6 de marzo de 2012

HOMO MÓVIL

NOTA DEL EDITOR DE ESTE BLOG:



El inteligente, inquietante y desasosegador artículo que les presento quisiera dedicárselo a esos “homo ludens” del móvil, los iPad, los iPhones, los smartphones y cualquier otro de esos achiperres tecnológicos que se han convertido en servidores del negocio de las maquinitas para imbéciles.

Desgraciadamente esa variante de tontos de los cojones, a los que Marx, más piadosamente, llamaría seguramente alienados por la tecnología de consumo no leerán este artículo que avisa de la deshumanización, la pérdida de la empatía comunicacional con el otro, las ludopáticas dependencias, el aislamiento en sus burbujas individualistas y, yo añadiría con gusto, la idiotización profunda, porque están ocupados chateando tonterías en sus wassup u obligándonos a los demás ocupantes del vagón del metro a compartir la odiosa “música”, por llamarla de algún modo, que se filtra por sus auriculares.

Llámenme carca y viejo por pensar así. Me importa una higa. Al menos no moriré de estupidez inducida como sucederá inevitablmente con los bobomóviles

¡Ah, por cierto! El artículo también avisa de los efectos nocivos del abuso de Facebook y de Twitter. Así que usémoslos con prudencia y mesura. Parece ser que nos convierten en algo así como ratones de Skinner buscando el queso, ese que se ha llevado el capital, cuestión ésta de la que muchos no se enteran porque les divierte más ser siervos de la maquinita que levantar la cabeza, mirar a su alrededor, quemar su iPad y seccionarle la yugular a un banquero o a su jefe –hablo en sentido figurado, por imperativo legal-, que está más a mano y que es otro de los que se está llevando su puñetero queso.

Sin más, les dejo que disfruten del artículo. Espero que a alguno le haga cuestionarse, aunque sólo sea por unos segundos, quién/es se beneficia/n de tanta atomización social y de tanta incomunicación real en un mundo de aparente comunicación. Señores, lo que importa no es el medio –negocio- sino el mensaje o el contenido –comunicación y relación humana reales-, si lo quieren llamar así.

HOMO MÓVIL

Rodrigo Fresán. Página/12
Desde Barcelona

UNO Trasnoches atrás, en ese insomnio voluntario que es la contemplación de los Óscar, Rodríguez –minutos después de que Rodríguez pensase que el actor protagonista de The Artist era algo así como la insoportable versión gala del insoportable Roberto Benigni– se rió un poco con un chiste del retornado Billy Crystal. El maestro de ceremonias se refería al cine como ese lugar donde uno “va a soñar, a reír, a llorar, a enviar mensajes de texto” y se burlaba de “esos tontos que ven películas en las pantallitas de sus móviles pudiendo disfrutarlas mucho más en las inmensas pantallas de sus iPads”. Horas después, lo de Crystal perdía algo de gracia, porque se anunciaba a la humanidad toda la maravilla mixta y mutante y mitológica de algo llamado Padphone. En la Barcelona, orgullosa, que volvía a abrir sus brazos y abrirse de piernas para recibir –27 de febrero al 1º de marzo, y por los próximos seis años– al Mobile World Congress. Joya de la corona congresística planetaria para una metrópoli –seguida por Viena y Estocolmo– considerada capital mundial de un género turístico/profesional que es económico factor clave. Más de 1400 expositores, 2000 empresas, 3300 periodistas acreditados, 70.000 visitantes (muchos de ellos chinos aterrizando en más de doscientos jets privados), a la hora de pagar las cuentas (se dejarán 300.000.000 euros) y mantener felices a gobernantes, funcionarios, hoteleros, bares y restaurantes, puticlubs y escorts de alto vuelo, taxistas y gente que pasa por ahí, se saca una foto con su móvil junto a ese icónico Pegaso construido con móviles y después la cuelga en su perfil social y...

DOS ... el logo 2012 del Mobile World muestra un granhermanístico ojo que todo lo ve y su lema es “Redefiniendo el móvil”. Como si alguna vez hubiera dejado de redefinirse, piensa Rodríguez de paso por ahí –70.000 metros cuadrados que superan a los 59.000 del año pasado–, hijito en mano con las pupilas dilatadas por tanta electricidad en el aire. La hija de Rodríguez –embutida en un vestidito que acelera los pulsos– trabaja en el stand que lleva su madre, ejecutiva más o menos top en un negocio más bien macho (hay pocas mujeres) de una marca que no mencionaremos aquí, pero que ella no deja de mencionar como si se tratase de un mantra imbatible. La donna è mobile, sonríe triste Rodríguez y apunta mentalmente (no en una BlackBerry) sugerirle a su mujer que use lo de Verdi como tono para su aparatito en el que hay almacenada una foto de un tipo que no sabe quién es, pero está seguro de que no es él. Y Rodríguez aguanta el bombardeo de modelos. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo soportar tanta radiación? Fácil pero no tanto: retroceder, hacer memoria. Recordar pesados teléfonos con lentos discos giratorios (de tanto en tanto, Rodríguez sonríe ante una película antigua, pero no vieja, en la que el héroe entra a una cabina telefónica y pierde valiosos minutos de celuloide a la espera de que la operadora lo comunique con ese otro no tan lejano pero igual de distante más allá); evocar épocas en que toda distancia era larga distancia; extrañar tiempos en que uno hablaba menos POR teléfono y no hablaba tanto DEL teléfono.


TRES Porque, de verdad, Rodríguez hace fuerza pero no le sale entender cómo es que el teléfono ha evolucionado tanto más (y en tan poco tiempo) que los aviones. Cómo puede ser que el teléfono sea el más excitante objeto del deseo y del status (1.000.000.000 de personas tendrán o serán tenidos por un “móvil inteligente” para este diciembre) cuando, se suponía hasta hace poco, ser inaccesible y que otro atendiera tus llamadas era sinónimo de haber triunfado. Cómo es que se llama móvil a ese aparatito que inexorablemente te conduce a la inmovilidad de hacer todo desde ahí, desde casa, con teléfono: trabajar, comprar, vender, tener un millón de amigos, mentir, insultar... Y, ah, ese glam por la velocidad del ingenio sin darse cuenta de que la máquina humana sigue siendo tan lenta como en la Antigua Grecia; que seguimos leyendo y –si hay suerte y concentración– comprendiendo a la misma velocidad que Aristóteles: unas 450 palabras por minuto. Rodríguez pasa frente a un vendedor que –su rostro combina el éxtasis divino con el orgasmo terreno– explica que “¡¡¡Con esta aplicación podrás conectarte con Facebook y Twitter al mismo tiempo!!!”. Otro ofrece “¡¡¡Un teléfono proyector para que puedas ver películas en cualquier pared de tu casa!!!”. Alguien habla solo y dice “Windows 8... Windows 8...”, mientras otro le responde “Pantallas flexibles... Pantallas flexibles...”. Dos adictos comentan el duelo titánico entre Apple y Android casi como si se tratase de un problema de familia y, más allá, se anuncia con trompetas triunfales que el Barça ha sido fichado como imagen publicitaria por el Mobile World Congress para “apoyar aplicaciones para teléfonos móviles desarrolladas por jóvenes emprendedores”. Afuera, otros jóvenes –estudiantes indignados con los recortes y con problemas de recepción para emprender cualquier cosa en los próximos años– se enfrentan a la policía en un redial de manifestaciones con infiltrados antisistemas. Un agente del orden ve que lo están filmando con un teléfono y allá va y, ay, qué hacer si el móvil se inmoviliza, se rompe, se pierde y no hay tiempo que el de enviar ese mensajito de 140 caracteres exactos donde se lee: “Mami: no me esperes a cenar esta noche porque un antidisturbios con look Darth Vader me está moliendo los huesos a palos y saludos a papá”.


CUATRO Las noticias de la noche tienen que ver con que lo de los neutrinos más rápidos que la luz parece que no era como lo pintaban (alguien envió un tweet demasiado pronto, demasiado rápido); con que un pobre tipo fue detenido en un aeropuerto intentando pasar como contrabando treinta iPhones; con alguna de las ya habituales poluciones de YouTube con las que los directores de noticieros trufan y rellenan la desinformada abundancia de información. Hoy es un tape de un cámara de seguridad de una estación de metro. Miren: a una madre en el andén se le escapa el cochecito de y con bebé y un tipo que pasa por al lado, consultando su móvil, en lugar de detenerlo, da un elegante y perfectamente coreografiado rodeo mientras no despega sus ojitos de la pantallita. El cochecito cae a las vías, pero a no preocuparse: el bebé resultó ileso. Y el hombre del móvil es famoso, por quince minutos, por todas las razones incorrectas. Pero quién le quita lo bailado, lo visitado. Lo siguiente tiene que ver con que se ha comprobado que Facebook y Twitter despiertan más deseo que beber o fumar, que su uso libera la misma hormona que se produce a la hora de besos y de abrazos, que ya existe algo llamado “Depresión Facebook” y que el sitio favorito para usar el iPad es el baño, allí donde solían leerse libros. Lo siguiente –antes de meterse con el déficit creciente y las lluvias que no llegan y la epidemia de gripe– tiene que ver con la nueva moda en Nueva York y mañana en todas partes: ir a trabajar en pijama.
Rodríguez –Óscar al Mejor Extra– apaga el televisor y, para no ser menos, se mete vestido en la cama. Y tiembla. Y no es gripe. Y no está para nadie.


Fin de las noticias del fin del mundo.

3 comentarios :

  1. Yo a veces juego en mi teléfono al juego de la serpiente... Es genial el texto de Fresán, como todo lo que nos dejas leer. Hace un par de meses que lo hago y no dejo una coma atrás.

    Al término de “homo…” en poco creo que sobrará el tal homo y nos quedaremos en meramente “pantallus”. Como dice Baudrillard el advenimiento de lo virtual es nuestro apocalipsis. Tal como apuntas tú, la atomización social. Es un poco así como meter mediante un falso idealismo la esencia de las cosas en nuestros bolsillos. Por fuerza los acontecimientos se presentan en huelga, a fuerza de ser impulsado por un exceso de información, dosificándonos un éxtasis fofo y tecnológico.

    Un abrazo bien fuerte.

    PD. Sé que es un contrasentido lo que voy a decir pero creo que a los que nos gustan tus textos, tal vez nos parezcan a veces demasiado extensas y también tu frecuencia de publicación breve. Sé que hay muchas cosas del mundo que deben ser dichas pero... sólo quería apuntarte esta questión, espero no la tomes a mal.

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  2. No es un contrasentido. Hace mucho que pensé lo mismo. Mis textos se demoran en el tiempo pero son casi siempre largos. En mí opinión eso tiene una explicación. No soy demasiado inteligente, aunque me fijo y me esfuerzo. Tardo en producir una idea y, cuando lo hago, el texto es largo porque expresa mi propio proceso mental en el que llego hasta la idea que, en algún momento, sospeché que quisiera expresar. Queridos míos, querido c c (conspiranoico, y eso me resta afecto) Rider: veo en la izquierda que fue, y que dejó de ser ,una tendencia al abandono, a la flacidez, a la evanescencia que no es otra cosa que la expresión de las propias traiciones que uno se hace a sí mismo. Citar a Baudrillard (yo lo hice hace mucho, me flagelo), apoyarse en Holloway, Hard o esos “comunistas” del sexo de los ángeles (Žižek) es un modo de renunciar a tomar el cielo por asalto. Ninguno de ellos nos invita a la revolución. Son todos POST. Postcapitalistas, postmarxistas, post revolucionarios, post todo lo que merezca jugársela en esta vida. Entre toda esa caterva de rojetes de salón no hay uno solo que pronuncie la palabra socialismo si no es para denigrarla. Y sólo hay un anticapitalismo real: la propiedad colectiva de los medios de producción y distribución que se llama socialismo. Tonterías islandesas ni una

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  3. Bueno, creo que últimamente ya no son tan extensos. Perdón por citar a Baudrillard (todavía estoy leyéndolo, conociéndolo) pero me valgo de todo para mis fines. Mi inocencia consciente. Mis paseos entre esos rojetes de salón que también desprecio, escucho y más adelante reflexiono. Por ejemplo hace poco quedé fascinado con Russell, pero Wittgenstein lo superó, luego vuelvo a Foucault y… así sucesivamente naufrago entre muchos autores pues es obvio que la gran mayoría hace aguas por algún sitio. Saramago, Simone Weil, Aldous Huxley , Marguerite Yourcenar, Francis Ponge, Jung… y un largo etcétera que hace poco he decidido leer, y los que quedan por delante como por ejemplo Hannah Arendt… todo para satisfacer mi sed de conocimiento. Incluso no me importará leer a Kant, aunque Russell dijera que su doctrina fue proclamada oficialmente por el nazismo. Leeré todo con unos límites claro está. A la hora de citar adecuadamente… supongo que hay que estar bien instruido a la hora de hacerlo, tampoco sin llegar a ser un dandy. Me conformo con mantener cierta integridad inocente. Me alejo siempre de los dogmas por miedo a que sepulten mi libertad. Así es, que no pronuncio la palabra socialismo, es una palabra demasiado seria para mí. Si fuera militante (sólo soy una persona que desde siempre ha votado, a ese partido minoritario que un día se llamó partido comunista) haría por estudiar más la rama política. Tal vez más adelante, de momento, me complazco en leerte… Aunque sea un poco conspiranoico, pues al igual que Antonin Artaud me encanta remover conciencias en un sentido visceral. Al final de tu comentario pues no sé qué decirte. Obviamente el actual sistema tiene un origen, y habría que desmantelarlo. No esperar a que se desmorone para sustituirlo por un sucedáneo.
    Salud.

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