista como Karl Popper.

Oiga, don Marat, pero ¿qué quiere George Soros? Pues además de hacerse muy rico, potenciar la concentración del capital, propia de esta etapa del capitalismo, especular con las economías del mundo, condicionar a los Estados a través de la compra de sus políticos y de la compra de deuda (partidario de los eurobonos como Varoufakis, Iglesias, Garzón y toda la purrela progre y minireformista), crear condiciones para que los cambios sociales sean involutivos (sus fundaciones como la Open Society Foundations han estado presentes en muchas de las mal llamadas revoluciones árabes) y generar “disidencias controladas” que nunca se salgan de demandas de cambio limitadas a lo institucional.

Pero oiga, don Marat, usted delira. Es un conspiranoico ¿Cómo va a apoyar Soros a las izquierdas cuando sus intenciones están contra “la gente”? Gente es desde Soros hasta Rodrigo Rato, pasando por el jefe al que usted le pega lametones en las partes pudendas. Gente es usted, la señora que limpia su portal, el conductor del metro y yo mismo. Pero hay clases sociales. No sé si lo sabe o el ciudadanismo (todo el país) le ha trastornado. Pues bien, mientras los partidos de la derecha oficial defienden a su clase, los que usted llama de izquierdas defienden el “bien común”, los intereses de todo el país y cualquier cosa menos a la clase trabajadora de la que usted no se siente parte. Con lo que, en definitiva, por defender a clases irreconciliables entre sí, en realidad esos partidos "progresistas" defienden al capital ¿O cree usted que es muy de izquierdas que los “ayuntamientos del cambio” pongan ahora sordina sobre los desahucios contra los que antes hacían campaña?

El caso es que si usted se toma el esfuerzo de buscar dentro de las muchas descargas que puede hacerse en este enlace, porque me interesa que las haga, dado que no sé ingles y quiero que esto prolifere, se encontrará con socios españoles de la Open Society Foundations reflejados como POTENTIAL MEDIA PARTNERS


Entre estos medios falta El Confidencial, que fue el encargado de publicar en España parte de los datos de los Panama Papers que en su día filtró la ICIJ, una pantalla de influencia mediática de Soros.

En el caso de de El Diario debo señalar que a estas alturas debiera ser más que conocida la relación de su subdirector con la Open Society Foundations de Soros, Juan Luis Sánchez, de la que es Miembro del Consejo Asesor Europeo.



Verán que hay medios muy entregados a la causa.

Y ahora una pequeña aportación sobre el grado al que se puede descender cuando se buscan colaboradores dudosos o fieles, en este caso en relación con su obsesión por salvar a la Ucrania nazi de cualquier posible evolución hacia alqún grado de racionalidad


Sinceramente, no me sorprende lo ahora publicado sobre este viejo baboso e hijo de puta que sólo ha vivido para acumular capital robado, desestabilizar países y tener alucinaciones anticomunistas.

Debo decir que sobre algunas de esas cosas ya hablé en su día. Por si tienen ustedes tienen algún interés, les dejo las entradas, sin excesivo deseo de defenderlas, ya que lo hacen por sí mismas:


15 de agosto de 2016

EL TREN PRECINTADO

Stefan Zweig. “Momentos estelares de la Humanidad”

EL HOMBRE QUE SE ALOJABA EN CASA DEL ZAPATERO REMENDÓN
Suiza, la pequeña isla de paz cuyas costas eran azotadas de todos lados por las rompientes de la Guerra Mundial, fue durante los años 1915, 1916, 1917 y 1918, la escena ininterrumpida de una novela policíaca excitante. En los hoteles a la moda, los enviados de las potencias beligerantes, que un año antes habían jugado juntos al bridge en los términos más amistosos y habían cambiado invitaciones para banquetes, pasaban ahora unos al lado de los otros sin un leve saludo, como si fueran desconocidos. De sus departamentos salía un tren de figuras sin mayor relieve -delegados, secretarios, hombres de negocios, damas con velillo o descubiertas-, pero comprometidos, uno y todos, en comisiones secretas. Abajo se movían hermosos automóviles decorados con insignias extranjeras y, cuando se detenían, desembuchaban industriales, periodistas, virtuosos, o personas que pretendían que sólo viajaban por entretenimiento. Pero en casi todos los casos tenían la misma comisión: reunir informaciones, espiar el terreno. Los mismos porteadores que servían a tales personas, las criadas que limpiaban las habitaciones, estaban igualmente sobornados para observar y oír. En todas partes rivalizaban una con otra las organizaciones: en las tabernas, en las casas de huéspedes, en las oficinas de correo, en los cafés. Lo que pasaba como propaganda era más de la mitad espionaje; la traición se cubría con la máscara del amor; y detrás de la ocupación declarada de la mayoría de estos apresurados visitantes se escondían una segunda o una tercera que era desconocida. Todo se informaba, todo era inspeccionado, Apenas un alemán de cualquier posición podía poner el pie en Zurich sin que se enviara instantáneamente a Berna, y una hora más tarde a París, un informe sobre su llegada. Volúmenes completos de informaciones verdaderas o no eran enviados diariamente por agentes grandes y pequeños a los agregados, y eran pasados por éstos a sus jefes. Las paredes eran tan transparentes como el cristal, los teléfonos estaban conectados; con los residuos de las cestas papeleras y de las hojas de papel secante se reconstruía cuidadosamente la correspondencia; y tan loca llegó a ser la baraúnda, que muchos de los comprendidos en ella no podían ya saber si eran cazadores o cazados, espías o espiados, traidores o traicionados.

Sólo respecto a un extranjero en Suiza se informó escasamente en aquellos días, acaso porque se destacaba tan poco, nunca entró en un hotel elegante, jamás se sentó en un café ni asistió a una reunión propagandista, sino que vivía retirado con su esposa en la casa de un zapatero de viejo en que se alojaba. Sus habitaciones estaban en la Spíegelgasse, cercana al Limmat, en el segundo piso de una de las casas de vecinos sólidamente construidas de la Ciudad Vieja, de fachada embarrada, parte por la edad y parte por los humos de la pequeña fábrica de salchichas que trabajaba debajo de las ventanas. Sus vecinos eran la esposa de un panadero, un italiano, y un actor austríaco; y sólo sabían de él (por ser muy poco comunicativo) que era un ruso con un nombre casi impronunciable.

Tal vez la mujer del zapatero, la huéspeda, sabía algo más que los otros: que había sido durante años un refugiado, y que se hallaba en circunstancias difíciles por no tener un trabajo lucrativo. Todo esto fue deducido en parte de las exiguas comidas y las raídas ropas de los dos rusos, cuyas pertenencias totales apenas llenaban el maltratado baúl con que habían llegado allí.

El hombre, bajo y fuerte, tenía un aspecto nada llamativo y era visible que deseaba pasar inadvertido. Esquivaba la sociedad; sus vecinos rara vez podían captar una mirada de sus ojos oscuros, pero agudos y estrechos; y muy pocos visitantes llegaban a verlo. Regularmente, día tras día, iba a la biblioteca pública a las nueve y estaba allí hasta mediodía, hora en que se cerraba. A las doce y diez estaba de regreso en su casa, para salir a las trece y diez y ser de los primeros en llegar de nuevo a la biblioteca en donde se quedaba hasta las dieciocho. Pero como los agentes de los varios beligerantes que se encontraban en la Confederación seguían los pasos únicamente a los locuaces, y no sabían que, invariablemente, el solitario, el que lee mucho y aprende mucho es más peligroso y el que muy probablemente revoluciona al mundo, no escribieron informaciones acerca de este hombre que pasaba inadvertido y se alojaba en la casa del zapatero remendón. No se conocía mucho de él en los círculos socialistas, salvo que en Londres había sido editor de un periodiquito sin importancia de tendencia revolucionaria y de escasa circulación entre los refugiados rusos; que antes de salir de San Petersburgo había sido líder de una fracción cuyo nombre, como el propio, era impronunciable; que hablaba dura y desdeñosamente de los miembros más respetados del partido socialista, declarando que sus métodos eran absolutamente equivocados; que él era inasequible, pendenciero e intransigente. Por lo tanto, era natural que se preocuparan por él muy poco. A las reuniones a que él concurría, una que otra vez, en un pequeño café de obreros, asistían sólo contadas personas, quince o veinte cuando más y, como regla general, jóvenes. El salvaje camarada estaba encasillado como uno de los numerosos refugiados rusos que aguzan su ingenio con mucho té y discusiones interminables. ¿Cómo podría el obstinado hombrecito ser importante? En todo caso no llegaban a tres docenas las personas que en Zurich conocían el nombre de Vladimir Ilich Ulianov, el inquilino del zapatero remendón. Si uno de aquellos hermosos automóviles que, en tales días, corrían de embajada en embajada le hubiera atropellado en la calle y cortado prematuramente su vida, el mundo en general, también, no habría oído hablar jamás de él bajo el nombre de Ulianov o de Lenin.

REALIZACIÓN...
Un día -fue el 15 de marzo de 1917- el empleado de la biblioteca de Zurich quedó un poco sorprendido. Habían sonado las nueve y el lugar del más puntual de los lectores estaba vacío. Pasó media hora, dieron las diez, pero el infatigable lector no había llegado y no llegaría más. Porque cuando se dirigía aquella mañana a la biblioteca se le acercó un amigo, más aún, le cerró el paso, dándole la noticia de que había estallado en Rusia la revolución. Lenin, al principio, no podía creer tales nuevas. Las recibió como si hubiera sido un trueno. Después, con cortas y rápidas zancadas se dirigió al quiosco situado frente al lago, donde, afuera de la agencia de diarios, esperó hora tras hora, día tras día. Sí, era verdad, se fue haciendo más gloriosamente verdad a medida que transcurría el tiempo. Primeramente pareció que no sería más que una revolución palaciega o un simple cambio de ministerio.

No, el Zar había abdicado; se había nombrado un gobierno provisional; se crearía una Duma; la libertad había llegado a Rusia; se decretó la amnistía para todos los prisioneros políticos. Esto es lo que él había estado soñando durante años. Tenía realización al fin todo aquello por lo que él había estado trabajando por espacio de dos décadas: en sociedades secretas, en las cárceles, en Siberia y en el destierro. Como si, por arte de magia, pareciera que los millones de muertos caídos en esta guerra, después de todo, no habían muerto en vano. No fueron hombres sacrificados sin fruto. Eran mártires en nombre del nuevo reino de libertad, justicia y paz perpetua; el nuevo reino que sería instalado. Estaba como intoxicado el hombre que hasta ahora había sido un visionario calculador, frío y sereno. Como él, también vociferaban expresando . su júbilo los cientos de rusos que ocupaban estrechas viviendas en Zurich y Ginebra, en Lausana y Berna. Estas nuevas placenteras significaban que podrían volver a sus hogares. Sin pasaportes forjados, sin nombres supuestos, sin arriesgar sus vidas, podrían volver a entrar en lo que había sido el reino del Zar. Retornarían como ciudadanos libres de un país libre.

Prontamente empezaron a empaquetar sus escasos efectos, porque los diarios habían publicado el lacónico telegrama de Gorki: "Vengan todos al hogar". Se cambiaban cartas y telegramas en toda dirección: venga a casa, voy a casa, reunámonos, estemos unidos. Una vez más podían consagrarse abiertamente a la causa que les había fascinado desde la primera hora consciente de sus vidas, la causa de la revolución rusa.

...Y DESILUSIÓN
Pero pocos días después llegaron noticias consternadoras. La revolución rusa, cuyo advenimiento había elevado sus corazones como llevados en alas de águilas, no era la revolución con que habían soñado, no era la revolución por completo. Había sido nada más que un alzamiento palaciego contra el Zar, un alzamiento fomentado por los diplomáticos británicos y franceses, cuyo propósito era impedir que Nicolás firmara por separado la paz con Alemania. No era la revolución de pueblo -que quería, en realidad, la paz, pero también establecer sus propios derechos. No era la revolución por la que los refugiados rusos habían vivido y estaban dispuestos a morir; era una intriga de los partidarios de la guerra, de los imperialistas y los generales que deseaban proseguir sin estorbo sus planes. Lenin y sus amigos se dieron cuenta prontamente de que la invitación a regresar no comprendía a aquellos refugiados que querían una revolución genuina, radical, marxiana. Miliukov y otros líderes liberales habían ya dado las órdenes para que no fueran readmitidos. Mientras que los moderados, socialistas tales como Plekhanov en cuyos servicios podía confiarse para la prolongación de la guerra, fueron enviados muy amablemente en torpederos británicos a San Petersburgo, con guardias de honor, Trotsky era detenido en Halifax y los otrosrevolucionarios en las fronteras. En todos los países de la "entente" habían sido enviadas listas negras a las fronteras conteniendo los nombres de los que habían tomado parte en el Congreso de Zimmerwald. En vano envió Lenin telegrama tras telegrama a San Petersburgo.

Fueron interceptados o dejados sin contestación. Lo que se desconocía en Zurich o en otras partes de la Europa Occidental, era muy bien sabido en Rusia: que Vladimir Ilich Lenin era fuerte, enérgico, de larga visión y peligroso para sus adversarios.

No tuvo limites la desilusión de los refugiados impotentes. Por espacio de muchos años, en reuniones en Londres, París y Viena, habían estado considerando con todo detalle la estrategia de la revolución rusa. Por décadas habían discutido en sus periódicos sobre los planes teóricos y prácticos, las dificultades, los peligros, las posibilidades de sus proyectos. El mismo Lenin, durante toda su vida, consagró la mayor parte de su tiempo a este tema, revisando los planes de la revolución una y otra vez hasta haber alcanzado una formulación definitiva. Ahora, mientras estaba acorralado en Suiza, su revolución iba a ser diluida y desmenuzada por otros; la santificada noción de hacer de los rusos un pueblo libre iba a ser envilecida para servir a naciones extranjeras. Por una singular analogía, Lenin tuvo que sufrir en esta época lo que había sido la triste suerte de Hindenburg durante las fases de apertura de la guerra. Por cuarenta años Hindenburg había maniobrado y hecho el juego de guerra con un ojo puesto en la campaña de Rusia, y luego, cuando estalló el conflicto, fue obligado a estarse en su casa, en traje civil, y mover banderitas sobre el mapa, registrando las ganancias y marcando los desatinos de los generales en servicio activo. Sometido a un esfuerzo similar, Lenin, usualmente un realista de sólidas convicciones, resolvió en su mente el más loco y más fantástico de los sueños. ¿No podría alquilar un aeroplano y cruzar así por Alemania o Austria? La idea era enloquecedora. ¿No podría atravesar un país u otro con la ayuda de un pasaporte falsificado? El primer hombre que se ofreció a ayudarle en esta idea resultó ser un espía. Su fantasía se extravió más y se hizo más absurda. Escribió a Suecia pidiendo un pasaporte sueco, intentando fingirse sordomudo para evitar que su lengua lo denunciara. Por supuesto, después de revolver tales proyectos descabellados en las noches de insomnio, cuando apuntaba el día los reconocía impracticables y desatinados. Pero tanto de día como de noche permanecía convencido de que, de una forma o de otra, debía volver a Rusia. Debía transformar la revolución rusa en su propia revolución, en vez de permitir que fuera la de algún otro; debía hacer de ella una revolución genuina, en vez de una semblanza puramente política. Debía regresar a Rusia, más pronto o más tarde, costara lo que costara.

¿A TRAVÉS DE ALEMANIA? ¿SÍ O NO?
Suiza está cercada por Italia, Francia, Alemania y Austria. El camino a través de los países aliados estaba cerrado para Lenin porque era un revolucionario, y a través de Alemania y Austria porque era ruso, uno de los súbditos de una potencia enemiga. No obstante, por lo absurdo de la situación, tenía más razón para esperar amistad de la Alemania del Emperador Guillermo que de la Rusia de Miliukov o la Francia de Poincaré.

Cuando los Estados Unidos estaban a punto de tomar las armas contra ella, Alemania necesitaba paz con Rusia de cualquier modo y, por consiguiente, un revolucionario capaz de embarazar las gestiones de los embajadores británico y francés en San Petersburgo era una persona que podía ser considerada con favor.

Pero para Lenín envolvería graves responsabilidades la apertura de negociaciones con la Alemania imperial, un país al que había amenazado e injuriado cientos de veces en sus escritos. De acuerdo con todos los "standards" morales aceptados, sería claramente una traición entrar y viajar cruzando un país enemigo con permiso y con la aprobación de su estado mayor general. Lenin debía saber perfectamente que con semejante curso de acción comprometería a su partido y su causa; que él mismo se haría sospechoso de haber sido enviado a Rusia como un mercenario del gobierno alemán, y que si conseguía éxito en asegurar la paz inmediata para Rusia su nombre quedaría escrito en la historia como el del hombre que roba a su país el fruto de la victoria. Era natural, por consiguiente, que no sólo los revolucionarios fríos de entre los refugiados rusos, sino aun la mayor parte de los que eran de su misma manera de pensar, se sintieran ultrajados cuando anunció su determinación de adoptar, en caso necesario, este método peligroso y comprometedor.

Airadamente indicaron que mediante los buenos oficios de demócratas sociales de Suiza se estaban llevando a cabo negociaciones para el retorno de los revolucionarios rusos por la vía legítima y neutral de un cambio de prisioneros. Lenin sabía que este plan era insufriblemente tedioso, que las autoridades rusas adoptarían todas las astucias posibles para diferirlo indefinidamente - en un momento en que cada día, cada hora, era de vital importancia -. El mantuvo fijos sus ojos en el fin que debía ser alcanzado, mientras que los demás, menos realistas y menos audaces, rechazaron un plan que, según los "standards" prevalecientes, era traicionero. Lenin acalló sus escrúpulos y, desconociendo los argumentos en contrario, se hizo justicia por sí mismo para abrir negociaciones con el gobierno alemán.

EL PACTO
Precisamente porque Lenin sabía que su propuesta sería considerada como un desafío y atraería mucha atención, se puso a trabajar tan abiertamente como era posible. Siguiendo sus instrucciones, el secretario de la unión obrera de Suiza, Fritz Platten, se presentó al embajador alemán, quien ya había tenido previamente tratos con los refugiados suizos, y le expuso las condiciones de Lenin. Este oscuro refugiado, como si previese la autoridad que ejercería pronto, no se dirigió al gobierno alemán con una petición sino que anunció, lisa y llanamente, las condiciones en que él y sus asociados estarían dispuestos a aceptar la autorización alemana para cruzar el país enemigo. El coche de ferrocarril en que viajarían gozaría de derechos extraterritoriales. No habría inspección de pasaportes ni de personas al entrar o salir de Alemania. Los viajeros pagarían sus pasajes a la tarifa ordinaria acostumbrada. Ninguno de ellos abandonaría el coche por órdenes de los alemanes ni por propia iniciativa. El embajador, Romberg, envió en seguida la petición al cuartel general. Sin el menor titubeo Ludendorff dio su conformidad, aunque sus Memorias le la Guerra no contienen una sola palabra respecto a una decisión que habría de resultar de mayor importancia histórica que toda otra de su vida. El embajador había tratado en vano, hasta ahora, de conseguir modificaciones en el texto del pacto, que Lenin había redactado a propósito tan ambiguamente que hasta Radek (un austríaco) podría unirse a los viajeros rusos que no serían fiscalizados. El hecho es que el gobierno alemán estaba no menos apresurado que Lenin, ya que los Estados Unidos habían declarado la guerra el 5 de abril.

En consecuencia, al mediodía del 6 de abril, Fritz Platten recibió la memorable misiva:"Asuntos arreglados como se deseaba". El 9 de abril de 1917, a las catorce y media, un pequeño grupo de personas mal vestidas, llevando sus propios equipajes, salieron del restaurante Zahringer Hof para la estación de Zurich. Eran treinta y dos en total, incluso mujeres y niños. De los hombres, sólo Lenin, Zinoviev y Radek se hicieron famosos. Después de haber comido un modesto lunch, firmaron conjuntamente un documento declarando que habían tenido conocimiento por el Petit Parisien de la determinación del gobierno provisional ruso de tratar como traidores a todo el que regresara a Rusia por vía de Alemania. El manuscrito declaraba además que los firmantes aceptaban la completa responsabilidad del viaje y aprobaban las condiciones en que se realizaba. Habiendo firmado, tranquila y resueltamente iniciaron un viaje que la historia habría de considerar transcendental.

Su llegada a la estación no despertó interés. No estuvieron presentes cronistas de diarios ni fotógrafos. Nadie en Suiza sabía nada acerca de Herr Ulianov, quien, con un chambergo de fieltro, un traje raído y botas con clavos (que usó hasta que el grupo llegó a Suecia), como miembro de una banda de hombres, mujeres y niños cargados de equipajes, silenciosamente y sin llamar la atención buscaba un lugar en el tren. No había nada que los distinguiera de los innumerables refugiados -servios, rutenos y rumanos- a los que se veía con frecuencia en la estación de Zurich sentados sobre sus cajas de madera tomándose un descanso en su viaje a Ginebra y más allá. El partido laborista suizo, que desaprobó el viaje, no envió representante. Sólo concurrieron unos cuantos rusos, algunos para decirles adiós; otros para llevarles algo de lo poco de que podían disponer, y algún alimento para los viajeros; algunos para enviar saludos a los amigos en Rusia; y otros que todavía esperaban disuadir a Lenin de "su empresa descabellada y criminal". Pero su decisión era irrevocable. A las 15.10 sonó el silbato del guarda, y las ruedas comenzaron a girar mientras que el tren partía para Gottmandingen, la estación de la frontera alemana. Eran las 15.10 y, desde entonces, el reloj del mundo ha marcado tiempo diferente.

EL TREN PRECINTADO
En la Guerra Mundial fueron disparados millones de tiros destructivos -los proyectiles más poderosos diseñados hasta entonces y del mayor alcance conocido-. Pero ninguno de ellos fue tan fatal y de tan largo alcance como el tren que estaba por iniciar el cruce de Alemania desde la frontera suiza, cargado con los revolucionarios más peligrosos y resueltos del siglo, y con destino a San Petersburgo, donde harían pedazos el orden existente.

Sobre los rieles de la estación de Gottmadingen se encontraba este proyectil único, compuesto de un coche de segunda y tercera clase, en el que las mujeres y los niños ocupaban la segunda y los hombres la tercera. Trazos de tiza sobre el terreno marcaban una zona neutral, el territorio de los rusos, como separación del departamento de los dos oficiales alemanes que acompañaron este transporte de alto explosivo viviente. El tren se movió sin incidentes durante la noche, y sólo en Frankfurt se acercaron algunos soldados alemanes que habían oído que unos revolucionarios rusos estaban en camino a través de Alemania; y una vez los social-demócratas alemanes trataron de comunicarse con los viajeros, pero se les impidió el acceso. Lenin no ignoraba con cuánta sospecha se le vería si cambiaba una sola palabra con un alemán en suelo alemán. En Suecia fueron recibidos con alegría. Los hambrientos rusos participaron de las golosinas suecas que se les ofrecieron para almorzar; luego Lenin se quitó las botas claveteadas, cambiándolas por unos zapatos nuevos que había comprado, así como un traje. Al fin llegaron a la frontera rusa.

EL PROYECTIL PEGA EN EL BLANCO
La primera acción de Lenin en suelo ruso fue característica. No prestó atención a los seres humanos, se lanzó sobre los diarios. Habían transcurrido catorce años desde su salida de Rusia, desde la última vez que vio tierra rusa, una bandera rusa o un uniforme ruso.

Pero este idealista férreo no derramó lágrimas como hicieron los otros, no abrazó a los soldados como hicieron las mujeres del grupo. Lo que él necesitaba eran diarios. Pravda, sobre todos, para ver si el periódico, su periódico, sostenía firmemente el punto de vista internacional. Coléricamente arrugó el papel y lo tiró al suelo. No era bastante adicto. Todavía dislates patrióticos; no lo que él consideraba revolución verdaderamente roja. "Era tiempo de que yo regresara -pensó-. Tiempo para poner mis manos en el timón, y guiar el barco a la victoria o a la destrucción... ¿Podré hacerlo?" Estaba ansioso, intranquilo. Si Miliukov le hubiera puesto en prisión tan pronto como llegó a San Petersburgo ¿habría cambiado el nombre tanto tiempo llevado por la ciudad? Los amigos que habían llegado a recibirle, Kamenev y Stalin, sonrieron misteriosamente en el compartimiento de tercera clase, malamente iluminado; pero no contestaron, o no quisieron contestar.

La respuesta dada por los hechos fue sin precedentes. Tan pronto como el tren se detuvo en la plataforma de la estación finlandesa, la enorme plaza exterior estaba colmada por obreros en número de decenas de miles y por tropas de todas las armas, que habían acudido a dar la bienvenida al desterrado que regresaba. Como una sola voz, la multitud empezó a cantar "La Internacional". Cuando Vladimir Ilich Ulianov descendió del tren, el hombre que dos o tres días antes había sido inquilino del zapatero remendón fue levantado por cientos de manos y subido a un automóvil blindado. Los focos desde las casas y los fuertes se concentraban sobre él, y desde el automóvil pronunció su primer discurso al pueblo. Las calles se estremecían con las aclamaciones, y no tardó mucho en que tuvieran comienzo los "Diez días que hicieron estremecer al mundo". El tiro había pegado en el blanco para hacer pedazos un reino, un mundo.


11 de agosto de 2016

DESCRÉDITO DE LOS THINK TANKS DE EEUU: CABILDEROS DE TRANSNACIONALES, SEGÚN NYT

Alfredo Jalife-Rahme. alfredojalife.com

Quienes ignoran la profundidad de los íntimos lazos pecuniarios en Estados Unidos (EEUU) entre sus transnacionales y sus no lucrativos think tankssacralizados –pretenciosos centros oraculares de pensamiento con máscara académica– se suelen postrar al estilo reptil ante sus hallazgos que, en realidad, están cocinados de antemano debido a la obligada orientación ideológica de los espurios donativos de sus interesados benefactores.

Inside Job, documental laureado con un Oscar, ya había demolido a los seudoacadémicos economistas de altas polendas, lubricados por los banksters de Wall Street, quienes habían ocultado la gravedad de la crisis financiera que estalló en 2008 (https://goo.gl/Uy63gm).

NYT y The New England Center for Investigative Reporting publicaron una reciente serie de dos artículos sobre el flagrante conflicto de intereses entre los think tanks y las transnacionales de EU (http://goo.gl/Q9KQ4n).

Del primer artículo, Hannah Gold hace una espléndida síntesis: los “ think tanks promueven agendas de las transnacionales a cambio de donativos” (http://goo.gl/0d5ulC).

Los donativos están exentos de impuestos y, al final de cuentas, los think tanksconstituyen unos vulgares cabilderos (lobistas), para no decir proxenetas ideológicos, que padecen la hipoteca mental de las contribuciones envenenadas de vulgar compraventa.

La investigación se centró en los “lazos financieros entre la Brookings Institution, próspero think tank con sede en Washington, y la empresa Lennar, una de las mayores constructoras de casas de EEUU.

A cambio de su validación (sic) pública del proyecto de bienes raíces en San Francisco, Brookings recibió 400.000 dólares de Lennar como donativos.

No se salvan los otros think tanks como AEI, CSIS y Atlantic Concil (lubricada por Fedex), en temas tan variados como ventas de armas a países foráneos, comercio internacional, manejo de sistemas de autopistas (sic) y desarrollos inmobiliarios cuando a menudo se han vuelto vehículos para la influencia de las transnacionales y sus campañas mercadotécnicas, rezuma Hannah Gold.

La senadora Elizabeth Warren inculpa que las transnacionales gigantes invierten pocas decenas de millones de dólares a cambio de influir en los resultados en Washington con los que descuelgan miles de millones de dólares, lo que pone en la picota la narrativa de los ejecutivos de los think tanks, los cuales alegan que su investigación es objetiva y académica (sic).

Otros donadores de Brookings son el mayor banco estadounidense, JP Morgan Chase (con la mayor contribución histórica), KKR (http://goo.gl/C1Orvn) –firma israelí-estadounidense global de inversiones manejada por el ex director de la CIA general David Petraeus.

Llama la atención que la investigación se haya concentrado solamente en las lubricaciones deshonestas de Brookings donde aparecen 90 empresas: desde Alcoa, pasando por General Electric, hasta el banco Wells Fargo.

Nada casualmente NYT exime de su escrutinio a los pletóricos think tanks israelí-estadounidenses vinculados a Aipac y que traslapan sus intereses con los otros 1.835 centros de EEUU.

En su segunda entrega (http://goo.gl/1KMQvo), NYT desnuda a los seudoinvestigadores de 75 think tanks y su papel dual, quienes han trabajado simultáneamente (sic) como cabilderos registrados, miembros de los consejos de administración de las transnacionales y consultores foráneos en litigios y en disputas de regulación, que tienen por objetivo ayudar a reconfigurar la política del gobierno.

Resalta el israelí-estadounidense Roger Zakheim, del think tank AEI y cabildero del Pentágono para Northrop Grumman, vinculado a BlackRock (http://goo.gl/QAElJH) y, sobre todo, hijo del siniestro rabino (literal) y anterior contralor del Pentágono Dov Shlomo Zakheim –del grupo de los Vulcanos de Condy Rice, ex asesora de Seguridad Nacional de Baby Bush (http://goo.gl/P5dJNC)–, quien fue imputado de haber birlado la estratosférica suma de 2.3 billones de dólares (http://goo.gl/uHOlc0). ¡Ya robarle al Pentágono!

Dejo en el tintero la perturbadora entrega del NYT de hace dos años “Las potencias extranjeras compran influencia en los think tanks” (http://goo.gl/j2eiX5).

El portal The Best Schools selecciona a los “50 más importantes think tanks de EU” (http://goo.gl/33Zm3e), donde aparecen en forma forzada los polémicos Human Rights Watch (http://goo.gl/0yt02f) y Open Society Foundation (http://goo.gl/vQ1ZjW), teledirigidos por el cruel megaespeculador con máscara de filántropo George Soros, presunto hombre de paja de los banqueros esclavistas Rothschild.

Expongo el mapa de Muckety de algunos de los más influyentes think tanks de EU: Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por sus siglas en inglés), vinculado al antimexicano ITAM (http://goo.gl/4b225j) y a bancos, petroleras, aseguradoras, vendedoras de armas, farmaceúticas, Reserva Federal, etcétera; Center for Strategic and International Studies (CSIS) (http://goo.gl/gZKV9c), donde brillan Kissinger y Brzezinski, ex asesores de Seguridad Nacional, además de Bill Gates, General Electric, Ford, Banco Mundial etcétera; American Enterprise Institute (AEI), ligado al ex vicepresidente Dick Cheney, los neoconservadores straussianos y Obama (http://goo.gl/38DZDF); CATO Institute (http://goo.gl/Y1wwXz); RAND Corporation, ligada a la Fundación Rockefeller, y al que los rusos colocan en el primer sitial (http://goo.gl/zCO8aN); Aspen Institute, muy activo en el “México neoliberal itamita”, donde destacan Google y Bloomberg (http://goo.gl/oJXEkz); Brookings Institution, donde destellan AT&T y Microsoft (http://goo.gl/bYnBRb); Belfer Center for Science and International Affairs, vinculado a Harvard y al secretario del Pentágono Ashton Carter (http://goo.gl/YjWGGY); Heritage Foun­dation, ligado a Searle y al feroz comentarista Sean Hannity, de Fox News (http://goo.gl/a2dDyG); Center for American Progress, donde brillan Soros, Bank of America, Deloitte, Northrop, Walmart, Facebook, Time, Coca Cola, Apple, Visa y Blackstone (http://goo.gl/o1t7kv); Woodrow Wilson Center (http://goo.gl/bq3A19); Hoover Institution (http://goo.gl/ArxYPL); Carnegie Endowment for International Peace, vinculado a ExxonMobil, Chevron, BP, Pentágono, Departamento de Estado, Departamento de Energía, General Motors (http://goo.gl/7b2TIS), y Atlantic Council (http://goo.gl/ZbJBV6).

Los think tanks del “México neoliberal itamita” que alaba EEUU por convenir a los intereses unilaterales de sus transnacionales –Comexi, Ceesp, IMCO, Cidac, Transparencia (sic) Mexicana (un seudópodo de la CIA, según Red Voltaire:(http://goo.gl/uum8BR): ¡todos los que promovieron la entrega del petróleo a las empresas anglosajonas!– son de carcajada y no resisten el análisis: guetos de propaganda barata de la plutocracia local/israelí/estadounidense. ¿Cuáles son los criterios de (s)elección? ¡Sepa Dios!

Obvio: no aparecen los centros de la UNAM ni la UAM ni el Poli, donde están concentrados los máximos pensadores del México profundo.

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG: Quizá con este artículo se entiendan mejor mis afirmaciones acerca de cómo la corrupción en determinados países aparece en índices más bajos que en otros en los listados del ranking mundial de percepción percibida de Transparencia Internacional (de la que conviene saber quiénes son sus financistas). Sencillamente porque sus Estados, como es el caso de EEUU la han legalizado a través de legislaciones sobre lobbies.


Por cierto, en España los partidos emergentes están en ese proyecto.

8 de agosto de 2016

BALADA TRISTE DEL NOSTÁLGICO Y DEL PRÓFUGO DE SU ENTORNO POLÍTICO INMEDIATO

Por Marat

Hace mucho tiempo que los observo y, por más que entiendo sus mecanismos psicológicos, los veo cada vez más como extraterrestres del mundo en el que viven.

Encapsulados en la burbuja de su “verdad”, parecen ajenos al dolor social más próximo. No creo que, de verdad, sea eso lo que les pasa; al menos no conscientemente para quienes dicen indignarse con la injusticia, la desigualdad, la opresión y la explotación. Pero da la impresión de que éstas les cogen siempre demasiado lejos en el tiempo y/o en el espacio.

Su distancia, en mi opinión, obedece a una renuncia consciente o inconsciente a intervenir en la realidad social, económica y política de su propio país y, más en concreto, de allí dónde viven -el barrio- o trabaja -la empresa- porque consideran muy difícil o inútil el hacerlo. No es raro escucharles el discurso de que la gente está adocenada, de que los obreros no tienen conciencia de clase -qué gran descubrimiento hacen- o de que “aquí la gente no despierta ni a tiros”. Olvidan que la primera obligación de quien quiere cambiar el mundo es precisamente centrar la mayor parte de su acción en el lugar y el momento en el que están y contribuir a elevar la conciencia de clase a quienes no la tienen.

Tanto los que continuamente alaban los tiempos pasados y perdidos como aquellos solidarios con toda causa que esté a miles de kms de sus casas comparten una misma actitud: el escapismo de quienes se sienten impotentes para cambiar la realidad.

Unos han convertido sus esperanzas y creencias en algo muerto, de tanto acudir al museo de la historia, olvidando el presente. Otros, dejan a los próximos de su misma clase social al desamparo del sistema económico en el que viven, al mirar mucho más lejos del entorno en el que se encuentran.

No se trata en absoluto de ignorar la conexión entre pasado y presente. El propio Marx afirmaba esa relación

La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos.” (Karl Marx. “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”. Capítulo I)

Tampoco se trata de desconocer que lo local y lo internacional se dan la mano en un único mundo capitalista e imperialista. Mucho antes de que la mundialización se hubiese puesto de moda, “El manifiesto comunista” proclamaba: “Proletarios de todo el mundo [o de todos los países, según traducción y preferencias], uníos”

Pero ningún revolucionario debiera ignorar que jamás atraerá para su causa a nadie -y estos son siempre quienes tenemos en nuestro entorno más próximo y forman parte de los vivos, no de los muertos, ni de los del porvenir-, si no está dispuesto a compartir sus problemas, sus necesidades y reivindicaciones inmediatas, que son las que le afligen, para elevar su conciencia más allá de la inmediatez y de sí mismos. Ningún explotado ni despojado de sus derechos sentirá apego o interés por la condena que nadie haga del imperialismo que arma al yihadismo en Siria, Libia o Irak, si quien difunde sus denuncias no centra la mayor parte de sus lucha junto al que tiene más cerca, sencillamente porque le estará mostrando un absoluto desprecio por su realidad.

Del mismo modo, centrarse de modo casi exclusivo en la defensa de lo que fueron las realizaciones de los países socialistas, en denunciar las conspiraciones que contra ellos existieron o en defender una coalición política que está muerta por méritos propios y ajenos, sirve para constituirse en guardián de las esencias del museo, pero sirve de muy poco cuando a su vez no hay compromiso con la creación de la alternativa al capitalismo hoy, con la lucha política concreta o con crear organización para esa lucha.

No estaría de más que los defensores de las realizaciones -que las hubo y enormes- de lo que algunos llaman “civilización socialista” tengan en cuenta que ya hay una generación que nació años después de la caída de la URSS y que pronto serán dos. Por mucho empeño que pongan en limpiar de polvo y paja la basura que sobre aquellos sistemas echó la propaganda capitalista, no lograrán más que convencer a los previamente convencidos, si no son capaces de poner en primer lugar la defensa de las condiciones de vida y el rechazo a la explotación del conjunto de la clase trabajadora y especialmente frente a la enajenación que los nuevos flautistas transversales de Hamelín les han producido con su empalagosa música de sonrisas, corazones y negación de las clases sociales y la lucha de clases. Pero eso, repito de nuevo, exige propuesta, proyecto y organización para aquí y, aunque no para el ahora, si ir poniendo las piedras hoy. Y dejarse de mirar con lágrimas en los ojos a un ayer que no volverá en la forma en la que lo conocimos. Ese es el homenaje y la fidelidad al ayer. Trabajar desde lo que nos afecta hoy para lograr lo que fue válido del pasado. Y dejar de relamerse morbosamente en las heridas, buscando reafirmarse y refugiarse en una comunidad de soldados derrotados. Es hora de construir porque el resto son pamplinas que, pretendiendo ser revolucionarias, acaban siendo reaccionarias al negarse a hacer la primera tarea de todo antiimperialista en su propio país: trabajar para romper la cadena que une a éste al sistema imperial.

Y por último, insisto para que se me entienda y no se manipulen mis palabras. No se trata de dejar de defender las causas solidarias por la soberanía de los pueblos contra el imperialismo y sus esbirros, sea en Siria, el Donbass o en Libia, por poner sólo tres ejemplos, ni de olvidar lo que significó la Unión Soviética como conquista de derechos para la clase trabajadora y de esperanza para tantos desheredados de la tierra -esas son responsabilidades que un marxista no debe abandonar-, sino de reordenar el peso que ha de dar a cada cosa un militante revolucionario. Mientras algunos claman por la nostalgia y el internacionalismo 24 horas al día -en redes sociales-, me temo que no le dedican ni media a luchar junto a su clase y en su país por los derechos de esta. Y ello, vuelvo a decir, exige construcción de proyecto, recuperación de tejido de lucha y organización para llevarla a cabo. Por difícil que parezca, y tentador en consecuencia el dedicarse a otros menesteres en su lugar, la tarea principal es esa. El resto, cuando se olvida ésta, monsergas.