18 de febrero de 2012

EJERCITO DE OCUPACIÓN

Alfredo Zaiat. Página/12

Europa ha desarrollado sus conflictos en forma escabrosa con una violencia desmedida a lo largo de su historia. Su actual crisis económica, que sigue su curso sin un horizonte cercano de resolución, ha adquirido la característica de una avanzada beligerante sobre trabajadores y jubilados en defensa de la trinchera del sistema financiero. El ejército de ocupación no está integrado por soldados con armamentos sofisticados, sino que el vehículo de dominación para cercenar hasta barrer la soberanía política y económica de la mayoría de los países es el euro, bajo el comando general dirigido por Alemania (Banco Central Europeo y Comisión Europea), con el apoyo táctico supranacional del FMI.

Grecia es la batalla más encarnizada, con un nivel de exigencias impresionante y un ejercicio de poder avasallante, que se expresó luego de obtener el sometimiento del poder político heleno, que aprobó un ajuste de reducción salarial y despidos inmediatos de 15.000 trabajadores en un plan global de 150.000, postergando el financiamiento prometido de 130.000 millones de euros. Los países europeos débiles, como España, tienen ese campo de batalla como espejo para acelerar su disciplinamiento.

Alemania logra erigirse así en la gran y única potencia europea, con el sacrificio a su clase trabajadora flexibilizada y salarios deprimidos, registrando marcas de productividad y competitividad de su economía que hunde al resto de los países del continente sitiados por el euro. No hay política de ajuste posible, con la moneda común como ejército de ocupación de la soberanía nacional, que pueda alentar la recuperación de esas economías con una Alemania industrial, exportadora y mercado laboral ultraflexibilizado. El resultado es la recesión general (Italia, Bélgica, Holanda, Grecia, España, Portugal ya la declararon) con una sola economía a salvo, la que impone las condiciones políticas, financieras y sociales de la Eurozona.

En Alemania el 20 por ciento de los empleados, cinco millones de trabajadores, ganan un máximo de 400 euros mensuales. Este dato impactante se consigna en un esclarecedor artículo publicado en El País de Madrid, con el título “Sueldos de un euro a la hora en el ‘milagro’ laboral alemán”. También se informa que, según el Departamento de Trabajo alemán, los contratos con salarios bajos crecieron tres veces más rápido que otro tipo de empleos entre 2005 y 2010. Se menciona que los denominados “trabajadores pobres” han aumentado a un ritmo más acelerado en Alemania que en el resto de países con la moneda común. Esto ha derivado en que un 7,2 por ciento de los empleados ganaba tan poco que estaba cerca del umbral de la pobreza en 2010, cuando era un 4,8 por ciento en 2005. A la vez, el año pasado, la cantidad de contratados en Alemania superó por primera vez la barrera de los 41 millones de trabajadores. Es de las pocas economías europeas que no registra aumento de la tasa de desocupación. El crecimiento del empleo se ha debido fundamentalmente a la imposición, con el aval de los sindicatos, del modelo de bajos sueldos y de agencias de trabajo temporal, impulsado por la desregulación y la promoción de la flexibilidad y los contratos de bajos ingresos, subvencionados por el Estado, llamados mini-jobs. El número de trabajadores con contrato indefinido de salarios bajos –que ganan menos de dos tercios de los ingresos medios– se elevó un 13,5 por ciento hasta los 4,3 millones entre 2005 y 2010. Los datos de la OCDE reflejan que en Alemania los contratos con salarios bajos son el 20 por ciento de los trabajos a tiempo completo, frente al 8,0 por ciento en Italia y un 13,5 por ciento en Grecia.

Esa estructura del mercado laboral hace aún más competitiva la economía alemana, mientras el euro actúa como un cerco invulnerable para el resto de los países porque perdieron la herramienta de la devaluación de su propia moneda para moderar las diferencias de productividades. Por eso, la principal exigencia que deben cumplir para recibir recursos para atender la crisis financiera es la de implementar una reforma laboral del tipo alemán, de pérdida de derechos y reducción de salarios, además de despidos. Así lo expresó el secretario general de la OCDE, Angel Gurría, quien señaló que la situación actual de Alemania se debe “en gran medida a la implementación en su momento de importantes y a veces dolorosas reformas”. Entre ellas, destacó la reforma del mercado laboral, “que redujo sustancialmente el desempleo”. “Muchos países observan la receta que hizo posible este éxito: reformas del mercado laboral, agentes sociales flexibles y constructivos”, aleccionó.

Gurría se estaba refiriendo a que en 2003 Alemania se embarcó en un sistema de reformas que fueron calificadas como el mayor cambio en el Estado de Bienestar desde la Segunda Guerra Mundial. Mientras muchos de los países vecinos se movían en la dirección opuesta, los socialdemócratas alemanes en el gobierno desregularon el mercado laboral, y presionaron a sindicatos y empresarios para que pactaran una moderación salarial a cambio de seguridad en el empleo y crecimiento. Así un modelo laboral flexible y con subvenciones del gobierno permitieron a los empresarios ajustarse al ciclo económico sin necesidad de despidos masivos.

La diferencia con el actual momento es que Alemania realizó esa reforma con una economía mundial en auge, mientras que ahora esa exigencia a los otros países europeos es durante una recesión, déficit fiscal y crecimiento de la deuda. El resultado entonces es la profundización de la crisis y el aumento de la desocupación. Si bien la resistencia a esas políticas ha empezado a manifestarse con más intensidad en los últimos meses, el deterioro de las condiciones laborales y sociales y el elevado desempleo ya se extienden por más de tres años. Uno de los interrogantes es por qué no existe una oposición más firme de trabajadores y organizaciones sindicales a esa política de ajuste recesivo y despidos masivos. La respuesta se encuentra en la existencia de una importante red de cobertura social, que es un rasgo característico del modelo social europeo de la posguerra con el desarrollo del Estado de Bienestar. Esa contención permite que elevadísimas tasas de desempleo sean socialmente tolerables y políticamente manejables. Por eso los líderes europeos reinciden en medidas de ajustes que pueden generar tensiones sociales, pero sin provocar desestabilización política. El caso más notable es España, con un desempleo total del 23 por ciento, que se eleva a 46 por ciento para los jóvenes.

El Sistema Europeo de Estadísticas de Protección Social destaca que España es el país de la UE-27 con mayor peso del sistema de protección por desempleo en relación con todo el gasto social. Estima que las prestaciones y subsidios a los desempleados se duplicaron en los últimos años al ubicarse en más del 25 por ciento del gasto total en protección social. Alemania implementó el cambio drástico mencionado, cuando ultraflexibilizó el mercado laboral, al tiempo que aplicó el mayor recorte de subsidios por desempleo desde la posguerra, recortando el período de cobro de 32 a 12 meses como máximo.

El escenario es inquietante para esa red social europea de protección porque la crisis financiera y la recesión económica han provocado un incremento sensible del déficit fiscal y de la deuda pública. Ese cuadro ejercerá presión para desarticular ese modelo social, que hoy actúa como amortiguador del ajuste. “La dureza con la que Grecia es tratada actualmente nos puede parecer exagerada, y creo que ése es el caso”, se sinceró el premier italiano, Mario Monti, avisando sobre lo que le tocará al resto de los países subordinados al comando alemán, que avanza sobre Europa ahora con el tanque euro como ejército de ocupación.

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