11 de marzo de 2013

TOKIO APUESTA POR LO MILITAR


Christian Kessler. Le Monde Diplomatique

Desde hace más de una década, la influencia internacional de Japón se erosiona a medida que su economía decae. Aunque sea un país pacifista según su constitución y sus discursos, Tokio cada vez se esfuerza más en desarrollar y producir material sofisticado para la defensa militar. Busca una nueva vía de influencia que pasa particularmente por conceder “ayuda militar” a algunos países asiáticos. El XVII Foro de Defensa, celebrado entre 31 de octubre y el 1 de noviembre de 2012 en Tokio con la presencia de los países del sudeste asiático, pero asimismo de la India, Estados Unidos y Canadá, deja constancia de este cambio.

En 2012, la ayuda militar de Japón superó, por primera vez desde la II Guerra Mundial, los 2 millones de dólares; se destina principalmente al entrenamiento de tropas para que puedan hacer frente a los desastres naturales y construir carreteras, como en Camboya o en Timor Oriental. También se han multiplicado los ejercicios de defensa que se realizan de manera conjunta con otros países asiáticos y se han visto buques de guerra japoneses en numerosos puertos de la región de Asia-Pacífico y más lejos. Así, los barcos de guerra Kashima y Shimayuki, además del destructor Matsuyuki, regresaron a Japón en octubre de 2012 después de un periplo de seis meses en catorce puertos localizados en el sudeste asiático, en Oriente Próximo y en África oriental (1). Su vuelta a casa dio lugar a escenas de alegría en los muelles, donde les esperaban oficiales y miembros de su familia.

En un contexto marcado por el incremento de los nacionalismos y de los peligros, y frente a las reivindicaciones territoriales de una China dispuesta a enseñar los dientes, Japón podría comenzar a vender aviones de patrulla marítima en la región y quizás hasta submarinos de propulsión diesel. Tokio había resistido hasta ahora a las insinuaciones de Washington, que le pedía comprometerse más como potencia regional. Las tensiones en el norte de Asia, unidas a las dificultades económicas de Estados Unidos, su principal protector y garante, ocasionan una vulnerabilidad que Japón cree no poder aceptar más. Durante la Guerra Fría, Tokio se contentaba con seguir a Estados Unidos. Con la China actual, ha de procurar su propia lógica, tal y como estiman muchos analistas japoneses. 

La reciente y aplastante victoria del Partido Liberal Demócrata en la Cámara Baja y la vuelta de Abe Shinzo, nacionalista notorio, van en este sentido. Para el nuevo primer ministro, la diplomacia del talonario de cheques –aportar una contribución financiera antes que participar directamente en operaciones militares–, hasta ahora ampliamente practicada, ya no es una solución a las tensiones periódicas con sus vecinos chinos y coreanos respecto de la soberanía sobre ciertas islas. La presión china, incuestionable, con la espectacular progresión de su Marina, preocupa a Tokio. No cabe duda de que la protección estadounidense siempre está ahí, pero esta protección pertenece a una nación extranjera. Más allá de un refuerzo de los vínculos defensivos con los estadounidenses, Abe desea, de común acuerdo con éstos, llevar a cabo una portentosa mejora militar. Así, las fuerzas de autodefensa japonesas se transformarían progresivamente en fuerzas ofensivas. No obstante, y aunque el primer ministro emplee todas sus fuerzas en esta batalla, las dificultades para hacer una  modificación importante de la Constitución pacifista, unidas a la enorme deuda del país, entrañarían el riesgo de limitar las posibilidades de recibir ayuda exterior.    

Sin embargo, la explosión del presupuesto militar de China podría cambiar las reglas del juego. Las dos grandes fuerzas políticas, el Partido Liberal Demócrata en el poder y el Partido Social Demócrata (PSD) discuten acerca de una lectura más flexible de la Constitución que, en un momento dado, debería permitir cambiar los límites que separan una fuerza defensiva de una fuerza ofensiva. La actual Constitución, impuesta por los estadounidenses tras la derrota de Japón en 1945, ya se ha modificado en varias ocasiones para posibilitar el envío de tropas al extranjero (a Afganistán y a Irak), no solamente dentro del estrecho marco de la ayuda humanitaria, sino asimismo desplegando buques cisterna en el océano Índico para abastecer barcos de guerra estadounidenses.

Cada una de estas revisiones constitucionales desencadenó la ira del partido en la oposición, el PSD, y originó virulentas polémicas en los medios de comunicación. Así pues, tras los ataques al buque cisterna para productos químicos Golden Nori, en octubre de 2007, y al petrolero Takayama –liberado gracias a la ayuda la Marina alemana–, en abril de 2008, y al petrolero Socotra Island, en abril de 2011, la instalación en Yibuti de la primera base militar japonesa en el extranjero desde 1945 se realizó con la mayor discreción posible. Una discreción que ya no conviene actualmente.

La estrategia que surge parece clara: construir su propia zona de influencia junto con otras naciones. “Queremos nuestra propia coalición en Asia para oponernos a China”, afirma Soeya Yoshihide, director del Instituto de Estudios sobre Asia Oriental en la Universidad de Keio. Retomando estas declaraciones, el viceministro de Defensa Nagashima Akihisa declaró en una entrevista: “Simplemente no podemos esperar a que Japón decaiga”. Durante una conferencia en Australia, el teniente general chino Rein Haiquan recordó inmediatamente que Japón se acercaba así a la nación militarista que, en su tiempo, bombardeó la ciudad de Darwin en Australia. Pero la reacción de muchos países asiáticos con respecto a la historia es sorprendente. “Hemos dejado a un lado nuestras pesadillas de la II Guerra Mundial a causa del peligro chino”, tal y como comentó Rommel Banlaoi, un experto en seguridad del Instituto de Investigación por la Paz, la Violencia y el Terrorismo con base en Manila. Malasia, Filipinas y Vietnam ya reciben con los brazos abiertos la ayuda del archipiélago.

En noviembre de 2012, veintidós guardacostas provenientes de una docena de países asiáticos y africanos participaron en ejercicios de defensa en la bahía de Tokio. Antes de abandonar el puerto, se alinearon frente a los guardacostas japoneses y les hicieron reverencia durante un buen rato. “Japón se une a Estados Unidos y Australia para ayudarnos a hacer frente a China”, asegura Mark Lim, un oficial de Filipinas que se había desplazado (2). De hecho, el país se considera como el único apto para rivalizar en el plano marítimo con Pekín. Es cierto que no posee misiles de largo alcance, ni submarinos atómicos, ni aviones de transporte capaces de enviar importantes fuerzas al exterior. Sin embargo, Tokio dispone de submarinos a propulsión diesel considerados como los mejores del mundo, así como cruceros capaces de destruir misiles en pleno vuelo, dos grandes destructores que llevan a bordo helicópteros de ataque y, llegado el caso, aviones de despegue vertical. En 2013, la duplicación prevista de la ayuda militar a Indonesia y las negociaciones en torno a la venta de submarinos a Vietnam, con otros compradores posibles como Malasia y Australia, muestran una vez más que Japón está dispuesto a ampliar su papel y a encabezar un grupo de países frente a China.

Por ahora, y como respuesta a las incursiones navales y aéreas chinas en las aguas de las islas Senkaku, el PLD en el poder ha previsto aumentar, por primera vez desde hace once años, el presupuesto militar: 40.000 millones de yenes suplementarios (320 millones de euros) para el año fiscal 2013-2014. Los guardacostas verán la modernización de sus equipos y se incrementará considerablemente el número de buques de vigilancia y el de efectivos. Según el programa oficial, se asignarán igualmente partidas para posibilitar la devolución, al espacio territorial nacional, de las islas del Norte, actualmente bajo control ruso desde 1945. Lo mismo sucede con las islas Takeshima, disputadas a los coreanos, que las denominan Dokdo. Según esta estrategia oficial, el desarrollo de la influencia militar japonesa está aprobado por plebiscito, a pesar de la deuda causada en parte por el aumento del presupuesto militar para la modernización del Ejército.

(1) Filipinas (en el puerto de Manila), Tailandia (Bangkok), la India (Bombay), Maldivas (Malé), Yibuti, Arabia Saudí (Yeda), Turquía (Marmaris), Tanzania (Dar es-Salam), Seychelles (Victoria), Omán (Salalah), Pakistán (Karachi), Sri Lanka (Colombo), Bangladés (Chittagong), Camboya (Silhanouk).
(2) Japan Defense Focus (JDF), Ministerio de Defensa, n°35, diciembre 2012.